De él? Señalo al bandido caído Poco se yo de ese trozo de escoria. Vino hace un rato a la congregación diciendo que la autoridad estaba haciendo algo corrupto con mucho dinero y que había que castigarles y el dinero debía ser repartido entre los necesitados que acudieran a la congregación... debíais ser purgados.*
Nada más se podía sacar de este tipo excepto donde estaba su congregación... aunque después de la escabechina sufrida poco quedaría de ella.
*si queréis reíros ver el vídeo... para los más maduritos a lo mejor lo recuerdan
Al oír como aquel hombre que era considerado por cualquiera que le viese como algo peor que las heces entre las que solía dormir llamaba al otro trozo de escoria no pudo evitar arquear una ceja. Era asombroso como hasta la gente de la peor clase social trataba de categorizar al resto y darles un valor incluso por debajo del suyo propio... En fin, eso era otra historia.
Lo que estaba claro es que de aquel andrajoso no iba a sacar nada útil.
-Dime donde se encuentra tu congregación y el nombre de quien manda allí- ordenó, más valía tener la mayor cantidad posible de información aunque no valiese de mucho.
-Después date la vuelta y vuelve por donde has venido. Y recuerda, todo lo que has visto aquí ha sido producto de tu imaginación. No le des más vueltas, no tiene sentido-.
Abraham aceptó la ayuda del "interrogador" y se puso en pie. - ¿A dónde quieres que vaya? - respondió con un gruñido.
Recogió el arma y se la colgó en la espalda, sujeta con unas cinchas cosidas para tal fin.
Se agachó para recoger la pistola y, cuando se la estaba colocando en el cinto, alzó la mirada y vio con asombro cómo un montón de guardias les daban el alto.
El sargento bocazas se adelantó y los guardias relajaron su actitud. Aprovechando que uno de los Casacas se acercaba también para lamerles las pelotas, Quinn salió de plano y se colocó junto a la saca que transportaban sus "amiguitos".
Se sentía incómodo en aquella situación; entre el trajín de los guardias apilando cuerpos -o trozos- y el interrogatorio paralelo que estaba teniendo lugar a apenas unos metros, Abe deseó más que nunca estar de nuevo en alta mar, lejos de las locuras y disparates que asediaban a todo hijo de vecino cuando pasaba más de dos horas seguidas en tierra firme.
He tardado un poco en escribir, perdonad.
Una vez todo aclarado con los guardias, que volvían a tener la actitud dócil que debían, hizo caso a Black y se acercó al cuerpo del que había sido el cabecilla de aquellos harapientos. No disfrutaba registrando cadáveres, pero parecían que esos días iban a estar llenos de momentos como aquél.
Sin perder tiempo se arrodilló junto al cuerpo, sacando de entre los pliegues de sus ropas una lupa y unas cartas con extraños dibujos. Dejó la baraja a un lado, no sin antes mirar a todos a su alrededor en un claro gesto de que no quería ser molestado, y con la lente en la mano empezó a inspeccionar al hombre. La sangre cubría varias zonas y las había dejado irreconocibles debido a los disparos, pero el era hábil y buscaba cosas sencillas; alguna marca a fuego que le relacionara con algún grupo sectario, tatuajes que le dijeran si pertenecía a alguna banda organizada, y cosas más mundanas como cartas u objetos personales.
Cuando acabó el registro, sin embargo, no había acabado. Por lo que el mendigo había dicho los de aquella Iglesia, la orden de San Benito, seguramente no serían más que una herramienta de algún otro enemigo en las sombras. Se estaba cansando de aquello, de no saber a lo que se enfrentaban, y esperaba que el fallecido ayudara. Volvió a guardar el pequeño cristal, se sentó con las piernas cruzadas y una mano sobre la frente del muerto, cerró los ojos mientras ponía la otra mano sobre los naipes - que separó en un arco perfecto sobre el suelo - y se concentró. Lentamente iba dando la vuelta a varias de las cartas, guiado por algo ajeno a la realidad; no eran más que un conducto para guiar sus pensamientos, para enfocarse en lo que quería descubrir. Las preguntas se formaban en su cabeza buscando una respuesta, tal vez, con suerte, más clara de lo habitual. ¿Quién había contratado a aquél mercenario? ¿Cuál era el nombre de su furtivo y escurridizo enemigo? ¿Dónde se escondía?
