Partida Rol por web

Todo el combate me había dejado impresionado, la verdad es que había sido bastante entretenido, luchaban de un modo parecido al que lo hacía mi padre con mi hermana, la velocidad era muy rápida.

Cuando acabaron me quedé un poco embobado, como intentando asimilar todo lo que había pasado en ese pequeño lapso de tiempo, ya que no me había dado tiempo a procesar todos los movimientos, y seguramente habría muchos que me había perdido.

Luego escuche como hablaban los "sheriff" del lugar sobre la sala de entrenamiento y de algo más que no escuche porque mi cabeza seguía pensando en una cosa que decidí preguntar porque no me había quedado del todo claro. - Entonces - dije para intentar llamar la atención del capitán - ¿Estas diciendo que esta sala es el mejor lugar para torturar a los enemigos? Si puedes hacerle daño, pero en realidad no, solo se queda cansado en su mente, podrías hacerle cosas malas hasta que acabe contando todo. - dije un poco pensativo, esperando una respuesta, y sin que esta fuera "Claro, los maestros usan eso mismo para entrenaros".

- Oh, vaya, por un momento me había preocupado, me habían dicho que el capitán estaba enfermo, no rodeado de bellezas... -comenté en voz ligeramente más alta de lo que pretendía a Xamd, quizás fruto de la repentina relajación al pensar que ya no nos iban a hacer combatir (de hecho, era eso más que seguro, porque tampoco había cruzado muchas palabras con el chico que se intentaba comer los peces de fuego).

Tras unos instantes en los que me di cuenta que mis palabras habían sonado más de lo que esperaba y que habían caído justo en el silencio formado tras las últimas palabras de Xamd, noté cómo más de una mirada se clavaba en mí*. Sin saber muy bien qué hacer y componiendo mi mejor peor (no se me da tan bien disimular) cara de póker, me rasco la nuca y digo tratando de vencer el bochorno:

- Vaya... Capitán... Un placer... Verlo tan bien... Jeje. -termino con una risa más falsa que el brazo de Edvard que un real de madera.

-Bueno, yo no diría que está rodeado de bellezas, ¿ves al que tiene un antifaz puesto*?  Yo creo que si Edvard no estuviese aquí podría se el tranquilamente, tiene su misma sonrisa. - dije intentando ponerme en un angulo en el que viese a los dos, y en el mismo tono de voz que Roxius - Yo creo que tiene "mucho más de hombre"** que bastante de los presentes - de pronto vi como mi "segundo mejor amigo" se quedaba callado y algo avergonzado - ¿Que te pasa, te has puesto malo? Que caras más raras pones, seguro que es por comer esos peces que tienes...

Quizá por la gran cantidad de gente que se encontraba a mi alrededor, intentando aislarme lo máximo posible en mis propios pensamientos mientras miraba al suelo sin mucha confianza , los sucesos empezaron a volar uno tras de otro, tras la pelea habida entre Edvard y Ikki, a una velocidad lo bastante alta como para que no entendiera que esta sucediendo. Había sentido la necesidad imperiosa de sanar a Ikki tras verlo herido, pero antes de que pudiera moverme la sala se había evaporado e Ikki no parecía tener ningún rasguño.

Fate, ahora mucho mejor que cuando lo habíamos visto, se encontraba en la puerta escoltado por todas las doncellas. El hechizo de Mune parecía haberlo recuperado del todo. Aun en mi timidez no pude disimular una mirada de admiración hacia la que seria mi nueva maestra, no duro mucho ya que rápidamente volví a mirar al suelo. Las conversaciones empezaron a sucederse, primero entre los maestros y después, de manera desorganizada por los alumnos, uno de ellos el que había pedido ser instruido por la señorita Al’Amune.

Quizá fue un simple lapsus, pero de mi boca se deslizo una interrogativa por uno de los comentarios de aquellos chicos.- ¿Peces?.- Casi mas un murmullo que otra cosa, tan pronto lo pronuncie me acabe tapando la boca consternada, seguramente acaba de hacer que alguna de aquellas personas mirara en mi dirección y baje la cabeza una vez mas hacia el suelo.

Las repentinas preguntas de Xamd, tan extrañas, vuelven en cierta forma a sacarme de la realidad y por algún motivo no puedo evitar responder, aunque sea alimentar la catástrofe.

- Ya bueno, no pensaba en e... -¿él?¿ella? lo que sea- Esa persona en concreto. Además, cada cual con sus gustos, ¿no? -comento con simpleza, encogiéndome de hombros- Y el que se come los peces eres tú, a mí no me metas en eso. -comento con una media sonrisa.

