Al principio por más que lo intentó no consiguió moverse y no fue porque no se atreviera a hacerlo, sino porque en claro homenaje a su pasado su cuerpo había decidido por cuenta propia que lo más apropiado era tratar de pasar lo más desapercibida posible, como si el hecho de simular no estar allí tuviera cabida o sentido alguno.
¿Estorbo? ¿Matarla? ¿Este no es lugar? Y lo que era aún más sorprendente… ¡cómo podía aquella conversación provenir de su propia cama cuando acababa de levantarse y en un inicio le había parecido que procedía del fondo de la estancia! ¿Se estaban desplazando? ¡Pero si acababa de estar ahí mismo tumbada! Mentalmente agradeció haberse encerrado allí dentro.
Una de dos: o de nuevo eran los “fantasmas de las navidades pasadas” de la familia Misimovic o a través de algún conducto estaba oyendo una conversación que provenía de otra zona de la casa, aunque la verdad no se imaginaba a Dunja, unida a Mirsad, en un intento de asesinato. Ciertamente no, no era el caso. Al mudo lo había descartado desde un comienzo, al fin y al cabo conversar, o al menos lo que se entendía vulgarmente como tal, se hallaba fuera de su alcance. ¿Pero en qué estaba pensando? Aquella fortaleza estaba construida con bloques de piedra. ¿Oír charlas ajenas? No, no tenía sentido. ¿Sería otra vez aquella casa y el secreto atemporal que atesoraba? Aunque, ante todo, lo que más comenzaba a asustarle era que parecía haber empezado a dar por sentada la existencia de “fantasmas” más allá de los suyos propios, por si con éstos últimos no tuviera bastante.
En todo esto se hallaba perdida mentalmente cuando percibió cómo algo se chocaba contra la ventana, produciéndole de pronto un sobresalto. Paradójicamente resultó como si hubiera podido sufrirlo en sus propias carnes. ¡Al menos por fin algo conseguía sacarla de su ensimismamiento e inmovilismo! Si acaso se podía agradecer algo semejante, puesto que en aquellos precisos instantes tenía los pelos literalmente de punta. Claro que con la temperatura ambiental que había en el dormitorio y descalza sobre la piedra como se hallaba, tampoco se podía esperar nada mejor.
Sin saber muy bien cómo, se había acercado de súbito a la ventana, puede ser que a observar más de cerca, aunque en realidad lo que deseaba comprobar era que los pestillos y los postigos no se habían aflojado y ésta seguía perfectamente cerrada.
Una sensación gélida… de nuevo y de continuo… desde que se hallaba allí… no, desde muchos años antes… así sentía directamente ahora el suelo bajo sus pies… desnudos… sí, al igual que el metal bajo las yemas de sus dedos largo tiempo atrás… al menos en la actualidad la rugosidad de la piedra hacía que ésta se le antojara un ser vivo...
Asumió que siempre sería así cuando se sintiera confusa, fuera de lugar, perdida. Tragó saliva, presa otra vez de un cabreo descomunal dirigido contra si misma que sobrepasó de inmediato los límites de la estancia, levantó las faldas de la colcha y se arrodilló bajo la cama. A veces no soportaba su propia lírica interna, sintiéndola como una debilidad, le hubiera encantado arrancársela. Tenía toda la intención de revisar palmo a palmo la estancia en un intento vano de continuar atestiguando aquella conspiración. La habían despertado nada más quedarse dormida, otra cosa más que detestaba, y no tenía ni la más remota idea de cómo iba a poder conciliar el sueño después de haberse desvelado por completo. Su cuerpo estaba acostumbrado a acostarse pronto, a no ser que fuera por motivos de trabajo, y era como un maldito reloj a las seis en punto de la mañana. Sí, lo sabía de antemano, era inútil, pero no albergaba la más mínima intención de dejar piedra por “mover”, observar o escuchar, o como a bien se tuviera llamársele, aunque fuera simplemente por mera testarudez y, de hecho, francamente así lo era.
Todo en la ventana estaba en orden, el golpe no había conseguido quebrantar la resistencia de los férreos cierres, que, aunque antiguos, se conservaban en un notable estado. No tan bien en estos momentos se encontraba el cuerpo de la doctora, puesto que comenzó a temblar ligeramente debido el frío que reinaba en la sala mientras se agachaba.
Absolutamente nada.
Ni siquiera el eco de la reciente conversación, las reminiscencias de la misma aún flotaban alrededor de su cabeza, pero allí debajo solo había silencio, mucho más incluso que en el exterior, o eso es lo que parecía. La pesada colcha rozaba ligeramente el suelo en el otro lado, dejando pasar apenas una rendija de la tenue luz que la lámpara proporcionaba a la estancia y las piedras seguían la misma continuidad desordenada que en el resto de la habitación.
Dos severos golpes en la puerta interrumpieron su exploración. Casi sin pausa se sucedieron dos más, firmes y sin apremio.
Tirada: 1d20(+10)
Motivo: Advertir
Dificultad: 10-
Resultado: 19(+10)=29 (Fracaso)
De rodillas, con la cabeza medio asomando por debajo de la cama cual badajo de campana y después de haberse pateado la habitación pulgada a pulgada, lo único que Ywen Roth podía admitir certeramente era que seguía congelada y, aunque eso no fuera una novedad, sí que lo era el hecho de que por añadidura se sintiera singularmente estúpida.
Su ceño se frunció instantáneamente, alzó la testa y devolvió airadamente la gruesa colcha a su lugar de un severo manotazo.
No, en realidad esa puntualización tampoco era cierta. A lo largo de su vida había habido demasiadas ocasiones en las que se había sentido como una completa imbécil y, a pesar de haberse prohibido a sí misma aquel tipo de desliz largo tiempo atrás, aún así a veces la avalancha resultaba incontenible. ¡Oh, sí!... Asintió, se levantó con rapidez e intentó archivar aquellos pensamientos de inmediato. No era la primera vez que percibía que sentirse de aquel modo se asemejaba en exceso a la auto compasión y ese era un gesto que definitivamente ni se había consentido ni se iba a consentir.
Justo entonces e inesperadamente, se percató de un hecho muy concreto que conllevó que sus cejas se alzaran de manera automática, separándose de tal modo que otorgaron a su rostro un aspecto sorprendido. En ningún momento había reconocido el tono de aquellas voces conspiradoras y, en consecuencia, eso significaba directamente que desconocía por completo a sus emisores.
De pronto, golpearon la puerta con insistencia, pillándola desprevenida y provocando una respuesta física a modo de respingo.
... Y, sin embargo, por segunda vez consecutiva no se movió ni un milímetro del lado de la cama. Quedaba más que claro que de momento no tenía la más mínima intención de abrir la puerta que daba acceso al dormitorio, al menos así como así y sin saber qué diantres estaba sucediendo con exactitud. ¡No se estaba poco bien allí dentro! Un pensamiento este último que en sí mismo no dejaba de ser ridículo, puesto que implicaba creerse protegida por la mera circunstancia de hallarse en posesión de una llave.
- ¿Sí? ¿Qué ocurre? – Masculló y su voz no sonó en absoluto molesta, sino más bien entrecortada, como si fuesen las cuatro de la mañana y la acabasen de despertar, probablemente debido al matiz que le imprimía el frío. El caso era que hasta que no estuviera segura de qué y de quién, ella no quitaba el seguro. ¡Ahora tan sólo faltaba que se tratara del mudo!
Dacijaj. Casa Misimovic. Viernes 26 - Abril - 1996, 0:02. Habitación de Ywen Roth.
Ywen Roth -> Sale a la escena .Viernes 26 Abril 1996