Partida Rol por web

Atardecer del 8 de Enero de 1920. Creeckville, Ohio.

Anochecía, y la temperatura descendía rápidamente. El frío viento invernal hizo que la jóven se aberrujara más en su abrigo, bufanda y sombrero, antes de echar un vistazo al callejón. No estaba muy bien iluminado, pero se veía claramente que no había nadie en él. El Distrito Portuario era peligroso, más aún al anochecer, y más aún para una mujer solitaria, así que debía tener cuidado. Podía entrar al local por la puerta delantera, pero a ella no le gustaba demasiado llamar la atención.

Tras asegurarse que el callejón estaba vacío, avanzó por él un par de decenas de metros hasta llegar a la altura de las las escaleras que descendían junto al edificio. Unos cuantos escalones helados y resbaladizos y ya se encontraba ante la puerta de la entrada trasera del local, el cual estaba a la altuar de un semisótano. Abró con la copia de la llave que tenía y entró, cerrando tras de sí.

Debía darse prisa. Aún debía vestirse, y esta era la hora en la que más clientes llegaban al local. Según le había comentado Virgilio, las cuentas del negocio no estaban para dar cohetes, aunque también les había tranquilizado a todos diciendo que acababan de abrir el local. Auditore esperaba que cada vez llegaran más clientes, a medida que el negocio se hiciera más popular en el barrio.

Ezaniel se sentía algo nerviosa, al saber que parte de la responsabilidad que eso ocurriera recaía sobre sus hombros. Por desgracia, sólo contaba con la ayuda de Johnson, un veterano músico de color de la sureña Virginia, y por mucho que ella insistió a Auditore, este le dijo que no podían permitirse pagar más artistas. Bueno, por lo menos el local ya contaba de por sí con un viejo piano, aunque tardaron bastante en quitarle las telarañas y el polvo. Por lo menos, Johnson no era mal músico. había conseguido incluso afinar el piano.

Dentro el ambiente era mucho más cálido, y se oía el sonido de la cercana sala de apuestas y juego tras una puerta, pero ella no se dirigía allí. Avanzó por un pasillo hasta llegar a la puerta del camerino, golpeó un par de veces en la puerta y entró rápidamente.

Jeremiah Johnson estaba ya allí. Se sentía un poco frustrada por tener que compartir el camerino con el hombre de color de casi 50 años, pero él no parecía darle importancia. Según le había dicho el veterano músico, en un par de años ella perdería todo el pudor, y tendría que concentrase para no caminar desnuda delante de sus socios sin percatarse. A Ezaniel le resultaba difícil de creer, pero Jeremiah había insistido en que "en el mundo de la farándula" tarde o temprano todo el mundo acababa perdiendo la vergüenza.

Aun así, podía permitirse un biombo que impedía que el veterano músico la viera tal y como había venido al mundo. Se dirigió a su sitio a toda prisa, colgando antes el abrigo, la bufanda y el sombrero en el perchero. Se sentó frente al espejo y abrió el cajón para el maquillaje.

- Llega tard Ma´am ...- A Ezaniel le resultaba extraño que un hombre que le doblaba la edad le hablara de usted y la llamara "madre". - ... ya tendrá usted oportunidad de llegar tarde cuando sea una estrella, Ma´am, pero antes debe ganárselos uno a uno ¿sabe? Y no lo logrará usted Ma´am haciéndoles esperar el espectáculo. Nooo señooor. Desde luego que no.- Además, Johnson hablaba con un marcado acento del sur, y eso la hacía sentir un poco... mal.

El hombre ya estaba completamente trajeado. El único traje que tenía, ya bastante desgastado, aunque lo mantenía increíblemente pulcro. Tan sólo le faltaba ponerse la pajarita y sus zapatos con agujeros.

Además tenía entre sus manos el saxofón, como siempre. Aunque Ezaniel aún no le había oido tocarlo. Decían que era muy bueno al saxofon. Pero antes del espectáculo lo dejaba en el camerino, y a ella solía acompañarla con el piano. Hasta ahora habían sido practicamente ensayos, y días en los que había poca gente frente al escenario. Los locales acudían al local a beber y jugar, pero ella esperaba que eso cambiara.

