Partida Rol por web

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Ludovico Enaudi - Numbers

Todavía confundidos miraron el pueblo que estaba bajo ellos. Era media tarde y el viento amenazaba con lluvia. Pero ¿se atreverían a bajar nuevamente para ver que había sido de sus amigos? ¿O se irían de allí para olvidar todo lo que había pasado?

Ricardo estaba parado en lo alto de la sima con las manos en los bolsillos de la gabardina. El sentimiento de tristeza, quizá de rabia, y el polvo de la vieja gabardina terminaban de desplazar de su cabeza la idea de que todo hubiera sido un sueño.

Varias lágrimas humedecían los ojos del detective que mantenía la mirada en lontananza sin mirar a su amigo, el único que quedaba del grupo que un día fueron.

Se agachó llegando a apoyar la rodilla derecha en el suelo. Las lágrimas humedecieron las piedras mientras cogía una de ellas. Se levantó.

—Aaaaaaaaaah —gritó mientras lanzaba la piedra en dirección al maldito poblado que solo había traído desgracia.

Inmediatamente después entró en el coche y se sentó en el asiento del copiloto. En su cabeza aún retumbaba aquella melodía inconclusa, esa tensión tonal generada por la canción macabra que había dado fin a su esperanza. Le daba igual quien fuera Tomás, quien fuera Felisa o quien hubiera ganado esa guerra absurda de los muertos. Todo aquello debía de estar condenado al olvido.

Mario sacó su móvil de la americana, seguía apagado. Lo encendió. Su cara sólo mostraba una confusión absoluta. No abrió la boca. La melodía de inicio retumbó en sus oídos justo tras el grito de su amigo. Impertérrito, introdujo el PIN y esperó un par de minutos mientras Ricardo entraba en el coche. Seguía sin haber cobertura.

- Ricardo... - no quería pronunciar su nombre y tenía la sensación de que tampoco el detective quería escucharlo. Ni el del polaco, ni el de Teo. No quería plantearse la realidad de lo que le había ocurrido a Ana. Aun así, apoyado en la ventanilla del coche, se armó de valor e hizo de su inquietud y confusión palabras - ¿Qué carallo ha pasado? ¿Dónde está Kamil?

Todavía confuso Mario se montó en el coche. Ambos hombres miraron por última vez aquellas casas abandonadas, aquel pueblo siniestro que durante un breve lapso de tiempo había sido una cárcel, una pequeña porción del infierno. Aún repitió una última vez:

- ¿Y Kamil? ¿Y Ana? - puso en marcha el contacto - ¿Y Teo?

El coche retrocedió y regrearon a la carretera. Volver al asfalto, al presente, a la realidad. Durante todo el camino de vuelta permanecieron en silencio, cada uno retenido dentro de sus propios miedos. Incluso cuando llegaron a Santiago y Ricardo se bajó del coche se despidieron con un escueto 'ya hablaremos'. Ambos sabían que era mentira. No hablarían nunca más de aquello. Intentarían olvidar por siempre el nombre de Sanabrás y no volver a pensar en Kamil, en Ana o en Teo. Aquella pesadilla empezaba y terminaba en aquel sitio perdido entre las brumas.

Porque ya había terminado.

¿Verdad?