Motivo: Percepción
Tirada: 1d10
Resultado: 5(+7)=12
Motivo: Clarividencia
Tirada: 1d10
Resultado: 9(+10)=19
Tengo mi equipo de investigación, que es un +2. Pero como he hecho dos tiradas, lo divido entre ambas (lupa para la normal, cartas para la mágica). En la primera, aún así, se me ha olvidado sumarlo, así que sería 13 xD
Tras registrar al bandido el inspector no halló absolutamente nada relevante, nada en los bolsillos excepto plomo y pequeños saquitos de polvora, munición para la pistola, ni tatuajes ni marcas significativas... el tipo aparentemente sabía mantener su anonimato de forma muy profesional... solo una cosa, una moneda en un bolsillo de la casaca, una moneda de gran valor, oro español.
Tras guardar la prueba para después de la inspección psíquica compartir opiniones con Black, empezó la partida de naipes dando como primera carta el diablo... traición.
No fue necesario demasiado para deducir lo que había pasado, las visiones que la introspección y las cartas le proporcionaron giraban a una moneda española y a alguien de confianza siendo un traidor. Todo apuntaba a Sancho, el intendente del Inferno.
mensaje solo para ti, cuenta esto solo a quien te convenga. Esta partida va a tener tanto de conspirativa como de violenta
Bonitas cartas, pensaba el Sargento, mientras dirigía a los soldados en las labores de "limpieza". Fue sigiloso y discreto, mientras el resto hacían sus "cositas", pero tenía una duda, mientras estaban trabajando.
Sujetó la carretilla, para que no volcase, mientras lanzaban otro cuerpo encima. Dos o tres se pueden llevar, pero es incómodo cargarlos. Al que estaba amontonando la "basura", tras poner una carga extra le preguntó: - ¿Quién os ha avisado? Estaba muy cerca de él, y no muchos pudieron escucharle, menos los que estaban entretenidos con sus "cositas" así que seguía siendo discreto. Invisible para los que trabajaban.
No supo si había permanecido unos segundos o una hora enfrascado en su meditación, pero supuso que no habría sido demasiado, ya que al abrir los ojos los guardias aún no habían cargado todos los cuerpos y el mendigo aún no se había marchado de allí.
Tardó, eso sí, un poco más en aclararse las ideas y poner en orden sus pensamientos, unos minutos en los que fue dando sentido a lo que había visto. No quiso juzgar, aunque tal vez se le escapó una mirada de refilón hacia el marino antes de levantarse y quitarse el polvo de un manotazo; Mientras, algo brillante pareció deslizarse de entre sus dedos para desaparecer en uno de sus bolsillos. ¿Sabría algo? Ahora sí que miró a Quinn directamente, con ojos fríos como el hielo, aunque bien pudo ser un efecto de la noche, pues pasado un instante sonrió y se acercó a él antes que a nadie.
- Bueno, parece que todo está controlado por aquí, una vez más, agradezco tu ayuda - Hizo un ademán con el sombrero, mientras esbozaba un gesto divertido y luego chascaba la lengua -. Ha sido toda una suerte que, por casualidad, pasaras por aquí, ¿verdad?
Poco a poco, la calle iba quedando despejada de restos humanos. En un momento dado, el Casaca que había estado junto a él cuando volvió en sí, se le acercó de nuevo.
Se aproximó con buenas palabras, pero Quinn ya conocía sus métodos; te embriagaban con melosas palabras hasta que te la metían sin amor.