Al sentarse en su lugar frente al espejo para maquillarse, separada de la "zona" de Johnson por el biombo.  Se encontró con un montón de papeles sobre el aparador ¿qué demonios era aquello?

Examinó los papeles sorprendida y descubrió al instante que se trataba de una partitura, para vocalista al parecer. Estaba escrita a mano, y Ezaniel apenas podía creer lo que ponía, al no poder evitar leer por encima un frase cualquiera de la letra: ".. todas esas buenas chicas en sus casas se están preguntando donde están ahora sus adorables chicos ... pero las chicas salvajes no nos preocupamos por esas cosas ... deja de comportarte como un angelito, nena..."

¡¡Vaya letra más INMORAL! ¡Qué indecente! ¿¡¡Qué demonios era aquello!!?? ¿De donde habia salíd...?

De refilón, vió entonces reflejado del espejo un vestido de tirantes, de relucientes lentejuelas rojo intenso, brillando bajo la luz. Era llamativo y hermoso, y hacía juego con su pelo, pero ... increíblemente excaso. Corto. Impúdico.

Aunque no podía verle por el biombo, se imaginaba la socarrona sonrisa de Johnson.

 Ese hombre acabaría con ella. Dejando los papeles a un lado cerró los ojos para despues mirarse en el espejo. ¿Que ves caperucita? Su madre de pequeña le contaba ese cuento una y otra vez, para enseñarle que quien algo quiere, algo le cuesta. Y es que la caperucita acabó en el vientre del lobo porque ella era ingenua y no supo actuar a tiempo, perdiendo casi la vida por ese fallo. Una cosa es que cantase semejante desfachatez, aunque el resultaba curiosa la letra, pero ¿Ese vestido? Era impúdico hasta decir basta. 

¿Quién ha traído el vestido señor Johnson? empezó a sacar los potes de maquillaje del neceser, tendría que darse prisa si quería estar lista. Primero la capa en el rostro con la borla , extendiendo la fina capa de grasa animal para que se quedase bien afianzado la crema y el polvo maquillador. Por norma tardaba una media hora en poder maquillarse...cosas de tener que esperar a que se secase el mejunje. 

¿Se le vería el ligero con ese vestido tan corto? Esperaba que no, rezaba porque no fuese así

-Pues yo... ¿Quién va a haber sido si no...?- Jeremiah se expresa con toda naturalidad, como si no fuera nada del otro mundo.  - Seguro que le siente bien Ma´am... Mi primera ex-mujer decía que tengo buen ojo para las medidas. Je, je,je... - Hasta su risa sonaba lánguida y relajada. - ... y no sabe lo difícil que me ha resultado encontrar ese color. -

Desde luego, el vestido tiene que ser caro de narices, y resulta raro que un tipo que viste todas las noches con el mismo un traje desgastado pueda permitirse semejante lujo.

- Es suyo con una condición, Ma´am. Quiero que cante mi partitura esta noche... Y con él puesto, claro. -

Sin siquiera llamar, la puerta se abre de par en par para mostrar a un Sinnerman histérico... - ¡¡JODER jefa!!!...- Al ver que eres tú, dice - Perdón jefa. Disculpe señorita. No quería ser tan brusco pero... ¡¡¡Es que tenemos un grave problema!!!... Ninguno de los otros Socios ha estado en todo el día y... bueno, acabo de oir su voz y... -

Debe ser un asunto serio, porque Sinnerman es un hombre muy discreto, y cortés. No es propio de él entrar en el camerino sin avisar. Además, es el camarero, y si el judío no está en su puesto ¿Quien está ahora sirviendo las copas?

 Su rostro no tenía precio, menos mal que no la podían ver. !!!Madre mía, que descaro!!! estuvo a punto de de responderle cuando Ishamael entró de golpe, por dios que pasaba esa noche!? Suspiró por lo bajo mientras esperaba a que la capa de grasa se terminase de secar tras aplicar la primera capa de maquillaje encima. Solo alzó una ceja pues ahcer mas gestos podría desmejorar el maquillaje, que se agrietaría 

¿Que es lo que ha pasado? ¿Cómo que no se ha presentado nadie.....? Un momento, ¿si usted está aquí quien está sirviendo en la barra?

