- Lo decía por los podridos... - Se encogió de hombros. - No sea que alguno de ellos venga en nuestra dirección y se nos coma un pie mientras dormimos, pero... - Bostezó muerto de sueño. - Supongo que es un riesgo que estoy dispuesto a correr... - Dijo mientras estiraba los brazos hacia el cielo. - Espero que si pasa algo, los caballos nos despierten. No les gustan esas cosas...
Y dicho aquello, el bueno de William Rivers se dispuso a cerrar los ojos y descansar un buen rato. Estaba tan agotado que no le iba a costar demasiado conciliar el sueño y menos en aquel lugar donde construiría sin duda una cabaña para pasar allí unos cuantos años, de no ser porque estaba demasiado cerca del pueblo de locos de donde procedía.
Marvin se quedó un rato anonadado tras la reja. ¿Cómo alguien podía hablar tanto, maldita sea? Transcurrieron varios minutos así, casi hipnotizado mirando la boca del hombre hasta que un dolor detrás del ojo hizo que Marvin reaccionara.
— Oiga, oiga. Espere, cállese un momento, ¿quiere? — dijo finalmente, tras varios intentos infructuosos de imponerse en la conversación — Escúcheme usted ahora, Leon de Bank Co... Verá, yo... ¡Pero cállese, que quiero hablar yo, caray! Verá amigo, vengo a cobrar la recompensa de este papel firmado por el señor Clifton Reeves. Quiero el dinero y meterlo en una caja fuerte, bien fuerte. Como esa tan buena que me ha ofrecido. Blindada y a prueba de dinamita, eso me gusta. Con una combinación que sólo yo conozca. Quiero llevarla en mi carro, ¿sabe?
JAJAJA qué bueno, me meo con el banquero Stan xd
- Dudo que queden cosas de esas por aquí cerca... salvo ese... tipo... ¿cómo se llamaba? El que nos encontramos al salir de Tombstone... bueno... entró por el otro lado, así que dudo que le veamos por aquí... - dijo Santana acomodándose el sombrero.
- Y sí, los caballos nos alertarán. A ellos no les gusta su olor... pero tampoco sé como aguantan el nuestro. - Y el mexicano rompió a reír sabiendo lo mal que olían ambos después de ser agarrados por aquellas cosas y no solo eso, sino que salpicados en algunas circunstancias, por no decir que cayeron sobre ellos.
- No te voy a mentir, no intentaré quedarme despierto. Prefiero soñar con ese dinero en mis manos...
El hombre guardó silencio unos segundos cuando Marvin le detuvo. Le miró de arriba a abajo y le escuchó o al menos eso parecía. Miró el papel y luego se lo entregó al escuchar donde quería que estuviese. - Pues ya está donde quiere, en la mejor de las cajas fuertes del mercado. ¿Para qué sacarlo de aquí si no encontrará un lugar más seguro? - Nuevamente sus manos no dejaban de gesticular y su boca de moverse. ¿Acaso aquel tipo no bebía agua ni respieraba?
Pero se quedó callado cuando te escuchó decir lo de que quería llevarla en su carro y comenzó a reír. Tanto que sus ojos pronto comenzaron a soltar lágrimas po ello.
- Perdón, perdón. Pero esta caja no se puede llevar en un carro ni en dos. Además, para hacerse con una tendría que hablar con mis superiores en Boston, usted debería pagarla y en un mes o dos, dependiendo de lo que tarden en arreglar la vía del tren, la tendría aquí, pero no se podría mover de aquí una vez montanda. - El tipo seguía hablando, se dio la vuelta y abrió la puerta. - Mire el grosor de la puerta, las paredes y lo demás es así, olvídese amigo. - Cerró de nuevo.
- Lo mejor que puede hacer es comprar cofres y cargarlos en su carro. Para que no haya problemas, los puede traer aquí, los abre para que vea que están vacíos, los meto en la caja y se los voy llenando. Durante el proceso dejaré el banco cerrado y luego abriré para que pueda subirlos a su carruaje, pero no podrá hacer mucho más porque cuanto más peso más caballos y mejor carruaje. Y espero que haya comprado uno bueno y caballos de tiro, porque otros no podrán mover la carga... y eso que hablamos de papel y no de lingotes de oro... mi primo tiene una tienda no muy lejos, pregunte por Sant, el le enseñará los mejores cofres que se fabrican en la ciudad y bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla...
