Partida Rol por web

Nieve Carmesí V

La Mansión

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08/11/2008, 05:41
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Una tormenta de nieve infernal, bombardeos que arrasan con todo lo que encuentran a su paso, frío mortal... y el único lugar para refugiarse es una antigua mansión abandonada.

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09/11/2008, 06:54
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Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

El último recuerdo claro que tenía era que los habían despertado en mitad de la noche para lanzar un ataque sorpresa sobre las líneas rusas. En plena oscuridad les ordenaron saltar las trincheras y avanzar a través de un terreno plagado de zanjas y espino, horadado por las bombas y sembrado de cráteres. Supuestamente todo aquel esfuerzo tendría su recompensa al llegar hasta las posiciones de un enemigo dormido y pillado por sorpresa gracias a la densa niebla que lo cubría todo. Nada más lejos de la realidad. Los rusos les estaban esperando y descargaron contra ellos todo cuanto tenían, odio y metal.

Los atacantes se dispersaron como pétalos al viento. Cada cual tiró para donde pudo en un intento vano por salvar su vida. Los hombres caían a tierra donde quiera que se mirase. Los gritos de dolor acallaban el atronar de las balas. Desde ese momento todo se volvió tan confuso que la mente apenas fue capaz de registrar recuerdos de las horas siguientes.

Barro… arrastrándose por él con las uñas y las rodillas… la tormenta comenzando, apenas una lluvia fina en su inicio… el viento que arrecia… la luz intermitente de las explosiones… la sed… el cansancio y el dolor… la tormenta que gana intensidad poco a poco… fuego… nieve… sangre…

Octavius se encontró sólo, caminando hacia ningún lugar mientras trataba de escapar del infierno. Mas no sabía hacia donde se dirigía ni qué dirección debía tomar. La niebla lo cubría todo y tratar de orientarse era tan inútil como intentar evitar los proyectiles de la artillería. Sin embargo, en un determinado momento los duendes de la fortuna quisieron sentarse a su vera, pues apareciendo de entre la niebla se encontró con un campesino que se sorprendió tanto como él. Presto alzó su fusil y lo tomó prisionero. Él le serviría de guía y así al menos sabría hacia donde dirigirse. Afortunadamente su dominio del ruso era suficiente para mantener una comunicación fluida. El campesino estaba asustado, pero no hasta el nivel de querer provocar problemas.

Así, se pusieron en marcha en la dirección en que pensaban que se encontraba el campamento alemán, y al poco se encontraron con una patrulla. De alguna forma varios de los hombres que consiguieron escapar de aquella trampa mortal acabaron encontrándose, antes o después, en mitad de la niebla y ahora Octavius se había topado con ellos. Entre todos el oficial de mayor rango resultó ser el Teniente Diederick, un hombre sencillo y amable. Junto a él y de su misma unidad estaban el Sargento Kart, los soldados Pieter y Dieter, el artillero Hans, y Grüber, médico de campaña. Entre ellos caminaba también una mujer, una campesina rusa que habían tomado prisionera.

Nueve almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.
 

Notas de juego

 

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07/03/2009, 20:19
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Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

El último recuerdo claro que tenía era que los habían despertado en mitad de la noche para lanzar un ataque sorpresa sobre las líneas rusas. En plena oscuridad les ordenaron saltar las trincheras y avanzar a través de un terreno plagado de zanjas y espino, horadado por las bombas y sembrado de cráteres. Supuestamente todo aquel esfuerzo tendría su recompensa al llegar hasta las posiciones de un enemigo dormido y pillado por sorpresa gracias a la densa niebla que lo cubría todo. Nada más lejos de la realidad. Los rusos les estaban esperando y descargaron contra ellos todo cuanto tenían, odio y metal.

Los atacantes se dispersaron como pétalos al viento. Cada cual tiró para donde pudo en un intento vano por salvar su vida. Los hombres caían a tierra donde quiera que se mirase. Los gritos de dolor acallaban el atronar de las balas. Desde ese momento todo se volvió tan confuso que la mente apenas fue capaz de registrar recuerdos de las horas siguientes.

