Ya hace casi cinco años desde que Harold acudiera a Calypso, esta vez no para comprar consejo, había acudido para llevársela muy lejos del Caribe. En apenas un suspiro el Inferno (el Revenge rebautizado tras la rendición y aceptación de la patente de Corso de los casacas negras de Londhs) le llevó hasta un lugar en Europa donde la aristocracia y la chusma se mezclaban por igual en una ciudad vanguardista y muy prospera, Londhs.
Fue el capitán quien le encontró una bonita casa en el distrito portuario, mantenida por él mismo para que su más fiel confidente siguiera cumpliendo su papel.
Ya hace casi cinco años... y es ahora cuando aquellas visiones remotas en el futuro que tanto cautivaron a Harold por aquellos entonces empiezan a cumplirse.
El capitán del Inferno hacía unos minutos que había abandonado la casa en su última visita, había ordenado a Calypso que se preparara para formar parte de la tripulación, que espiara la noche con su brujería vidente para una vez lista dirigirse al barco, la profecía de la gran aventura en la que obtendrían el botín definitivo que tanto prometía Harold a sus hombres estaba ya ahí.
Sombras en la Luz, luz entre lo ladino,
fuego en el mar y un mar de oro.
El fin de los días como marino
tras hallar el último tesoro.
No acababa de comprender la relación entre esas palabras que se repetían en su cabeza desde que conociera a Harold con lo que observaba en su espejo de sangre*, pero si comprendió una visión futura que se mezcló en lo que presenciaba: muchos eran los hombres con los que los casacas negras y el guardia lucharían en unos instantes con la única ayuda del oficial de guerra del Inferno, el Sr Quimm.
Vas a avisar a Quimm o vas directa al Inferno?
*el espejo de sangre es un plato con sangre de gallo que actúa como espejo vidente (o como bola de cristal), Calypso está viendo la escena EL Conejo Caldoso.
Calypso removía con una de sus largas uñas la sangre vertida de gallo. Estaba completamente concentrada en las visiones que allí observaba. Siluetas en la oscuridad. Sables y pistolas. Todo se nublaba con tonalidades rojizas. Muerte. Incierto desenlace...
Estaba claro que aquellos hombres estúpidos serían emboscados. Habían pasado gran parte de la noche discutiendo de forma cansina e imbécil y no habían reparado que el mal aguardaba agazapado como el peor de los depredadores. Por suerte, el señor Quinn estaba cerca y sería de gran ayuda, pero en sus visiones vio nuevamente el rostro de su madre... las señales eran inequívocas. Alguien moriría en dicho encuentro si no alteraba el destino...
Podría ir ella misma. La caserna de los guardias portuarios no se hallaba demasiado lejos, pero por qué hacerlo. ¿Por qué revelarse a aquellos hombres escudados en su oscura casaca? No deseaba mostrarse tan pronto. No le apetecía. Mientras se mantuviera en la sombra tendría ventaja.
Recogió la capa de piel que se comprara nada más llegar a Londhs y salió al encuentro de los hombres del Inferno. Hablaría con Burg y le informaría que el señor Quinn estaba en peligro. Realmente deseaba que aquella celada se resolviera sin muertos, pero si no llegaban a tiempo tampoco se lamentaría. Quinn era reemplazable, como cualquier marinero. El sargento a veces merecía morir. Además sería la coartada perfecta para que nadie investigara la sustracción de dinero. Siempres e podría argumentar que era una persona corrupta y que por un desacuerdo fue asesinado. En cuanto a los Casacas... Esos perros le importaban bien poco. Si fuera por ella les haría llorar sangre mientras cada uno de sus huesos se quebrara, pero entendía que podían ser de utilidad para Harold.
Bajo la escalera y comenzó a correr por las oscuras y húmedas calles del distrito portuario de Londhs. Debía llegar a tiempo para informar. Debía llegar al Inferno.
Voy a avisar.
La bruja corrió como alma que lleva el diablo, el destino estaba escrito, pero explicarle lo que iba a suceder a Harold le haría ganar posiciones, le hacían acercarse más a él.
A no tardar estaba en la zona de amarres, un lugar silencioso, oscuro y solitario, allí, como si de un cementerio de ballenas se tratase, solo se veían un ingente de barcos amarrados conteneandose en una sinfonía de crujidos con la ligereza de las ondas de las olas que ya han roto.
Miró a un lado y a otro en busca del Infierno... se veía con frecuencia con el capitán, pero desde que Calypso llegara a la ciudad estado jamás había vuelto a pisar aquel barco. Unas luces a unos 300 metros hacían pensar que aquel barco tenía actividad, era una posibilidad y se encaminó en esa dirección.
No había avanzado ni diez pasos cuando un par de tipos apestando a vino rancio y esgrimiendo una malévola sonrisa increparon a la mujer.
Eh guapa, donde vas tan solita por aquí, buscas una buena verga?