Algo te decía que su primo debía ser como aquel tipo, pero quedaba claro que la caja fuerte estaba descartada, aunque el tren... no podía ir hacia el este, pero sí hacia el oeste...
Está basado en Stan de la saga de juegos The Monkey Island. En la primera aventura era vendedor de barcos si no recuerdo mal y se movía así y no paraba de rajar. Siempre me gustó ese personaje.
- Pues ahora que lo dices... - Sonrió Will. - Todavía no hace demasiado frío, ¿verdad? - Se encogió de hombros. - Creo que me voy a bañar en el río. Nunca antes había estado tan sucio. - Soltó una profunda y sincera carcajada.
Y es que no se había lavado después de la carnicería del fuerte y estaba repleto de salpicones de sangre y otras excrecencias procedentes de aquella pobre gente que había sucumbido a tan terrible enfermedad. Lo que más le preocupaba era que no bajara demasiado la temperatura y todavía estuviera mojado, pues no tenía nada con lo que secarse, pero si todavía hacía el suficiente calor como para asearse un poco, sin duda lo haría.
Pues eso, si veo que no me voy a congelar luego, me lavo y lavo la ropa y la pongo a secar, aunque sea cerca del fuego. Que vamos sucios como gorrinos!
Marvin escuchaba al tipo. Diablos, ese hombre debía de haber comido lengua. Incapaz de mantener la atención, Marvin empezó a asentir a todo como si escuchara mientras pensaba en cómo resolver el asunto. Entonces, mirando una mosca que había en la pared de detrás del tipo, se le ocurrió la solución. ¡El tren! Maldición, se le tenía que haber ocurrido antes. En fin.
Levantó una mano para interrumpir al banquero. Le costaron varios intentos de cortar la retahíla.
— Un momento, un momento... ¡un momento, caray! ¿Cofres ha dicho? ¿Con su llave? Oh, eso es perfecto. Verá, se me ha ocurrido que quiero ir al este, hacia San Francisco. Con el tren, ¿sabe? ¿Necesitaré los cofres? ¿O cómo me dará usted el dinero, Leon? Ya sabe, no puedo echarlo a granel a un vagón, ¿me entiende?
El hombre guardó silencio unos segundos y se quedó pensando. - Como mucho en las sacas donde está separado ahora mismo del resto del dinero. El señor Reeves se engargó de tenerlo listo así para no tener que estar contando, pues es mucha cantidad de dinero y no tener la caja abierta tanto tiempo. Eso sí, por lo que vi en la nota le tengo que descontar 500$, pues no está la totalidad de la recompensa anotada en ella. Lo siento, estas cosas son así que luego quien paga estos errores soy yo y soy un humilde empleado que se juega la vida a diario custidiando desde esta reja la caja fuerte y asegurándome de que la compañía no pierda ni un céntimo y bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla...
De nuevo el tipo se volvió imparable y lo más increíble es que no paraba ni para respirar.
Diablos, a Marvin nunca se le había ocurrido que mover tanto dinero podría ser un problema. Ni que en el banco hubiera un tío tan plasta y que hablara sin coger aire. Esos malditos pulmones tenían que ser del tamaño de los de una vaca.
— ¡Vale, vale! — dijo de nuevo tratando de interrumpir al tipo — Por los 500 dólares no se preocupe, ya me lo dijo el señor Reeves. Mientras esté el dinero restante... Oiga, hagamos una cosa. Vaya usted contando y separando bien las sacas mientras voy a comprar unos cuantos cofres en la cofrería de su primo y ahora vuelvo con ellos y unos cuantos hombres que me ayuden a cargarlos, ¿de acuerdo?
Tras eso, asegurándose que recuperaba el documento y que el tipo del banco le daba las indicaciones adecuadas y el número de cofres que necesitaría, Marvin salió del banco y dirigió al establecimiento del tal Sant. Luego pasaría por el saloon, y llamaría a los del Equipo A para que le ayudaran a cargar los cofres y luego echarlos al tren. Mientras caminaba miró al cielo. Tenía que enterarse también de a qué hora salía el tren.