Barro… arrastrándose por él con las uñas y las rodillas… la tormenta comenzando, apenas una lluvia fina en su inicio… el viento que arrecia… la luz intermitente de las explosiones… la sed… el cansancio y el dolor… la tormenta que gana intensidad poco a poco… fuego… nieve… sangre…

Pieter había conseguido mantenerse en todo momento al lado de su hermano y juntos habían estado alejándose del infierno durante horas. De alguna forma varios de los hombres que consiguieron escapar de aquella trampa mortal acabaron encontrándose, antes o después, en mitad de la niebla. Entre ellos el oficial de mayor rango resultó ser el Teniente Diederick, un hombre sencillo y amable bajo cuyas órdenes habían servido ya con anterioridad. Junto a él y de su misma unidad estaban el Sargento Kart, el soldado Dieter y Grüber, médico de campaña. Entre ellos caminaba también una mujer, una campesina rusa a la que habían hecho prisionera para que les sirviera de guía.

Caminaron a la deriva durante horas. Bien entrada la tarde se encontraron con otro superviviente del ataque, aunque perteneciente a otra unidad, el soldado Octavius, quien en su huida se topó con un campesino ruso al que hizo prisionero y que ahora le acompañaba.

Nueve almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.
 

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07/03/2009, 20:32
Director

Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

El último recuerdo claro que tenía era que los habían despertado en mitad de la noche para lanzar un ataque sorpresa sobre las líneas rusas. En plena oscuridad les ordenaron saltar las trincheras y avanzar a través de un terreno plagado de zanjas y espino, horadado por las bombas y sembrado de cráteres. Supuestamente todo aquel esfuerzo tendría su recompensa al llegar hasta las posiciones de un enemigo dormido y pillado por sorpresa gracias a la densa niebla que lo cubría todo. Nada más lejos de la realidad. Los rusos les estaban esperando y descargaron contra ellos todo cuanto tenían, odio y metal.

Los atacantes se dispersaron como pétalos al viento. Cada cual tiró para donde pudo en un intento vano por salvar su vida. Los hombres caían a tierra donde quiera que se mirase. Los gritos de dolor acallaban el atronar de las balas. Desde ese momento todo se volvió tan confuso que la mente apenas fue capaz de registrar recuerdos de las horas siguientes.

Barro… arrastrándose por él con las uñas y las rodillas… la tormenta comenzando, apenas una lluvia fina en su inicio… el viento que arrecia… la luz intermitente de las explosiones… la sed… el cansancio y el dolor… la tormenta que gana intensidad poco a poco… fuego… nieve… sangre…

Karl había conseguido salir de aquel infierno junto con algunos de sus hombres. De alguna forma varios de los soldados que consiguieron escapar de aquella trampa mortal acabaron encontrándose, antes o después, en mitad de la niebla. Entre ellos el oficial de mayor rango resultó ser el Teniente Diederick, un hombre sencillo y amable bajo cuyas órdenes había servido ya con anterioridad. Junto a él y de su misma unidad estaban el soldado Dieter y su hermano Hans, y Grüber, médico de campaña. Entre ellos caminaba también una mujer, una campesina rusa a la que habían hecho prisionera para que les sirviera de guía.

Caminaron a la deriva durante horas. Bien entrada la tarde se encontraron con otro superviviente del ataque, aunque perteneciente a otra unidad, el soldado Octavius, quien en su huida se topó con un campesino ruso al que hizo prisionero y que ahora le acompañaba.

Nueve almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.

 

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07/03/2009, 20:34
Director

Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

El último recuerdo claro que tenía era que los habían despertado en mitad de la noche para lanzar un ataque sorpresa sobre las líneas rusas. En plena oscuridad les ordenaron saltar las trincheras y avanzar a través de un terreno plagado de zanjas y espino, horadado por las bombas y sembrado de cráteres. Supuestamente todo aquel esfuerzo tendría su recompensa al llegar hasta las posiciones de un enemigo dormido y pillado por sorpresa gracias a la densa niebla que lo cubría todo. Nada más lejos de la realidad. Los rusos les estaban esperando y descargaron contra ellos todo cuanto tenían, odio y metal.

