Partida Rol por web

Al escuchar la "sugerencia" de Zehan, el nigromante simplemente se encogió de hombros. Parecía que el semidemonio se olvidaba de algo muy importante que necesitaba para hacer eso, por lo que el joven tenía cierta dificultad para cumplir esa tarea. Era un plan interesante, sin lugar a dudas. Con eso podrían ahorrarse muchas molestias.

Interesante propuesta... ahora bien ¿Dónde están los cuerpos para reanimar? ¿Cómo esperas que levante algo cuando no hay nada que levantar? Le respondió a Zehan, mostrandole una sonrisa gentil, demostrando que no estaba molesto por la idea, sino por el hecho de que no había "material" para llevar a cabo el plan.

No queda otra opción más que elegir un camino y caminar. A menos que encontremos cadáveres o esqueletos.  Vamos por el camino que asciende, luego probaremos los otros. Sugirió al mismo tiempo que hacía un gesto con su mano para que avanzaran ellos primero. No pensaba ir primero.

No teníais mucha idea de que hacer en aquel amplio pasillo…¿iríais por arriba?, ¿por abajo?...¿o seguiríais en línea recta?. El consenso del grupo decidió que fuera en línea recta, aunque el demonio tuvo una idea bastante jugosa…levantar unos esqueletos para que empezaran a investigar la zona por ellos…aunque lamentablemente como bien dijo el nigromante, no habían muertos.

Así que tranquilamente emprendisteis el camino hacia arriba…era una escalera empinada, que a veces os hacia usar tanto los brazos como las piernas para subir a causa de lo deteriorados que estaban los escalones y…el pequeño tamaño que tenían.

Fuera como fuera…seguisteis subiendo hasta encontraros con una pequeña sala, rectangular, llena de estatuas enanas. Eran estatuas del doble de vuestro tamaño y sujetaban el techo. Habían seis.

Y al fondo de la sala…otra puerta, esta vez de piedra y con más runas. No sería demasiado dificil para vosotros el abrirla...¿y si había un tesoro al otro lado?

Lo que faltaba, un camino ascendente en mal estado... el nigromante comenzaba a detestar hacer tanto esfuerzo para nada, hasta el momento. Él era un joven intelectual cuyo esfuerzo lo usaba para aprender cada día más sobre las artes nigrománticas. Sin embargo, allí estaba, recorriendo largos trayectos en lo que posiblemente era una especie de tumba enana, esforzándose por continuar caminando por ese lugar. Realmente esperaba que hubiera algo  de valor monetario o mágico en aquella tumba. De lo contrario, estaría realmente molesto.

Ni idea para qué es ésta sala, pero hay otra puerta al final. Primero asegurémonos de que no haya trampas antes de cruzarla. Sugirió a sus dos compañeros para que tuvieran cuidado a la hora de caminar por la sala. Había algo que le decía que aquel lugar era un tanto especial. Era mejor moverse con cierta cautela.

Esperaba que hubiera algo interesante detrás de la puerta... ¿tal vez algún grimorio con conocimientos perdidos sobre la nigromancia? Bueno, siempre podía soñar ¿no? De cualquier manera, primero había que cruzar la sala, aunque sin duda él no sería el primero en hacerlo, claro que no. Por el momento, simplemente decidió hacer uso de la limitada visión que tenía para observar cualquier cosa que llamara la atención o que gritara "trampa".

-La verdad es que esto me esta cansando un poco-dije comenzando a caminar hacia la puerta, atento a las posibles trampas pero acercándome decidido a patear la puerta.

En la pesada oscuridad de esas catacumbas, podías sentir como algo se aproximaba…no sabías si era bueno o malo, aunque sentías una presencia demoniaca, ¿acaso era tu carcelero Malhazzar?...la “Sombra” como así le conocían era un ser ancestral, demoniaco…horripilante que disfrutaba de la oscuridad y la soledad…pero cuando se le encomendó que fuera tu guardián…ni siquiera mostraba interés en ti. Aunque…de vez en cuando buscaba atormentante, yendo a visitarte y ahogándote con sus miembros de sombra.

Fuera como fuera…la sombra dormitaba…hacia cientos de años que no te iba a visitar…y eso te dejó en la más profunda soledad. Arrodillada y cubierta de cadenas fuertes y bendecidas que apretaban con firmeza tus seis brazos.

Pero ahí volvía a estar esa presencia…ahí afuera se escuchaban voces, se escuchaban palabras…y antes de darte cuenta, la presencia demoniaca abrió la puerta…

El nigromante y el demonio decidieron abrir la puerta después de buscar trampas…por suerte no había nada, pero cuando la puerta se abrió de par en par, se encontraron con una estancia oscurecida…y justo en el centro de ella, rodeada de cadenas y atrapada, se encontraba una demonio…una demonio de tez morada que os miraba fijamente.

