Partida Rol por web

Aldo entornó los ojos. Habían hecho enfadar al fuego fatuo.

- No no, no habrá problema en devolver esto si nos asegura un retorno tranquilo - dijo intentando tranquilizar a Alan y mirando al fuego -. Iremos al túnel pero, aunque no queráis colaborar, estaríamos dispuestos a aceptar que lleguemos sin tener que enfrentarnos a más caoleaglas, dos son ya demasiados seres vivos fallecidos en favor de nuestra propia defensa.

Sacó la cámara de fotos y rebobinó el carrete.

- ¿Ves? Sacaré ahora el carrete y te lo entregaré - luego abrió la libreta y rasgo las hojas de papel que había escrito -. Si hay trato también te daré esto así no tendrás de que preocuparte.

Era cierto que habían podido sobrevivir a aquel ataque combinado de los caoleaglas, pero de pura chiripa y el lingüista no tenía ganas de cruzarse con ningún otro de aquellos animales, suficientes gatos había tenido ya por aquel día.

Si las acciones de Aldo tuvieron respuesta, fue imposible decirlo. El ente no pareció inmutarse lo más mínimo, sus lenguas de fuego a modo de ojos aun convertidas en estrechas y finas líneas que, ocasionalmente, eran ocultadas por una llama azul. Más pequeñas lenguas de fuego blanco se formaron donde la esfera llameante aparentaba tener la boca, como si fuera a decir algo, pero fueron engullidas enseguida por el fuego azul. En aquel instante, daba la impresión de que el ser estudiara al lingüista detenidamente. Y entonces, las páginas que Aldo había arrancado de su cuaderno comenzaron a desintegrarse desde los bordes, como si un fuego invisible las consumiera.

- Ahora sólo queda sobrexponer el material fotosensible. Con eso resuelto, podemos marchar. - La bola de fuego se hizo ligeramente a un lado aunque levitó aun más cerca del sociólogo. Cuando su movimiento concluyó, permaneció expectante a una distancia algo mayor que la de los brazos extendidos del doctor Evans.

En aquel momento, el material fotográfico era quizás lo de menos. Ahora mismo la principal preocupación era salir de aquel planeta sin ninguna baja. No habríamos conseguido realizar totalmente la misión que se nos había encomendado, pero otro equipo podría volver en otra ocasión y con los informes que entreguemos podrían tener mejor suerte

Me quedé a la expectativa esperando que aquella bola de fuego se diera por satisfecha y desapareciera para que pudiéramos salir de allí de vuelta de nuevo al Stargate.

-Tela con la especie superior.- Pienso mientras niego con la cabeza, dejándolo por imposible. -Recoged, nos vamos - Ordeno de mal talante, debido al mal humor que me ha producido tratar con esa cosa.  

Esta ha sido una de las experiencias más frustrantes que he tenido en toda mi vida, tratar de razonar con ese chisme es lo más parecido a darse cabezazos contra una pared, aún siendo obvio que este lugar se cae a pedazos y necesita ayuda. Si sigo escuchándole más tiempo negarse a todo y hablando cómo si todo el planeta le perteneciera a él, me temo que acabaré vaciando los cargadores contra todo aparato que tenga aspecto de ser importante y no tengo ganas de iniciar un conflicto intergaláctico.

Espero que vuestra "política hacia civilizaciones más atrasadas"  te sea útil, porque si es igual de útil que tu servicio de mantenimiento, me da que lo llevas crudo - Añado a modo de despedida, dedicándole una última mirada despectiva al ente, antes de encabezar la marcha.

El ente parecía tan terco como una mula y no parecía que tuviese muchas ganas de confraternizar. Sin duda que eran una cultura superior, pero como todo en el universo, cuando se aisla del resto acaba por desaparecer. El científico esperaba que eso no ocurriese, sería una fuente de conocimiento enorme el poder hacer intercambios comerciales y de cualquier otro tipo, pero eso no sería en un futuro cercano, tenían que dejar el planeta y de forma no muy amistosa, aunque eso siempre se podía cambiar más adelante.

-Bien Mayor, recogemos todo y de camino al stargate. Es una lástima que no podamos conocernos en otra situación, podemos ser amigos geniales, no hace falta ceder tecnología, sólo unas manos para estrecharlas. Aún de seres que consideran inferiores se puede aprender mucho.
En fín, una lástima como acaba esto, les deseo suerte.