Los atacantes se dispersaron como pétalos al viento. Cada cual tiró para donde pudo en un intento vano por salvar su vida. Los hombres caían a tierra donde quiera que se mirase. Los gritos de dolor acallaban el atronar de las balas. Desde ese momento todo se volvió tan confuso que la mente apenas fue capaz de registrar recuerdos de las horas siguientes.

Barro… arrastrándose por él con las uñas y las rodillas… la tormenta comenzando, apenas una lluvia fina en su inicio… el viento que arrecia… la luz intermitente de las explosiones… la sed… el cansancio y el dolor… la tormenta que gana intensidad poco a poco… fuego… nieve… sangre…

Hans había conseguido mantenerse en todo momento al lado de su hermano y juntos habían estado alejándose del infierno durante horas. De alguna forma varios de los hombres que consiguieron escapar de aquella trampa mortal acabaron encontrándose, antes o después, en mitad de la niebla. Entre ellos el oficial de mayor rango resultó ser el Teniente Diederick, un hombre sencillo y amable bajo cuyas órdenes habían servido ya con anterioridad. Junto a él y de su misma unidad estaban el Sargento Kart, el soldado Dieter y Grüber, médico de campaña. Entre ellos caminaba también una mujer, una campesina rusa a la que habían hecho prisionera para que les sirviera de guía.

Caminaron a la deriva durante horas. Bien entrada la tarde se encontraron con otro superviviente del ataque, aunque perteneciente a otra unidad, el soldado Octavius, quien en su huida se topó con un campesino ruso al que hizo prisionero y que ahora le acompañaba.

Nueve almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.
 

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07/03/2009, 20:45
Director

Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

El último recuerdo claro que tenía era que los habían despertado en mitad de la noche para lanzar un ataque sorpresa sobre las líneas rusas. En plena oscuridad les ordenaron saltar las trincheras y avanzar a través de un terreno plagado de zanjas y espino, horadado por las bombas y sembrado de cráteres. Supuestamente todo aquel esfuerzo tendría su recompensa al llegar hasta las posiciones de un enemigo dormido y pillado por sorpresa gracias a la densa niebla que lo cubría todo. Nada más lejos de la realidad. Los rusos les estaban esperando y descargaron contra ellos todo cuanto tenían, odio y metal.

Los atacantes se dispersaron como pétalos al viento. Cada cual tiró para donde pudo en un intento vano por salvar su vida. Los hombres caían a tierra donde quiera que se mirase. Los gritos de dolor acallaban el atronar de las balas. Desde ese momento todo se volvió tan confuso que la mente apenas fue capaz de registrar recuerdos de las horas siguientes.

Barro… arrastrándose por él con las uñas y las rodillas… la tormenta comenzando, apenas una lluvia fina en su inicio… el viento que arrecia… la luz intermitente de las explosiones… la sed… el cansancio y el dolor… la tormenta que gana intensidad poco a poco… fuego… nieve… sangre…

Grüber había conseguido mantenerse en todo momento al lado de su sargento y juntos habían estado alejándose del infierno durante horas. De alguna forma varios de los hombres que consiguieron escapar de aquella trampa mortal acabaron encontrándose, antes o después, en mitad de la niebla. Entre ellos el oficial de mayor rango resultó ser el Teniente Diederick, un hombre sencillo y amable bajo cuyas órdenes habían servido ya con anterioridad. Junto a él y de su misma unidad estaban el Sargento Kart, el soldado Dieter y su hermano Hans. Entre ellos caminaba también una mujer, una campesina rusa a la que habían hecho prisionera para que les sirviera de guía.

Caminaron a la deriva durante horas. Bien entrada la tarde se encontraron con otro superviviente del ataque, aunque perteneciente a otra unidad, el soldado Octavius, quien en su huida se topó con un campesino ruso al que hizo prisionero y que ahora le acompañaba.

Nueve almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.
 

