Partida Rol por web

Asalto 2

No había tiempo para dialogar con aquella bestia, aunque Fern pidiera otra vía de acción, aquel felino iba de cabeza contra los dos miembros del SG-4 que se habían quedado en el camino y les atacaba sin pensárselo. El rugido del animal parecía extraño, era como un arma, Aldo lo notaba en la reacción de sus compañeros.

Los nativos se pusieron en marcha para entrar en la refriega con el animal.

Aldo volvió a apretar un par de veces el gatillo.

Resolución del asalto 2

La situación se había precipitado y vuelto caótica. Tara reaccionó a tiempo y consiguió hacerse parcialmente a un lado y colocar su cuerpo de modo que lo que fuese que el caoleagla hizo no la derribó. En respuesta, lanzó una nueva ráfaga de plomo contra la criatura; pero, esta vez, con uno de los foraoisetíre enzarzado en un cuerpo a cuerpo con el extraño animal, la precaución envió las balas lejos de cualquier objetivo que pudiera ser dañado. Desde su posición, Aldo seguía la refriega y, aunque intentó disparar su arma cuando creyó tener mejor blanco, también falló a la hora de impactar.

Mientras tanto, el caoleagla se revolvía furioso mientras esquivaba los lanzazos de Connach. Por razones desconocidas, el depredador no parecía muy interesado en usar sus dientes o sus garras. Pero, en un momento dado, de forma casi seguida y sin motivo aparente alguno, Connach y otro de los cazadores armado con un cuchillo profirieron sendos gritos y, de manera instintiva, dieron un paso atrás mientras parpadeaban rápida y repetidamente. A pesar de este inconveniente, Connach se repuso con presteza, aunque no con certeza, y reanudó sus ataques sólo para acabar partiendo su lanza en una de las acometidas.

Los cazadores armados con arcos no tuvieron mucha mejor suerte que Aldo o Tara. Sus proyectiles, apuntados también con cautela para no herir a su jefe, volaron lejos de la lucha y se perdieron entre la maleza al otro lado de la senda. Casi al momento, el resto de los foraoisetíre se unieron al combate cuerpo a cuerpo mientras blandían sus cuchillos y trataban de clavarlos en el caoleagla. El cazador que, al igual que Connach, parecía tener algún tipo de daño en los ojos no consiguió acertar con su arma en ninguna de sus estocadas. Sus dos compañeros restantes tampoco tuvieron mucho más éxito a la hora de apuñalar al felino alienígena; a pesar de estar ya casi rodeado por los cazadores, giraba con celeridad, se contorsionaba con decisión y, tal vez por pura suerte, conseguía apartar su cuerpo de la trayectoría de tajos y estocadas.

Asalto 3.

Me disponía a disparar de nuevo, pero al ver al objetivo enzarzado en combate con los nativos y no encontrando hueco para disparar sin riesgo de herirles acabo bajando el arma.

-Mierda.

Dejo que el fusil cuelgue de la correa, mientras mi mano izquierda se dirige al cinturón para sacar el táser y tras comprobar que chispea y funciona, arremeto contra el bicho con la aturdidora eléctrica. 

Asalto 3

Aldo resopló, la refriega se estaba llevando al cuerpo a cuerpo y eso, sumado a su poca experiencia en combate, hacía complicado acertar en el blanco.

- Fern, por el amor de Dios, apártate de ahí - apremió a su compañero.

Disparó de nuevo por si sonaba la flauta, o simplemente para confundir al animal haciendo ruido de bultos.

Asalto 3

Fern todavía yacía sobre su espalda, desorientado. Los oídos le zumbaban como sirenas de barco y todo el cuerpo le dolía como si hubiera sido atropellado. Poco a poco volvió en sí. Los sonidos, sordos al principio, fueron ganando intensidad y convirtiéndose en ensordecedores truenos. De golpe se hizo consiente de la situación, vio a los celtas luchando cuerpo a cuerpo con el animal, a la mayor Davidson sumarse también a esa escalada, escuchó los gritos de Alan desde la maleza... y por unos segundos, largos y lentos, no se movió. Lo veía todo, pero no pensaba realmente, entonces, de pronto, sintió un rush de adrenalina que le desperezó.