La bola de fuego observó desfilar a los tau'ri hacia la salida sin variar lo más mínimo su "expresión". Solamente cuando el último miembro del SG-4 se hubo ausentado, el ente salió flotando con ellos hasta la grieta. En el exterior, el bosque aun seguía oscuro, como si las nubes de la tormenta que habían escuchado antes aun permanecieran sobre la región.

La criatura llameante indicó a los humanos que permanecieran quietos un instante, mientras unos anillos de luz blanquecina se formaban alrededor de ellos. La entidad les advirtió en contra de quedar parcialmente fuera de aquellos halos, mencionando algo sobre "interrupción en los flujos regulares de materia" y "fallos imposibles de compensar por falta de información molecular". Si aquellos aros hubieran sido sólidos y surgieran de un compartimento en el suelo, o en un techo, hubiera sido fácil pensar en los anillos de transporte goa'uld. En cualquier caso, antes de que hubiera tiempo a plantearse siquiera una similitud entre el funcionamiento de una y otra tecnología (o en cualquier otra cosa), un fulgor blanco cegó a los tau'ri. Acto seguido, tuvieron la sensación de ser arrancados violentamente del suelo, con sus estómagos encogiéndose contra los intestinos como consecuencia de alguna súbita aceleración... que desapareció al instante siguiente, con la impresión del estómago recuperando su posición y forma originales.

Pero antes de que el fulgor permitiera ver algo a Alan, Aldo, Fern y Tara, lo primero que asaltó sus sentidos fue el olor característico a ozono tras una tormenta, mezclado con el desagradable hedor a carne quemada. Cuando el velo de luz cegadora desapareció de sus ojos, pudieron ver que estaban en el claro del stargate al que habían llegado horas atrás. Pero ahora estaba distinto; una parte había sido removida, levantando hierba y suelo por igual, dejando un rastro claro hasta la zona de hierbas altas que vieron a su llegada, ahora inexistentes. Aquella herida alcanzaba la parte arbolada y parecía haber sido causada por una nave desconocida, los motivos de su casco delataban su origen goa'uld pero era mucho más grande que los planeadores de la muerte. El vehículo se había partido en tres secciones y el casco estaba severamente deformado, tal vez por el impacto. Aun cuando hubiera estado en mejor estado, los miembros del SG-4 no podían estar seguros de haber sido capaces de reconocer el tipo de nave que era.

Lo siguiente que llamaba la atención en el claro eran las decenas de cuerpos que se hallaban entre la hierba. Aun lucían sus distintivas armaduras y sujetaban sus Ma'tok, pero el tejido dérmico estaba totalmente carbonizado. Eso dificultaba saber a qué Señor del Sistema servían aquellos jaffas. Curiosamente, ni el suelo ni la hierba alrededor de aquellos cadaveres mostraban signos de fuego o incendio alguno. Frente al stargate, a su derecha desde la posición actual del SG-4, un cañón de asedio goa'uld había sido instalado, pero parecía haber sido alcanzado por algún tipo de descarga de energía y su dotación yacía dispersa a su alrededor, en idéntico estado al de sus camaradas.

La bola de fuego azul no se inmutó por el dantesco espectáculo. Levitó tranquilamente hasta el DHD; todos los glifos se iluminaron simultáneamente, incluso antes de que el ente estuviera junto al dispositivo. Al mismo tiempo, el stargate se animó, fijando todos los chevron a la vez y el horizonte de sucesos se formó placidamente, como si su superficie acuosa apareciera desde el centro y los bordes, expandiéndose hasta encontrarse. Luego, una serie de ondas concéntricas perturbaron el horizonte, como si una gota cayera sobre agua, hasta que disminuyeron en tamaño y desaparecieron. Extrañamente, no hubo torbellino alguno.

- Buen viaje. - La bola de fuego, el fuego fatuo como Aldo lo nombrase, permanecía junto al DHD, pero ahora observaba al SG-4 y puede que esperase a ver qué hacían. O sólo estuviera para asegurarse de que se marchaban realmente.

Me tapo la nariz con un gesto de asco cuando me asalta el olor a ozono y carne quemada, mientras mis ojos se acostumbran a la súbita claridad. 

