Cuando el infierno proviene del sitio menos pensado…
Nuestro enemigo más atroz, el único que puede derrotarnos, vive en nuestro interior. Lo demás, lo que nos amenaza desde fuera, es sólo eso, una amenaza que nos acosa y tortura, pero que no tiene sobre nosotros más poder que aquél que queramos darle. Incluso la muerte, cuando se le ve venir, puede ser poca cosa si es que tenemos la capacidad de enfrentarla desde la aceptación y la serenidad; esto, lejos de ser algo extraordinario, sucede todos los días en muchos lugares del mundo. Muchos moribundos se convierten en verdaderos maestros de vida, pero los peores son aquellos que mueren para vivir y viven para el remordimiento.
El infierno es rojo y late en el pecho de los pecadores…
James finalmente había conciliado el sueño tras muchas horas de insomnio. No fue fácil pero las pastillas y el alcohol siempre logran su cometido al ganar la contienda. El único precio eran las pocas horas restantes antes del amanecer pero antes de eso el joven multimillonario las pesadillas regresarían.
El camarote no cesa de bambolearse con el batir de las olas. El olor a sal se cuela por el ojo de buey y la luz de la luna inunda la estancia. Es un viaje de placer como tantos otros, uno de esos para olvidar los pesares de la vida diaria y lavar las memorias que atormentan durante la madrugada.
El yate era simplemente monstruoso. Fue todo un escándalo mediático cuando Joseph lo “compró” al astillero que presento la quiebra al mes siguiente. Hablaron de ello durante semanas pero la cosa acabo en la nada, como siempre.
en esta ocasión fue el padre de James quien insistió en el fugaz viaje de negocios por el mediterráneo.
No es muy claro el causante pero algo es real, James despierta a mitad de madrugada alarmado por un sonido espeluznante. Gritos provenientes de la cubierta. ¿que podrá ser? ¿Tal vez algún marinero borracho? Era culpa de Joseph el haber contratado en el ultimo momento a esos marroquíes. Ya los descubriría y los despediría al tocar puerto.
Escena de introduccíon.
Se levantó de la cama aún sin ser capaz apenas de abrir los ojos. Sus pies buscaban a tientas sus chanclas y su mano buscaba a tientas algo contundente. El vaso del último Whiskey de ayer cayó al suelo con un tintineo. Finalmente se irguió vestido tan solo con unos boxer de color gris con un enorme CK dibujado en la cintura en letras blancas sobre el fondo negro del elástico. Sus pies habían encontrado sus chanclas y su mano derecha, un bate de béisbol.
Sin esperar más abrió la puerta del pasillo y miró fuera; a un lado y al otro, mientras sus oídos intentaban precisar de qué parte de la cubierta venía el ruido.
Sin esperar más abrió la puerta del pasillo y miró fuera; a un lado y al otro, mientras sus oídos intentaban precisar de qué parte de la cubierta venía el ruido.
Los canticos provienen de la proa del barco pero otra cosa amerita la inmediata atención de James. Frente a su puerta un charco de sangre decora la entrada y gran parte de la pared junto a las marcas de garras, todo demasiado preparado como si fuese una película de terror.
Del lado de la popa, por el pasillo, James cree ver una imponente figura de dos metros y medio de alto cuyo ancho abarca casi por completo el pasillo. ¿Tal vez otro marinero marroquí? No, imposible. Esos tipejos son menudos como una zarigüeya.
Quien sea no se puede ver con claridad ya que se encuentra en el final del pasillo y justo debajo de un área sin iluminación. Parece ser que algunos focos no funcionan…
Del otro lado se encuentra la escalera que lleva al salón comedor y a los entretenimientos.
James asustado por la situación, cierra la puerta, pasa el pestillo y se queda apoyado contra ella mientras coge su teléfono para avisar a seguridad.
"Seguridad" era como llamaba a los dos matones que llevaba a todas partes o al menos, a algunas partes para ocuparse de su seguridad. Una persona de su estatus no podía evitar tener enemigos, gente envidiosa que quisiera hacerle daño. "Seguridad" se encargaba de mantenerlos alejados.