Como poseído por algún espíritu o tal vez, atravesando un momento de locura transitoria, dejó caer la mochila y se incorporó y acto seguido avanzó también contra el animal.

Resolución del asalto 3

Tras unos frustrantes segundos en que nadie, a excepción del caoleagla, pareció cambiar sustancialmente el curso de la refriega, la mayor Davidson decidió tomar cartas en el asunto. Ante la imposibilidad de lograr un disparo certero, empuñó un táser y se lanzó al combate con la suficiente suerte como para alcanzar al animal en uno de los múltiples lances, mientras se revolvía para evitar cuchilladas. Tara pudo sentir como la criatura se convulsionaba cuando la descarga recorrió su cuerpo pero, aunque no acusó aturdimiento alguno, aparentaba una falta de equilibrio: sus movimientos se volvieron más torpes y, en ocasiones, incluso trastabillaba.

Por su parte, Fern pareció desperezarse. Con movimientos rápidos, se libró de la impedimenta y se puso en pie. Acto seguido, también se lanzó a la melé, aunque parecía más bien poseido por un instinto berserker que por una determinación voluntaria. Mientras tanto, Aldo intentaba hacer blanco entre el lío de cuerpos que danzaban unos alrededor de otros... sin mucho éxito. Sus dos nuevos disparos se perdieron en el aire.

El caoleagla, a pesar de no morder y arañar, de alguna forma inexplicable consiguió que otro de los cazadores pareciera aquejarse de algo en sus ojos, como ya les ocurriera a Connach y a otro de sus compañeros. El líder de los cazadores, sin embargo, no había perdido el tiempo y empuñó el cuchillo que llevaba al cinto para lanzar una serie de estocadas, con las que consiguió causar algunas hemorragias moderadas en el animal. El caolegla empezaba a moverse aun con más torpeza y lentitud que antes.

Ambos arqueros foraoisetíre volvieron a probar suerte con sus armas. Sólo uno de ellos consiguió hacer diana en la criatura a pesar de la dificultad para acertar entre los cuerpos de los combatientes. La otra flecha voló hacia la maleza y se perdió de vista entre las hojas. Sin inmutarse por aquellos proyectiles, los cazadores armados con cuchillos se aprovecharon del cansancio y del daño que empezaba a hacer mella en el caoleagla para hundir sus cuchillos en el pellejo; dos de ellos lo consiguieron, haciendo que el fluido carmesí brotase por nuevas heridas, manchase la piel del caolegla y regasen la tierra con sus gotas.

Asalto 4

No puedo creerme que esa cosa haya resistido los efectos aturdidores de un táser, aunque sin duda el ataque le ha causado mella. Sin tiempo para darle muchas vueltas vuelvo a aplicarle otra descarga con el táser, confiando en que esta vez sea suficiente para derribar a la bestia. 

¡Quietos! ¡Parad! -Les digo a los nativos de forma autoritaria. Aunque no está en mis manos, trato de impedir que sigan acuchillando al bicho alienígena porque me pareció ver un atisbo de inteligencia en sus ojos, y ahora está débil, ya no me parece una amenaza. Si el táser es efectivo prefiero capturarlo con vida si es posible, y sino pues a una mala nuestros científicos la estudiarán y la diseccionarán en la Tierra. 

¡Aldo díselo! Podemos capturarlo. Diles que no lo maten. 

Asalto 4

Aldo dejó de disparar a la orden de quien capitaneaba el SG-4.

- (Poder ...) mierda, ¿cómo se decía? ah sí (... con su arma podemos capturar al caoleagla, no lo matéis) - dijo a los nativos sin estar demasiado seguro de que lo que había dicho era del todo correcto.

Parecía que Tara había encontrado la forma de neutralizar al felino extraterrestre, el táser parecía funcionar bastante bien, o afectar de forma excepcional al animal.

- ¡Es todo tuyo! - jaleó el lingüista a la Mayor si esto servía para que esta pudiera darle con más ahínco al caoleagla.

