Partida Rol por web

- Ummm... Cien piezas de oro... Me quedo pensativo. - No se ofenda, pero voy a comparar precios antes de tomar una decisión. Le digo a Bunch y paso de largo, dirigiéndome a los otros puestos.

Acudes a los otros puestos en busca de una oferta mejor. Pero en vez de eso te encuentras que los otros dos comerciantes de carnes te ofrecen precios más bajos por ambas piezas.

90 y 85 piezas de oro por ambos jabalís es lo que te ofrecen respectivamente los demás comerciantes.

Bunch te observa desde la lejanía con una sonrisa un tanto arrogante en su cara.

Retrocedo sobre mis pasos cargado con los jabalís. Me acerco al tal Bunch y le digo. - Si la oferta sigue en pie son suyos. No me hacía gracia la actitud de ese hombre, la superioridad y arrogancia que muestra me repatea. De buena gana hubiera vendido los jabalís por menos oro con tal de no soportar su estúpida sonrisa, pero no creo que a mi padre le fuera a parecer bien dejar de ganar dinero, así que no me queda más remedio que volver a Bunch resignado.

- Ya se lo dije, caballero. ¡Solo Bunch ofrece el mejor precio de toda la cámara! - el enano se rie a carcajadas, henchido de orgullo, sujetándose la barriga con ambas manos como si se le fuera a caer de un momento a otro. Seguidamente mete un silbido y en cuestión de segundos aparecen dos niños enanos con una carreta. Bunch les da instrucciones a los críos para que depositen en la carreta los jabalís y después saca una pequeña bolsa de cuero que lleva colgada en su cinturón - Aquí tiene, caballero. 100 monedas de oro. ¡Ha sido un placer hacer negocios con usted! - Bunch hace una fingida reverencia, sin quitar en ningún momento su sonrisa triunfal. Después le paga a tus compañeros enanos por sus respectivas piezas y se va con su carro a otra parte.

- Bueno, ha sido un día largo - comenta uno de los enanos que te han acompañado durante el día - ¡Es hora de que cada enano se meta en su agujero! Dile a Kohta que mañana nos veremos. Los dos enanos se despiden y se van, cada uno en una dirección.

Enseguida te das cuenta de que los puestos que quedan abiertos en la cámara de comercio empiezan a cerrar. Se ha echo tarde, las tripas te rugen después de todo el día sin probar bocado y el cansancio te va pasando factura poco a poco...

No puedo soportar la sonrisa de ese tipo, ni sus aires de superioridad, pisoteándome como si yo no fuera nadie. Debería estarme agradecido, sin mí y mis compañeros cazadores ese hombre no sería nadie….

Cojo el saco de monedas, arrancándoselo de la mano de un tirón, de mala gana. Lo primero que hago es abrirlo para comprobar que me ha dado la cantidad correcta, no lo hago por desconfianza, sino porque estoy convencido de que tener ese gesto en su cara no le va a sentar bien y le va a borrar su estúpida sonrisa de un plumazo.

Cuando el dichoso Bunch se va con sus estúpidos jabalíes, me despido de mis compañeros de caza. - ¡Se lo diré! Hasta mañana. Me despido con un gesto con la mano y nada más me giro aprieto los dientes. Aún me hierve la sangre por dentro porque han cazado más que yo, pero aún me hierve más, por cómo se han burlado de mi padre.

Vuelvo a casa junto a Volk. Yo estoy hambriento, tanto que me rugen las tripas, pero él también debe estarlo y encima está herido. Acaricio su lomo para agradecerle su gran trabajo de hoy, aunque a mi madre no es capaz de frenarla para que no entre a la habitación, con el Troll y con los jabalíes se ha comportado como un gran lobo.

Mientras acaricio a Volk, no paro de pensar en aquello que cocinaba mi madre está mañana cuando nos hemos marchado. Tengo el olor clavado en la nariz y pensar tanto en ello me está haciendo empezar a salivar.

La vuelta a casa resulta más reconfortante que nunca. Un rico estofado de carne asada y especias te da la bienvenida.

Tu madre se encuentra en el salón, terminando de limpiar y recoger algunos cacharros que estaban en el suelo. Al veros entrar, tu con algunos rasguños y Volk cojeando, no tarda en regañarte - ¡Mira que te he dicho cientos de veces que lleves cuidado! ¿Qué os ha pasado? ¿Ha sido por el terremoto? - no obstante se levanta corriendo y abre un cajón del armario para saca un tarro de mejunje verde echo a base de hiervas curativas. Al destapar el tarro, el mal olor que emite el remedio casero eclipsa el del rico estofado. Tu madre te aplica una fina capa del viscoso remedio sobre los rasguños y luego hace lo propio con Volk, mientras sigue hablando - ¡Hay hijo! que susto nos hemos llevado aquí abajo. Estaba yo en casa de la herrera, discutiendo sobre el nuevo envío de espadas que nos han encargado cuando de repente ha empezado a temblar todo. ¡Pensábamos que se nos caía la herrería encima! Y cuando llego a casa me encuentro todo desordenado. Menos mal que no se han roto más que cuatro platos y poco más. - Aunque el olor del hungüento es bastante desagradable, no llega al punto del olor fétido del troll de esa misma mañana y el alivio no tarda en llegar con una sensación de frescor - Esto ya está listo. Descansa y mañana estaréis como nuevos. A ver cómo llega tu padre...

Al entrar a casa… ¡Por las barbas de Ebrik! ¡Qué olor! Pienso al oler lo que en pocos minutos iba a estar en mi estómago.

