Estaba claro que si la inmundicia del puerto había tomado a estos dos, y sus indumentarias eran inconfundibles, por unos mindunguis, van a tener que pasar por el aro para que yo haga lo propio. Si, si, mis señores. Comentaba a la orden de que les guiara, mientras extraía el Rapier que colgaba de su cintura. Era su arma secundaria, y con esta pinchó la barbilla del interrogado desde debajo, e hizo que alzara la mirada. Por supuesto mis señores, después de que aquí el amigo y señaló con la cabeza al interrogado, que ahora tenía una punta de frío acero bajo la barbilla, nos cuente lo que les ha dicho a sus mercedes. Otro gesto con la cabeza como burlona reverencia hacia los "acosadores de los hogareños y amables ratones del puerto". No voy a ser grosero y hacérselo repetir a sus eminencias. La sonrisa picarona que afloraba en las comisuras de sus labios ya era difícil de retener. Nadie se había dado cuenta, ni siquiera él mismo, pero al gesto del arma, lo había acompañado el de la otra mano, que había extraído la otra arma y era, discretamente guardada tras de si. Habrá comentó con sorna burla que comprobar si los datos ofrecidos tienen un mínimo de veracidad, o incluso si les ha hablado para hacerles caer en la última emboscada de sus vidas. Calaña que cumplen con un trabajo deshonroso. O están muy necesitados de méritos para el ascenso ... o puede que incluso sean investigadores por su cuenta. No se cual de ambos ... pero ninguno me convence aún. No voy a permitir que mis guiados mueran por su falta de prudencia.
-Haga lo que tenga que hacer, pero hágalo rápido, tenemos prisa- la verdad es que le importaba poco o nada si aquel individuo le cortaba el cuello al pobre desgraciado que tenía agarrado siempre y cuando no le salpicara la sangre. Había ido perdiendo empatía a base de interrogar a pobres diablos como aquel.
Luego se volvió hacia su compañero intentando calmar los ánimos, lo último que necesitaban era enzarzarse en una pelea y perder aún más tiempo.
-Claro que nos vigilan, todos nos vigilan. Somos Casacas Negras actuando a plena luz del día, no seas paranoico, mon amie.
Dicho lo cual, se cruzó de brazos, esperando a que el oficial terminase con su numerito de intimación, sin embargo no dejó de prestar atención a su alrededor, no quería más sorpresas.
Suspiró, mirando a Black, y después al oficial, que seguía con sus juegos. No tenía ni idea si con aquél teatro pretendía desviar la atención o simplemente solía ser así de estúpido, pero lo que si estaba claro era que se estaba cansando de él, y apenas habían pasado unos minutos.
Aquél marinero no tenía la culpa de nada, conocía a la gente así, pobres desgraciados que solían acabar mal por capricho de gente más poderosa que no le miraban dos veces. Él había sido así, en las calles, sin nadie que le cubriera ni nada superior que velara por él o los suyos. Morir aquella tarde se lo había recordado, su pasado, su vida, y ahora aquella situación se le antojaba una forma cruel de hacerle ver que su trabajo era más importante que seguir órdenes y cumplir una misión. Servían al rey, pero tenían que servir a Londhs, a su gente.
Sacó una vez más una de las pistolas y apuntó con ella a Leinad, al que habló con una voz seria, fría y carente de nada más que repulsión.
- Suelta al hombre, no lo diré dos veces. Te hemos dado una orden y estás perdiendo el tiempo - Miró fijamente al sargento deseando que hiciera un solo movimiento en falso y poder apretar así el gatillo. Venga, dame sólo una excusa...
Gunter estaba empezando a aburrirse de que le apuntasen con el trabuco, pero tampoco le dio mayor importancia. Esperó los comentarios del "ratón del puerto"; Ratón, porque no llegaba a rata.
DJ quedo a la espera de respuesta del tipo.
El pobre marinero estaba altamente desconcertado y muy muy acongojado, su paseo nocturno se había convertido en una tragedia sin precedentes, estaba atrapado entre dos casacas negras y el filo de un guardia portuario.
Madre del amor hermoso, no... no se pasa aquí, pero si le soy sincero sargento prefiero que me degüelle a contradecir a los... dudó en como sería la mejor manera de llamarles inquisidores.
Las supersticiones que acompañaban al nombre de los casacas y el poder que poseían en la ciudad aterraban a cualquiera del pueblo llano, un cuchillo le podía matar, un inquisidor... a saber lo que podían hacerle, algo pero que la muerte, sin duda.
El sargento portuario era un hombre de fuertes convicciones y de carácter rudo, pujaba por un alto puesto en el cuerpo al que servía sin parangón, quien sabe, puede que ascendiera a capitán a falta de uno, pero este encontronazo le superaba, si seguía jugando a este juego podía quemarse, no era solo que los inquisidores tenían fuerza como para destrozarle en combate y más siendo dos, también se jugaba la posibilidad de no promocionar o peor, ser arrestado por esta singular policía.
Tal vez era el momento de dejar de intentar quedar en tablas en esta partida de bravuconería y asumir que así no llegaría a buen puerto, quizás lo mejor era ser sincero e intentar ofrecer sus servicios en una misión que parecía común, aunque sin lugar a dudas el pobre sargento obtendría pocas o ninguna respuesta a sus pesquisas.
en pocas palabras, el sargento tiene las de perder si no empieza a ser más sutil en sus formas, si queremos que forméis "equipo" deberá bajarse los pantalones y ser más astuto si quiere cumplir con su misión
No contradigas, y le ordenó...bueno, estaba por ordenarle, ya que estaba claro que no hablaría, y cambió de opinión. Con la misma arma le dio "palmetazo" en el pandero y lo acompañó de una orden: - ¡Vete!
