Cuando las armas callan no queda demasiado que celebrar. Observo la escena desde lejos porque si no te involucras todo es más fácil. Excepto para James que siempre ha sido mejor persona que cualquiera de nosotros. Él se acerca para intentar ayudar aunque, desde donde estoy parece que ya no hay nada que hacer.
Mientras observo la escena, Jack se aproxima y me comenta algo sobre acercarme a la mujer. No creo ser la persona más adecuada para esto pero asiento y lo hago. Voy hasta la mujer india, hasta donde ella me deje porque igual también recela de nosotros. Observo como mira al guerrero caido y pienso en qué sentiría yo si fuera Jack... así que hago una primera aproximación para intentar abrazarla y consolarla.
La joven india balbuceó unas palabras de tristeza apenas inteligibles para McReady, y que desde luego ninguno de los demás comprendió lo más mínimo; era evidente que la indígena no hablaba vuestro idioma. Cuando el ex-militar intentó ayudar a contener la hemorragia la joven se apartó en un mar de lágrimas, permitiéndole intentar salvar al anciano, y en poco tiempo cuando apareció Juanita se echó a sus brazos en busca de consuelo sin importar no conocerla de nada.
McReady se dio cuenta en seguida de que no podía hacer nada por aquél anciano. No era médico, pero había visto suficientes heridas de guerra como para saber que cuanto más oscura salía la sangre peor era la herida, y la sangre que salía del estómago del indio en aquél momento era oscura como el carbón de las minas, recuperando su tono rojizo solo al esparcirse por el suelo, y en el pañuelo y manos de McReady.
Mientras tanto, Pierre se había separado un poco de los demás para examinar los cuerpos de los caídos. No había gran cosa que llamase la atención, algunos ni siquiera estaban armados. Tras rebuscar en un par de bolsillos aquí y allá encontró una caja de proyectiles de revolver casi vacía, un puñado de hojas de tabaco de mascar, una cantimplora agujereada, 45 centavos y, al fin, un papel arrugado, enrollado y ligeramente ensangrentado que rezaba "Se buscan mineros - cualquiera capaz de manejar pico y pala es bienvenido; pago de 1 dolar al día - concejo de St. Elmo"
Lonegan por su parte se mantenía a varios pasos, incomodo por la solemnidad del momento, hasta que McReady le miró con gravedad y negó con la cabeza haciendo saber que lo inevitable estaba por ocurrir; el anciano estaba cada vez más rígido y sus párpados temblaban amenazando con cerrarse para siempre en cualquier instante. Los demás no podían saberlo, pero mientras observaba al anciano morir desangrado delante de él Lonegan rememoró a muerte de su padre, cómo ambos adquirían la misma rigidez y perdían color. Fue aquello lo que provocó en Lonegan una extraña sensación que le impulsó a acercarse a contemplar al anciano indio de cerca en sus últimos momentos.
El anciano levantó con gran esfuerzo su mano señalando la bota de agua que pendía del cinturón de Lonegan. Movido por aquél extraño sentimiento el forajido ni siquiera se planteó negarle agua a un moribundo y descolgó la bota para ayudarle a beber, pero en cuanto su brazo estuvo lo suficientemente cerca el anciano agarró su mano con una fuerza tan inusitada que Lonegan sintió dolor, y esforzándose por medio incorporarse del suelo mientras repetía una y otra vez - Wanikly Qochata. Wanikly Qochata. Wanikly Qochata. Wanikly... Qocha...ta. - En ese momento murió el anciano. Cuando su brazo se deslizó inerte un colgante hecho con el colmillo de algún animal cayó de su mano; estaba ensangrentado en su punta, y en el dorso de la mano de Lonegan brillaba la sangre carmesí que brotaba de un corte recién hecho...
McReady, puedes guardarte el punto de drama como si no lo hubieras gastado.