Nada más pasar al salón y ver varios cacharros tirados por el suelo me quedo boquiabierto. ¿Qué ha pasado aquí? Mi madre no me da tiempo casi ni a reaccionar, cuanto menos a abrir la boca. Rápidamente se echa enciamde mi y empieza a atosigarme con preguntas. - ¡Madre, ya soy bastante mayorcito! Le espeto cuando me trata como si aún fuera un crío pequeño. - ¿Terremoto? Entonces me acuerdo del temblor. - No. Allí arriba tan sólo notamos un temblor, nada de lo que preocuparse. ¡Las heridas nos las hicimos luchando contra un Trol! Le cuento orgulloso.

Entonces veo a mi madre sacar su famoso ungüento. ¡Nooo! Con lo mal que huele. ¡Joder! Pienso. Pero no digo nada, dejo que mi madre me lo eche, pues sé que no me va a dejar en paz hasta que no lo haga.

Cuando me cuenta lo del temblor, no salgo de mi asombro, aunque allí arriba no me quedé del todo tranquilo y ya pensé que podía haber afectado más a la mina…

Por fin, el estofado llega a la mesa y no tardo en meterme la primera cucharada a la boca. - ¡Esto está de muerte madre! Le digo para que se quede contenta, aunque realmente lo está. - Padre está bien. Ha ido a dar el informe. Eso sí… Dudo si avisar a mi madre. - Te aviso que vendrá cabreado, es el que menos ha cazado hoy. ¡Ja-Ja-Ja! Me carcajeo con mi voz carraspera.

- ¿Un troll dices? - comenta tu madre todo asustada - ¡Por el martillo de Vulcano! ¡Un día de estos me vais a matar del disgusto! Tu padre y tu, ¡los dos! Con lo feliz que me harías si siguieras la senda de los grandes herreros, lo tranquila que me quedaría yo, sin tener que sufrir cada vez que salís de casa. A tu padre por que ya lo conocí así, pero me dirás tu qué necesidad tienes de arriesgar la vida así...

Tu madre se da la vuelta y termina de recoger algunos de los cacharros que aún estaban por el suelo, mientras sigue mascullando en voz baja.

Tan exagerada como siempre. Pienso mientras meto una nueva cucharada del delicioso estofado en mi boca y lo saboreo. - No era para tanto el Troll, conseguimos tumbarlo con sólo unos pocos disparos. Le cuento a mi madre con chulería. Hago una pausa para llevarme otra cucharada a la boca y cuando trago vuelvo a dirigirme a ella. - La herrería es aburrida madre. No sabes lo que es salir ahí y perseguir a tus presas, saber que te temen, descargar adrenalina con cada disparo… Bebo un poco de cerveza para bajar el estofado. - Vamos, nada que ver con golpear un trozo de metal. Además, no es tan peligroso… Me muestro arrogante de nuevo.

- Golpear un trozo de metal, dices - tu madre suspira - ya veo que no has aprendido nada en estos años. No se para que me esfuerzo en enseñarte lo que se si eres incapaz de apreciar el arte de la forja.

En ese momento entra tu padre a casa. Se le ve cansado y un poco malhumorado. - ¡Al fin en casa! - Se sienta en la mesa y se sirve un buen plato del estofado sin decir nada más. Come rápido, casi sin respirar entre cucharada y cucharada, y de vez en cuando se echa un trago largo de cerveza seguido después por un sonoro eructo - Será mejor que no tardes en acostarte, hijo. Mañana nos espera un día duro de verdad.

De qué sirve el arte de la forja si no hay quien use las armas que haces, gente como padre o yo… Pienso sobre las palabras de mi madre, pero no le digo nada, bien sé que sólo lleva a una discusión sin sentido.

La llegada de mi padre me alegra. Cuando se sirve el plato de estofado y se sienta a la mesa, le tiro la bolsa de monedas que me han pagado por los jabalís cerca de su plato. - Cien piezas de oro me ha dado el rastrero ese de Bunch. Digo con cierto aire de desprecio. - ¿Por qué dices eso padre? ¿Qué te han dicho al dar el informe? Digo bastante molesto. Yo tenía la esperanza de que mañana recuperaría el día libre que hoy me habían chafado…

Tu padre agarra la bolsa de monedas de mala gana y tras hacer el recuento te la devuelve - No está mal. Bunch puede ser insoportable como nadie, pero tiene olfato para los negocios - Kohta se echa otra cucharada de estofado a la boca y mastica con la boca abierta mientras te responde - Ese maldito terremoto. Lo que allí arriba no fue más que un simple temblor, aquí abajo ha sido más intenso - tu padre traga y bebe un largo trago de cerveza - Por lo visto los exploradores han informado de que las galerías subterráneas que permanecieron cerradas durante tantos siglos han quedado al descubierto. Ahora nos toca a nosotros adentrarnos en esos endiablados túneles, que sabe Vulcano lo que guardarán en su interior... - termina escupiendo al suelo, indignado.

Tu madre no deja de escuchar atenta y algo asustada ante las palabras de tu padre. Finalmente le da una colleja en el cogote por hacer semejante guarrada.

¿No jodas? ¿Sí? Aún no me había enterado… Pienso molesto al recibir de nuevo la explicación sobre el temblor. Pero según mi padre sigue hablando, la molestia se va transformando en emoción. - ¿En serio? ¡Por fin una aventura diferente! Exclamo alegre, golpeando la mesa con la jarra de cerveza.

Siempre había soñado con vivir algo así, una aventura con la que poder forjarme un nombre y convertirme en alguien conocido por toda la comunidad enana, por fin ha llegado mi momento.

Me río al ver la colleja que mi madre le propina a mi padre. - Ja-ja-ja. Tantos años y no aprende.

Apuro el plato de estofado y saco uno de mis puros para acompañar el resto de cerveza que me queda, esa mezcla de alcohol y humo me aportaría la relajación necesaria para irme a la cama después de tan grata noticia.