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07/03/2009, 20:48
Director

Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

Grigori había pasado por muchas adversidades. Cuando estalló la guerra sus tierras fueron requisadas y a él se le reclamó para unirse al ejército de la madre patria. Grigori escapó antes de que vinieran en su busca y volvió a encontrarse con una lucha diaria. Primero los Zares, luego los Bolcheviques, y luego los Prusianos. La vida del campesino ha sido siempre la de sufrir bajo la bota del poderoso. Pero Grigori era un hombre listo que sabía sacar provecho de la desesperación y que no rendía cuentas a sus escrúpulos. Vendiendo comida a precio de oro primero, ofreciendo refugio a los Rusos Blancos o a los Bolcheviques para después venderlos al otro bando y cobrar suculentas recompensas. Metiéndose en más y más problemas. Hace unos días, la situación se volvió demasiado peligrosa y Grigori decidió poner algo de tierra de por medio entre él y cualquiera que pudiese reconocerle. Habían puesto precio a su cabeza y justo cuando los Bolcheviques se decidían a fusilarle, aparecieron los Alemanes y le hicieron prisionero. Eran una patrulla extraña, que parecía huir de algo más que dirigirse a algún lugar. Le tenían retenido, pero eso era mejor que esperar de pie frente al pelotón de fusilamiento. Aún respiraba y todavía tenía parte de sus riquezas cosidas al forro del chaleco, monedas de oro del Zar. Esperaba poder ganarse a los Alemanes para que le llevaran a Berlín y poder empezar una nueva vida en el bando ganador, con dinero para llevar una buena vida… al fin. Junto a él, los alemanes también mantenían retenidos a una mujer.

Nueve almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.
 

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07/03/2009, 20:52
Director

Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

Su unidad se dispersó tras un ataque especialmente cruento hace varios días. Desde entonces, ha estado vagando por los bosques, disparando sobre las tropas alemanas cuando ha tenido la oportunidad y huyendo de nuevo a la espesura antes de que pudieran localizarla. Se ha ganado incluso un apodo. La llaman "El Lobo Negro", los ha escuchado cuando hablan... porque ninguno de ellos imagina que el francotirador que les está diezmando es una menuda mujer regordeta disfrazada de campesina. Lástima que anoche se encontrase con esta patrulla alemana, que escapaban de un bombardeo. Aparecieron de repente de entre la niebla, ellos quedaron tan sorprendidos de verla como la propia Alexeva. La hicieron prisionera pero tan sólo la han tomado por una simple campesina. Ahora está desarmada pues no tuvo tiempo de ir a recuperar su fusil del escondite donde lo tiene a buen recaudo. Eran una patrulla extraña, que parecía huir de algo más que dirigirse a algún lugar. Junto a ella, los alemanes también mantenían retenidos a otro campesino ruso.

Nueve almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.
 

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09/03/2009, 14:54
Grüber

 

Dios mío!!!
Los ojos de Grüber se llenaron de lágrimas, pero en ellas ni una sola gota de amargura tenía cabida, solo la esperanza de salvarse y así redimir los atroces actos a los que esta maldita guerra le había arrastrado a realizar , el solo queria  salvandar las vidas de sus vecinos y tener una vida sencilla.
Es una casa , podremos salvar nuestras vidas y vencer este signo aciago que parece perseguir a nuestro pelotón.
La compañía del hombre ruso le inquietaba ¿qué le aseguraba que no les delataría si se cruzaban con el enemigo?, en todo caso demasiada sangre manchaba las manos de una persona que llevaba casi toda su vida intentando salvar vidas.
En susurros intento animar al hombre ruso
Ruso si te comportas y no nos causas problemas te aseguro tu supervivencia.
Tras eso se acercó a Karlv y realizando su saludo marcial
De momento.......mi sargento.
Dijo a Karlv esperando el permiso de su superior para solicitar el derecho a hablar
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09/03/2009, 15:21
Octavius

Octavius vislumbro junto a sus nuevos compañeros y “guías”, que la luz provenía de un caserón escondido entre la espesa nieve y la noche, escondida, perfecta aliada contra el nuevo enemigo, el clima.

En ningún momento dejo de apuntar su fusil al prisionero, que caminaba a solo un paso de distancia delante de él, transformándolo en casi una sombra.

Octavius seguía caminando aunque prácticamente no sintiera sus pies, por el frio, cansancio, y porque sus pensamientos estuvieran ocupados en algo mas. Extrañamente, su mano derecha carecía de guantes, y más aun, cada cierto tiempo se agachaba un poco para meterla en la nieve, o para frotarla con ferocidad contra su cabello.