James sostiene el auricular del teléfono con fuerza mientras la llamada tarda en ser contestada. Los tonos se suceden uno tras otro sin respuesta hasta que al final llega la resignación. Cuando James desesperanzado va a colgar la llamada una voz escapa por el micrófono - ¿Hola? ¿Hola? – Entonces el joven magnate intentando mantener la compostura los manda a llamar. Sin demora los dos gorilas llaman a su puerta. – Señor Bartlevy “junior” ¿Se encuentra bien? – lo de “Junior” era un agregado indicado por su padre. Por cierto, algo de mal gusto.
Ese "junior" nunca sentaba bien a James. Mi padre se llamaba Joseph, yo me llamo James. El "junior" era completamente innecesario ¡James! ¿es tan difícil? Sí, lo de "junior" le molestaba. Pero lo que realmente le indignaba es que se hubiera dado cuenta él de todo esto antes que su personal de seguridad.
Sin embargo, no era el momento de discutir sobre ello. Además estaba demasiado nervioso para sentirse enfadado.
-He...oido un ruido extraño y he salido a mirar. Frente a mi habitación el pasillo está lleno de...sangre. Y hay...hay un tipo extraño merodeando por los pasillos, la luz está apagada y...se oyen unos cánticos extraños procedentes de la cubierta ¿¡Qué...demonios está pasando en mi barco!? Si es una broma, no tiene ninguna gracia.
La voz le temblaba. Sonaba más nerviosa que enojada. En realidad esperaba que todo aquello fuese una broma pesada. Pero...no tenía tantos amigos o al menos, tan próximos como para que nadie se molestase en gastarle una broma de aquel calibre. Y los que tuviese, no estaban en el barco.
-He...oido un ruido extraño y he salido a mirar. Frente a mi habitación el pasillo está lleno de...sangre. Y hay...hay un tipo extraño merodeando por los pasillos, la luz está apagada y...se oyen unos cánticos extraños procedentes de la cubierta ¿¡Qué...demonios está pasando en mi barco!? Si es una broma, no tiene ninguna gracia.
James escucha detrás de la puerta como los gorilas de seguridad ahogan la risa al contestar. - Señor Bartlevy “junior” no se preocupe. Ha fallado la iluminación en este pasillo. Ya hemos avisado al encargado de mantenimiento para que se ocupe. Esos tambores vienen de la cubierta. Su padre ordeno a los nuevos marineros que toquen algo de música aborigen o algo por el estilo. Esas ratas marroqies y sus tambores...- Entonces un sonido completamente nuevo llena el pasillo.
Algo gutural y primitivo llega desde el final del pasillo hasta los hombres de seguridad y los arrastra de regreso a la oscuridad del nivel inferior. Los gritos de los robustos hombres de seguridad perforan los oídos de James. Gritos y el sonido de la carne desgarrada y los huesos fracturados hacen eco en la habitación del James.
El silencio regresa junto al compás de los tambores y los cánticos.
A partir de ahora llevas la autoridad narrativa.
James parecía que se iba tranquilizando a medida de que Seguridad tenía una explicación para lo que estaba sucediendo. ¿Para todo? No...para lo de la sangre, no. No tuvo mucho tiempo de valorarlo. De pronto, el corazón le volvió a dar un vuelco, pues los ruídos al otro lado del teléfono le informaban de que definitivamente, algo no iba bien. Mientras su corazón saltaba en su pecho, desbocado, volvió a pensar si sería una broma...Si lo era, no era la broma burda que se gasta en una despedida de soltero. Era algo demasiado bien programado.
Siguió apoyado contra la puerta esperando a tranquilizarse un poco. Unos segundos, antes de volver a salir al pasillo armado con su bate. ¿Armado? Siendo realista, no sabía pelear. Nunca había sido lo suyo, pero le daba cierta seguridad tener algo con lo que defenderse. Pero su mejor defensa, era tratar de pasar desapercibido.
Ya estaba mejor. Seguía asustado, pero controlaba la situación. Salió al pasillo abriendo la puerta despacio para no hacer ruido. Con cautela; abriendo lo mínimo para poder colarse y cerrando la puerta con igual cuidado y siempre aprovechando la oscuridad. Se movió despacio, en dirección a la cubierta supererior intentando estar atento a cualquier cosa que pudiese suponer una amenaza.