Y ahí estaba Aluka, atada a través de poderosas cadenas sagradas que resultaban una patada hacia su ego. ¿Cómo podía el hierro bendecido mantenerla a raya? A ella, reina del escape y de la traición, fiel merecedora de la desconfianza de muchos y el miedo de otros. Jamás esperó pecar de crédula en la vida, pero lo había hecho.

Todo comenzó el día en el cual decidió abandonar el trabajo de curandera en el pantano y marchó rumbo a encontrar a los héroes. En el camino debió engañar y también preguntar, mas durante lunas sin hallar pistas llegó a la ciudad de pecado donde conoció a cierto humano muy apuesto y rubio. El hincapié a esto último se debía al bajísimo porcentaje de pieles pálidas en el caluroso desierto y en consecuencia el elevado valor implícito del susodicho como potencial pareja y ¿por qué no? Espécimen de pruebas genéticas.
Sin embargo, a veces algo brillando no significa buenas noticias y envuelta en medio de determinada trampa bien elucubrada cayó víctima del encierro eterno.

No obstante el destino le tenía preparada la mejor sorpresa de todas: los salvadores irían a rescatarla y ya no debería buscarlos más, ellos la hallarían sometida, humillada y ataviada con el vestido de nacimiento; en adición estaría en sugerente posición sentada de rodillas alzadas y sus tres pares de brazos adheridos a grilletes contra la pared.

Era violácea, derrochaba fibras musculares y tamaño; dos turgentes pechos de ciento veinte centímetros le caían firmes separados a través de un pequeño esternón y gracias a la abertura de piernas dejaba ver la feminidad, cuyos labios voluminosos y carnosos formaban la fina línea de la rajita cerrada.

Cuando la estancia fue abierta, la demonesa arrugó el ceño mostrando ambos ojos encendidos en fuego verde, que fulguraba intenso debido al enfado manifiesto en su interior.
—¿Vienes a por otra ronda? ¿O acaso ya te has avergonzado de no poder ni siquiera llenarme? Escoria de hombre —espetó fúrica.

- ¿Sólo a ti? A mí también me cansa... mi cuerpo no está acostumbrado a explorar tanto... ni hablar de la maldita subida a la montaña. - Expresó molesto ante las protestas del semidemonio a medida que entraban a la sala tras la puertas. Como si él fuera el único afectado ante aquello. Ainzel era un joven de investigar las artes nigrománticas, de leer libros tras libros como un adicto y tocar los límites de la muerte... pero sin duda no era alguien con un cuerpo realmente preparado para constantes esfuerzos físicos, a pesar de que fuera bastante ágil para moverse.

Sin embargo, la conversación se vio interrumpida cuando el nigromante observó lo que había detrás de la puerta, sometida entre cadenas. Una mujer, pero bastante extraña de apariencia, que no podía ser considerada de otra manera más que una demonesa... ¿qué hacía un demonio en aquel lugar? Sí se encontraba atrapada de esa forma... era porque alguien había decidido que era mejor mantenerla así, aunque tal vez era una victima... como lo había sido la mujer escorpión cuando el kobold le había robado. No había que juzgar de acuerdo a las apariencias, al menos así lo veía el joven, teniendo en cuenta lo que él solía hacer con los muertos.

La mujer estaba completamente desnuda, y sin duda su cuerpo resultaba ser bastante atractivo para Ainzel, a pesar del color violáceo de su piel o las extremidades extras. Sin embargo, estaba claro que había sido maltratada, en especial tras oír aquellas palabras dedicadas hacia ellos, probablemente confundiéndoles con otra persona que le había hecho lo que había expresado con tanto odio.

- Mm ¿no? Mi nombre es Ainzel y no sé bien de qué hablas. Soy un nigromante, y usualmente no tengo esa clase de costumbres. - Se presentó mientras se acercaba un poco a la demonesa, aunque no demasiado, mirándola a los ojos, para no mirar a otras partes, ya que no hubiera sido apropiado y su maestra le hubiera dado una golpiza si se enteraba que se había abusado de la situación en la que la demonesa se encontraba.

- ¿Cómo has terminado así? Sería bueno que no mintieras. De eso dependerá sí te liberamos o no. - No estaba seguro si podía ser una ilusión como la que había organizado aquel kobold o sí realmente esa mujer requería de su ayuda, pero no estaba mal averiguar un poco antes de tomar una decisión. Tal vez era una poderosa criatura que en cuanto la liberaran les mataría a todos, por lo que debían de tener cuidado.