Abraham acumulaba en el lomo golpes suficientes como para tumbar a un elefante. Su vida no había sido fácil; y ese había sido precisamente el mejor aprendizaje.
Devolviéndole la sonrisa, dijo: - No hay nada que agradecer. Por lo que parece, estamos en el mismo bando, ¿no es así? Al menos, de momento...
Respecto a la casualidad... no suelo creer en el azar. Si estaba aquí, es porque os andaba siguiendo. Soy uno de los oficiales del Inferno, y lo que afecta al navío, me afecta a mí de modo directo.
Mientras la guardia se dedicaba a limpiar el escenario de la escaramuza el Sargento les preguntó sobre quien les había avisado.
Nadie Señor, patrullamos según los patrones instaurados por el difunto capitán, hemos escuchado disparos y al acercarnos también hemos escuchado el jaleo de la reyerta que justo terminaba al llegar nosotros... Después a modo de confidencia le confesó una inquietud a su oficial Es curioso, esta misma tarde esos dos haciendo alusión a los casacas negras se han visto involucrados en otra carnicería de este tipo... me dan escalofríos solo mirarlos.
El sargento le confiesa al soldado: - Y a mi muchacho ... y a mi.
Gunter ya tenía informes de otra pelea similar, y estaba claro que estos dos lo que mejor sabían hacer es sembrar el suelo de muertos. No tenía muchos esperanzas en que sobreviviera a esta misión, pero ... sería divertido, mientras aquellos ... se dedican a jugar a los policías. - Tendrían que dejar el trabajo a profesionales.
Por otro lado el mendigo acababa con su interrogatorio para irse desmemoriado tal y como había ordenado el inspector Black
La congregación se reúne... se reunía se corrigió dando a entender que estaban todos o casi todos ahí, entre sangre y barro en el callejón de Miralles, nuestro líder está ahí señaló a uno de los mendigos defenestrados por el hacha del Sr Quimm era un buen hombre, y sabio... tan comprometido con sus palabras como con sus consecuentes actos.
cabizbajo y sin más que decir se dio la vuelta y empezó a andar, de repente tuvo la necesidad de pararse y en voz alta y con un tono en su voz de persona desorientada dijo: Oh Dios, que es lo que ha pasado aquí!! tras ésto salió corriendo como alma que lleva el diablo totalmente aterrorizado con la visión de encontrarse a toda su congregación asesinada sin saber como y por qué.
Asintió, más que para sí mismo que para el pirata. Ya sabía que les había estado siguiendo, pero agradecía que dijera la verdad; aquél tipo, pese a que suponía un peligro y que tarde o temprano su compañero y él tendrían que detenerlo o matarlo, le caía bien. Peleaba con ganas, no mentía y no se amilanaba, aunque sin ser irrespetuoso. Tenía orgullo, pero un orgullo bien llevado, sabiendo su sitio.
Así que le tendió una mano para estrechar la de él mientras le miraba a los ojos fijamente, si apartar la vista de sus reacciones. Estaba convencido de que él no tenía nada que ver con el complot que se había gestado en ese callejón. Puede incluso que supiera de él y aún así les hubiera protegido. Cualquiera de las dos opciones le valía si lo que sospechaba era cierto, y la única cuestión es a quien podía confiarle la información.
El marino estaba claro que era valiente, pero no tanto que fuera de confianza. Black podría suponer la primera opción, pero debido a las tensiones entre él y la tripulación del Infierno, prefería mantenerle al margen por el momento. Y Leinad, bueno, del sargento portuario no se fiaba un pelo. Que un guardia, por muy oficial que fuera, se hubiera atrevido a espiarles y desobedecerles con aquella mezcla de estupidez y altanería no le había granjeado su amistad, y aún así sería la mejor opción cuando llegara el momento.
Los gritos del mendigo rompieron su seriedad y le hicieron desviar la atención. Sonrió al mentalista, divertido, mientras veía correr a aquél tipo, y luego hizo un gesto hacia la salida del callejón, hablando en voz más alta de lo que estaban haciendo hasta el momento.
