El ojo que aún permanece visible de Soranno se abre ampliamente mientras vas contando tu historia, y la seriedad se va apoderando de nuevo de su expresión, sus manos se apoyan ahora en su estómago, y está atenta a aquello que le cuentas, a tu historia, cuando finalizas, sonríe, de manera dulce, aunque triste.
Ese es un motivo muy noble para ser policía, deja escapar un pequeño suspiro, te has expresado perfectamente, entiendo perfectamente lo que me has explicado, aun así, no deja de asustarme la manera en que alguien pueda interferir en la vida de otros, destrozándolas, y se supone que yo debo ser una de las personas que debe impedirlo bufa un poco, arrugando ligeramente la nariz, como si aquella idea estuviera fuera de lugar.
Es curioso… apoya el codo en el reposabrazos que os separa, y sobre la palma extendida, su cabeza, mirándote, con expresión algo perdida, como si no estuviera segura de continuar hablando, bueno, tu forma de ver las cosas, me gusta, sus palabras, te suenan extrañas, como si hubiera cambiado de opinión con respecto a lo que decir, yo… bueno, a veces tengo miedo de… todo eso, de todo ese caos que es posible provocar, ya has visto… sonríe algo avergonzada, lo patosa que soy, y los problemas que eso puede ocasionar, creo que de ahí viene mi preocupación, no sé, da igual, es una cosa estúpida, agita la mano como quitándole importancia.
Confío en que hagamos un buen trabajo a favor del karma
Río nuevamente ante la mención de su torpeza. Esta conversación empieza a ser muy grata, además de que me está permitiendo conocer a una agradable chica que cada vez me despierta mayor simpatía.
-No creo que debas preocuparte por esa torpeza de la que hablas, Soranno-san -y, sin darme cuenta, continúo hablando. De lo que no me doy cuenta es de que ya no le hablo "de usted"-. Estoy convencido de que, en el momento de la verdad, desaparecerá como por arte de magia. Después de todo formas parte del servicio de inteligencia francés. No hay mucha gente que sea capaz de entrar en ese departamento, mucho menos como agente de campo. Nah, Soranno-san, yo confío plenamente en ti como compañera. Sé que no debo preocuparme por eso -termino, sonriente, mientras doy un sorbo de agua.
-Haremos un buen trabajo kármico, no te preocupes.
La joven corresponde a tu sonrisa, guiñándote un ojo con simpatía, Lo haremos parece mucho más animada, y pasáis el resto del vuelo con una agradable charla sobre literatura y cine, descubriendo algunos gustos comunes, hasta que finalmente tomáis tierra en la ciudad alemana y salís del aeropuerto.
Poco sabes sobre está ciudad, Soranno te ha contando algunos detalles, pequeña, de unos cien mil habitantes, sin mucho que destacar, una anodina ciudad alemana que ha adquirido un trágico significado en el camino que se os abre por delante, hace bastante frío, y la ciudad esta llena de nieve, la joven se arrebuja un poco más en su abrigo.
La hostia, que frío dice sin pensarlo, luego te mira y estalla en carcajadas, de las que tarda un rato en recuperarse, esa especie de risa tonta lo siento Takeshi, me salió del alma con las mejillas sonrosadas por el helado viento vuelve a ser aquella chica que caminaba junto a ti en Lyon, ¡hace apenas unas horas!, es curioso como cambia de manera tan brusca.
¿Ahora adonde inspector pregunta aún con rastro de esa sonrisa.
¡Chemnitz al fin! Tras un agradabilísimo viaje del que me siento especialmente orgulloso por haber influido en la recuperación del ánimo de Soranno (o eso creo, al menos), bajo junto a ella del avión calándome la gabardina y dispuesto a recoger mi bolsa de viaje y mi katana (bien guardada según las premisas antes dichas). Me giro, con las cejas alzadas y sorpresa en la mirada, al escuchar la primera cosa que mi compañera dice al llegar a la ciudad y termino sumándome a ella en la carcajada. Cuando por fin se recupera, más o menos al tiempo que yo mismo, sacudo una mano, quitándole importancia al asunto.
-No te preocupes, no voy a escandalizarme por algo así. En mi departamento se escuchan a todas horas cosas bastante peores y, de cualquier modo, no soy cristiano, así que puedes usar esa palabra cuanto quieras -termino respondiendo sin perder la sonrisa.
Seguidamente saco mi libreta del bolsillo de la chaqueta y la abro, apuntando con el bolígrafo en las notas más importantes. En la bolsa guardo las carpetas con la información y fotografías del caso, aunque no creo que sean demasiado necesarias... Mi interés está sobre todo en la mujer que acompañaba al asesino que, asumo, se trata de La Roux Solaine Chevaliê, la mujer desaparecida en Nueva York.
-Bien, lo primero que haremos será encontrarnos con la teniente Strindberg y con el sargento Lehman. Es más, sería bueno encontrarnos al mismo tiempo con ellos. Si ocurre algo raro aquí podrían ponerse en contacto para preparar algún tipo de cohartada... De esta forma no les daríamos ocasión... -reflexiono mientras saco el móvil, marcando el número de Strindberg. Cuando lo coge, hablo:
-¿Teniente Strindberg? Soy Takeshi Kanda, hablé con usted hace un par de horas. Le llamo para avisarle de que he llegado a Chemnitz. Me gustaría verla lo antes posible, así que dígame un lugar donde encontrarnos y nos reuniremos con usted, si no le supone inconveniente.
La llamada tarda en ser contestada unos cuantos tonos, Está bien, lo veo en la comisaría del norte, estaré esperándolo en la entrada responde una voz entrecortada, que tiene que hacer un pequeño esfuerzo para respirar.
¿Uh? Qué extraño... El tono de voz, quiero decir. No sé... era raro, parecía estar... ¿Cansada, tal vez? Bueno, si he de enterarme será dentro de poco. Cuelgo el teléfono y lo guardo. -Bien, tenemos que ir a la comisaria del norte. La teniente estará esperándonos en la entrada... ¡Taxi! -llamo, levantando la mano, cuando veo uno pasar cerca-. A la comisaría del norte, por favor -pido, una vez he abierto la puerta a Soranno para que entre primero.
El taxista, un hombre de aspecto amable y respetuoso, conduce en silencio y con rapidez por las nevadas calles de la desconocida ciudad, no es muy especial, pero como todas, tiene cierto encanto, aunque sea simplemente el del primer vistazo.
Soranno permanece atenta a la ventanilla, fascinada por los detalles que va descubriendo, de cuando en cuando te señala algún edificio, o simplemente un paisaje, con las misma alegría e ímpetu que demostró en las calles de Lyon, o bien pregunta al conductor por alguna cosa, recibiendo de este amables respuestas, al cabo de unos quince minutos, el taxi frente a un edificio antiguo de tres plantas, con el símbolo de la policía alemana en un lugar destacado de la fachada.
No hay mucha gente en la puerta, aunque si algunas personas entrando y saliendo, descendéis del taxi, y buscas a alguien con posibilidades de ser la teniente Strindberg, una chica alta, rubia, embutida en un abrigo y fumando un cigarrillo parece ser la candidata perfecta, sería realmente sorprendente que fuera el tipo barbudo de más de uno noventa que fija sus ojos en la agente Soranno, pero cosas más raras se han visto.
ve a chemnitz a escribir.