Resolución del asalto 4

Al tiempo que Tara exhortaba a Aldo que pidiera contención a los foraoisetíre, su táser consiguió impactar una vez más sobre el cuerpo del caoleagla. Por segunda vez, la criatura sentía el mordisco de aquel extraño arma, que le hizo convulsionarse de nuevo. Los movimientos de aquel depredador se volvieron erráticos, como si se hubiera mareado, antes de desplomarse al suelo en apenas unas décimas de segundo. Allí quedó tendido, ante la mirada perpleja pero, a la vez, triunfal de Connach y sus acompañantes. El costillar de la bestia subía y bajaba de forma rítmica, lo que indicaba que seguía vivo. Inconsciente, pero vivo.

El cazador foraoisetíre se arrodilló para comprobar que el caoleagla no estuviera fingiendo, con el cuchillo aun en la mano. Con precaución, Connach tanteó varias veces al animal pero sin reacción alguna ante aquellos estímulos. Al final, el hombre acabó por levantar la mirada y, uno por uno, pareció buscar un acuerdo mudo con el resto de cazadores. Y uno por uno, todos asintieron en silencio. Connach levantó su puñal y se dispuso a dejar caer un golpe de gracia...

La bestia había caído por fin, derrotada por el táser de la mayor Davidson. Todos, a su alrededor, respiraban con alivio. Pasado el rush de la adrenalina, Fern volvió en sus cabales y contempló con ojos de biólogo nuevamente al animal. Aunque hace unos segundos atrás este había querido matarlos a todos, y ellos a él; ahora no era más que un pobre animalito herido por unos inconsientes que ni siquiera debían estar allí en primer lugar. El caoleagla estaba vivo, todavía, pero bastante herido; y el instinto de Fern le obligaba a curarlo y liberarlo. Sabía que los demás no lo verían así... "No, los humanos siempre matan todo lo que tocan... y si son los militares, lo diseccionarán en mil pedazos mientras aún esté vivo..."

En medio de sus pensamientos advirtió que el líder de los celtas levantaba su cuchillo y se disponía a terminar con la vida del animal. Rápidamente se interpuso entre ambos con los brazos abiertos...

-No!!! Detente! No es necesario matarlo... Ya lo derrotamos, ya no es un peligro. Es solo un animal herido ahora. - Dijo mientras miraba a Aldo para que tradujera. Y luego miró a Tara, con ojos suplicantes y la voz llena de pesar- Mayor, no es necesario matarlo, seguro que podemos aprender mucho de él... no es su culpa ser un depredador, es su naturaleza... no merece morir solo por eso... Además no podemos saber cómo afectaría su muerte a este ecosistema, podría romper todo el equilibrio ecológico y a la larga afectar hasta a los mismos celtas estos... Por favor!!!

Estando cerca de Conach agarro su brazo un momento, no con rudeza pero si con la firmeza necesaria para impedir que le de al bicho el golpe de gracia.

No -Le repito, tras lo que libero su brazo. He visto cómo los nativos asentían con la cabeza para darle su conformidad así que Conach también entenderá el silencioso gesto de negación que hago con la cabeza. 

Aldo, transmiteles nuestra postura a los nativos, creo que han comprendido que no nos hace gracia que lo maten, pero vuelve a hacerlo por si acaso. -Le pido. -Diles que nos lo llevaremos a la Tierra y que no les molestará más.  

 Fern, estamos de acuerdo, pero te necesito calmado - Le pido al científico en tono de suave, no le reprocho que intente salvarle la vida al animal, yo también prefiero capturarlo, pero tengo asumido que si los nativos no aceptan, el bicho morirá y nosotros no se lo impediremos. Por eso me preocupa Fern y su posible reacción a una negativa de los nativos. 

  Tengo alma de antropóloga y cómo tal considero que no somos quienes para cuestionar, juzgar, sermonear o impedirles a los nativos hacer nada, porque ello vaya en contra de nuestros valores. ¿Acaso nuestros valores y nuestra creencias son mejores que las suyas? ¿Quién sabe cuantas vidas humanas se habrá llevado esa cosa por delante?  No. Una vez les quede clara nuestra postura, la decisión será de los nativos y nosotros no nos interpondremos. 

Chicos, yo también prefiero capturarlo con vida, pero no a cualquier precio. No al precio de enemistarnos con nuestros anfitriones -Digo mirando uno por uno a los otros tres miembros del equipo. Llegado el momento, podría hacer valer mis galones y punto, pero preferiría ganarme la confianza del resto del equipo y obtener su apoyo sin necesidad de llegar a eso. - Recordad dónde estamos y cual es nuestra misión. ¿hooah?*

- ¡No! - dijo el lingüista al mismo tiempo que la Mayor lo decía.