Al abrir la puerta la imagen que me encontré no era la esperada para nada.

Analicé la figura de la demonesa, de donde venía no era nada nuevo y la posición y situación en la que estaba hacia las cosas todavía más sugerentes, sin embargo las prefería con más cabello y menos brazos.

Ainzel tomó la palabra por lo que busque un rincón en el cuál apoyarme cruzado de brazos y observar. Me preguntaba que pensaría el caballero de luz sin embargo en ese momento reparé en que faltaba.

-Hey!Ainzel...perdimos a uno-fue lo único que dije.

Cuando vio a los chicos entrar a la sala, enarcó las cejas y se le notó la curvatura a raíz del fulgor de sus ojos. La luz accediendo desde afuera la molestó enseguida y chasqueó la lengua entrecerrando los párpados.

Los aventureros al acercarse pudieron notar de mejor forma que la demonesa ostentaba largo cabello rojo hasta la cintura, el cual yacía sucio y desparramado encima de su cuerpo, pues ante la ausencia del sombrero no podía esconderlo atándoselo en moño y tal cosa le hastiaba bastante.

A continuación el nigromante osó acercarse y ella movió los brazos atados a la pared, podía controlarlos a todos a la vez de manera similar a un humano con dos. Además, mostró la dentadura de tiburón alzando el carnoso labio superior y exhaló cansada.
—Aluka me llamo —dijo enfadada.

Parecía no fiarse del grupo y pese a la promesa de ser liberada, suspicaz alzó el mentón dejando las piernas separadas impudorosa.
—Me han secuestrado... ¿Han matado a Malhazzar? —preguntó cautelosa.
El otro pasó olímpicamente de ella y esta prefería eso antes de recibir abusos de incompetentes.

Bueno, aquella sí que era una bonita dentadura... para una criatura que probablemente sólo comía carne y que prometía despedazarles y comerse sus entrañas en cuanto tuviera la oportunidad. Sin embargo, su maestra le había enseñado mejor que juzgar por las apariencias, de lo contrario no habría apoyado a la mujer escorpión en su momento. Eso, y porque era hermosa, y Ainzel tenía siempre buen gusto para la belleza de todo tipo, ya fueran mujeres o incluso obras de arte.

- Un gusto, Aluka, a pesar de las circunstancias. - Le dijo a la demonesa con cierta tranquilidad, como si la situación en la que se encontraba pudiera ser resuelta en cualquier momento si ellos veían que no era una amenaza para sus vidas. No era como si no pudieran enfrentarla, tenían los medios para hacerlo, pero el nigromante realmente no se veía en la necesidad de hacerlo sí es que era posible evitarlo.

- ¿Secuestrado? ¿Por qué motivo? ¿Has hecho algo malo? Como masacrar a una aldea entera de humanos, o algún otro tipo de crimen... o éste... Malhazzar ¿es un bastardo que lo ha hecho sólo para su propia diversión? Se honesta con la respuesta. Y no, no le hemos matado, no había nadie cuando hemos llegado. - Explicó con serenidad absoluta, esperando que todo aquello se resolviera y que la demonesa sólo fuera una víctima y no una criminal que merecía estar encerrada. Ainzel detestaba los encierros, consideraba que si alguien era maligno, había que simplemente matarle y ya. Todo se solucionaba cuando el problema era eliminado por completo. ¿Para qué encerrar a alguien malvado?

- ¿Eh? Ah, mierda... espero que no haya caído en una trampa. Sería lo que nos faltaba. - Expresó realmente molesto luego de escuchar las palabras del semidemonio. El rubio había desaparecido. La verdad es que no sabía muy bien qué era lo que pasaba por su cabeza. Por un lado, tenían formas de pensar totalmente diferentes, al punto de que había preferido apoyar a un maldito mercader, que eran unos malditos cerdos que se alimentaban por medio de las estafas y las especulaciones respecto a los precios, en vez de ponerse del lado de la mujer escorpión sólo porque era un monstruo. Incluso los monstruos podían tener sentimientos.

- Bueno, luego le buscaremos. Sabe cuidarse sólo. Primero resolvamos éste problema. - Concluyó al final, tras pensar en lo que sería mejor hacer en esa situación. Probablemente el rubio se había marchado para hacer sus necesidad lejos de ellos para tener un poco de privacidad, quién sabe.

