—¡Heian niña! ¡HEIAN! ¿Es que nunca escuchas nada?—le replicó enfadado—. La Gran Sombra, la enemiga de Shou Kung. ¿Años y años enseñándote para esto? Cualquiera diría que tantos golpes te han vaciado la cabeza.
A Ogra le pareció que Palmarota iba a golpearle, pero menos mal que no lo hizo. Ya estaba bastante herida.
—Es tarde. Lo mejor será que te vayas a dormir. Mañana iremos a ver a los demás maestros.
Ogra recodaba muy vagamente esos conceptos de haberlos leído en los viejos pergaminos del templo o en conversaciones de los aun más viejos maestros, pero nunca presto demasiada atención.
Quizás debería haber leído los pergaminos más de una vez... o escuchado con más atención las regañinas....
Aunque en ese momento sus preocupaciones no hacían más que acumularse una tras otra como para que le importara... y ademas le pesaban los parpados.
Palmarota tenía aun bastantes reproches para su alumna y su total falta de atención por las tradiciones guardados para mañana, pero justo después de decirle que se fuera a la cama se dio cuenta de que Ogra llevaba ya un rato roncando plácidamente reclinada contra la pared de su habitación.
Ogra descansó placidamente durante toda la noche. No estaba en la posición ni el lugar más cómodo, pero aún así mejoraba con el lugar en el que había dormido durante las últimas semanas. Esta vez domiría a cubierto y no tendría que soportar la humedad matinal. Era una ventaja si uno olvidaba que había recibido una paliza casi mortal. Sin embargo, la orca sabía que esto sólo acababa de empezar.
Ogra continúa aquí.