Resopló. Las gestiones de los ricos podían ser agotadoras. Sobre todo si todos los banqueros eran así de plastas. Sólo esperaba que el tipo de los cofres nuevos y usados no fuera una maldita cotorra como su primo, aunque sabía que podía ser hasta peor.
Jefa, por si quieres hacer un poco de flashforward, que me da cosa tener a William esperando mis gestiones de ricachón xD mi idea a grandes rasgos es:
- Enterarme a qué hora sale el tren.
- Pasar por el saloon y traerme al equipo A y al resto de la cuadrilla para cargar cofres al carro y luego al tren.
- Ir a la tienda del primo del banquero y pillar los cofres necesarios. Llenarlos con la pasta y echarlos al carro.
- Cargar todo lo del carro en el tren con ayuda de los muchachos y pirarme de Tombstone.
- Recoger a la tetona de su pueblo para pedir su mano, aprovechando que estoy inmaculadamente limpio e inusualmente forrado.
- Largarme a San Francisco.
- Montar la destilería de mis sueños y un rancho a las afueras para tener un chorro de hijos que hereden mi imperio alcohólico que se hundirá durante la ley seca probablemente, y hasta entonces beber y follar como si no hubiera un mañana hasta morir.
- Tú dale. Yo soy más de secano. - Rió el mexicano y se quedó recostado en el suelo.
El agua estaba buena y el sol no tardaría en secar tu ropa mojada y menos aún con la ayuda de la hoguera. Mientras ambos esperábais noticias de Marvin, un chico se acercó montado a caballo y tirando de una mula que iba cargada por ambos lados.
- Buenos días. ¿Son ustedes los amigos de Marvin? - Preguntó el joven que no llegaría a los 18 años.
Santana miró a Will, que estaba desnudo y rápidamente miró al chico para borrar aquella imagen de su cabeza. - Sí, somos nosotros. - Le respondió.
- Entonces esto es para ustedes. - Descendió del caballo y tiró de las riendas de la mula para entregárselas a Santana. Se notaba que la desnudez de Will no era de su agrado. - Está todo lo que me pidió que les entregase: agua y provisiones para varios días y me dijo que les desease suerte.
El muchacho regresó a su montura y se tocó el ala del sombrero. - Yo también les deseo suerte. Debo regresar con mi patrón cuanto antes. - Y sonrió a los hombres. Aquella sonrisa estaba clara. Era la del dinero que iba a ganar a costa de Marvin. No solo les había dejado vendidos, sino que les había cambiado por otros...
William sonrió. Marvin había demostrado ser lo que su nombre indicaba, una jodida rata. Aquel desenlace era realmente bastante esperado. La amistad que les había unido hasta el momento pendía de un frágil hilo llamado dinero y finalmente se había roto cuando la bolsa con el oro pesó lo suficiente.
- Deséele suerte también. - Le dijo Will con una asombrosa sinceridad. - Y dígale que ya nos encontraremos. Los caminos del destino son realmente curiosos en ocasiones...
Aunque pudiera aparentarlo William no le deseaba ningún mal a ese hombre. Les había dado la carreta y las provisiones que habían pedido. Con eso podían iniciar una nueva vida lejos de allí. Si podían vender las armas, mucho mejor y si no siempre le quedaba el esfuerzo y el trabajo duro para salir adelante.
- Y buena suerte a usted también. - Le deseó al chico. - Con un patrón así, la va a necesitar. - Sonrió.
Entonces miró a Santana. No sabía cómo se lo iba a tomar el mejicano, pero dada la prohibición que recaía sobre ellos de pisar Tombstone, lo mejor que podían hacer era simplemente seguir su propio camino.
- ¿Dormimos hoy aquí y mañana seguimos en nuestro camino? - Le preguntó al sureño.
- ¡Maldita Rata! ¡Nunca debimos fiarnos de él y menos cuando se enorgullece de su apodo! - Se quejó el mexicano tras la visita del muchacho y lanzó su sombrero al suelo y saltó de rabia.
