Partida Rol por web

El elfo resopló. ¿Cómo era posible?

-Estamos dando vueltas... Ya sea por este maldito bosque, o por alguna magia que nos pretende confundir.

Pensó un momento. -Estacas. Es lo que vamos a hacer. Marcaremos el camino cada cien pasos, y la dirección. Así si hemos de regresar, también vamos a poder volver sobre nuestros pasos. ¡Esta isla no nos va a derrotar!

Una duda crecía en el interior de Saryon. Tal vez no iban a salir con vida de este lugar.

Tus subordinados se alegraron de tu elección, y con sus armas de mano, fueron talando maderos para irlos estacando, pero se vio que era demasiada distancia, y aunque les ralentizara, lo harán cada muchos menos (cada 10) Era porque no eran capaces de verlos. Eso además sirvió para descubrir algún que otro pozo como el que tu espadera rescató al soldado.

Y se hizo la noche otra vez.

Habían perdido tiempo, pero el tener a la tropa entretenida, perdieron mucha concentración vigilando, pero olvidaron totalmente los riesgos que corrían. Los tenías entretenidos pensando en hacer palitos y ponerlos alienados. Cada 10 pasos ponía dos, separados entre si 10 pasos también. Era como si fuerais a construir una carretera.

El trabajo de los palos era una tarea ardua, pero al menos estaban pensando en otra cosa que en la muerte que parecía acecharles. Al caer la noche, Saryon organizó de nuevo los turnos de guardia. Pero no podía permitir que se repitiera lo de la noche anterior. -Turnos por parejas, sin separarse del perímetro, indicó. -Mínimo tres parejas en cada turno de guardia, y siempre con contacto visual entre ellos. Además, preparemos algunas trampas con cuerdas y estacas para protegernos.

Miró desafiante a la espesura que les rodeaba. A ver qué maldad nos tienes aguardada ahora.

La noche parecía transcurrir pesada y lenta. Pastosa, hasta que los truenos empezaron a resonar en la distancia. Para cuando los pocos rallos de luz que conseguían superar la barrera verde, iluminaron el suelo, el gua, empapaba armas y armaduras. Lo único bueno de aquello es que teníais agua fresca por doquier, pero los pasos se hacían cada vez más sufridos. Los pies se estacaban en el cieno y en los charcos hasta media espinilla, y recuperar la pantorrilla no siempre era fácil. Incluso alguno se detuvo y luchó con el barro para recuperar su calzado. Los marineros no dudaron en descalzarse. Los soldados se ataron aún mejor las botas.

La distancia recorrida era ínfima. Entre el "camino de baldosas estacadas" los problemas para la tala de ramas mientras se empapaban por la monzónica lluvia y el barro que se acumulaba bajo y dentro de vuestro calzado, se hacía insufrible. La fatiga se acumulaba y no veías que se llegara a avanzar, más que escasamente y acumulando un cansancio que no sabías hasta que punto compensaba.

La lluvia caía de forma incesante. Aunque la noche había transcurrido sin bajas, la situación general seguía siendo mala. Saryon observaba cómo los soldados luchaban contra los elementos, y sentía impotencia y frustración. -Aprovechad para llevar las cantimploras, y avanzaremos más lento hasta que pare la lluvia.

De momento dejaron de poner estacas, pero iban a estar pendientes por si aparecía alguna de las que ya habían puesto.

Tras tres días andando bajo el monzón el bosque empezó a clarear, hasta tal punto que desembocaba en un lago. En el centro una isla bastante planita, de no más de un kilómetro de ancho, parecía flotar en el límpido fluido. En el centro un enorme templo de piedra blanca y negra, vetado de grises, como si de mármol se tratase, dominaba la escena. No sabías el tamaño que podía tener el "charco", pero de pequeño no tenía nada. Y había más distancia de orilla a isla que la propia isla de tamaño tenía.