Si bien, él pertenecía a otra compañía, la cadena de mando indicaba que Karl es el que esta al mando, más aun contando que parte de sus subordinados se encontraban con ellos.

-Sargento. ¿Rodeamos la vivienda para ver la situación y así tomar posiciones en caso de que se encuentren enemigos allí, o entramos por sorpresa?.- Preguntó con tono respetuoso, pero sin esperar que el mismo le diera permiso para hablar.

-Maldita niebla, maldita mano.-

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09/03/2009, 16:28
Grigori
Sólo para el director

Frio, si demasiado frio, pero estoy acostumbrado he vivido en peores circunstancias desde que era pequeño. Rememoro las viejas andanzas cuando tuve que aprender a vivir en las calles cuando aprendi que no todo era tan bonito como nos hacian creer. Tal vez no sea como algunos de los que he vendido pero se que sobreviviere.

Con un gesto me acaricio el forro de la chaqueta como si me lo colocara y me soplo las manos para hacerlas entrar en calor para luego frotarlas, la mujer seguro que no sobrevive, no estan preparadas para esto. La nieve en mis botas, hacen que me sea mas dificil caminar mientras al fin un halo de luz se forma frente a nosotros, una casa, puede que nuestra suerte haya cambiado y puede que sea mi oportunidad para escapar o para acabar con estos cerdos nazis. Podrian calentar nieve para poder beber, pero no eran capaces de pensar en algo tan simple.

Oculto la sonrisa mientras espero que lleguemos, luces pero no veo a nadie mas, tal vez tengan miedo al vernos acercarnos en mitad de esta tormenta.

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09/03/2009, 16:47
Hans

La desesperación de Hans iba en aumento, si ya de por sí la guerra le abrumaba, aquella situación era peor si cabe que el propio campo de batalla. Mientras que en campo abierto con enemigos sólo tenía uno posible, aquí, as adversidades se sucedían. El frío y el barro, que le cubría hasta la rodilla, unida a la sensación de encontrarse en un lugar desconocido le producian sensaciones que hasta ese momento nunca había sentido.

Siguió caminando con el resto de sus compañeros, con los prisioneros, pero sobre todo con su hermano Pieter. Este último y su deber de protegerle era lo único que le daban fuerzas en ese momento. Lejos quedaban ya su preciosa casa en las lindes del bosque, su mujer o sus hijos, todo aquello estaba lejos, demasiado lejos...

Pero de repente algo iluminó la esperanza de Hans, allí, a lo lejos pudo ver una luz, que aunque momentos despues pareció desaparecer, volvió a iluminarse más clara si era posible. Allí había una oportunidad de guarecerse de este maldito tiempo y de los proyectiles que amenazaban desde el cielo. Si Dios existía, les había regalado un pequeño presente.

Miró a sus compañeros esperando de ellos una respuesta, en especial del superior al mando, Karl, para saber si pueden continuar avanzando hacia lo que parece una vivienda o seguir por aquel camino hacia una muerte segura. Él no tenía ninguna opción de posible respuesta de acción, el sargento debería dar ordenes y el obedecer, esa era otra de las cosas que odiaba del ejército...

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09/03/2009, 19:36
Pieter

El fusil de Pieter no paraba quieto ni un segundo. El menor de los hermanos apuntaba a cualquier cosa que se movía. Y teniendo en cuenta que el viento arreciaba raro era el momento en el que un matojo no se cruzaba en su camino.

Avanzaba junto a los demás, como un animal violento y asustado, en tensión constante. Su hermano siempre se mantenía a su lado y probablemente era la razón por la que seguía vivo en aquel momento. Sín él probablemente se hubiera lanzado directo a la boca del lobo, aunque al menos hubiera matado a unos cuantos rusos antes de caer.

Cuando vislumbraron la casa algunos de sus compañeros se dirigieron al sargento. Pieter solo podía pensar en lo que encontrarían en la casa. Puede que algún soldado, con el que poder desquitarse de la masacre que había sufrido su pelotón. Si tenían suerte podría incluso haber alguna muchacha...

