Partida Rol por web

Sueño la miró alzando una ceja.

Muy bien. Partid con mi beneplácito.

Verónica se despertó, pero no sobresaltada como de los anteriores sueños. Fue un despertar tranquilo. Aún quedaba un tiempo para que se tuviera que levantar.

Verónica se incorporó y miró a su alrededor, tratando de encontrar algo familiar a lo que aferrarse. Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz reconoció su cómoda, y su silla con su ropa sucia encima, y la ventana de su habitación enmarcando un balcón del edificio de enfrente. Suspiró y salió de la cama. Su cansancio se había desvanecido, y sabía que mientras no tuviera manera de confirmar si todo lo que acababa de suceder era real no podría conciliar el sueño.

La rutina del día siguiente tuvo en ella un efecto calmante. El trabajo, tan monótono y aburrido, sin nadie que le hiciera compañía salvo las revistas del corazón. El gimnasio, que le permitía olvidarse de su cerebro y sentir con el cuerpo. La compra, que requería su máxima atención para estar atenta a las ofertas, las marcas blancas y las fechas de caducidad. Pronto la vida diaria se coló en sus recuerdos del sueño y empezó a difuminarlos, pero Verónica no había olvidado la tarjeta de Lola. Tardó varios días en decidirse en llamarla, y cuando al final lo hizo fue con dedos temblorosos. Quizá, no lo recordaba bien, Lola le había ofrecido enseñarle acerca de todo ese mundo extraño que apenas había visitado, pero ella sólo buscaba una amiga que pudiera entender todo lo que sabía que nadie más podría.

Lola respondió a la llamada efusivamente. “Ya pensaba que no llamarías.” Dijo. Respondió a las preguntas de Verónica pero, demostrando un tacto que no había parecido tener en otras ocasiones, no insistió en sacarla del mundo “normal” en el que vivía. –Cuando quieras quedar para tomar un café no dudes en llamarme y si eso ya hablamos de algo más.- Dijo simplemente.

La puerta quedaba abierta por si alguna vez quería adentrarse en ese mundo que había atisbado. Al menos parecía haber encontrado en Lola alguien en quién apoyarse si volvía a pasar algo, a pesar de todas las rarezas de la gitana.

Resultaba extraño que el saber que todo lo que había vívido (y soñado) era real, la dejara más tranquila. Al menos ese mundo oculto no había sido una simple locura suya.

En general su vida en esos días permaneció igual, con la misma rutina de siempre. Pero sí que había cambiado algo. No había vuelto a tener sueños relacionados con el accidente. Aunque le costaba dormirse por los recuerdos, cuando la vencía el cansancio descansaba en paz, y si soñaba algo apenas se acordaba tras unos minutos despierta. Parecía que aquel “Señor de los Sueños” conservaba algo de empatía.