15 de Septiembre de 1870. Francia
El respiro que durante el día había dado la lluvia había terminado. Las gotas golpeaban los cristales de la ventana, y aunque era mediados de septiembre y aún no había llegado el frío, Susan sentía esa sensación de confort que se tiene cuando estás cómodamente instalado en tu casa, con un sillón, una manta y un buen libro, y sabes que fuera hace un tiempo espantoso. Si tan sólo la compañía fuese igual de agradable, pensó, esa misión sería casi como unas vacaciones. Por supuesto, eso no fue lo que dijo en voz alta. Después de todo, aunque probablemente a su acompañante la opinión que sobre él tenía le resultase indiferente, ella seguía siendo una dama, y él, en cierto modo, su invitado. Lo que dijo, en cambio, fue:
-¿No crees que todo ha resultado demasiado fácil?
El hombre sonrió burlón, antes de responder:
-¿Dudas es de mi capacidad?¿O es que acaso lamentas que yo haya tenido éxito donde tú no has conseguido ningún progreso?
-Mi misión sólo era observar y prestar apoyo, y creo que nadie puede decir que no haya cumplido con mi papel. Y creo que prefiero seguir con mi pequeña parte en todo esto a destacar usando los mismos métodos que tú.-dijo, con sequedad la joven
-¿Los consideras poco honorables? ¿Crees que tú estás por encima de eso? ¡Qué divertido! Creo que si tantos escrúpulos tienes deberías haber escogido otro oficio. Los espías debemos dejar de lado nuestro honor, nuestras familias y cualquier lazo de amistad. Recuerda que todo lo que hacemos lo hacemos por un bien mayor.
-No me hagas reir. El único bien que te interesa es el tuyo propio. Sólo estás metido en esto por el dinero y la influencia que conseguirás. Nos conocemos demasiado bien para que puedas hacerme creer que el patriotismo y la gloria del Imperio Británico tienen alguna importancia para tí.
Lord Ireton se rió con ganas al escuchar la respuesta de Susan.
-Y para ser tan sólo la hija ilegítima de un barón rural cualquiera, a tí te preocupan demasiado cosas como la patria y el honor. Deberías dejar el comportarse como una dama para las que lo son de verdad. Pero alégrate, querida, en tan sólo unos días habremos conseguido arruinar completamente el proyecto de esos estúpidos del Segundo Pacto. Podrás enorgullecerte de la gloria que alcanzará nuestro querido Imperio gracias al Carro de Selene. Me gustaría ver la cara del famoso Herr Wenning y de su perro guardián Dunoyer, cuando descubran la sorpresa que les he preparado.
-Esperemos que los franceses y los bávaros sean tan estúpidos como tú crees. O podrías acabar recibiendo la hospitalidad de Napoleón III en una de sus cárceles y no en tu bonito castillo, cuando todo esto acabe.
El puente a donde von Braum le había pedido que acudiese estaba en las afueras de la ciudad. Un sitio tranquilo, cuidado y con hermosas vistas sobre la ciudad que probablemente sería bastante visitado si fuese un poco más céntrico. Como no lo era, podía disfrutar del paisaje sin que nadie le molestase mientras esperaba a que se presentase el alemán.Qué enorme privilegio, pensó Ireton con sarcasmo. Aquel no era momento para perder el tiempo en lo que fuera que se le hubiese ocurrido a Von Braum, tendrían que estar tomando medidas para asegurarse de que la Wenning y los demás no escapasen. Pero siendo el prusiano el niño bonito del gobierno de Bismarck, no le quedaba más remedio que poner buena cara y aguantar sus caprichos, a pesar de que Von Braum ya había demostrado su ineficacia en lo que se refería a controlar a los que tenía bajo su custodia. Deberçian haberle darle a él el mando de la operación desde el principio, o al menos un mando compartido con el científico. Aunque puede que el incidente sirviese para conseguirlo. Si jugaba bien sus cartas con las personas apropiadas, se podría convencer a la reina de que presionase a Prusia para tener a alguien del Imperio en un puesto de mayor autoridad. Y después, si el Carro de Selene llegaba a buen puerto, el gobierno inglés tendría mucho que agradecerle. Y si fracasaba, siempre se podría argumentar que no había habido tiempo de corregir los errores de Von Braum.
Se sentó en un banco, golpeando con impaciencia las losas del suelo con la punta de su bastón, mientras esperaba a que llegase. Tras algunos minutos, al fin se escuchó el sonido de un motor de vapor, y Von Braum y otro de sus comparsas se bajaron del vehículo. El acompañante de Von Braum se quedó junto al automotor, un poco alejado de ellos, mientras Von Braum se acercó a donde estaba Ireton.
Viene de Capítulo 2: Desde Prusia con Amor. Mensaje del 02/08/2011, 21:12
El prusiano no perdió el tiempo, y tras contestar al saludo de Ireton fue directo al grano.
-Lord Ireton, como bien sabe, es fundamental poner fin a la fuga de esta noche. La razón de que le haya pedido que venga aquí es que he tomado la decisión de encomendarle la misión de seguir y capturar a esas personas. Los informes que recibí sobre usted alaban enormemente sus capacidades y experiencia, por lo que creo que es la persona adecuada.
-¿Quiere decir que me encargue de coordinar la búsqueda? Con todos los respetos, Herr Braum, podría haberme informado de eso en la mansión en lugar de hacerme venir hasta aquí. Estamos perdiendo un tiempo precioso con esta reunión.
Von Braum negó con la cabeza.
-Yo mismo me encargaré de coordinar la búsqueda con los militares y las fuerzas locales. Usted deberá ser mi hombre sobre el terreno. Ya hemos preparado su equipo y el vehículo adecuado.-Se dió la vuelta y le hizo una seña a su acompañante, que se montó en el automotor y lo puso en marcha.
Ireton se esforzó por poner buena cara mientras sopesaba qué decir. ¿Es que aquel hombre era un estúpido sin remedio? ¿Suponía que un hombre más para patrullar el territorio prusiano suponía alguna diferencia? O que un automotor podría darle alguna ventaja cuando se quedaría atascado en cuanto saliese de la ciudad. O que...
Aún estaba pensando en todas las objeciones al plan de Von Braum cuando su flujo de pensamiento se interrumpió y descarriló sin remedio ante lo que estaba viendo.
No puedo insertar vídeos, tendreis que seguir el enlace.
-Permíteme que le muestre todo lo que puede hacer.-Dijo Von Braum mientras conducía junto al automotor a un Alfred Ireton aún incapaz de articular palabra por el asombro.