James por momentos se sentía seguro, fuerte e incluso valiente al sujetar con ambas manos el bate mientras avanzaba con paso ávido por el lúgubre pasillo del barco. Deseaba llegar con premura a la cubierta, porque allí había mas iluminación y las luces del final de la escalera lo aseguraban.
En cambio el pasillo apestaba a sangre, salitre, algas y fetidez. Todo eso no le proporcionaba ninguna tranquilidad a Junior.
Al llegar a la cubierta finalmente pudo respirar hondo y aligerar la carga nerviosa pero todavía continuaba temblando como una hoja cuando permanecía quieto.
Desde la proa llegaba el sonido peculiar de los tambores, que sin demora se sumó un cántico espeluznante, y para colmo de males la brisa se transformó en viento lateral amenazando las velas de la embarcación. El único farol colgante sobre la entrada a la escalera comienza a parpadear con ánimos de fallar sin remedio. El resto es oscuridad junto a la luz de la luna parcialmente cegada por algunas nubes.
El primer impulso de James fue saltar por la borda para escapar de aquel horror. Pero ¿saltar a dónde?¿al mar en medio de la nada? Moriría congelado sin remedio antes de que nadie pudiese rescatarlo. No, no tenía el menor sentido ¿Qué hacer entonces?¿Esconderse? Pero ¿de qué...o de quién?
A pesar del terror que le embargaba, había una sensación que era más fuerte. Era la necesidad de comprender; de saber lo que estaba pasando a su alrededor. El ruido de esos tambores y esos cánticos le atraían y le aterraban por igual. Y de pronto comenzó a soplar aquel viento frío del norte que castigaba las velas del barco. El barco se bamboleó. James se aferró a un saliente consiguiendo así evitar caer al suelo. Recuperado el equilibrio, avanzó hacia la proa. Necesitaba ver con sus propios ojos qué estaba pasando en la proa del barco. Avanzó despacio, aferrando su bate con fuerza hasta llegar a una esquina desde la cual, amparado por la oscuridad, pudo apreciar lo que sucedía.
James avanzó intentando hacer acopio de todo su valor. Lo movilizaba la necesidad del saber por encima de todo lo demás, y sin complicaciones llegó a la proa del barco. Agazapado detrás de un bote salvavidas descubrió el origen de todo lo que sucedía en la embarcación. Los nuevos marineros de origen marroquí tocaban varios tambores de tamaño reducido, gestaban su música enfermiza en un frenesí de locura y horror porque estaban cubiertos de sangre, rodeados de velas y un variopinto de elementos, dentro de los cuales algunos eran desconocidos para James. En cambio si podría otear desde su escondite elementos ceremoniales como por ejemplo cráneos, cuchillos ceremoniales y pequeños viales de cristal.
La cubierta del barco también se encontraba "decorada" por garabatos y extrañas figuras geométricas alrededor de los músicos de la locura y en el centro de ellos una voluta de humo ascendía desde un brasero.
Ellos estaban por completo absortos en su tarea por lo tanto todo aquello que sucedía en su alrededor les era ajeno.
Los hombres de seguridad habían sufrido un destino terrible y además no había señales de vida de ningún tripulante aparte de los dos marroquíes. ¿Dónde estaba el padre de James?
James se quedó allí durante un instante, paralizado por la dantesca escena de depravación que estaba observando, hasta que se dio cuenta. Joseph...padre...tenía que encontrarlo.
Retrocedió con cautela y volvió hacia la zona de camarotes en dirección a donde debía estar el el de su padre, cerca del suyo propio. Al entrar en el pasillo volvió a mirar a ambos lados, temiendo encontrarse a aquella figura observándole entre la penumbra. El corazón estaba a punto de estallarle. Tres puertas hasta la de su padre. Avanzó por el pasillo hasta llegar a ella y la abrió despacio.