De hecho estuvo hasta tentado en sacar su revólver y matar al crío, pero eso no le haría sentir mejor.
- Si se marcha, lo hará por la otra salida... vamos más rápidos que él... eso seguro, pero me da que ya se habrá encargado de coger a más críos como escolta. - Añadió bajando el tono de voz.
- Sí, mejor descansar aquí... - Estaba dolido. Al final era mucho dinero, pero lo que le dolía era como le había traicionado aquella... rata. - Porque si nos vamos ya y nos lo cruzamos... juro que le mato. De hecho, como me cruce con él algún día... será su último día. - Y se besó la mano a modo de promesa y miró a Will. - Pero vístete con algo... que me empieza a dar vergüenza ajena que estés así.
Y se volvió a acostar, cabreado, no sin antes coger su sombrero del suelo para limpiarlo de alguna brizna de hierba y colocárselo en su cabeza. - ¿A dónde iremos? Yo no pienso volver a ser un granjero... se dice que se gana bastante dinero como cazarrecompensas... eso o montar una banda de ladrones, buscar a Marvin y... - Cerró los ojos, sin saber que futuro les depararía.
Por fortuna par ti, el primo de Stand era bastante callado, tanto, que si no fuese porque entendías de cofres y de sistemas de apertura con palanca, tardarías el doble que con su primo el charlatán para encontrar lo que buscabas. Le dijiste que te preparase unos cuantos y regresaste al saloon a por tus chicos.
El crío estaba allí ya. - Encargo hecho patrón. Parece que no les sorprendió mucho que llegase con eso para ellos. - Dijo el chico. - Uno de ellos le deseó suerte y dijo que... ¿cómo era? ¡Ah sí! Ya nos encontraremos. Los caminos del destino son realmente curiosos en ocasiones... - Añadió de esta manera el recado de Will a Rata. - El otro no dijo nada.
A tu señal, los hombres recogieron sus cosas, pagaron lo que debían y te siguieron cogiendo sus monturas. En pocos minutos tenías el carro lleno de cofres, y minutos más tarde esos cofres estaban con el dinero de la recompensa en ellos. Stan pareció levantarle dolor de cabeza a todos y nadie se molestó en hacer un recuento porque era imposible hacerlo. Simplemente metieron las sacas en los cofres y los fueron cerrando.
El tren tardaría una media hora en llegar.
Una vez allí, el tipo del puro te miró a los ojos. - ¿Aquí acaba nuestro trabajo o quiere que le escoltemos en el tren? Para ello tendrá que comprarnos los billetes, asignarnos ya en la estación como su equipo de seguridad para poder estar cerca de la caja fuerte y por supuesto, poder meter a nuestros caballos en el tren. No les vamos a dejar aquí.
El hombre que había perdido todo en el saloon miró a Marvin. - A mí con que me pague ahora y pueda volver a casa con algo de dinero para mi señora, me llega, patrón. No necesito ir más lejos...
— Buen trabajo, chico. — respondió al muchacho. Le caía bien. Le recordaba a él cuando era más joven, incluso en lo guapo.
Suspiró largamente al salir del banco masajeándose las sienes. Por Dios que los banqueros del mundo no fueran todos así. De lo contrario acabaría disparando a alguno.
Se había apoyado en el carro lleno de dinero totalmente agotado, pero trató de recomponerse lo mejor que pudo y miró a sus hombres.
— ¡Bien, caballeros! Ya tenemos el carro lleno. ¿Quiere marcharse? No hay problema. Le pagaré por el rato de trabajo. — se metió en el carro y abrió el cofre más cercano para sacar unos cuantos dólares para pagar al hombre sudoroso y de paso un puñado más para comprar los billetes de los demás hombres y sus caballos. Y el suyo propio, claro. No lo iba a dejar allí tampoco. Contó unos pocos billetes y se los entregó al sudoroso — Tenga, tenga. Su señora se pondrá contenta, ¿eh? Bien, en cuanto a vosotros, necesito que me escoltéis en el tren hasta San Francisco. Quiero que me escoltéis hasta que pueda gastarme el dinero allí. O meterlo en algún banco. — Marvin no quería meter el dinero en el banco, y menos si daba con otro banquero igual... pero todos los ricos lo hacían. Si quería ser rico, tenía que empezar por imitar a los ricos. — Luego podéis seguir trabajando conmigo o buscaros la vida como queráis. Necesitaré gente para llevar el rancho que me compre a las afuera. De momento, os pagaré vuestros billetes y los de vuestros caballos. ¿Alguna pregunta más, caballeros?