Se levantó y asomó el rostro por el biombo, para verle la cara 

- ¿Y no está el señor Auditore ni la señorita Crystal para solucionarlo? La señorita Ezaniel y yo tenemos una actuación ahora mismo - Es la primera vez que Johnson te llama por tu nombre.

- No. No han venido en todo el dia - Responde el camarero al músico. Entonces se vuelve y se dirige para responder a Ezaniel - Es que esta mañana, cuando ha venido el camión para la entrega de los pedidos de cerveza, el trasportista me ha dicho que el precio de la cerveza se ha doblado ¡¡Se ha doblado!!, y que debía pagar al contando. No supe que hacer, la verdad. Tenía el dinero que ustedes me dieron, pero sólo me daba para comprar la mitad de la cerveza, claro. Como tenemos reserva aún para un par de dias, estuve hablando con el camionero, y conseguí convencerle para que se volviera a pasar mañana por la mañana y hablara con uno de ustedes. No le hizo mucha gracía, pero también comprendía la situación. Me dijo que va mañana va a volver a traer el pedido, y que ustedes sabrán. O por el mismo dinero que antes entrega la mitad del pedido o pagamos el doble.- Se queda unos segundos mirándote y añade: - Esto debe ser por culpa de esa maldita Ley Volstead-

Cuando le mencionas que no está en la barra, donde debería, añade nervioso: - Ah, si, disculpe. Ahora vuelvo, sólo quería comentarle eso tan importante... Por cierto... - Se saca un paquete del bolsillo, un fajo de billetes, y lo extiende hacia tí. - ... por supuesto, como aún no ha hecho la entrega todavía tengo el dinero. ¿Lo guardo para mañana o se ocupa usted? -

  ¿Como era posible que aún no hubiese nadie en el local, ninguno de los demás dueños? Escuchó las palabras del hombre con el ceño fruncido según hablaba.

 Guardelo usted, si quiere póngalo en la caje fuerte secundaria que no se mezcle con el dinero restante resopló ligeramente pues es harto complicado eso de pagar el doble. El nombre de la ley le sonaba pero no estaba segura de saber que es ¿que ley es esa?  quizás la conociese pero por otro nombre. Se volvió a meter mientras hablaba para poder estar lista para la actuación Luego hablaremos sobre que se va a hacer...ya veremos que noche se hace y como acaba la caja

- Esta bién, ya me encargo yo del dinero.- Dice Sinnerman. Ves como se mete el fajo en el bolsillo.

Te mira estupefacto mientras reconoces sin pudor no saber qué es la Ley Volsteld - La Ley Seca, señora, prohibiendo el comercio y trasporte de alcohol. El congreso firmó una ley que entrará en vigor la próxima semana... bueno, en seis días... ¿No ha leido de ello en los periódicos? ¿O en la radio? -

Al oir tus órdenes dice. -Si señorita, vuelvo ya a la barra.- Y Sinnerman desaparece por la puerta tan raudo como apareció, cerrándola tras de sí.

- Espero que demos un buen espectáculo esta noche, entonces... - Añade johnson en tono amargo según Sinnerman desaparece tras la puerta.

 La chica estaba inquieta, esa ley...le traería muchísimos problemas, siguió embadurnandose con potingues todo lo rápido que podía para pintarse los ojos y luego los labios con un pigmento rojo intenso como el vestido. Se aplicó el carbón en los ojos mientras dejaba su mente en blanco, esa noche tendrían que hacer muy buena caja para poder pagar el doble...muy muy buena caja.

-Lo daremos...eso tengalo por seguro dijo muy segura de si misma, con esa vocecilla de ruiseñor. Recordaran el nombre del local...y estará lleno todas las noches sentenció enfundándose el vestido. Se observó en el espejo...y se sonrojó un poco, era muy agresivo...pero quedaba bien con la pintura y la letra, al menos, no se le vería el ligero de las medias. Revisó la canción para aprendersela, o al menos captarla...se la llevaría al escenario por si acaso. Salió timidamente de su zona "privada" y miró al hombre. El le daría el ultimo visto bueno, aunque se sentía apretada e incomoda

