Ean escuchó a sus compañeros, superado por las circunstancias que los rodeaban.
—Podría ser que ya hayamos estado allí y lo hayamos olvidado.
Por lo que a él tocaba, Liam en cierto sentido se podía sentir aliviado, lo más seguro es que olvidase la muerte de su hermano a sus propias manos, aunque se guardó muy mucho de hacer semejante comentario.
La angustia de verse rodeado de irracionalidad había perturbado su ánimo, a su juicio daban pasos de ciego en pos de no sabían qué. Ean se preguntaba qué tipo de solución podía tener este rompecabezas en que se hallaban envueltos. ¿Qué guerra era esta? Y contra quién luchaban. Ean miró a Arven, como buscando una respuesta al dilema, pero no conseguía ordenar sus pensamientos, tan turbios como la propia niebla que los envolvía.
Yldiane deja escapar una suave risa al escuchar a Ean y durante un momento os planteáis que se haya podido volver completamente loca con todo lo que está ocurriendo.
- Bien pudiera ser... - dice mirando al arquero. Afortunadamente no hay locura en su voz, sólo desesperación que trata de ocultar tras una buena capa de sarcasmo. - Pero estoy de acuerdo con Liam; si el magientífico marcó ese santuario, será por alguna razón.
Se vuelve hacia los guerreros de Varn y le susurra algo a Kavan, intentando que el joven boticario no la escuche. - Encargaos vosotros del cuerpo de Terent y, si puedes, deja a alguno de tus hombres para que investigue ese lugar, no vaya a ser que estemos pasando algo por alto.
Coge su petate y se vuelve hacia el grupo.
- Jearon conoce mejor estas tierras, pero creo que sabré llevaros hasta ese lugar a través del pantano - comenta. - Marchemos entonces - dice antes de ponerse a caminar entre la niebla dejando a su espalda la fábrica magientífica.
Al fin os ponéis en camino, sin tener muy claro qué es lo que vais a encontrar en ese misterioso santuario marcado en el mapa.
La partida continúa en la siguiente escena:
El laboratorio secreto