Quizá el gesto de esta le pusiera algo nervioso. La sociología le dejaba entender que debía dejar a Connach hacer lo que debiera con el animal, pero Tara tenía intención de mantenerlo con vida y después de la traducción que le pidió para los lugareños, confirmó las sospechas que tenía.

Explicó con calma a Connach y a sus hombres las intenciones que tenía su grupo para con el caoleagla tan bien como pudo, o como su conocimiento del idioma le permitió, no era demasiado sencillo hablar con aquellos hombres de ciencia y de estudios biológicos, quizá hubieran avanzado en esa rama, a pesar de lo que se percibía a primera vista, y probablemente hubieran desarrollado el lenguaje, lo que dejaba a Aldo en un estado de este muy arcaico, pero se las apañó como pudo. volvió a repetir lo de capturar al caoleagla que ya había dicho antes de que Tara asestase el último golpe al animal.

- ¿Tenemos algo para asegurar al animal mientras sigue inconsciente? - preguntó Aldo a Tara - Si nos permiten hacer lo que dices será mejor que tengamos algo, pero no lucharía más por la vida del caoleagla, por las formas de actuar, parece que constituye un enemigo poderoso y que necesitan que muera - explicó a sus compañeros.

No tenía demasiado claro si Connach accedería a sus peticiones. Connach parecía un hombre sensato cabía esperar que juzgase ese momento con la misma sensatez con la que había estado actuando.

- No lo entendéis. - El cazador se había levantado, una vez Tara detuvo su mano. Su mirada paseó de uno a otro tau'ri mientras hablaban en un lenguaje que, claramente, no comprendía, pero se detuvo finalmente en Aldo. Hasta el momento, el lingüista era el único que había intercambiado palabras que si comprendía, por lo que, en cierto modo, le consideraba un interlocutor natural. - En cuanto despierte, volverá a atacar. El caoleagla no es un depredador, es un cazador de hombres. - Uno de los foraoisetíre le interrumpió al asegurar, con temor reverencial en su voz, que aquel animal no era de "este mundo", pero Connach le hizo callar con un gesto que podía indicar un interés más pragmático que supersticioso.

- No tiene miedo a nada pero los otros animales lo temen y evitan. El caoleagla no rehuye nuestra presencia como otros animales, ni siquiera necesita un motivo para atacarnos; nuestra simple visión le sirve para provocar un ataque. Y no siempre es fácil eludirlos, pues se mueven como espíritus si se lo proponen, sin hacer ruido ni ser vistos hasta que es demasiado tarde. Lo mejor es matarlos, si tienes la oportunidad, o alejarte de ellos lo más rápido posible. - Connach apartó la mirada de Aldo para observar al animal inconsciente que yacía a sus pies, con el cuchillo aun en la mano.

Con reticencia, Connach finalmente enfundó su cuchillo y ordenó a sus compañeros que buscasen una rama larga y sólida. Unos minutos después, los foraoisetíre habían colgado al caoleagla de un palo, con sus patas anudadas con unos trozos de cuerda basta que uno de ellos había procurado a su vuelta de buscar la citada rama.

El jefe del grupo había acabado por acceder a los planteamientos de los tau'ri pero les advirtió; si el caoleagla despertaba de camino al castro, lo matarían. Si el cacique foraoisetíre asi lo ordenase, llegados al castro, el animal moriría. Sin más dilación, dos de los cazadores se echaron al hombro sendos extremos de la rama y portearon su presa el camino de vuelta a su poblado. Conforme los minutos de viaje pasaban, la vida parecía volver al bosque, que no tardó mucho más en recuperar el concierto con que había saludado a los oídos de los exploradores a su llegada. Sin embargo, el ánimo del resto de la partida de caza ya no era el jovial que mostraban antes del encuentro; ahora se movían alertas, sin descuidar al animal que cargaban y con las manos cerca de sus armas.