Al salir tras el biombo y mostrarte, Jeremiah no pudo evitar poner la boca abierta, antes de mostrar una amplia sonrisa: -¡Ma´am, ha hecho usted que estos viejops huesos se vuelvan ha estremecer! -

Mientras repasas la partitura, Jeremiah se levanta de la silla. saxofon en mano. Pone la chaqueta y se ajusta la corbata. Cuelga con cuidado su saxofon de una alcayata en la pared, y tras asegurar que su instrumento se encuentra bien sujeto, te hace un gesto caballeroso indicándote a la salida del camerino. -¿Madame...?-

Salís al pasillo. Aquí hace algo más de fresco que en el cálido camerino. Aunque está cerrada, algo del frío invernal se nota a través de la entrada trasera, que da a la calle. Además, este pasillo sólo lo usáis el personal del negocio, y se ve solitario salvo por Jeremiah y tú.

Ahora sientes más frío que antes, cuando pasaste por este lugar para entrar al camerino, no sabes si porque afuera el tiempo se ha recrudecido, o debido a la excasa ropa que llevas. Añoras tu abrigo, pero the show must go on.

Puedes ver también una puerta al otro lado de la cual está la sala de apuestas. Piensas que Connell debe estar dentro ocupándose de todo. Se oye jaleo y arengas, así que debe haber alguna carrera en marcha justo en este momento.

Desde aquí, otra entrada da al despacho, el cuál estará vacío seguramente, y otra puerta da al almacén, que según Sinnerman, el camarero, aún tiene existencias para esta semana, pero no para la semana que viene.

Opuesta a la puerta que da a la salida, al otro lado del pasillo, se encuentra la puerta que da a la sala principal del local. Tras esa puerta te espera un más que humilde y discreto escenario para tu espectáculo. Imaginas la cortina tras la cual aparecerás, y un viejo piano, en el que se sentará también el maduro Jeremiah. No habrá luces ni focos enfocándote, y el público estará formado por duros estivadores, marinos y trasportistas irlandeses, deseosos de tomar algo y pasar un buen rato tras un día de duro trabajo.

Ezaniel tomó aire, rememorando la letra de la canción una y otra vez en su mente. Estaba nerviosa, pero ya no era Ezaniel no, ahora ya era El ángel carmesí. Se atusó un poco la melena para que unos mechones quedaran en el sitio justo. Se pasó las manos por el vestido para comprobar que todo estaba en su sitio y bien, muy visible pero al menos bien. 

Vamos allá....le dijo a Jeremiah soltándole el brazo con delicadeza primero entra usted, ¿le parece si empieza a tocar y luego al poco salgo yo? 

El hombre de color, asintió agradecido. Ezaniel sentía como ambos disfrutaban de una emoción que sólo los artistas podían compartir. Salir al escenario era sentirse vivo, compartir algo con la gente, y ambos sentían el ansía previa a la entrada a la escena. Un sentimiento similar al del yonqui poco antes de sentir el chute.

El hombre de color abrió la puerta que daba a la sala principal del local, una bocanada de aire cálido, con olor a humo de tabaco y masculinidad invadió el pasillo. Johnson avanzó hasta el otro lado de la puerta, para permanecer oculto tras los altos cortinajes rojos que ocupaban toda la pared este de la estancia. Torció hacia el sur, deslizándose entre la cortina y la pared, hasta llegar a una serie de peldaños, que le ascendieron hasta el escenario. Echó un último vistazo a Ezaniel, antes de sonreirla, y entonces desapareció tras la cortina. Ezaniel escuchó algún modesto aplauso, pero no demasiados. AL otro aldo de la cortina, gran parte del público seguía hablando.

Al poco, Ezaniel escuchó como Jeremiah empezaba a ejercer su magia. El sonido del piano le llegaba no demasiado claro entre el sonido de las risas y las voces del público del local. Era un público difícil, formado por rudos trabajadores a buen seguro, la mayoría hombres.

Ezaniel se sintió algo sorprendida ante el ritmo del piano, pues era demasiado distinto a lo que creía haber esperado. Esperaba una melodía rápida y veloz, propia de los rugientes años 20. El sonido que le llegaba era lento, sin embargo, pero no sonaba como las baladas dulzonas de las películas o los musicales de la época. A pesar de ello, había una melancolía inherente en ese piano. Releyó la partitura, y se preguntó si Johnson no se habría equivocado de canción, porque a ella no le pegaba la descarada canción con un ritmo tan lento. Ritmo rápido representaba una nueva ola de música jóven y descarada. Ritmo lento reflejaba el clasicismo de la música de toda la vida.