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10/03/2009, 02:09
Karl

Salir de la batalla, tener que hacer prisioneros a simples campesinos para seguir adelante, no eran acciones que un sargento disfrutara haciendo, o al menos no a este sargento.
Solo cuando el pelotón deslumbro en la lejanía una tenue luz que mostraba un edificio, que bien podía ser un buen refugio para una noche tronadora donde llovía hierro candente, se detuvo y los demás, obedientes corderos, imitaron su acción.

Agazapado procurando no ser visto mas que el resto, quedo pensativo sopesando la situación, observaba con ojos atentos aquel lugar del que nada sabían y sin pedírselo parecía llamarlos, como polillas a esa intermitente luz.
-Hable Grüger -Dio permiso Karl a su medico de unidad.
-Una salida o una ratonera, maldita sea...

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10/03/2009, 01:33
Alexeva

La luz a la distancia, intermitente, se parecía al brillo en los ojos de todos y cada uno de los hombres que avanzaban en aquel caos. Aquellos habían visto subir y bajar sus esperanzas, aparecer y esfumarse, con cada minuto de silencio y con cada instante siguiente de bombas. Ninguno había sucumbido a la tentación de cerrar los ojos y soñar que las cosas fueran distintas, o soñar con una solución rápida y fácil como la muerte. Ninguno había pensado en dejarse caer. Aún así, todos ellos habían pasado por un momento, aunque fuere un solo segundo, donde habían perdido la confianza o la fuerza. El único brillo siempre presente había sido el de los ojos de ella.

Alexeva no había dicho una sola palabra desde que la habían hecho prisionera. Los rudos modales de sus captores se habían visto suavizados por el simple hecho de que ella no era nadie. No habían habido torturas, no habían habido interrogatorios ni fusilamientos: no había valido la pena desperdiciar una bala en ella. La única mujer de aquella comitiva fantasmagórica, deslizándose por la supervivencia en los parajes helados de aquella guerra, había dejado que oyeran su voz sólo para insultar a los alemanes en un ruso que pocos habrían logrado entender; luego, todo en ella había sido mutismo. Como un animal enjaulado, había mirado a los fusiles de sus captores y luego a sus alrededores, antes de decidir que la huida era imposible. Había caminado con ellos, a la par de ellos, sin resistirse pero sin bajar la cabeza. La intensidad en su mirada no había disminuido un ápice ni con las ataduras, ni con los bombardeos, ni con el frío. Aquella pobre mujer debía estar loca, creyendo de forma tan firme que se salvarían.

Cuando los alemanes empezaron sus movimientos, dirigiéndose al que parecía el líder de su escuadrón, Alexeva movió la cabeza y olfateó el aire. Alzó los ojos al cielo, que siempre le devolvía la misma mirada, y no se movió. Dirigió su atención al otro prisionero, otro al cual no le unía nada excepto una tierra y un enemigo común... lo que significaba que estaban aún más unidos que si fuera por lazos de sangre. Hasta ese momento, apenas si le había mirado, preocupada siempre en mirar hacia adelante y jamás reparar más de un segundo en sus captores. Hasta ese momento, apenas le había demostrado que sabía de su existencia. Cuando el hombre le dirigió la mirada, Alexeva movió los párpados como si fuera una sonrisa cómplice.

No importa que no sepa ni cómo te llamas: estamos en lo mismo. Seremos uno, compañeros frente a todos ellos.

Volvió la atención a los alemanes, de los cuales el líder había tomado la palabra. En el mismo mutismo en el que se había mantenido, para no romper las líneas de su rutina, alzó la cabeza y esperó. Una huida en aquel momento era un suicidio irracional, que Alexeva aún no estaba dispuesta a aceptar. Además, luego de tantos pasos, el único sitio donde correr iba a ser en la misma dirección en la que todos ellos iban a ir. Ella sabía que los alemanes no perderían oportunidad de tomar aquello de donde viniera el haz de luz, y quizás eso fuera muy conveniente. No podía saberlo a tanta distancia. Lo que sí sabía bien, Alexeva lo sentía contra el cuello y en cada respiración, era que allí afuera quedaba poco de vida.