El joven empresario abrió lentamente la puerta del camarote de su padre o examino con cuidado su interior desde el umbral junto al pasillo. Allí todo se encontraba en orden y ni siquiera la cama estaba desarmada. Pero su padre seguía sin aparecer. ¿Adónde ir ahora, donde mas buscar?
Cuando James pensaba regresar por donde había llegado algo se acerco por detrás. Algo espeluznante y nauseabundo, la sombre de “aquello” que se encontraba justo detrás de James se extendía sobre el muchacho y mas allá, incluso hasta donde termina el pasillo y comienza la escalera que lleva a la cubierta. El hedor marino de “esa cosa” era insoportable, apestaba a todo lo que había percibido con anterioridad cuando sus gorilas de seguridad “desaparecieron” entre gritos horrendos.
Anticipando su muerte James dio un salto hacia adelante pero su torpeza le jugó una mala pasada. Aterrizo de bruces en completo pánico y lo único que pudo hacer fue mirar fijamente a lo que había detrás de él.
Allí estaba su padre, con su mirada solemne y autoritaria. – James ¿Qué haces aquí? Regresa a tu habitación y no salgas hasta el amanecer. Ahora tengo una importante reunión de “negocios” y no deseo que interfieras. – El millonario exclamo con absoluta potestad sobre su hijo. Su aspecto era intachable…
-¡Padre! Estaba preocupado-James se levantó y miró a su padre hasta que los ojos de éste se cruzaron con los suyos-¿Qué está suced...?
La mirada de Joseph W. Bartlevy seguía clavada en él, desafiante mientras le contestaba. No pudo mantener esa mirada por más de un segundo. Entonces lo entendió. A su padre no le sorprendía nada de lo que estaba sucediendo porque era perfectamente consciente de la situación. De alguna manera extraña, Seguridad le había dicho la verdad. Había sido su padre quien había montado aquello.
-Un momento...¿Negocios?¡¿Tú has montado todo esto?! Y si no querías que interfiriese, ¿porqué me has traido?¿Qué es esto, padre?
Joseph responde con alegría, sus palabras escapan desde una sonrisa desencajada, logrando que sus facciones pierdan su identidad humana. Algo no esta bien en el multimillonario. El resto de su postura es indemne, con su clásica pose de manos en la espalda.
- ¡Jajaja! ¡Tus preguntas querido Junior dan en el clavo! El “negocio” nunca fue del todo fructífero pero mi “profesión” secreta ha logrado mantener las ganancias, siempre fluyendo hacia la familia Bartlevy, pero claro, a costa de pequeños sacrificios. Y por ello mismo siempre mi barco regresa sin tripulación, pero en esta ocasión necesito algo mas sustancioso. Algo mas cercano que pueda “ofrecer” a “ellos”. ¡Vamos James! Hoy es el día mas importante de tu vida superficial! Hoy prestaras un servicio a una causa mas elevada. Toma, coge esto. - Las cuencas oculares de Joseph simplemente estaban desencajadas por la torsión de su rostro. Hecho que aturdía el pensamiento de James cuando su padre pone en la mano del joven un extraño collar de hierro fundido.
El colgante tiene inscripciones y símbolos que James jamás había visto y su mera visión deja al poseedor fuera de si, perdido en sus glifos y curvas.
Aquel momento fue oportuno para el empresario, porque con la otra mano llevaba un enorme cuchillo de cocina que previamente había sido consagrado en el fuego impío y la discordante música.
El filoso objeto traza su viaje hacia James en repetidas ocasiones hiriendo mortalmente al joven.
El muchacho pierde la fuera en sus piernas y cae al suelo sobre su sangre. El frío se apodera de su cuerpo pero con sus ultimas energías contempla a su padre, que tan solo es un cascaron vació porque su interior le pertenece a algo inhumano. - Vamos Junior, no llores. Mañana estarás como nuevo y no recordaras esta noche. Tu sacrificio renovara las riquezas de la familia, y tal vez un día cuando yo no esté deberás continuar con mi legado. El medallón vendrá a ti cuando el momento sea propicio. ¡Ahora corre por tu miserable vida, renacuajo! - Algo detrás de Joseph deforma la oscuridad del pasillo, es algo que no es humano, algo que no debería existir...
