Partida Rol por web

—¿Crees que puedes subir el deslizador al elevador de la nave? —le dije a Lucien tratando de hacerme oír a gritos entre los ruidos de la persecución.

Cuando volví la vista hacia el Lekkuan vi la trayectoria de la nave —¡demonios! —exclamé. Con el comunicador en la mano intenté que me escucharan —¿Suta? Esa maldita nave que tenéis al lado va ¡a abrir fuego! —supuse que la habrían visto y quizá habían desviado los escudos hacia esa parte de la nave pero nunca estaba de más avisar. —Si no podemos subir ahora tenemos intención de ir al cráter de la mina, ¡buscadnos ahí! —. (*)

Lucien no contestó, pero era evidente que había oído a Sidias, puesto que dirigió el deslizador directamente hacia el Lekkuan.

Entonces la patrullera abrió fuego. Una ráfaga de sus armas frontales barrió el suelo de Kavvarad acercándose hasta impactar en el carguero. Los escudos brillaron al entrar en acción, pero la nave se sacudió al ser alcanzada.

La torreta del Lekkuan devolvió el fuego, pero la patrullera pivotó evitando ser alcanzada.

Los láseres frontales no eran las únicas armas de la patrullera, y una torreta abrió fuego. Esta vez el objetivo no fue el carguero, sino que buscó alcanzar la moto deslizadora. Lucien hizo girar el vehículo evitando ser alcanzado. Eso iba a dificultar la fuga.

Las motos perseguidoras continuaban acercándose.

Busqué en la deslizadora para ver si había más granadas sin embargo la situación se estaba complicado, un jedi en moto, varios soldados, ahora una nave que disparaba sobre nosotros... ¡aquello era de locos!

Hacía un buen rato que la situación me había desbordado por completo, me faltaba armamento, no era yo quien comandaba el vehículo y estaba a merced de todo.

—¡Si ves que no puedes meter el deslizador en el Lekkuan debemos irnos! —delante de unas torretas somos un blanco muy débil. Esperando su respuesta apunté hacia las deslizadoras que venían por nosotros, era absurdo disparar al carguero.

La patrullera cesó en su ataque. El Lekkuan se había puesto en marcha y se dirigía directamente hacia la otra nave, por lo que ésta había cambiado sus prioridades para concentrarse en la nave de su amigo.

Ambas naves intercambiaron disparos. Los escudos brillaron allí donde se encontraban las descargas de energía, y unas pequeñas explosiones se dejaron ver en los cascos de ambas naves cuando las defensas fueron superadas.

En el último momento, Suta hizo que la nave se elevara bruscamente, y Sidias pudo incluso sentir los gemidos del carguero al verse sometido a tales tensiones. De una de las plataformas de carga parecieron salir unos objetos y la patrullera ejecutó una maniobra evasiva. Los objetos, detonadores termales, explotaron, pero no llegaron a alcanzar su objetivo por muy poco.

- ¡Diles que se dirijan al acantilado del cráter con la plataforma abierta! - gritó Lucien por encima del hombro mientras intentaba evitar ser alcanzado por los perseguidores -. ¡Y agárrate bien!.

—¡De acuerdo! —respondí a Lucien mientras me agarraba fuerte para prevenir caídas ante las maniobras.

Agarré el comunicador, espero que me escuchen, pulsé para comunicarme con ellos —¡Vamos al cráter! Id a buscarnos allí con la plataforma abierta para que podamos meternos rápido —yo no era un piloto de deslizadores, lo mío era el suelo así que aquel paseo se me estaba haciendo ya demasiado largo.

- Recibido. ¡Allá vamos! - fue la respuesta desde el Lekkuan.

El carguero, seguido por la patrullera, sobrevoló la moto deslizadora hacia el borde del cráter. Con tantos perseguidores a la zaga, la mejor opción posible para Lucien era continuar en línea recta de manera que pudieran poner tanta distancia como fuera posible, y así minimizar el riesgo para embarcar.