Curioso, escucho que la chica que acompañaba a Al'Amune por fin habla, dado que sus palabras parecían escasear bastante, y con una amplia sonrisa y extiendo ambas manos al frente. De ellas surgió una llama en el aire, un solo fuego de no mucho tamaño, y me detuve un momento para no forzar mi mente. Entonces, manteniendo la llama con mi capacidad innata, enfoqué mi mente de nuevo para ahora darle la forma de un siluro, para que Lihl pudiese verlo... pero algo salió terriblemente mal.

El muchacho parecía haberme escuchado ya que extiende las manos mientras sonríe. De sus manos empieza a salir algo anaranjado que tras elevar la vista del suelo identifico. Fuego. Este no toma la forma de un pez si no que se mueve de forma sinuosa haciendo que por mi mente empiecen a aparecer imágenes que habría preferido no recordar. Mis ojos empiezan a temblar mientras mi cuerpo empieza a sufrir pequeñas convulsiones.  Los recuerdos empiezan a hacerse mas vivos en mi mente, puedo notar el calor de las llamas, como el papel pasaba a ser cenizas y como el olor a carne quemada vuelve a recordarme sucesos que había intentado olvidar.

Mente y cuerpo empiezan a pelear sin llegar a un acuerdo, mi cuerpo quiere alejarse de aquella fuente de calor, mientras mi conciencia intenta ocultarse para no llamar la atención. Finalmente una gana, no quería llamar la atención, pero ver aquellas llamas que empezaban a tomar una forma bastante extraña hacen que mi cuerpo se mueva.  Me limito a dar unos pasos hacia atrás alejándome, mi mirada no se aparta de aquella creación. Asustada finalmente quedo pegada a la pared. Deseando que el muchacho pare con todo mi ser.

-Fuu~ Con un ligero soplido desaparezco las llamas que creó Roxius antes de que se salgan de control. -No estás a un nivel adecuado para ponerte a alardear, así que deja de hacer el tonto.
-Me molesta que asusten a mis discípulos.- Le dedico un tono ligeramente severo. Mirando de reojo a Lihl algo me dice que le teme al fuego de una manera que no es normal. -Trata de no hacer eso de nuevo delante de ella, sí?

Xamd me parece un chico alegre y simpático, le vendrá muy bien a la pequeña pasar unos días con él para soltarse... puede que hasta la haga reír. -Querido...- Le digo a Xamd mientras pongo una mano en el brazo de Lihl para tranquilizarla. -Por qué no saludas a Lihl y le hablas de ti? A partir de ahora será tu hermana mayor.- Luego la miro a ella con una sonrisa. -Es un muchachito encantador, no te parece?

Me quedo con la mirada perdida tras fallar en el uso de un poder, lívido, con un pitido infernal en los oídos. La maestra Al'Amune se acercó entonces a apagar las llamas con sólo un soplido y dijo algo, aunque no sabía el qué, porque apenas podía escucharla. En su lugar, simplemente tosí y me llevé las manos a la boca, mirándolas después para verlas ensangrentadas. Cualquiera que hubiese mirado la escena podía verme en ese momento con los ojos vidriosos, los labios enrojecidos y un fino hilo de sangre que había comenzado a caer de mi nariz. La energía que trataba de controlar había estallado dentro de mí en cierto modo, y mi mente trataba de reorganizar todo como bien podía, pues las pocas veces que me sucedía ésto era sin duda doloroso.

- Lo... siento... -dije, pues el pitido bajaba poco a poco en intensidad y mi cabeza comenzaba a ponerme al día con lo dicho, más o menos, mientras reestablecía todas las conexiones.

Dicho eso, sin ceremonia alguna, me senté en el suelo mientras parpadeaba una y otra vez, tratando de retomar plena consciencia de lo que había pasado.

Sí, así la llamo hasta que te vea hacer algo más con ella, ¿Te has parado a pensar en el motivo de que la hayan dominado tan pocos? A lo mejor los mataron antes por descuidar su entrenamiento –responde a Ikki. Conoce de sobra el gran poder que oculta esa resplandeciente técnica, pero no podemos dejar que eso nos estropee la diversión.

El monólogo de Fate no deja dudas, les va a tocar pasar ahí dentro más tiempo del que personalmente le gustaría, pero no hay nada que hacer así que torturarse por ello es una pérdida de tiempo. Solo queda esperar que el vendedor sea igual de paciente.

La confianza comenzaba a nacer entre unos y otros, y poco a poco surgían distintas conversaciones entre grupos reducidos, mientras que otros tantos parecen algo ausentes, nada fuera de lo común en una situación como la que nos ocupa.