Ahora deberás cerrar la escena con tu ultimo post, tienes la Autoridad narrativa y la libertad necesaria. El único requisito es que al final James despierta con resaca. Buena suerte.
James estaba sobrepasado por la situación. El ver a su padre, el recto, justo e inflexible Joseph W. Bartlevy confesando ser el organizador de aquella aberración, era algo que le costaba encajar. Aún incluso cuando sacó el cuchillo, le parecía algo irreal. Solo cuando el metal cortó su carne consiguió al fin reaccionar. El primer corte le alcanzó en un hombro. James empezó a arrastrarse de espaldas al suelo para alejarse de él, pero otra cuchillada lo alcanzó en el pecho antes de que tomara distancia suficiente. Su padre parecía poseído, borracho o algo, su mirada desencajada y su sonrisa...y algo más...profundo hacían que no pareciera en absoluto el hombre que había sido alguna vez. Se preguntaba cuándo había dejado de serlo. Y si mamá...
Por fin consiguió levantarse y echó a corrrer. Pero no pudo evitar preguntar.
-¿Y mamá? No murió en un accidente de coche ¿verdad?¿Hiciste lo mismo con ella?
-Mamá...si. Pero lo de tu madre fue diferente James-contestó su padre-Ella te trajo al mundo y al hacerlo cumplió su cometido. Pero siempre has sido tú. Contigo cambiará todo.
James siguió corriendo por el pasillo, su sangre machaba las paredes y el suelo. Sentía detrás de sí esa presencia que lo distorsionaba todo, como si se estuviera comiendo la misma realidad a su paso.
Llegó de nuevo a la cubierta donde seguía la música de tambores, los gritos y las risas. Miró hacia atrás. No veía a su padre pero aquella extraña...cosa lo seguía persiguiendo. Entonces comprendió que mientras siguiera en aquel barco, lo acabaría cogiendo y lo mataría...o peor. Recordó lo que siempre le decía su padre; "no juegues nunca a un juego que no puedas ganar". Miró por la borda hacia las aguas negras que se arremolinaban entorno al barco. No había elección. Cogió rápidamente un salvavidas y se tiró. No padre, no voy a jugar a tu juego.
El agua estaba gélida. Se aferró al salvavidas y desde allí, vió al barco alejarse.
El frío se apoderaba de él poco a poco y el mar a su alrededor se teñía de rojo debido a sus heridas. Moriría, estaba claro que moriría. Quizá tirarse al agua no fuera la mejor de las soluciones después de todo, pero al menos ya no lo perseguía nadie. Miró a su alrededor, pero no había nada; ninguna luz, nada que le proporcionase un atisbo de esperanza. Nada salvo el barco que cada vez estaba más lejos.
Poco a poco, el frío lo fue embargando y sus fuerzas fueron desfalleciendo hasta que se quedó dormido y soltó el salvavidas.
De pronto despertó.
Estaba congelado, tirado en un callejón de mala muerte en un frío día de invierno en Nueva York. Estaba en mangas de camisa y no sabía cómo había llegado allí. Y lo peor era ese maldito dolor de cabeza. Sin duda había bebido más de la cuenta. El cuerpo le dolía terriblemente; la cara le ardía e incluso tenía la camisa manchada de sangre a la altura del hombro, allí donde la prenda se había desgarrado. Probablemente, alguien le había atacado con una navaja ¿Se había peleado?¿Con quién? Intentó hacer memoria pero sus recuerdos no encajaban. Recordaba aquel barco, a su padre empuñando un cuchillo y a él mismo escapando y tirándose por la borda. Era de hecho el último recuerdo que tenía, como si acabase de suceder. Y sin embargo sus recuerdos eran difusos, como si fuese algo que había vivido hace mucho tiempo.
Salió a la calle principal e intentó situarse. Una mujer que pasaba gritó al verlo herido. Un hombre se acercó.
-¿Se...se encuentra bien?-le preguntó-.
-No...no muy bien-.
-Vamos, siéntese-dijo el tipo mientras lo ayudaba a llegar a un banco-No se mueva, avisaré a una ambulancia.
James apenas pudo asentir con la cabeza antes de desfallecer.