Gonzalo tenía los ojos anegados en lágrimas mientras se dejaba llevar por Tyler hacia el embarcadero, como minutos antes Irina estaba dejándose llevar por él mismo. Se sentía torpe e imbécil. Había valorado mal la situación, y ahora la mujer iba a morir para salvarles de esas criaturas y no había absolutamente nada que él pudiera hacer para evitarlo con sus mermadas fuerzas.
Cuando llegó a la altura de Gregorio, que aún permanecía acurrucado en el suelo le miró con los ojos llenos de arrepentimiento. - Lo siento mucho... Pensé... Pensaba... - No era capaz de expresar el torrente de emociones que estaban pasando a través de él en ese momento, por lo que dejó de tratar de disculparse. No podía mirar a los ojos al frágil ayudante pero se dirigió a él, porque se merecía conocer las palabras de su jefa. Habló suficientemente alto como para que el resto le escuchara también. - Me ha dicho que salgamos de aquí y busquemos a los suyos. Que tú sabes y nos contarás. Va a tratar de ganar tiempo para que escapemos. A Tyler no le quedan balas. Tenemos que irnos. Dice que hay poco tiempo para detenerlos y que debemos salir de aquí ahora. - "Sálvalos", había dicho. ¿Estaba en su mano?. Él no era más que un niñato que tomaba malas decisiones, no creía que pudiera salvar a nadie.
Se subió en el barco junto a los demás y se sentó en un rincón a llorar mientras sus compañeros operaban el vehículo.
Nacho sentía cómo se le estrujaban las tripas al ver a la Sra. Irina a lo lejos, sola con las criaturas. Sabía que no podían hacer nada que y debían dejarla, pero eso no hacía la situación más fácil. Tragó saliva con dificultad y se giró a mirar a la gente que efectivamente estaba allí. Gente agotada, gente asustada, gente herida. Con Gonzalo no quería ni hablar en ese momento, mejor dejarlo llorar solo. Con quien sí quería hablar era con Gregorio, pero primero lo primero, y lo primero era salir de allí.
_¿Artai, tú sabes cómo navegar esto, además de repararlo? Yo tengo algunas ideas mínimas por haber visto a amigos hacerlo. Puedo ayudarte. Tenemos que salir de aquí ahora.
Iago se suelta del agarre de Anne y se dirige hacia el motor que arranca a la primera y de ahí al timón.
Se deixo que uns nenos conduzan o meu barco merezco todo o malo que me pase. Agarradevos e buscadevos os chalecos, ese burato pinta mal e non sei se chegaremos á costa... non sei.
Anne os cuenta que esta fue la barca de pesca de Iago cuando era joven y luego reconvertida a barca de transporte de los visitantes del pazo. Artai intenta achicar agua como puede con la ayuda de Ana y Pepe, Gonzalo se ha quedado sentado junto a Gregorio sin intención de moverse y debe ser Nacho quien busque los chalecos para colocárselos por encima. Tyler mira nervioso hacia atrás vigilando que nadie ni nada os persiga.
El embarcadero se aleja y desaparece rápidamente entre la oscuridad que se va imponiendo y las olas que van ganando fuerza al llegar a mar abierto. Por suerte la costa está muy cercana y se distinguen algunas luces... poca luces, demasiadas pocas luces. El único sonido es el golpear de las olas y los juramentos de Artai que ve que el agua les está ganando la batalla y a mitad de viaje todos tenéis los pies metidos en unos dedos de agua. Cuando ya distinguís el puerto el agua os llega por los tobillos y cada movimiento de la barca os hace notar el exceso de peso acumulado, si no hubiera sido por las habilidades de Artai os hubierais hundido en mitad del mar.
El pueblecito desde el que embarcasteis es cierto que apenas tenía habitantes al ser un lugar turístico y no ser época de recibir visitantes pero las casas apagadas, las farolas caídas, barcos semi hundidos... no es precisamente un buen recibimiento. Iago lleva la barca hacia un fondeadero solitario donde la arena detiene el movimiento en seco y os apremia a salir. No muy lejos, en alguna de las casas, suena un grito de mujer desgarrador que se detiene en seco. Tal vez lo que ha pasado en la isla también esté pasando en tierra... tal vez...