El haz de la linterna iluminó un rostro deforme, con una boca espantosa, varias veces más grande que cualquier boca que hubiese visto jamás. Empezaba bajo la oreja izquierda y terminaba en la oreja opuesta, y allí despuntaba en una hilera imposible de dientes enormes. Sus ojos eran dos fuegos fatuos en una cara manifiestamente animal. Y había sangre. Sangre en sus facciones, sangre alrededor de la boca y sangre en la ropa.
Sangre.