Los días habían transcurridos tranquilos. Mojados pero tranquilos. Más agua que otra cosa. El hambre era una punzada constante, y el "camino de estacas" había pasado a ser un cuento de niños a una realidad construida por vosotros.

Por fin habían encontrado el templo. Pero no hubo alegría entre los miembros de la unidad, pues la travesía había sido ardua y llena de peligros. Y lo que ahora se presentaba ante sus ojos no era un lugar seguro. Saryon miraba la construcción de piedra, tratando de ver algo fuera de lo común, o más bien, algún peligro inminente. Porque todo en esta isla resulta extraño y amenazante.

Luego observó la orilla en ambas direcciones. La distancia hasta la isla parecía grande, y necesitaba algún tipo de embarcación. Tal vez había alguna oculta, o se podía construir con los árboles del bosque.

La silenciosa mujer seguía esperando, pero sus ojos te pedían que la llevaras allí. También quería ir. Sabías que tu poder estaba muy justo para llegar allí volando. Tal vez demasiado, si cargabas con ella. No es que fuera santo de tu devoción, pero además podría ser allí la mejor de las escoltas que en estos momentos podrías disponer. Incluso volando, seríais un blanco demasiado fácil, pero dos mirando o buscando posibles objetivos, sería mucho más seguro que tú solo, que te encargarías de mantener la concentración en el vuelo y no te percatarías así como así de nada que pusiera tu vida en peligro.

Los marineros no son capaces de encontrar nada, y excepto cortar un par de troncos y atarlos como fuera, tardarían varías horas. Tal vez, todo lo que quedaba de día ... y puede que parte del siguiente. Además sería una "embarcación" inestable, poco maniobrable, menos fiable aún. Con solo cuchillos y poco más, era difícil construir algo en condiciones, y más aún si hay que correr.

Saryon agradeció el silencioso ofrecimiento de la espadera de Hoeth. Ella había sido una roca en la que se apoyaba el hechicero en esta cruel travesía, aunque le inquietaba su presencia al mismo tiempo.
Ponderaba las posibilidades, y volar hasta la isla era la mejor de entre varias opciones malas. Así que Saryon se concentró en el hechizo, no sin antes dar instrucciones a los demás de comenzar la preparación del embarcadero. Por lo que podía pasar.
-Pero no dejéis de lado las guardias. ¡Aunque tardéis más, no quiero sorpresas, les dijo.
Entonces convocó los Vientos de la Magia, y notó como el aire bajo sus pies les levantó lentamente. Livianos y frágiles, se dirigían ahora los dos hacia aquel misterioso templo.

Te subes a caballito a la tipa. Pesaba bastante. No estabas precisamente fuerte, pero es que además, la neta portaba sus pertinentes protecciones. Una buena colección de maya, planchas, chaspas ... y por si fuera poco, su espada.

La concentración se hace complicada. Además, todos te miran. Te giras hacia el agua, para tener frente a ti el rumbo que necesitas recoror, pero realmente lo hiciste para no ver sus caras expectantes que te desconcentraban un poco más. Al final, tras un par de minutos (cosa que normalmente te costaba unos segundos) empiezas a notarte liviano. Tus pies se separan del suelo, y poco a poco emprendes un vuelo lento, cansino y con una estabilidad que todo te parece inseguro.

Cuando ya habías recorrido la mitad casi, te notas tan fatigado que sabes que no hay regreso. O llegas ... o la mujer morirá ahogada bajo el peso de su armadura. Entonces te percatas de algo. El pequeño mar no era un lugar si vida.

No te quieres arriesgar, pero parecía un tiburón o algo similar. - Si caemos al mar, moriremos los dos, ella por peso, y yo como almuerzo de un pez. Ese es el pensamiento que te corre por la cabeza. Cosa que te hace sentirte más nervioso e incluso os hace caer unos metros.