Aldo no estaba convencido de que el caoleagla fuera a portarse bien y se matnuviera inconsciente mientras llegaban al castro y luego tuvieran que volver a comunicarse con la gente de La Tierra para informar de la captura, pero seguía órdenes. Asintió ante Connach y sus advertencias e hizo de traductor todo lo bien que pudo.

El resto del camino el hecho de llevar a una bestia tan peligrosa había hecho mella en el ánimo de los lugareños y a Aldo se le veía afectado, la alegría triunfante de haber logrado comunicarse con ellos horas antes, contrastaba con la seriedad y la cara de preocupación que manejaba ahora que sabía que el caoleagla se despertaría y muy probablemente, ese tiempo que habían ganado para su supervivencia no sería para nada. Sin embargo se mantuvo en silencio, no sería él el encargado de decir "Os lo advertí" cuando eso sucediera.

El grupo avanzaba callado, los celtas mostraban una visible incomodidad con la situación, pero aún así habían accedido a mantener vivo al caoleagla. Fern caminaba cerca de ellos, analizando detenidamente al animal, observando cada uno de sus rasgos. Incluso en una ocasión metió los dedos en la boca del animal para entender cómo se retraían sus labios. Los celtas lo miraban de reojo, podía ver claramente en sus miradas que pensaban que estaba loco. Pero lo le importaba, él solo centraba su pensamiento en aquel ser tan extraño y a la vez tan familiar, que encarnaba todo lo que él solo había alcanzado a teorizar. Sus pensamientos, poco a poco fueron saliendo de su cabeza y en un punto se encontró hablando poniéndolos en palabras, pero estaba tan emocionado y excitado al respecto, que no le importó.

- No tiene mucho sentido que un animal así sea un cazador de hombres. Tiene el tamaño, la fuerza, y obviamente la capacidad de cazar hombres... pero debe haber presas más grandes y menos peligrosas que los hombres en este planeta. En la tierra algunos grandes felinos pueden volverse cazadores de hombres, y algunos tiburones... pero solo cuando tienen una interacción violenta y catártica con ellos. - Hablaba en voz alta, como para que todos lo oyeran, aunque no parecía estarse dirigiendo a nadie más que a sí mismo.

- Según esa lógica, es probable entonces que el caoleagla fuera un gran depredador en su tiempo, pero que vio su número reducido con la llegada de los Goa'uld y de los humanos que estos trajeron... por lo que tuvieron que empezar a luchar por mantener su nicho ecológico, e incluso su propia supervivencia... y luego al marcharse los Goa'uld, y llevarse posiblemente las armas que los mantenían a raya, su especie debe haber proliferado nuevamente, perpetuando el rasgo de cazador de hombres en la descendencia... Un desafortunado caso de cuello de botella.... - Miró entonces a Aldo, como para ver si este estaba prestando atención y si lo entendía. Luego buscó rápidamente los ojos de la mayor, posiblemente con la misma intención, y continuó.

- Bueno, esa es al menos una posible explicación. Ahora... ¿Cómo funcionará ese ataque sónico que emite? Debe tener un juego único de membranas en la laringe, posiblemente como una siringe de ave, o mejor, de saurio... Pero aún así, requiere de muchísima potencia para expulsar el sonido con esa intensidad... Debe tener un mecanismo fisiológico super interesante!!!

- El caoleagla atacó incluso cuando nosotros no buscábamos enfrentamiento, de hecho, de no haberos visto a vosotros hubiera pasado como si no hubiera nadie - dijo el lingüista -, era como si nos tuviera un odio irracional, esa forma de lanzarse. Pero tampoco me extraña, si el funcionamiento social de los animales se ha parecido en algo alguna vez al de los humanos, teniendo en cuenta que los humanos pueden llegar a ser tan... - se detuvo Aldo antes de soltar un insulto contra su propia especie -... tu ya me entiendes, como para continuar odiando y peleándose entre si para "sobrevivir" aún sin necesitarlo, no me extraña en absoluto que el caoleagla pueda reaccionar así, pero ya ves, ha atacado sin pensárselo, sin amenazaros, obligándonos a defendernos, no en respuesta a un ataque, pero eres tu el que sabe de esto.

Aldo se encogió de hombros, había estado escuchando al biólogo y le respondía en consecuencia.

- Para que puedas estudiarlo, antes tendrás que rezar para que no se despierte - acabó por comentar.