Partida Rol por web

Como supuse, nada de esta empresa fuera tarea sencilla, no parábamos de encontrarnos obstáculo tras obstáculo en nuestro camino a la verdad. Aquella prueba quizá fuera la última de de una larga lista cuyo día parece no acabar nunca. Era el momento de presentar batalla indiferentemente de mi estado actual, tanto físico como emocional.

Era mi determinación y mi fe lo que me animaba a continuar, y por supuesto, mi palabra dada a Osfahlt. Por suerte recargué mi ballesta anteriormente así que no había mucho más que hacer salvo cerrar las heridas que puedan ser un problema para rendir adecuadamente.

- Si alguien requiere de mi asistencia, es un buen momento para ello. - Sugerí con gravedad y sin atisbo de duda en mi voz.

Se posicionó junto a la entrada, alerta, apuntando hacia el exterior...

Áraman abrió atónito bajo el yelmo al escuchar la respuesta de la guardabosques. Le dieron ganas de señalar con un dedo acusador y decirle al gnomo "¿Ves?Es una maleducada", pero se abstuvo dada la gravedad de la situación. En las palabras del espectro se intuía que pronto serían abordados por un enemigo. Blandió su espadón con fuerza dispuesto a hacer frente a lo que fuera.

- Mi buen Alainnheïn, ya que te ofreces no diré que no a tus cuidados.- La voz resonó metálica bajo el metal.

Sin añadir más me acerqué al herido soldado. Cerré mis ojos y posé mis manos sobre Áraman que emitieron una luz al realizar una oración. - ¿Encontráis alivio caballero? 

El fantasma se acerca a aquellos con quien estaba hablando. Toca con una mano translucida y etérea uno a uno a los siguientes miembros de vuestra compañía. El primero en tocar es Odnan, inmediatamente siente como algo intenta invadirle una magia que reconoce como protección. Tras él siguen Alainnheïn, Áraman y por último la elfa. Algo que nadie esperaría que hiciera.

Dicho esto levanta las manos y empieza a recitar unas palabras en dracónico (sólo aquellos que lo poseen entienden que es este idioma). La zona se vuelve algo oscura y las paredes iridiscentes reflejan estos tonos en púrpura.

- Lo que está por venir no se demorará. Espero que estéis preparados.

La elfa casi retira el brazo cuando le iba a tocar el espíritu pensando que querría maldecirla. Al escuchar sus palabras estaba claro que aquel ser no podía maldecir a nada, pero seguro que la gafaba. Era una pobre alma en pena que no encontraba descanso y sólo otorgaba palabras vanas a cansados viajeros.

Aún sorprendido me dejé hacer, permití aquel espíritu que lanzara una bendición sobre mí. - Gracias mi señora, es un honor. - Agradecí modestamente aquel inesperado gesto por su parte como si realmente no me lo mereciera, en cierta forma me sentí así.

Mi ballesta estaba cargada, pero por desgracia mis recursos estaban cerca de agotarse. - No me quedan muchos hechizos, aún así, estoy listo. Preparado para a lo que tenga que enfrentarme.

No paraba de preguntarme qué nos tenía preparado el destino, a fin de cuentas era caprichoso cuando se lo proponía.

El benéfico toque del espectro infundo en él una sensación de seguridad, que agradeció con una leve venia, se encontraba tan concentrado en lo que estaba por llegar que solo se percató del cambio de iluminación porque sus ojos se adaptaron a la semi-oscuridad que les envolvió, "¡Oh!, ¡Ehlonna! auxíliame en este paso para salvar estos bosques" fue el pensamiento que a modo de plegaria formuló.

Primero Alainnheïn y después el espectro reconfortaron a Áraman de tal forma que no podía sentirse más preparado para lo que fuera que iba a llegar. Bueno, quizás sí, podía aún reclamar la protección de Corellon Larethian.

- Alainnheïn, quédate detrás de mí.- Dijo con la firme intención de protegerlo. Introdujo la aparatosa mano enguantada en una bolsita y se llevó la mano al pecho, como rezando por la protección de su Dios Élfico. Se ajustó el yelmo y su voz volvió a resonar metalizada.- Kelval kar.

En cuanto emitió las palabras puede verse un débil brillo verde, como un aura que sale a través de los huecos que deja su armadura. Su postura ha cambiado, más curvada, encogida, no tan estirada como es habitual en el guerrero, la de un felino dispuesto a saltar hacia su presa. El brillo verduzco permite ver sus ojos, que han cambiado. De ser los de un humano normal ahora muestran una ferocidad anima propia de un depredador.