Casi había anochecido, y todos os encontrabais alrededor de una hoguera junto a la joven india. A duras penas os las habíais apañado para entenderla gracias a McReady, que actuaba a modo de interprete, aunque la comunicación fuese algo burda y simple. Gracias al ex-militar entendisteis que la mujer insistía en que debía hablar con vosotros de algo importante. Sin embargo las cosas no habían sido sencillas.
Lonegan no se había mostrado de acuerdo con acoger a "Keezheekoni" (pues así se había presentado la india) después del incidente con el anciano, a pesar de que la herida de su mano no era realmente grave. McReady era de los que se oponía a su decisión con mayor ahínco. Para él, abandonar a la india a su suerte era lo mismo que dejarla morir, y no estaba dispuesto a cargar con aquello en su conciencia. Finalmente, tras varias discusiones, Lonegan cedió.
En segundo lugar Keezheekoni no pretendía abandonar los cuerpos de sus compañeros a la intemperie, y tardó un buen tiempo en preparar una pira funeraria al estilo de los indígenas capaz de consumir los cuerpos y que sus cenizas se esparcieran solas por las llanuras. Cuando por fin os alejasteis del lugar del tiroteo el sol ya estaba muy bajo, y solo pudisteis avanzar algunas millas antes de veros obligados a montar campamento. No fue hasta que el sol casi hubo desaparecido por completo, que Keezheekoni comenzó a hablar, expresando sus palabras por boca de McReady.
- Fieros guerreros que habéis salvado mi vida, os estoy eternamente agradecida. Nuestro encuentro no ha sido fortuito. Los espíritus nos guiaban a mi y a mis compañeros, el sabio Qaletaga y el valiente Cheveyo en nuestra búsqueda. Los espíritus querían que te encontráramos - en ese momento señaló inequivocamente a Lonegan en actitud reverencial - Wanikly Qochata. -
McReady, haz una tirada de Intelecto + con dificultad 15 (esta tirada involucra de forma muy restrictiva conocimiento de los indios, por lo que McReady es el único que puede intentarlo)
James se había sentido impotente al no conseguir salvar la vida del anciano. Había hecho lo que había podido pero era demasiado tarde. No habló mucho, salvo para actuar de intérprete de la mujer y para defender que siguiera con ellos. Conocía algo de su lengua de los viejos tiempos, cuando en el ejército utilizaban guías hapaches. Además había hecho algunos negocios con tribus indígenas. Hacía muchos años, pero recordaba aquello como si hubiese sucedido ayer mismo. Su lenguaje era rudimentario. Lo que no podía comunicar con palabras, lo hacía con gestos.
Motivo: Intelecto+cultura
Dificultad: 15
Habilidad: 5+4
Tirada: 1 4 10
Total: 4 +5 +4 = 13 Fracaso
Aunque al principio se había mostrado algo reticente en lo de ayudar a los indios, a Pierre no le importaba acoger a Keezheekoni, aunque eso acabara interfiriendo con los planes del golpe al tren.
En realidad al francés no le preocupaba el dinero lo más mínimo. Si hubiera querido una vida de comodidades podría haberla tenido quedándose en su casa, pues nació bajo una cuna rica y acomodada. En vez de eso, su curiosidad y ansia de aventuras le hecho hecho abandonar su hogar a los quince años.
Así pues, aquella era una situación tan buena como cualquier otra para vivir una nueva aventura, así que la recibió con buen ánimo, sabiendo que el encuentro con los indios podría proporcionarle la oportunidad de vivir una experiencia nueva.
Pierre sonrió medio alegremente ante las palabras de la india surgidas de los labios de McReady -¡Ve con cuidado, Lonegan! ¡No vaya a ser que para estos nativos seas la encarnación viviente de un puma, o algo así! Je, je, je, je, je.- Aunque hablara medio en broma, ciertamente aquella superchería resultaba de lo más interesante, y estaba deseando descubrir qué fábula les contaba la india.