Sabías que al llegar allí tu poder sería algo del pasado. Te sentirías tan cansado que no podrías invocar si quiera uno de los hechizos básicos que enseñaban cuando empezaste con esto de la magia. 

Tras casi media hora de vuelo tomáis tierran en la otra orilla. Os mojais los pies, ya que no eres capaz de volar más adentro. 

Estabais vivos. Tu fatigado, pero vivos.

Caes de rodillas por la fatiga. tus manos se estacan en la arena humeda de la playa y no te das cuenta de donde estás hasta que la tercera olita corre por encima de tus dedos dejando una pequeña capa de arena sobre ellos. Tus ropas están empapadas.

Exhausto, traté de recuperar el aliento. Había gastado todo mi poder para cruzar el agua, y ahora apenas tenía fuerzas para levantarme de la arena. Lentamente alcé la vista, aún jadeando el tremendo esfuerzo. Mi primer pensamiento era que los dos eramos un blanco fácil ahora mismo junto a la orilla. Necesitaba buscar un primer escondite, y luego ver qué opciones había. Pero mis piernas no me respondían aún.

-Tenemos que ocultarnos, le susurré.

La "Maestra" te ayudó a ponerte en pie.

No había gran cosa en la isla. Tendría unos kilómetros de radio, pero en ella había poco más que unos matujos, unos 100 metros del agua, que no te llegaban a la cintura y poco más. Además, ese bosquecillo, tampoco llegará a tener más que un par de metros. Había alguno más. Pero lo que allí realmente había era un templo. Era como un gran muro. Una muralla de fortaleza, por el que no se le veían puertas, y tras este una colina. Sobre ella, un pequeño templo de columnas, sin paredes.

Saryon buscó el apoyo de la espadera para moverse. Observaba el templo, y la enorme muralla sin puertas visibles. -Vamos a ver esa muralla de cerca, dijo y comenzó a andar. Tal vez había alguna ilusión mágica, o tal vez se enfrentaban a otra prueba más. Quería ver las piedras del muro de cerca, incluso tocarlas.

-¿Ves huellas?, le preguntó a su silenciosa compañera.

La mujer te tendió la mano para ayudarte, y mientras, estiró el cuello, para intentar mejorar su oposición de "observación". Tras unos pasos te miró a los ojos y negó con la cabeza.

Tú tampoco.

Ni camino ni nada similar o parecido. Era como ... un jardín especialmente bien cuidado. Su huellas, marchas o referencias más que el sonido del agua y la muralla de la colinita del templo.

Saryon se acercó a la muralla, y trató de buscar algún indicio mágico. Tocó la superficie de piedra, y miró alrededor.

-Debe haber una entrada, ¿no?

No esperaba respuesta de la espadachina. Saryon volvió a mirar la muralla, pero esta vez estimando la altura. Tal vez era posible escalarla.

La guerrero se puso el arma sobre el hombro, de manera despreocupada. Parecía dispuesta a caminar mientras inspeccionabas el muro.

-Vamos a dar un paseo, dijo Saryon con una sonrisa algo forzada. Al menos le iba a permitir recuperar algo de su poder mágico, pero la caminata podía ser larga.

-En marcha...

Unos cuantos cientos de metros de paseo el muro parece tener una puerta amurallada, con un acceso. Hay varios soldados allí.

Ya sabes donde estás. En su día Aenarión extrajo la Espada de Khaine aquí, para librarnos de la invasión. Un poco más al sur fue donde se libró la última gran batalla. En esta misma isla. (No en la del lago, sino en la que embarrancásteis)

Una puerta. Habían encontrado el modo de entrar, y al mismo tiempo resuelto el misterio del lugar donde se encontraban. Un lugar de mito y de leyenda, un lugar de batalla y muerte. Un lugar marcado por el destino para los Altos Elfos. 

Observó la guarnición. Soldados... ¿pero leales a quién? ¿De qué raza? ¿Cuántos?