Partida Rol por web

El conjuro del trasgo hace efecto y cuando el hombre lagarto se estaba dando la vuelta queda congelado en el acto. En ese preciso instante aparecen por la puerta que hay tras el trasgo el tabernero, el gnomo y el humano que estaban en el piso inferior y que fueron alertados por el guardia momentos antes.

Conoces la criatura, un carroñero reptante, un tipo de aberración proveniente de las profundidades de la tierra. Si bien al adentrarse en el bosque hay cuevas y túneles subterráneos, que te son conocidos y los cuales te han sido imposibles de trazar mapas para guiarte en ellos, estos bichos han hecho de ellos su hogar y su territorio, allí rara vez necesitan una presa pues los laberintos que se forman hacen inevitable el final para aquellas "presas" que se adentran con menos perspicacia que un explorador experimentado. No obstante han hecho un largo camino desde allá donde vengan. 

Físicamente este gusano verde y largo usa sus ocho tentáculos para paralizar a sus víctimas, las que todavía están vivas, y después seccionar partes de su cuerpo hasta solucionar ese "inconveniente" (me refiero, claro está, a estar vivas).

La patrulla ha avanzado hasta la posición del capitán de la guardia que se ha visto sorprendido por otro de estos gusanos atacando por su flanco derecho con sus tentáculos, dos de los cuales impactan sobre él pero sin efecto alguno. Acto seguido levanta de nuevo sobre su maza para rematar al que ambos habíais atacado con no demasiado acierto.

El gusano moribundo se levanta en un intento similar al de su compañero. Uno tras otro esquiva con gran destreza los tentáculos hasta que tres de ellos le impactan, sólo uno consigue su cometido. El capitán está paralizado frente a las dos criaturas y temes por su vida, pues sabes que una vez entrado en ese estado tardará un tiempo en salir de él, y, eso podría ser su perdición.

Hwestadîn abre bien los ojos al ver como el capitán ha caído paralizado debido a los fluidos tóxicos de los carroñeros. Su primera flecha sale disparada demasiado pronto y no encuentra objetivo, sin embargo la segunda la lanza buscando acabar con la vida del primer reptante que vio. Esa flecha debería ser suficiente para terminar con su vida. piensa la elfa. La segunda la lanza al nuevo carroñero que hace presencia. Debía darse prisa... cada minuto que gastaba con los carroñeros era un posible minuto para que otro soldado cayese bajo la peculiar forma de caza de aquellos seres. Y ahora que caía... era raro que aquellos seres hubiesen hecho un camino tan largo ¿Que les había provocado salir de sus túneles? ¿Acaso era la falta de comida o un peligro mayor que les empujara a abandonar sus áreas de caza,? La elfa tenía que estudiar el tema...

El trasgo se encontraba con las manos extendidas hacia el reptil cuando llegarón al umbral de la puerta los demás. En el suelo había unos grilletes, junto a la cama.

Se apresuró y se colocó rápidamente frente al cofre con las manos extendidas, como si intentara protegerlo de una flecha, la sorpresa y el miedo habían mejorado su estado, por fuerza.

- Cojer, que no mover, no durar siempre esto. Decir algo de atacar pueblo, y enemigos peligrosos!

Ante la visión del hombre lagarto, Osfahlt se lanzó a la carrera hacia el trasgo para convertirse en escudo de su aparentemente frágil, e indiscutiblemente codicioso, nuevo compañero. Confiaba en que el resto de la comitiva fuese capaz de dar cuenta de aquel exótico enemigo sin demasiados problemas, máxime cuando se encontraba bajo los efectos de algún tipo de magia empleada por el trasgo.

-¡Olvídate de ese estúpido cofre y ponte a cubierto, Grasp! Gritaba con furia, más enfadado por esa actitud de arriesgar la propia integridad física para proteger unos cuantos objetos que con el propio trasgo.

Isilôme miró alrededor y luego se dio cuenta del hombre lagarto, quien yacía congelado frente a él... Osfahlt se adelantó a todos, corriendo hacia el trasgo mientras el elfo sacaba uno de sus shurikens, manteniéndolo listo por si Osfahlt pedía ayuda 

-Sujétalo en una presa...- Dijo rápidamente al otro mientras se acercaba cautelosamente a Grasp -¿Qué pasó acá, Grasp? Sabes bien que no me gustan estos escándalos...-

Nada más entrar me encuentro con aquella situación tan inesperada e igualmente tensa. Ignoraba que hacía aquel hombrelagarto en la posada y mucho menos me podía imaginar sus intenciones, pero desde luego suponía que buenas no tenían que ser.

Escuché las palabras del trasgo, abrí los ojos atónito ante aquellas palabras. ¿Atacar el pueblo? Si no habían muchos civiles. Una mueca de desagrado se dibujó en mi rostro. No iba permitirlo, desde luego que no.

Me acerqué a la espalda de aquel engendro dispuesto a apresarle. Estaba inmóvil, pero el conjuro no iba a durar eternamente, pero al menos me facilitaría la tarea enormemente.

Una vez detrás lo sujeté con fuerza con la intención de no dejarle escapar, al menos no sin ofrecer resistencia.

- Lo tengo, pero será mejor atarle con una cuerda. ¿Tenéis alguna a mano?