Por lo demás, Pierre se había ganado la vida como ilusionista en un circo, y se esperaba algo así como el tipo de superchería que se suele contar a los incautos para distraer su mente y hacer así más efectista el truco de magia cuando este se lleva a cabo. Algo a lo que en el mundillo se llamaba "le prestige". Así que se mantuvo atento tanto a las palabras de Mc Ready como a los gestos de Keezheekoni con la vana esperanza de ser maravillado con algo que no hubiera visto nunca antes.
Entre cuerpos inertes, viendo ya como algunos buitres empiezan a sobrevolar la zona, escuchaba como todos decidían sobre qué hacer con aquella mujer. No es que sintiera ninguna conexión especial como la que había comentado Jack, más bien al contrario, su proximidad y su dependencia de nosotros me hacía sentir incómoda... pero me desagradaba aún más la situación "Una vez más, un grupo de hombres está decidiendo, aunque sea por su propio bien, qué hacer con una mujer". De modo que cuando finalmente deciden que nos acompañe, no me opongo, si no que me limito a encojerme de hombros. Entiendo la irritación de Jack, pero es una pequeña herida, tampoco va a morir de esto.
Pero empiezo a arrepentirme pronto de la decisión. Cuando por la noche estamos sentados al fuego, la india empieza a contar no sé qué historias y a mirar a Jack como si fuera la reencarnación de alguno de sus raros dioses. Y los comentarios del Francés tampoco ayudan a que me lo tome mejor
-A ver si ésta, viendo que el jefe es Jack y que se quería librar de ella, ha pensado que adulándole conseguirá algo...- digo con cierta rabia mientras los celos empiezan a reconcomerme. Miro de reojo a Jack mientras pienso que la india es guapa y él tiene facilidad para "distraerse"
A Lonegan no le parecía nada acertado aceptar a la mujer india con ellos. Tenían cosas que hacer, seguir con las comprobaciones y dejar todo bien atado para el asalto al tren que pretendían perpetrar. Era el primero que se había sentido obligado a intervenir en aquel bochornoso espectáculo entre los cowboys y los indios, pero ahora mismo no estaba contento con la presencia de Keezheekoni en el grupo. No es que pensara que aquella mujer pudiera irse de la lengua y delatarlos de alguna manera, simplemente era un estorbo que solo podía hacerles perder tiempo con sus planes.
Al final había accedido por la insistencia de McReady, tras varias intentonas estaba cansado de discutir y decidió darle la razón. Al calor de la hoguera, escuchó junto a los demás las palabras de la mujer india. Tras lo cual, se dirigió directamente a McReady, para que intentara mediar en la comunicación con ella:
-James, ¿sabes que quiere decir con eso de Wanikly Qochata? Si no, pregúntale que a qué diablos se refiere, que significa.
Tal vez sus palabras eran un poco cortantes, pero no estaba contento con la presencia de aquella invitada, y no podía parar de pasar su mano cada poco rato por el corte que el viejo le había hecho con el colmillo mientras agonizaba.
Cuando McReady se apresuró a preguntarle por el significado de las palabras "Wanikly Qochata" se encontró con que no entendía con claridad lo que Keezheekoni quería decirle. Tras unos momentos en los que intercambiaron muchas palabras, y Keezheekoni gesticulaba exageradamente, McReady se volvió hacia los demás - Creo que dice que significa algo así como "El elegido hombre blanco" o "El salvador hombre blanco", pero utiliza palabras y gestos que en mi vida había visto. -
Keezheekoni estaba impaciente por continuar, y pronto McReady volvió a la tarea de traducir sus palabras, para que los demás pudieran entenderlas. - Solo soy aprendiza. Ser Qaletaga quien debía mostrar camino de la sabiduría a Wanikly Qochata, pero ahora yo debo intentar en su lugar: -
- Qalatega recibió hace tiempo visiones del espíritu Masauwu, muchas noches, muchas visiones; Masauwu advertía que el hombre blanco está profanando la tierra, y que por su culpa el malvado espíritu Yietso está por despertar trayendo consigo grandes desgracias y calamidades cuando él y sus hijos devora-hombres lo asolen todo. -
- Sin embargo no debemos temer. Los espíritus también señalaron un hombre blanco, uno que puede derrotar a Yietso y devolver al mundo de los espíritus, ese es Wanikly Qochata. - cuanto más hablaba, más se le iluminaba el rostro a la mujer india, aunque cada vez que mencionaba a uno de sus compañeros caídos ese rostro volvía a ensombrecerse de nuevo ponía especial empeño en continuar con su relato
- No saber más, Qalatega guardar conocimiento sólo para Wanikly Qochata, pero mirar, anciano dejar último regalo. - Señaló la mano herida de Lonegan - Istaqa, protección de los espíritus. Ellos guiar ahora, y ayudar cuando Yietso despierte. - Así terminó el relato de la indígena. Permaneció callada, expectante, con una sonrisa triste pero llena de esperanza, mirándoos.
