Partida Rol por web

Una nueva mañana se abre camino en la inquieta Mulmaster. Los gritos de una pelea callejera os despiertan y poco a poco os desperezáis a la par que oís los habituales choques del acero. - Otro ajuste de cuentas – pensáis, hasta que escucháis el sonido de una espada envainarse. - Nada fuera de la rutina -.

De un perezoso movimiento con la mano alcanzáis vuestra bolsa, cada vez menos pesada, y abandonáis la habitación. Contempláis por enésima vez las vistas de este lugar al que llamáis hogar. Las sucias paredes se alzan directamente de las frías aguas del mar, en contrafuertes que se enfrentan a toda la furia de las aullantes tormentas del invierno. Las montañas encierran toda la ciudad y sus calles y edificios trepan estribaciones rocosas. No hay ni un solo árbol a la vista.

Las noticias de la guerra del Mar de la Luna no son buenas. Los musmalteritas siguen perdiendo naves y guerreros frente a los zhentilares. Al mismo ritmo que las malas nuevas se esparcen, un grupo de magos pertenecientes a la Hermandad de la Capa inspecciona a los transeúntes en busca de nuevos reclutas que puedan cambiar el curso de la batalla.

Un leve dolor de cabeza os recuerda aquella visita que te prometiste hacer al Gran Salón de las Espadas. El anuncio especificaba que precisaban de clérigos al frente, ya sea para curar soldados o para mandarlos al otro mundo. Pero la idea de subirte a un barco y jugarte el pellejo no os entusiasma de sobremanera.

Sea lo que sea, algo tendréis que hacer, pues vuestro oro se está acabando y eso es sinónimo de "vacaciones finalizadas". Le echáis un rápido vistazo a vuestra bolsa con la esperanza de que tengas suficiente para derrochar tan sólo un día más mientras planeas a dónde te dirigirás hoy.

Baliak al ver semejante panorama antes sus ojos se quedo pensativo, ¿que seria mejor? ¿arriesgar su vida por unas monedas de oro como habia hecho siempre? o buscar algun trabajo algo mas tranquilo y sobre todo menos peligroso..

Despues de toda una tarde pensandolo y sabiendo que no habia nada que se le diera mejor que luchar, dandose cuenta de que si no hacia nada pronto no tendria ni para comer, opto por la solucion mas facil (como siempre hacia) y se dirigio raudo al gran salon de las espadas donde antes habia visto el anuncio.

En el fondo se sentia emocionado por las futuras batallas ya que aunque no lo paresca por su aspecto o por su manera de ser, siempre esta dispuesto a quitar un par de vidas por un puñado de oro.

Las sinuosas calles de la ciudad no son un desafío para vuestro infalible sentido de la orientación. Como guiado por los dioses, tomáis los atajos más rápidos y torcéis las esquinas indicadas mientras otros llevan toda la mañana dando vueltas sobre sí mismos. Mulmaster no es un lugar acogedor, pero es vuestro hogar, y con el paso del tiempo habéis ido comprendiendo cómo funciona.

No obstante, lo que está a punto de ocurrir os recuerda por qué a veces desearíais vivir en otra parte. Un enorme caballero cubierto bajo una imponente armadura y seguido de un grupo de sacerdotes y guardias está discutiendo con quien parece ser un mercenario, armado hasta los dientes y repleto de cicatrices.

Ambos están tan enzarzados en su pelea que no se dan cuenta de que bloquean el paso. Cuando intentáis escabulliros para evadirlos, el caballero llama vuestra atención y se dirige hacia vos.

Oye, tú, escucha. Ese imbécil de ahí se ha atrevido a mancillar mi honor con su presencia y sus palabras. No voy a tolerar que tal clase de gusanos se críen por estos lares y voy a batirme en duelo con él. Si conoces las leyes de nuestra ciudad sabrás que los duelos son autorizados siempre y cuando haya testigos que confirmen el "juego limpio". Así que hazme el favor y actúa como tal, pues pienso pagarte bien por el poco tiempo que te va a costar.

Reconocéis en la voz del caballero el acento de Selfaril, el Gran Hoja. No sólo el líder político de Mulmaster sino también uno de los guerreros más temidos en todos los reinos. Su poder es tan grande como su maldad y nada de lo que se encuentra a su lado se encuentra a salvo. Es una persona que preferiríais tener lejos, pero teméis que ahora ya es demasiado tarde como para hacer oídos sordos...

Baliak vio en aquella pelea una oportunidad de ganarse unas monedas extra antes de alistarse y partir a la batalla y no lo dudo ni por un minuto. Acepto la peticion de Sefaril sin titubear

Tenia curiosidad de ver como luchaba aquel hombre, de ver si todas aquellas historias que hablaban de el eran ciertas

Pero tambien le llamaba la atencion el caballero desconocido ya que simplemente por su aspecto fisico se podia intuir que no era ningun blandengue

Contando con vuestro beneplácito y el de otros cuatro testigos, el duelo entre Selfaril y el mercenario comienza, el primero armado con una elegante espada bastarda que sostiene con ambas manos y el segundo con una bruta pero formidable hacha de doble filo.

Ambos guerreros se posicionan en actitud defensiva. El ambiente se ha tensado tanto que incluso cuesta respirar. Lo que era una provocadora discusión a plena voz se ha transformado en un silencioso combate de miradas que intentan descubrir un fallo para aprovechar en la defensa de su oponente. Pero ya han pasado más de un minuto y ninguno de ellos ha cedido aún.

De golpe, como inspirado por la divinidad, una intuición dirige vuestra vista a uno de los sacerdotes que forman parte del séquito de Selfaril. Contempláis como, en un estado de trance absoluto, está murmullando para sí unas palabras indescifrables a la vez que está ejecutando unos extraños patrones repetitivos con su mano derecha. Por más que os esforzáis no conseguís identificar de qué se trata, aunque estáis seguro de que debe ser algún tipo de conjuro. De saberlo, estaría en vuestras posibilidades el contrarrestarlo.

Pero ya es demasiado tarde. En cuestión de segundos el sacerdote cierra con ira su puño y abre los ojos, observando fijamente al mercenario y dejándolo completamente inmóvil. Este momento es aprovechado por Selfaril para cargar contra él y, de una certera estocada, atravesar el cuello de su rival. La sangre salpica con violencia en todas las direcciones, la víctima cae fulminada y el sacerdote abandona el escenario con suma presteza.

Es muy probable que nadie excepto vos, que también camináis la senda del sacerdocio, haya dtectado la presencia de un sortilegio clerical. De acuerdo a las leyes de Mulmaster y a vuestro derecho como testigo, estáis en posición de denunciar la infracción de las reglas. Mientras meditáis esto, Selfaril entrega su espada a uno de sus sirvientes y se prepara a contar las monedas que os debe.