Todos los humanoides entraron en la habitación, bien conocida para alguno de ellos, no tanto para otros. Encima de la cama había unos grilletes y su llave introducida en una de las cerraduras que aparentemente cerraba aquel que mantenía preso al humanoide de piel escamosa. Este no iba armado pues no pudo abrir el cofre, el cual celosamente abraza Grasp, a los pies de la cama. Un poco más allá, en una de las paredes hay una chimenea sin hogar en ella; y en las otras dos paredes hay una ventana en cada una, junto con un armario.

Por otra parte la criatura instantáneamente se desenvuelve de sus ataduras mágicas quedando libre de movimiento excepto por los brazos de Alainnheïn que todavía le retienen.

 Nakai suelta un gutural gruñido que poco se parece a un sonido humano. En un abrir y cerrar de ojos volvía estar en la misma situación salvo que esta vez unas sudorosas manos humanas le impedían moverse, prefería el frío tacto de los grilletes. Echó un rápido vistazo al trasgo, parece que le había subestimado, pese a su estado de embriaguez el pequeño bicho había respondido con celeridad.

 -Está bien, está bien. Ya me tenéis otra vez dónde queríais,¿puede saberse por qué estoy aquí?- Dice con resignación consciente de que ya no tiene ninguna posibilidad de escape.

El pequeño trasgo se apartó un poco del cofre, pero no se acercó demasiado a Nakai, trató de permanecer lo más alejado posible, por si se liberaba de la presa y le saltaba encima. Se frotó la cara, un gesto claramente nervioso y miró al lagarto tras pasear la mirada por todos los presentes. Finalmente lo señaló con un dedo acusador.

- Réptil decir que gran peligro ¡¿Ah?! ¿Que ser gran peligro? ¿Quien querer atacar pueblo?

Se llevó la mochila hacia delante, colgada en su hombro de su única asa y poco le faltó por meterse dentro mientras rebuscaba algo. Finalmente extrajo una daga oxidada y dejó la bolsa en el suelo.

- Mejor será que réptil hablar si no querer gritar. Grasp preguntar una vez, exigir a la ... dos.

Se acercó ahora lentamente, daga en mano, a Nakai. Quedaba claro por su forma de sujetar el arma que no era un experto en armas, aunque su mochila no parecía decir lo mismo, pues llevaba un pequeño arsenal en ella, y el tintineo y entrechocar de maderas así lo atestiguaban cuando la dejó en el suelo. Su rostro era ahora una pequeña muestra de enfado, de ira quizá, su voz más estridente que nunca, y sus movimientos rápidos y bruscos.

Pasado el sobresalto inicial, sólo podía pensar en lo confuso de aquella situación. Sorprendido, además, por lo diestro que resultaba el trasgo cuando de cuidar de sí mismo se trataba, no era capaz siquiera de imaginar de qué forma encajaba en todo aquel asunto esa pieza con escamas que se sometía ahora al domino de Alainnheïn. En la densidad del altercado, casi dejó que se le escapara el hecho de que Grasp parecía totalmente decidido a torturar allí mismo al hombre lagarto en busca de respuestas. Con la adrenalina todavía gobernando sus movimientos, volvió a interponerse entre ambas figuras, defendiendo ahora al que hasta hace una décima de segundo había considerado como la verdadera amenaza.

-No pienso que haya llegado todavía el momento, compañero -le espetó a Grasp de manera firme y calmada, aunque dando a entender de forma clara, por medio de su lenguaje corporal, que tampoco estaría dispuesto a tolerar una opinión distinta. Creo que todos estamos demasiado excitados ahora mismo como para andar desenvainando hojas, y quizás tú en particular hayas vivido algo que haya, en tiempo récord, oxidado tu juicio tanto como el objeto que tienes entre las manos. Tras buscar con la mirada algún tipo de apoyo por parte de Isilöme, continuó hablándole a Grasp, para poder, como mínimo, mantener su mente ocupada.

-Estoy seguro de que mereces algún tipo de compensación por lo que acaba de ocurrir, y desde luego no será a mí a quien le tiemble el pulso a la hora de conseguir respuestas de esta criatura si las circunstancias lo exigen; pero te imploro que no tengas prisa por derramar sangre, porque ni todos los tesoros de tu ese cofre serían suficientes para reponer tan preciado líquido.

En apariencia aquella flecha acabó con el primero de los monstruos. El segundo se monstruo se ve sorprendido por el ataque de uno de los soldados que actúa rápidamente antes que este se percate de su presencia. Alza la maza para intentar dar un buen golpe a la criatura y cuando impacta hace que el gusano se estremezca. Si no fuera porque sabes que estos bichos no tienen esqueleto dirías que le habría roto una o dos costillas. El monstruo le reprende con uno de los ya conocidos ataques múltiples que tiene, sus tentáculos se agitan furiosos y golpean una y otra vez sobre la oxidada armadura, cuatro de ellos se encuentran con la piel de este que vacila ante el potente veneno, para al final quedar como su capitán paralizado en los dos últimos envites.

El otro soldado de la patrulla se niega a ser el siguiente y aprovecha el momento de distracción en que se ve sumido con su compañero para arremeter con su arma, temiendo el momento en que la monstruosa criatura se gire a por él.

Sí, en cuanto pueda, aunque espero que ya no haga falta :P