Las luces de actividad centraron toda la atención de la bruja. Si en un barco jamás había descanso, ése era el Inferno. Había cruzado el Océano Altlántico en él y sabía la forma de proceder del mejor galeón que había conocido jamás. El antiguo Revenge, era una nave temida. Su simple mención era capaz de erizar el pelo de los marinos más bregados y experimentados, pues todo el mundo sabía que la mente pensante que dirigía aquel pecio indestructible era el Capitán Harold, una mente maravillosa dotada para los planes más originales y terriblemente efectivos.
Muchas eran las habladurías en torno al joven corsario y su origen. Algunos decían que era el mismísimo hijo del Rey, otros que se trataba de un Casaca Negra renegado, otros que era la misma representación de Satanás en la tierra, pero Calypso que escudriñaba cada vez que tenía ocasión en su alma, sabía que simplemente era un hombre. Un hombre fuerte, valiente y extraordinario... Lo amaba.
Era la única persona por la que moriría sin pensarlo siquiera...
Entonces una voces ebrias de vino barato y rancio, la detuvieron en su marcha. Unos borrachos surgieron de entre los toneles de aquel muelle dispuestos a discutir sobre sus atributos masculinos. Como odiaba a los hombres en general... Eran capaces de pensar con el paquete sin tener claro en el follón que se estaban metiendo.
- ¡¡Si no queréis perder el cimbrel, dejadme pasar!!- avisó a los hombres advirtiendo en una jerga que sus limitadas y enturbiadas mentes pudieran reconocer. Calypso era muy inteligente. Durante sus estancia en Martinica aprendió a dominar cuatro idiomas: francés, inglés, español y portugués, a parte del macua -su lengua africana materna- pero aquellos imbéciles sólo entendían un lenguaje vulgar y soez. - ¡¡Iros a cascárosla un bote!!... ¡¡O pagaros un agujero caliente!!- y quedó a la expectativa de que se lo pensaran.
Probablemente tendría que cumplir sus palabras...
Si se ponen tontos les provoco una erupción pustulosa en la p#lla. A los 2 a la vez!!
Tras la teórica fanfarronada de la mujer los dos beodos no pudieron más que mofarse y envalentonarse más aun, uno de ellos hizo ademán de coger por la muñeca a Calypso, pero sus reflejos eran superiores a los de un hombre normal y más aun si éste estaba borracho. EY! que crees que haces!? dijo confundido el agresor viéndose incapaz de agarrarla.
El segundo tipo dejó de reírse al entender que algo no iba bien y fue a echarle un cable a su compañero de fatiga, lo único que consiguió es tropezarse con él. Los movimientos de esquiva de la bruja eran realmente buenos.
Los hombres desesperados no solo no cesaban en su intento de, seguramente, violar a la exótica mujer, se empezaban a cabrear de lo lindo, así que uno de ellos harto del juego sacó un cuchillo de su cinturón y empezó a acercarse con más cautela.
Fue en ese momento cuando Calypso recitó unos cánticos en lengua Macua. Los dos hombre no cabían en su asombro, pero nada más importó cuando empezaron a notar un terrible escozor en sus parte más íntimas, un escozor que pasó a un dolor tan extremo que acabó por dejarlos fuera de combate entre gritos y maldiciones... puede que murieran incluso.
has gastado dos puntos de magia haciendo una maldición a la resistencia de ambos... resultado: inconsciencia y puede que muerte.
Hombres...
Volvió a decir entre dientes mientras se relamía de placer. Esos desechos humanos tenían lo que merecían. Un dolor atroz que con un poco de suerte les dejaría sin testículos. Podría haber machacado al par de botarates que habían intentado violarla, pero no deseaba perder más tiempo. Recogió su forro de piel. Debido a sus movimientos ágiles la prenda se había desabrochado y volvió a ajustársela. Miró al frente hasta localizar nuevamente las luces e inicio nuevamente la marcha.
Cuando llevaba poco menos que tres pasos, se detuvo y se giró hacia el par de beodos ¡Ya no os la podréis cascar más! Jajajajajajajajajaja- y una risa estridente y maléfica sonó como si emergiera de los oscuros rincones de aquel muelle. Tras esto continuó la marcha.
Corría en pos del Infierno, intentando llegar a tiempo de que su revelación fuera útil. Aquello que había visto en la red sanguínea debía llegar a los oídos de los hombres de Harold.
Tras el pequeño conflicto con los borrachos Calypso llegó a paso ligero hasta la pasarela del barco que suponía era el Inferno. Ahí, tras asegurarse de que efectivamente era el barco que buscaba, pudo ver como un par de marinos custodiaban el paso. No los reconocía y por supuesto ellos a ella tampoco, no eran parte de la tripulación del antiguo Revenge, seguramente eran soldados de la amada de Londhs que militaban por orden del Almirante en el barco bajo la supervisión del oficial de guerra del Inferno, el Sr Quimm.