- Deberíamos seguir nuestro camino, "Negro" - Rió por lo bajo tras decir aquella palabra española, aunque con un marcado acento francés -. Nos están esperando y los soldados ya pueden ocuparse de todo aquí.
Anotó mentalmente los últimos datos aportados por el mendigo mientras le veía alejarse de aquel lugar de muerte con esa cara de desconcierto y terror que tanto conocía aunque no siempre fue así.
Hubo un tiempo en el que desconocía como utilizar sus poderes y aún así, siempre consiguió la información que buscaba. Aquel tiempo en el que no era un funcionario, aquel tiempo en que era libre y vivía cada día como si fuera el último, pues así era, en cualquier momento podía morir. Aquel tiempo en el que era el "Negro", como bien le recordaba Le Noir.
Y ahora debía volver al mar. Embarcarse en la nave de su enemigo y hacer como si aquellos desgraciados no hubiesen masacrado a la gran mayoría de sus camaradas. En el fondo de su alma sentía que tras ese viaje dejaría atrás el pasado, ¿matando o muriendo? Realmente, eso daba igual.
-Vamos mon amie, estoy deseando llegar al Inferno- dijo enfilando la calle de los Cuchilleros, camino al puerto.
La patrulla estaba por la zona, en labores de limpieza, y eso espantaría a otros "acosadores" y salteadores de caminos. Estaba tranquilo, pero hasta cierto punto recelaba y se manternía a distancia del pirata, que tan oportunamente había aparecido. Sabía que rondaba por la zona alguien, por las reacciones de los casacas, y su intuición le decía que tenía que ser él. - ¿Quién más si no?.
Se acercó a los casacas: - Los soldados ya están en su trabajo. No es habitual que pasen cosas, pero saben hacer su trabajo. Lo mejor es dejarles en sus cometidos y no molestar. Propongo continuar sin más demora. Miró durante un instante, receloso y desconfiado, pero con una sonrisa aliviada al Sr. Quinn. - Si nuestro amigo puede continuar. Con eso se dio cuenta que su brazo aún dolía. El "toque" que había tenido con la puñetera pared, le había dado un calambrazo, que si no era por la tensión del momento, hubiera soltado el arma ... y a saber que hubiera pasado.
Quinn devolvió el apretón de manos a su interlocutor. Para su sorpresa, descubrió que el tipo no le caía del todo mal; era una sensación extraña.
Luego se aproximó el sargento. - ¿Que si puedo continuar? Podría merendarme a quince como tú, zascandil. - pensó
- Sí, será mejor que nos vayamos ya de aquí. - y le devolvió la sonrisa.
Era curioso ese trío; por cómo se hablaban unos a otros, estaba claro que ya se conocían, pero su relación -vista desde fuera- parecía un tanto singular.
- Veamos cómo se desarrolla todo esto. El inferno ya tiene un capitán, si tratan de hacerse con el control de la nave... les auguro dolor. - con estos pensamientos en la cabeza, acompañó a los tres hombres calle abajo.
Tras la sufrida escaramuza el grupo volvió a retomar su camino dirección Inferno con el cargamento en monedas de plata prometida al intendente de la nave.
A pesar de las diferencias palpables entre el dispar grupo parecía que tras la pequeña batalla callejera había algo de luz en su relación... relación que seguro acabaría truncada en un futuro no muy lejano ya que les esperaba un viaje lleno de intrigas y peligros inciertos, por no nombrar las deudas pendientes.
La madrugada pintaba más gélida que en años pasados en esta época, la lluvia que hacía tan solo un par de horas había cesado hacía del relente algo insignificante. Al llegar a los amarres embozados en sus casacas y capas vieron que solo un barco alumbraba su cubierta listo para zarpar en cuanto el cargamento llegase... el Sr Quimm lo confirmó, el Inferno esperaba.
fin de escena