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10/03/2009, 09:27
Grüber

Mi sargento con el debido respeto tenemos que adentrarnos hacia la luz.
tras una pausa para meditar sus siguientes palabras Grüge continuo.
La lluvia y esta temperatura podrá suponernos !muerte por hipotermia!, los pocos animales de la zona están hambrientos y podrían decidirse a atacar a humanos debido a la desesperación .
Se que podemos estar dirigiéndonos a una trampa, pero es nuestra única mano de cartas en la partida que nos a tocado jugar .
Tras eso y realizar nuevamente el saludo reglamentario a los galones de su sargento !nuestro destino es morir quietos o enfrentarnos a lo desconocido! seguiré sus ordenes pero tengo claro que decisión tomaría yo en su lugar .

Yo estoy dispuesto a hacer de avanzadilla.
Sabia que no se lo permitiría pues era el único con conocimientos médicos, pero la desesperación por seguir vivo y luchando era mas fuerte que ese razonamiento.
No moriré de rodillas pudiendo luchar

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10/03/2009, 11:55
Director

El silbido de los obuses volvió a escucharse, el grito agónico del metal cayendo en la niebla. E inmediatamente, las explosiones que sacudían el suelo y la mente. Cerca. Muy cerca.

De repente, todos comenzaron a escuchar un suave silbido proveniente de algún lugar no muy alejado de donde se encontraban. El silbido se hacía más audible mientras los segundos avanzaban hasta que una explosión iluminó todo el horizonte.

El ruido del obús de la artillería al golpear el suelo hace retumbar todo el lugar. Una lluvia de barro y restos de madera comenzó a salpicar a los soldados, de todas direcciones, mientras cada impacto provocaba un golpe que se sentía a través de las pesadas botas embarradas, una onda expansiva que golpeaba el pecho, una explosión ensordecedora que sacudía el cerebro.

Otro silbido... y otra explosión... esta vez, mas cerca del grupo... justo en la retaguardia...

El cielo continuaba cubierto por nubes negras, el viento helado azotaba sus rostros, congelando los huesos de los soldados y los campesinos que allí se encontraban. La nieve les castigaba sin pudor.

La niebla se llenó de fogonazos, el cielo gris desapareció entre la lluvia de restos. El bosque se convirtió en un estruendo de metralla, madera y explosiones. El infierno se desató una vez más.

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10/03/2009, 11:58
Teniente Diederick

-¡Corred, soldados! ¡Corred y no perdáis de vista a los prisioneros! ¡Debemos llegar a esa casa antes de que este maldito fuego de artillería nos convierta en confeti!

El Teniente Diederick voceó las órdenes por encima del estruendo de la tormenta y las bombas. Las instrucciones eran claras, continuar avanzando, sin mirar hacia atrás. El propio teniente se mantuvo en la última posición, en la retaguardia, corriendo de espaldas y vigilando, sin dejar de apuntar con su rifle hacia la nada, atento ante cualquier cosa.

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10/03/2009, 12:44
Pieter

-¡Vamos! ¡Vamos!- Pieter azuzó a su hermano y a os demás para que corrieran mientras se colocaba junto al teniente y corría de espaldas.- ¡No os pareis! ¡Hay que llegar hasta allí! Puede que tenga un sótano.

Su fusil poco podía hacer frente a un obus, pero aun así lo mantuvo en alto mientras corrían tras sus compañeros en dirección a la luz.

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10/03/2009, 13:14
Octavius

Ni un ápice de miedo demostró Octavius cuando la lluvia de metal incandescente se desato en contrapartida de la nieve. Él comenzó a correr en dirección a la casa, pero tenia que seguir un ritmo, el del prisionero.

Octavius apoyó el rifle en la espalda del campesino, y le gritó en ruso: –Muévete, o será mi arma la que te mate, no la de tus compatriotas.- o algo por el estilo.

Comenzó la huida del contingente hacia la vivienda, entre humo y niebla. Octavius siguió regulado sus pasos, para no dejar atrás al prisionero, y de paso, este le serviría de escudo por si hay resistencia en la mansión.

-Al final todo morirán, solo es retrasar lo inevitable.- pensó y sus pies dejaron la nieve, para pisar la madera del pórtico.