Parecía que algo había sorprendido a la demonesa, si bien el nigromante ignoraba la razón por la cual podría estar sorprendida. Tal vez era su báculo hecho a base de huesos humanos junto con un cráneo al final con gema roja en el medio, o el hecho de que a pesar de que fuera una demonesa, el joven se había dignado a conversar con ella en aquella situación tan extraña. Bueno, extraña en el sentido de que él hablara con la mujer, y no tan extraña en el hecho de encontrarse a un demonio encadenado, eso sería normal en el accionar de muchos otros humanos.

- Ah, de buena educación. Eso es de agradecer. - Le dijo a Aluka en el momento en el que ésta le respondió de manera educada. Sin duda no actuaba como alguien de poco razonamiento y sed de sangre, por lo que una conversación educada con la misma era más que posible. Si bien Ainzel hubiera deseado que ésta dejara de ponerse en esas posiciones que resultaban un tanto eróticas para el hechicero, a quien se le hacía difícil mantener una conversación cuando la persona estaba completamente desnuda.

- Mm, supongo que esa podría ser una de las razones. Y viendo que no pareces una mujer desquiciada sedienta de sangre, me arriesgo a pensar que ese ha sido el caso. - Afirmó luego de oír a la demonesa indicarle de manera un tanto sutil, cuál podría haber sido el motivo de su encierro. Al nigromante mucho no le agradaba esa clase de razones, principalmente porque consideraba que era un acto despreciable al mismo nivel que la especulación de los precios por parte de los mercaderes.

- Sólo te advierto que si intentas algo, tendremos que matarte, y no me gustaría hacerlo ya que considero que eres alguien razonable, a pesar de la situación en la que te encuentras. - Le explicó para luego dedicarle una sonrisa que buscaba tranquilizarla y asegurarle que la liberarían muy pronto. Sin pensarlo demasiado, luego de haber llegado a esa conclusión, el nigromante invocó una especie de espada oscura que parecía tener vida propia mientras flotaba alrededor del joven hechicero, deseosa por cortar algo.

- Se tan amable de liberar a la señorita Aluka. - Le pidió a la espada, la cual pareció moverse de manera como si asintiera ante la petición de su invocador, antes de abalanzarse sobre las cadenas con la intención de dejar libre a la demonesa encadenada. La espada, a pesar de estar compuesta de una energía oscura extraña, en vez de metal, parecía realmente filosa, pareciendo que no sería de mucha dificultad para la misma terminar con aquellas cadenas por más sagradas que fueran.

La espada chocó contra la cadena, emitiendo un extraño y poderoso zumbido del que Aluka pudo percatarse...era extraño, como si un panal de abejas hubiera sido agitado.

En cuanto a la espada, Ainzel pudo sentir un leve tirón en el brazo, nada más que un pequeño pinchazo de dolor mientras las cadenas se partían en dos, irradiando una extraña energía verde durante apenas unos segundos para entonces quedar frías, inertes y oxidadas.
Aluka era libre.

Bla, bla, bla... El nigromante no paraba de hablar y ella estaba demasiado ansiosa deseando ser salvada. Entonces desvió la atención a un punto ciego de la sala y esperó impaciente a que el otro terminara. Pero la aparición de la espada la tomó por sorpresa y enarcando las cejas giró la atención al filo.
—¿Hm? ¿No eras nigromante? —preguntó extrañada.

A continuación oyó cierto zumbido notando las cadenas ceder y sonrió de oreja a oreja meneando las tres muñecas izquierdas mientras las frotaba mediante las manos diestras.
—Por fin... —dijo más relajada.

La postura erótica ni falta le hizo, pues los muchachos daban la impresión de vegetales asexuados, aun así la mantuvo gracias a la sensación liberadora de permanecer en pelotas.

Transcurridos escasos segundos, encargó a las palmas el trabajo de ponerla de pie y cual araña usó la pared de sostén en aras de quedar erguida. Le temblaban las piernas, dolía la cintura y olía a sexo, mas actuaba bastante desvergonzada.
—Tanto tiempo sentada, no me funcionan las piernas del todo bien —explicó gruñendo.

En cuanto la vieron parada, atestiguaron los dos metros y cinco centímetros de los que gozaba, además percibieron su figura fibrada de musculatura entrenada.
—Necesito un baño urgente —añadió y observó al niño encargado de liberarla—. Supongo que debo darte las gracias, ¿o acaso esperas algo a cambio?
La mirada verdosa encendida fuego de la mujerona fulguraba en la oscuridad sin quemarle las cejas.

Parecía que hubo alguna especie de resistencia mágica al cortar aquellas cadenas, probablemente el aspecto sagrado que emitían las mismas, o al menos eso supuso cuando sintió aquel pequeño dolor en su brazo, un precio a pagar si con eso podía rescatar a una persona inocente de un destino horrible. No era como si quisiera salvar a todo el mundo, pero esa clase de cosas le desagradaban demasiado como para tolerarlas y permitir que continuaran sucediendo. De cualquier manera, al ver que la demonesa era liberada por fin, el nigromante sonrió complacido masajeándose un poco el brazo ante el dolor. La espada oscura no tardó en desaparecer tras haber cumplido con su tarea.