Para J.J. echó otro tronco a la lumbre mientras escuchaba y pensaba. Todo aquello había ido demasiado rápido. El viejo había disparado cuando nadie se lo esperaba e instantes después todos se habían unido al tiroteo. Él había hecho varios disparos, pero ni siquera estaba seguro de haberle dado a nadie.
Luego, habían visto morir al viejo y aunque en opinió de J.J. no tenían ni tiempo ni ganas de enterrar al indio viejo o de mover al caballo que se le había caído al otro encima, habían acabado ayudando a la mujer y los habían acabado quemando. ¡Qué cosas tenían estos salvajes!
La mujer se había quedado con ellos. No tenía nada que ver con las mujeres que él había conocido en su vida. Para empezar, tenía un nombre impronunciable y después de un par de intentos, que la mujer corrijió repitiéndolo más alto y más despacio, J.J. había empezado a llamarla Kitty, que se parecía lo suficiente y que la india había acabado aceptando con resignación.
Sigo dándole vueltas a mis recelos cuando James le pregunta a la india por eso que le está llamando a Jack. Y no me sorprende descubrir que no entiendo nada de lo que cuenta.
"Que un espíritu cuenta que otro espíritu malo viene. ¡Menuda novedad! Estos indios tienen mas espíritus que caballos, es normal que haya malos y buenos. Ademas, ese cuento de uno malo que el heroe vence, ya me lo contaban a mí en el pueblo hace años."
No quería involucrarme en esto desde el inicio. Y ahora que tengo delante a la india guapa diciéndole a mi Jack que es un heroe que nos salvará a todos, aún me gusta menos.
Con un palo en la mano, remuevo entre las brasas que están en el borde del fuego, con la cabeza puesta en intentar echar a la india sin que James se enfade.
Lonegan escuchó con atención las historias que contaba aquella mujer, gracias a la apañada traducción que buenamente iba haciendo McReady.
Estos indios siempre con sus espíritus, la naturaleza, sus profecías... Siguen siendo un pueblo demasiado aferrado a esas tradiciones tan primitivas. Aunque creo que en parte por eso siguen siendo gentes sencillas.
Por un momento fantaseó con la idea de como sería formar parte de una de aquellas tribus indias, lo distinta que sería su vida a lo que se trae ahora mismo entre manos con sus compañeros. Intenta cortar un poco el hilo de aquella mujer, pero tampoco quiere sonar demasiado grosero:
-¿Ultimo regalo, este tajo en mi mano? Pues para ser un regalo la única utilidad que le veo es que escuece como el demonio. James, intenta decirle que agradezco la protección de los espíritus, pero que ahora mismo no estoy para pelear con el tal Yietso, que tengo otras cosas más importantes que hacer en unos días.
Parecía que sus compañeros necesitaban una explicación añadida a las palabras de la mujer. No en cuento a lo que estaba diciendo, sino en cuanto a lo que realmente significaban sus palabras.