Se sintió confusa un momento, pues no supo identificar el estilo. Por un momento, sintió algo que no había sentido hace mucho, miedo escénico...

Le temblablan las piernas, era horrible ese sentimiento de no saber que hacer bien. La letra debería de ser mas dulce para ese sonido, o la música mas imperiosa y no tan desplacida. Pestañeó varias veces mientras se atusaba el pelo como si fuese lo único capaz de relajarla. 

Era solo una actuación...ya has estado en muchas, no te pongas nerviosa se repitió interiormente como una especie de mantra mientras por última vez releía la letra de la canción. No podía pensar más, pues el fallo era ese. Colgó su sonrisa mas dulce y traviesa y regaló su alma al humo del cigarro antes de traspasar la cortina con la vista puesta en ningún lugar, aun con la partitura en la mano, enrollado como si fuese un regalo o un periódico antiguo, al final iba a darle mas juego del que creía. 

 "Los tiempos están cambiando, los recuerdos se desvanecen, yo perduraré en las retinas de estos hombres, por siempre"

Con un movimiento de cadera ligeramente exagerado pero suave al andar apareció en el escenario, moviendo los hombros al son de la música, la cual era ciertamente lenta "perfecto" .Su sonrisa se volvió mas leve y su mirada mas fija y profunda, quería poder ver el alma de los presentes, entreabrió sus labios pintados de carmesí. Era hora de darlo todo. 

Sales por la puerta, y recorres una distancia tras las cortinas carmesís, siguiendo el mismo camino que siguió Jeremiah. Subes al escenario, mediante unas escalones, y cuando sales tras las cortinas, encuentras el escenario completamente vacío salvo por el piano negro y el señor Johnson.

Hace calor y el humo del tabaco forma neblinas en el techo. A pesar de la neblina, ahora que has salido de tras las cortinas tienes una buena vista del "hall" principal del local:

El local está repleto de mesas y sillas, aunque no todas están llenas. Algunos clientes fuman y otros toman algo. La mayoría son hombres irlandeses, gente de clase trabajadora y seguramente de este mismo distrito. Entre el público te llama la atención un grupo de cuatro jóvenes, dos chicos y dos chicas. Seguramente de algún barrio más adinerado. Uno de ellos parece no parar de hablar y otra no deja de reirse de lo que dice ese chico. También te llama la atención otro tipo, de rasgos italianos, mejor vestido que el resto, que está sentado solo, tomando algo.

La puerta de entrada al local se encuentra situada en la pared a tu izuierda (bueno, unos metros más adelante, no en el escenario) y junto a ella unos colgadores sostienen abrigos, sombreros y chaquetas.

A tu derecha la pared está cubierta practicamente entera por una cortina carmesí, que oculta los accesos a camerinos de los que has venido, el acceso a la zona de apuestas y demás.

Frente a tí, al otro lado del "hall", puedes ver la barra, tras la que Sinnerman está trabajando. Te sorprendes al encontrarlo hablando con Crystal, que tiene una copa en la mano. No sabías que la chica había llegado ya al local. Dado que todo el público está entre ella y tú, no puedes oir lo que Sinnerman y Crystal están hablando. La gente sigue hablando, a pesar que Johnson ha empezado ya a tocar.

Cuando sales al escenario, con ese movimiento de cadera, y moviendo los hombros al son de la música, la mayoría de hombres dejan lo que están haciendo para mirarte. Al principio, no es tan evidente, pero pronto los que se han fijado en tu presencia dan codazos a sus compañeros más despistados y te señalan. Por lo que se ve, desde luego la vestimenta, tu sonrisa de labios carmesí, y tu estudiada mirada, fija y profunda, llama la atención, y pronto todos los hombres del local tienen sus ojos clavados en tí.

Johnson sonríe, mientras sigue tocando, y entonces empiezas a hacer lo que sabes hacer mejor, darlo todo ...