- Lo soy. No sólo nos dedicamos a levantar cadáveres, querida. La energía negativa es nuestra principal fuente de poder, y esa espada no era exactamente de metal. - Le respondió a la demonesa mientras veía como ésta se iba adaptando al hecho de haber sido liberada y el tiempo que había estado encadenada, probablemente afectando bastante los músculos de sus extremidades. Estaba claro que le llevaría un tiempo volver a tener un control ideal de su cuerpo pero eso ya no era problema de Ainzel, sino de ella. Él había hecho demasiado al liberarla de su "prisión". Aún tenían que buscar al caballero de la luz que probablemente había caído en una trampa o algo semejante.

- Me imagino, no es bueno estar encadenada durante mucho tiempo, además de ser sometida a... esa clase de tormentos. - Expresó con cierta frialdad como si no le agradara mucho lo que había hecho esa persona con la mujer. Había cosas que eran correctas para el nigromante, cosas que a otros les habría aterrado y causado cierto desagrado. Sin embargo, violar constantemente a una mujer encadenada no era una de las cosas que al joven hechicero le pareciera de buen gusto.

- Tendremos que ir a la ciudad para eso, no veo ninguna fuente de agua cercana. Y no, con las gracias es suficiente. No tiendo a pedir "favores" por liberar a alguien de algo así. Puedes seguirnos si quieres. - Se encogió de hombros como si ya hubiera cumplido con su trabajo y no tuviera ningún motivo para permanecer allí. Se habían desviado demasiado de su misión. Aún no habían visitado la ciudad y tenían que asegurarse de que la princesa estuviera bien, a riesgo de que cayera en las garras del Rey Demonio.

Dicho aquello, comenzó a caminar hacia la salida del cuarto, con la intención de ver si encontraba a Johann en el camino, de lo contrario le dejaría allí para continuar su camino a la ciudad. Se habían distraído demasiado en aquel lugar, y sólo habían encontrado a una demonesa desnuda y encadenada. Nada de tesoros mágicos de gran poder... aquello le había molestado un poco.

Justo cuando os dirigías a la entrada…todo pareció ponerse más oscuro aún, como…como si una presencia estuviera en esa habitación. Zehan desenvainó su espada.-Aquí hay algo…en esta habitación…puedo notar su presencia….¿Que has liberado mujer?-Estaba enfadado, incluso sus ojos se encendieron con un fulgor inusual.

Mientras tanto podíais sentir como una espesa niebla comenzaba a formarse en vuestra habitación. No comprendiais muy bien el porque...no podíais verla, pero la sentiais a vuestro alrededor.

Cuando todo se oscureció, Ainzel supo que iban a tener problemas. ¿Por qué todo tenía que resultar problemático? ¿No podía una caminata por unas ruinas terminar de manera tranquila y pacífica? Tal vez debería de haber elegido otra cosa que estudiar. Si alguien le hubiera dicho que el ser un nigromante le traería tantos problemas como el que una diosa te declarara una especie de héroe, el joven habría elegido otro camino en su vida. Él sólo deseaba continuar con sus experimentos en paz, pero resultaba que tenía que derrotar a un Rey Demonio y que encima ahora estaban nuevamente en problemas. Suspirando, prestó atención a lo que sucedía, saliendo de su caos mental para hacer frente a lo que sea que atentara contra sus vidas.

- Eso me pasa por andar liberando demonesas de lugares desconocidos. Uno quiere hacer un acto bueno y luego suceden estas cosas. - Murmuró de bastante mal humor mientras se preparaba con su báculo para otra pelea posiblemente inevitable. Al menos tenía al semi demonio de su lado, aunque no podía decir lo mismo de Aluka, apenas la conocía y tal vez ella estaba involucrada. Tal vez todo había sido una trampa desde el principio. Nunca confíes en la damisela en peligro, le dijo siempre su maestra. Cuanta razón.

- Magnifico, posiblemente vamos a morir todos ahogados por lo que sea que está llenando la habitación. - Expresó un tanto aterrado ante la posibilidad de morir de esa manera. Era preferible un corte rápido a la cabeza, antes que morir ahogados o que le clavaran algo en el estómago. Sea como sea, había que actuar con rapidez antes de que murieran en aquel lugar. No tenía idea a qué se estaban enfrentando y debían captar la situación.