Si todo estaba en orden, iría con el chico, el estafador de las cartas y el autodenominado Equipo A a la estación, compraría los billetes necesarios, cargaría los cofres y se largarían de allí por fin.
Todo fue un poco revuelo a la hora de subir al tren. A Marvin no le dejaban subir el carromato, pues no había sitio. Si quería subirlo, tendría que ser hecho astillas. Luego, al solicitar que se metiese el dinero en la caja fuerte del tren, tuvieron que salir a revisarlo y acabar rellenando unos formularios donde decía que aquellos hombres que le acompañaban eran su escolta privada y la del dinero, lo que les dio acceso a sus muchachos al vagón de la caja fuerte para tenerla controlada.
Marvin se quedó de nuevo con un buen fajo de billetes y recordó al hombre sudoroso lo feliz que volvía a su casa con el pago recibido al tiempo que alardeaba de tener tanto dinero. - Señor, debería ser más cuidadoso con el dinero, no se sabe quienes están en este vagón. - Le dijo el tipo que conoció jugando a las cartas mientras miraba al resto de viajeros.
El tren no tardó mucho más en salir, de regreso por donde habían venido. En una horas Marvin se reuniría con su amada a la cual quería de verdad, no por sus enormes peras. Sino que todo era puro y sincero con ella al igual que ella le correspondería a él, por su amor no por los billetes que tenía en el banco.
El tren era de lo más seguro por lo que decían. La locomotora iba en cabeza, seguida del vagón con la caja fuerte y pertenencias caras, luego el vagon de primera clase, detras dos de segunda clase, por no llamarles pobres y después los de mercancías donde estaban las monturas o las pertenencias más baratas. Si algo fallaba en la locomotora y no podía tirar, se iban soltando los vagones de atrás hacia adelante, dejándolos abandonados hasta que pudiesen recogerlos. Algo que no solía suceder.
En la siguiente estación, Weststone, subieron dos militares con un cofre, el cual mostraron y les dieron permiso para acceder y custodiarlo en la zona de la caja fuerte. El tipo del puro se acercó a Marvin. - ¡Patrón! ¡Esto no me gusta nada! ¡Iré a ver que pasa con los muchachos! ¡No se mueva de aquí!
El tren arrancó de nuevo, sin más militares en él y el tipo del puro había reunido a casi todos tus hombres al final del vagón. Solo faltaban el crío y el melenas rubio que estaban custodiando el vagón de la caja fuerte. Los hombres asintieron a las palabras del tipo del puro y uno a uno fueron pasando al vagón de mercancías.
Solo se oía la locomotora y el tren moverse por las vías. Nadie decía nada.
Minutos más tarde, se abrió la puerta del vagón de primera clase y aparecieron los dos militares, desarmados y con las manos arriba. El tipo del puro les apuntaba con una pistola y miró a Marvin. - ¡Listo patrón! - Y empujó a los hombres hacia adelate. - ¡Me encanta que los planes salgan bien! - Dijo sonriendo y se llevó el puro a la boca, luego dio un paso atrás, mientras que el tipo más musculado de todos, sacaba el anclaje de los vagones.
Poco a poco el tren o más bien los vagones del tren, comenzaron a perder velocidad en medio de la nada.
Los ocupantes del vagón miraban a Marvin con rabia y le comenzaron a señalar como el líder de la banda de ladrones, al tiempo que el pobre veía su fortuna marcharse por aquella puerta y aquellos sujetos, ladrones de verdad, le dejaban allí tirado.
Tiempo después, descubrió que eran una banda que se dedicaba al asalto de trenes y que tenían la intención de robar ese, cuando la recaudación militar estuviese por completo en el tren, pero la fortuna de Marvin era mayor y más sencilla de robar, puesto que además era demasiado confiado para todo... les resultó fácil engañarle.