Ya el pobre desgraciado en fuga, porque mira que hay que ser desgraciado para caer en manos de estos dos, comentó, envainado sus armas, haciendo caso omiso del cañón que le tomaba como objetivo. - Ya les dije, mis señores... La palabra sonaba pomposa en sus labios ...que buscamos lo mismo.
-Lo que nosotros buscamos es llegar al Conejo Caldoso, y ya hemos perdido un tiempo que, esperemos por el bien de su integridad física, no haya sido excesivo. Vamos a dejar las escenitas para otro momento, y lo digo en serio, ya se me ha terminado la paciencia- y lo cierto es que había tenido más de la que pensaba -Por favor, después de usted- sentenció con un ademán, abriendo paso al oficial.
si no hay objeciones, cerraré el lunes la escena (por si alguien quiere decir algo más) y ya por fin vamos al lio, que aun falta uno por entrar XD
Asintió, guardando una vez más la pistola. El sargento había tomado una buena decisión, pero empezar así con ellos no le iba a granjear nada bueno en el futuro. No sabía que haría Black, pero por su lado, estaba claro que cuando acabaran aquella misión y volviera a su rutinaria vida buscaría entretenimiento en amargar la vida a aquél oficial. Las palabras correctas en los oídos correctos harían que jamás ascendiera en Londhs, y degustaría el dulzor de verle caído en desgracia por lo que había hecho esa noche.
Con una sonrisa maliciosa y un brillo divertido en los ojos hizo un además a Leinad para que empezara a andar.
- Ya has oído, le seguimos monsieur.
Se quedó quieto. - Mis señores, me he ofrecido a ayudar, no a servir y cumplir órdenes. Quedó esperando pacientemente, a que el tono agresivo de "ordeno y mando" pasara a uno más humilde y considerado. No se habían percatado los señores que estaba tan dispuesto a morir por lo que pensaba que si alguien pugnaba contra ello, no dudaría en morir, pero no antes, pagando cara su piel.
Las manos se apoyaron en los pomos de sus armas.
me vais a ir tirando cada uno de vosotros una tirada de carisma, el que tenga metalismo, si lo desea, puede gastar un puntito de magia para reforzar. Lo mismo si alguien tiene alteración
la tirada solo para el director
vamos a resolver esta escena vía dados, que si no me llegan las vacaciones y no arranco la partida XD
tirada:
Intelecto+Carisma+1d10
Motivo: soluciön
Tirada: 1d10
Resultado: 3(+5)=8
Tirada oculta
Motivo: Tirada
Tirada: 1d10
Resultado: 7(+12)=19
Gasto un punto de magia y tiro con Intelectox2+Carisma=12
no hace falta que tires Le Noir, Black ya ha hecho su trabajo ;)
Tras el nuevo reproche del sargento portuario el inspector Black no pudo más que resoplar por la nariz y renegar con la cabeza con una sonrisita sarcástica. Se giró con un elegante pivote encarando su mirada a la de Leinad y señalando con el dedo indice sin ser execisivamente imperativo le comentó:
Sargento Leinad se va a dejar usted de tonterías y nos va conducir hasta el Conejo Caldoso sin chistar una sola vez más.
Fue extraño, Gunter no dudó un instante, se dejó la bravuconería a un lado, asintió con la cabeza y convencido de que lo que hacía era lo mejor para su misión condujo sin más demora ni comentario a los inspectores casacas negras hasta la mismísima puerta del local requerido. Aun más, abrió la puerta y entró para abrir paso el primero... una vez dentro un pensamiento desafortunado le hizo arquear una ceja como muestra evidente de que no sabía porque había hecho lo que había hecho, no se arrepentía lo más mínimo, pero se sentía ligeramente estúpido y ninguneado.
Y sin tiempo a más reacciones ante los tres el espectáculo que era el Conejo caldoso se mostraba en todo su esplendor.
cierro escena y pasamos al capitulo introductorio final.
Al final todo había salido bien, sobre todo porque no había tenido que disparar a un oficial, lo que habría llamando la atención sobre su compañero y él, seguramente poniendo en alerta a sus superiores sobre sus pesquisas secretas acerca del Dei Gloria. Lo cierto es que no habría pasado nada más que un leve retraso - algo que por otro lado, viendo que habían perdido el barco, tampoco era aceptable -, pero si que habría tenido que agachar la cabeza y haber contado todo lo que sabían en verdad y habían decidido ocultar de acuerdo mutuo al Capitán y el estúpido de Merlín.
Pero allí estaban, el Conejo Caldoso era un hervidero de gente despreciable que solía evitar y que también le evitaban si eran listos. No era el típico lugar al que habría ido a pedir en su época de mendigo, ni al que iría en su actual posición a tomar una copa. Es verdad que mantener su pequeña red de espías a veces requería en ocasiones de juntarse con aquella chusma - es más, si se ponía seguro que reconocía a alguno -, pero siempre había preferido a informantes solitarios, pequeños gorriones en oscuros callejones que no tenían la bravuconería de aquellos tipos.
Con una sonrisa maliciosa miró a Leinad, evaluando si seguía siendo útil o podían despacharle, y al final hizo un gesto con la cabeza de asentimiento, acercándose y hablando en voz baja, en parte para superar el barullo y en parte para evitar oídos indiscretos.
- Dime, sargento - el tono era divertido, era obvio que la habilidad de Black había sido útil y además le había hecho gracia al usarla con aquél patán -. ¿Reconoces a algún marinero del Infierno?
Lo cierto es que le resultaba ridícula aquella frase. ¿Con qué gente iban a tratar? ¿Qué tipo de capitán llamaba a un barco de la armada de la ciudad así? Bueno, pronto lo descubrirían, estaba claro.