-Los indios tienen un gran culto a los espíritus. A diferencia de nosotros, la mayoría de las tribus indias creen que todos los animales tienen espíritu. Y las montañas...y los volcanes. Sus...shamanes, lo que serían nuestros sacerdotes, pueden ver y hablar con estos espíritus...o al menos eso es lo que creen. Hay espíritus buenos, espíritus malos...También creen en el poder mágico de la sangre y las cicatrices. Muchos de sus rituales tienen que ver con ellos. Ese corte...es según ellos...una especie de bendición. Jack...no sé si tenemos realmente tantas cosas que hacer, pero podemos averiguar algo más sobre ese Yietso. Solo echar un vistazo a ver de que va esto y si hay algo que sacar y si no nos interesa, seguimos viaje.
El Francés se acarició el mentón: -Ahora entiendo todo. Parece que la afluencia de trabajadores a la mina ha afectado de forma negativa el modo de vida de estas gentes. - Señaló a la nativa. -Como ejemplo el encuentro con los cowboys de antes, que se dirigían en busca de trabajo como mineros.-
-Pero me da a mi que esta mujer espera demasiado de unos forajidos como nosotros.-
-Una cosa es robar a la mina, otra muy distinta impedir la excavación. Me preguntó si esta chica busca justicia o venganza.-
Con esta reflexión, permaneció mirando a Keezheekoni. No era la primera vez que luchar por una mujer le llevaba a Pierre a la perdición.
- ¿Y qué es exactamente lo que quieres Ketty? - le preguntó el muchacho hablando demasiado alto y demasiado lento, como si así la india fuera a entenderle mejor.
- ¿Qué quieres de nosotros? - repitió, mientras señalaba con gestos vigorosos a los integrantes del grupo y se encogía de hombros.
- ¿Quieres que matemos a los demás vaqueros? ¿Es eso? - aún sin esperar a que la india comprendiera o que pudiera emitir una respuesta, igualmente ininteligible como lo eran para ella las palabras de J.J, el muchacho se reclinó hacia atrás y puso las manos en la nuca. Él bien sabía de venganza y de tomarse la justicia por su mano. En eso sí que sabía hacer y que le dejaran de espíritus, rituales y cicatrices.
Chicos (y chica), mi ordenador sigue ahi, ahí. Pendiente de piezas compradas por internet (y que luego un alma caritativa y entendida me lo monte). Amén de eso esta semana estaré fuera de casa y me costará, aún más, conectarme. Extranjero, así que ni con el móvil.
Lentamente, McReady hizo saber vuestras preguntas y dudas a Keezheekoni. Cuando terminó, la joven os miró con una sonrisa un poco afectada al tiempo que una solitaria lágrima le recorría la mejilla, pero cuando volvió a hablar no le tembló la voz. - Yo no querer, o saber, qué vosotros hagáis ahora. Ser los espíritus quienes deben guiar el camino. A vosotros, para cumplir misión de Wanikly Qochata; a mi, para aprender lo que el sabio Qaletaga no tener tiempo de enseñarme en vida. -
Incluso intentando indagar más en las intenciones de la joven india todo fue en vano. Keezheekoni simplemente no decía nada más de utilidad, y casi todo lo remitía a la voluntad de los espíritus. Eventualmente el fuego de la hoguera se fue haciendo cada vez más débil, hasta que no hubo más remedio que admitir que el tiempo de las conversaciones nocturnas había terminado.
Cada uno se arrebujó entre sus mantas y durmió en la postura más cómoda que pudo encontrar, esperando que al día siguiente la india estuviera más dispuesta a dar respuestas. Sin embargo, al amanecer Keezheekoni había desaparecido, únicamente se había llevando consigo uno de los caballos de los cowboys, incluso dejando atrás sus aparejos de monta.
Aún intentando buscar, no había rastro que os indicara adonde se había ido, ni teníais pista alguna sobre su próxima dirección o propósito. En poco tiempo simplemente os olvidásteis de ella y os centrásteis en el asunto más urgente que teníais entre manos, el asalto al tren de la Union Pacífic, a la mañana siguiente...
Aunque ha sido corto, fin del capítulo 3