La escena ante nuestros ojos viene a confirmar lo que ya sospechaba, que lo que hemos descubierto es algún tipo de arma antiaérea, y viendo la devastación causada, queda claro que es efectiva contra los goa'uld, sin embargo, rotos todos los puentes y sin ganas de seguir perdiendo el tiempo tratando de razonar con aquella cosa, aprieto el paso hacia el stargate. 

Cuando el ente nos desea buen viaje, la única respuesta es una mirada ceñuda. Sin molestarme en responder, espero a que todo mi equipo haya cruzado el stargate para seguirlos rumbo a casa.     

Levanté el arma ante la visión de la devastación que se extendía por el claro. Primero pensé en que podría haber algún superviviente del accidente, pero al momento me di cuenta de que debía ser imposible que nadie saliera vivo de semejante desastre.

Miré hacia el cielo y después seguí con la vista al fuegoi mientras desaparecía de nuestra vista.

¿Creeis que esto lo han hecho los fuegos azules?

Miré a Tara y vi que en su cara se mostraba la seguridad de que aquello que habíamos dejado atrás era realmente un arma de protección frente a los Goa'uld. No nos quedaba más que volver a casa y presentar el informe. Posiblemente no sería la misión más satisfactoria de la historia, pero teníamos la localización de una raza con capacidad de repeler naves Goa'uld.

Andrews miraba el espectáculo que se ofrecía al acercarse al portal, sin duda que el potencial de los seres que defendían el planeta era formidable, pero creía haber visto la decadencia que comenzaba a aflorar en todas las culturas que se aíslan de su entorno, así que decidió hablar para el hosco anfitrión.
- Puede que tengamos relaciones con el resto de habitantes del planeta, es algo de buenos vecinos aunque los suyos no quieran serlo. Cuando se den cuenta que necesitan ayuda, especialmente de un grupo como el nuestro, estaremos encantados de echar una mano, de verdad.
El intercambio de culturas puede ser maravilloso y el conocimiento nunca debe ser desaprovechado, sea conocer la cultura que sea y el apoyo que sea. Al igual que una tecnología por avanzada que sea no puede mantener alejado a los enemigos indefinidamente sin ayuda por atrasada que se considere. Espero podamos conocernos mejor en otra ocasión.
Les deseo mis mejores deseos.

Si alguien hubiera echado un vistazo al rostro de Aldo se hubiera percatado de que tenía cierto gesto de asco. No por el olor de la carne quemada, no porque el olor de después de la lluvia fuera asqueroso, sino porque el súbito cambio de posición de sus entrañas le estaba provocando nauseas. Al reaparecer en el prado de la stargate boqueó un par de veces antes de que sus interiores se acabasen de calmar y recuperó cierta compostura.

Miró al ser de llamas casi evitando mirar la escena, pensó que probablemente estaba aprovechando el momento para acojonar al SG-4 y quizá, al menos en el, lo estuviera consiguiendo, mayormente porque no sabía como podía haber sucedido aquella escena.

El lingüista avanzó una vez la stargate se abrió y levantó la mano a modo de despedida.

- Hasta luego - no acostumbraba nunca a decir "adiós".

Miró al resto del equipo y en especial a Tara.

- ¿Ahora toca el identificador y entrar, no? - preguntó recordando el protocolo, más que nada porque no quería que le disparasen al salir de la puerta.

Sin más respuesta a las palabras de los tau'ri que un simple movimiento de la esfera llameante girando en su posición como si les siguiera mientras se dirigían a cruzar el stargate, el SG-4 inició la vuelta a casa. Pero el regreso también tuvo su parte de complicación: según se materializaron al otro lado, fueron recibidos por la oscuridad del silo, sólo rota por las luces de emergencia, el resplandor azulado del horizonte de sucesos y los haces de linternas sujetadas por los soldados que, rifle en alto, les apuntaban y les gritaban que no se movieran.

La situación comenzó a calmarse cuando el último miembro del equipo cruzó la puerta. El horizonte de sucesos se desvaneció y, unas décimas de segundo más tarde, las luces del silo y de la sala de control se encendieron y algunos ordenadores (al menos los que veían desde su posición) se reiniciaban. El general Hammond, en pie en el centro del control, parecía recibir informes y daba ordenes antes de usar la megafonía para ordenar a los soldados de guardia en el silo que descansaran y emplazaba al SG-4 en la sala de reuniones en una hora para discutir su informe preliminar.