Marvin miró a Santana de arriba a abajo, incrédulo.
— ¿Pues para qué va a ser, mejicano? ¡Para que no nos las quiten! — se dio unos golpecitos en la sien, como si fuera obvio — Entre que vamos a Tombstone y luego volvemos con los mulos no sabemos lo que vamos a tardar. ¿Y si viene un listillo y nos lo levanta todo? Ya nos han levantado bastante. Hijos de puta todos... — gruñó entre dientes.
Dicho eso, preparó de nuevo sus cosas, escupió un gargajo negro al suelo y se subió a su caballo. Una vez encima levantó ligeramente las nalgas y dejó salir una sonora ventosidad, producto de la barriga aún revuelta, en dirección al fuerte.
— Que te jodan, fuerte Ironscream de los cojones. Venga, vámonos. — tiró de las riendas para volver a Tombstone al abrigo de la noche.