El Lekkuan casi se había posado con una de sus plataformas preparadas cuando Sidias vio con horror cómo uno de los láseres de las deslizadoras acertaba en la moto. La explosión en la máquina y la velocidad hicieron que Lucien perdiera el control del vehículo y ambos pasajeros salieran despedidos por los aires a unas pocas decenas de metros de Lekkuan.

Magullado y aturdido por la violencia de la caída, Sidias pudo ver cómo el jedi de tez grisácea desplegaba la hola de su sable de luz y se dirigía hacia ellos a toda velocidad con una sonrisa maligna.

—¡Por fin! —grité en el deslizador cuando vi aparecer el cráter y al Lekkun bajando la plataforma. Pero lo siguiente que noté era que empezaba a dar vueltas por el suelo tras un impacto. Estaba en el suelo magullado y aturdido, sacudí la cabeza justo a tiempo de ver al jedi corriendo hacia nosotros. No sabía si estaba reaccionando rápido por el golpe o no, pero trataba de hacerlo. Traté de localizar a Lucien con la mirada —¡Se acerca! —grité tanto si lo había localizado como si no, mientras buscaba mi blaster o el comunicador y trataba de incorporarme para salir corriendo en dirección a él para defendernos juntos...

Sidias se levantó vacilante y se dirigió como pudo hasta donde se encontraba Lucien. Parecía que el maestro jedi no había tenido tanta suerte como el cadete, y aún trataba de incorporarse, ajeno al ataque que se cernía sobre él.

Un objeto cayó entre la moto y los dos accidentados y comenzó a despedir un espeso humo de color. Una segunda granada de humo, sin duda procedente del Lekkuan, fue a parar cerca de donde estaban, proporcionándoles una cobertura que podría proporcionarles una oportunidad de salir de aquel aprieto.

La moto del atacante pasó como una exhalación, muy cerca, desprevenido por la repentina cobertura.

A través del humo, Sidias pudo ver cómo el motorista daba la vuelta e iniciaba una nueva aproximación, visiblemente contrariado.

Al caer el humo me llevé la mano a la boca, tosiendo, —¡Vamos! —agarré del brazo al jedi para que se incorporara. Tiré de él hacia el Lekkuan —ahora o nunca —tiré más fuerte cogiéndolo para llevarlo si hiciera falta y rápido. Si el humo es tan espeso que nos bloquea completamente no disparo para no revelar nuestra posición, por el contrario, si solo es un leve humo que nos deja a la vista dispararé para darnos cobertura.

Con Lucien apoyándose en él, Sidias disparó su arma tratando de disuadir a su atacante, pero a éste parecía no importarle.

Entonces, entre el humo, el antiguo cadete pudo ver cómo aparecía el Lekkuan y tanto los disparos de su torreta, como los de Baker, en una de las plataformas elevadoras y asegurado por un arnés, perseguían al motorista.

Los disparos de Baker impactaron de lleno en la moto haciendo que se tambalee y empiece  soltar un rastro de humo. Pero son los poderosos disparos de la torreta los que hacen saltar rocas del suelo de Kavvarad y caigan sobre la moto provocando que se desestabilice y termine derribando al piloto.

—¡Baker! —exclamé, era una alegría ver a mi compañero que parecía estar jugándose el pellejo. Si estaban disparando desde la torreta no tenía sentido que disparara yo así que acompañando a Lucien apremiamos el paso para introducirnos, por fin, en la seguridad de la nave mientras por el rabillo del ojo veo caerse al piloto del speeder.

Cubiertos por el humo y los disparos de sus compañeros, y con el humanoide de tez gris fuera de combate, Sidias se dirigió al Lekkuan. Lucien ya empezaba a recuperarse se sostenía sólo, a pesar de cojear ligeramente.

La nave descendió y se detuvo sólo lo justo para que ambos pudieran subir, ayudados por Baker, pero fue suficiente para que los disparos de la patrullera hicieran que el carguero se zarandeara.

—¡Gracias! —digo dirigiéndome a Baker mientras ayudo a Lucien a subir en primer lugar y después voy yo agarrándome al brazo del soldado.

—¡Rápido cerrad y salid pitando! Esperemos que aguanten los escuados —esos zarandeos que estaba sufriendo el Lekkuan eran peligrosos.