Con la repentina aparición de la mujer los guardia dieron el alto y barraron el paso cruzando los mosquetes.
Quien vive!?
Calypso se detuvo al ver el gran mascarón de proa. Ningún barco disponía de una talla en caoba tan impresionante como aquella. Los trazos del escultor debían estar guiados por el mismo Satanás el día plasmó en un tronco aquellos trazos. La obra representaban a un demonio cuya cara se dividía en dos: una crispada por el odio y la rabia - la furiosa- y otra por el agónico quebranto de la pena - conocida entre la tripulación como el dolor.
La muchacha pasó unos instantes contemplando aquel objeto de suma belleza, mientras la brisa de la noche golpeaba en su rostro. Aquellos rostros de flema visceral le recordaban todo y cada uno de los demonios que habitaban en su interior, le rememoraban los días felices en Martiníca junto a Abba y Dean. Porque lo que habitaba su cuerpo, el don que tantas veces le explicara su madre y que desoyera de niña, no eran otra cosas que oscuros demonios que moraban en su cuerpo saqueado y su mente rota...
- ¡¿Quién vive?!- se oyó. La bruja miró al marino. No lo reconoció. Seguramente fuera nuevo en aquella tripulación. Aquello no era de extrañar. El oficio del mar era peligroso y la esperanza de vida no era excesivamente larga para los que se dedicaban a ella. Igualmente, Calypso abandonó las ideas que la abstrajeron como un bote soltado a la deriva y se dirigió a su interlocutor:
- Busco al Contramaestre Burg.- dijo con total seguridad - Tengo una información de importancia para el Infierno.- añadió mirando con rostro serio al hombre - ¡Dese prisa! No hay tiempo que perder...- culminó haciendo un gesto que intentaba instar al muchacho a cumplir lo que la bruja decía.
La caoba es una madera muy típica de Martinica.
Los dos marinos que montaban guardia se miraron y asintieron a la vez. Sin formular más preguntas la invitaron a pasar y uno de ellos la acompañó al castillo popa donde sería recibida por el mismísimo capitán, seguramente estaban advertidos de su llegada.
Tan solo habían pasado unas horas desde que se vieran en casa de ella, pero el reencuentro fue tan intenso como si hubiesen pasado meses. Calypso sentía un afecto tan grande por el capitán que cada vez conversaban un nuevo quebranto afloraba en su corazón. Harold sentía una gran estima por su confidente también, pero por su parte era algo que tenía que ver más con la amistad y el trabajo.
No te preocupes, estoy seguro que el Sr Quimm saldrá airoso del encuentro, conozco y confío en sus habilidades como guerrero. Pero pasa y ponte cómoda, si es cierto lo que me contaste hace un rato no tardaremos en zarpar. Comentó Harold después que la mujer apremiara a explicar su última visión.
si te apetece conversar con el capitán o hacer algo puedes postear, sinó en breve cerraré esta escena y abriré otra comunal.
El corazón le hizo un vuelco cuando el hombre que amaba surgió del castillo de popa. Era escuálido y fibrado, pero Calypso había comprobado cientos de veces la fuerza que desprendía. Sus rasgos parecían vencer al paso del tiempo, y poca gente sería capaz de adivinar la edad que realmente poseía, pero la mirada de Harold, el brillo que desprendía el único ojo que conservaba denotaba la experiencia de un marinero astuto, veterano y capaz.
- ¡¡Harold!!...- ella lo llamaba por su nombre y él se lo permitía - ... Quinn y los Casacas negr...- comenzó a decirle mientras él le ponía una mano en el hombro y la relajaba. No había porqué preocuparse, le dijo. Ella, sintió como se fundía sobre sus propios pies. Calypso era una mujer capaz de intimidar al más bregado de los matones. Podía leer los pensamientos y los augurios, pero era incapaz de mantener su corazón tranquilo cuando Harold estaba frente a ella. Desde que lo conociera, tomó la determinación de no leer los pensamientos que habitaban la mente del capitán, pues la única vez que lo hizo, vio los fantasmas que al propio Harold le asolaban... Ella tenía bastante con sus demonios...
Pasó al interior del camarote y se quitó el forro. Se sentó sobre la cama del capitán y esperó que le sirviera una copa de vino. Esperaría lo que tuviera que esperar.
Por mí ya puedes cerrar.
;)
Pasada casi una hora el barco estaba listo para zarpar de nuevo, los marineros casi sin descanso retomaban sus quehaceres sin rechistar, aunque la tensión por el malestar se podía palpar en el ambiente.
Capitán, se acercan cuatro hombres... creo que uno es el señor Quimm... estoy seguro, es el Sr Quimm. Dijo uno de los vigias.
Fue en ese instante cuando esa retahíla azotó con más fuerza que nunca la mente de Calypso.
Sombras en la Luz, luz entre lo ladino,
fuego en el mar y un mar de oro.
El fin de los días como marino
tras hallar el último tesoro.
fin de escena