Bien, si no hay más remedio que esperar, esperaremos. Contacta con cualquiera de nosotros si en algún momento podemos hacer algo por ti, ya sabes cómo funciona esto. –responde a Fate.- Yo por el momento voy a tratar de acabar lo que he empezado, ya que este hombre no me satisface como antes –señala al agotado Ikki, más que consciente del simil.- Si he entendido bien cómo funciona esta sala… creo que me las arreglaré solo. Nos vemos.

Con un gesto de la mano a modo de despedida, se aleja del grupo hasta un punto más apartado de la sala. Plantándose de pie en el centro, se mece la escasa barba mirando entorno a él, pensativo. Segundos después, a su alrededor paredes y suelo comienzan a transformarse hasta tomar una vez más la apariencia que tenía la sala de entrenamiento antes de apagarse.

Conforme con el escenario, posa la mirada en el suelo a varios metros de él, y sobre ese punto empieza a generarse en medio del aire una figura antropomórfica que acaba adoptando la forma de un muñeco de prácticas hecho de metal. Tras un rápido vistazo, este comienza a mover sus extremidades con libertad, aparentemente por sí solo, revelando su naturaleza de autómata ficticio. Edvard asiente muy conforme con lo que ve. Se concentra una vez más y, al instante, el autómata se lanza a la carrera directo hacia él. El viejo flexiona las piernas, retrasa su puño derecho y, cuando lo tiene lo suficientemente cerca, le propina un directo a la “barbilla” que manda a volar la cabeza del muñeco, cayendo al suelo con un estruendo metálico que, a causa de la distancia, no llega a ser tan ruidoso como para molestar a aquellos que conversan apaciblemente. Cuerpo y cabeza se desvanecen tras quedar inertes en el suelo.

Dominado el segundo punto pendiente, gira sobre sí mismo haciendo aparecer a su alrededor varios de estos muñecos generosamente equipados. Algunos de ellos poseen extensos filos que sustituyen a las manos de las que otros disponen, y los de menor número sujetan unos arcabuces cuyo diseño no dista mucho del que caracteriza al propio autómata. Todo parece listo, pero Edvard aún se encuentra en el centro, pensativo, dándole vueltas a algo que no le termina de convencer.

Ajeno al resto de los presentes, le toma un par de minutos hasta que alza su índice creyendo haber encontrado la solución. El ejercicio mental parece ahora más intenso que nunca, pero sus pensamientos terminan tomando forma en un rítmico sonido de percusión que envuelve aquella apartada zona de la sala. Al instrumento solitario comienzan a unírseles otros tantos que, juntos, componen una melodía extraída de algún recóndito lugar de su memoria.

Finalmente todo parece estar a gusto de su creador, llegando el momento en el que los muñecos se lanzan a por él exhibiendo movimientos tan rápidos y potentes como los ya vistos en el combate de exhibición. Edvard se defiende con moderada comodidad, dejando ver un estilo defensivo bastante sobrio y estilizado que muchos puntos tiene en común con el del propio Shio, quedando claro que llevan bastante tiempo aprendiendo el uno del otro.

Me quedo un poco asombrado al ver el "pez" de Roxius, que parecía que el pobre estuviese sufriendo y todo .Me había dicho muchas veces que el hacia los peces, pero esto era una prueba más de que ellos salían solos y que le seguían por su olor a comida de pez. 

Mi asombro terminó cuando mi Maestra llamó mi atención al ponerme una mano en el hombro. Ahora que la veía de cerca era bastante guapa, lo cual hizo que me pusiese un poco rojo. Escuché lo que me dijo y moví la cabeza de arriba a abajo para decirle que no había problema en que fuese a saludarla. Seguido me encaminé hacia donde estaba Lihl para charlar un rato con ella, la cual parecía que estaba algo asustada ¿Que le habría pasado? Siempre que veía los peces que rodeaban a Roxius me quedaba en mi mundo.

Cuando llegue donde mi hermana mayor la saludé alegre, nunca había hablado mucho con ella, solo el típico "hola" y "adiós". Cuando llegué hasta donde estaba seguía mirando hacia el suelo, lo cual me dejaba ver su brillante pelo azul. Sin siquiera pensarlo puse un mano encima de su cabeza y la empecé a acariciar suavemente, como si de un gato se tratase. - Woooh, que pelo más suave - dije mientras repetía el movimiento de mano.

Arryken habia tendido la oreja cuando Solomon y Fate comenzaron a hablar de la maravilla tecnologica que era el Noah. Lamentablemente, el capitan parecia no saber demasiado detalles acerca de la naturaleza de la nave, salvo que quizas estaba construido en base a una logia.

La charla entre los alumnos lo saco de aquellas reflexiones, y se enfoco en Edvard. Le habia ganado de antemano: Iba a pedir el salon para testear a sus alumnos.

-No dejes un desorden por favor! le pidio mientras apoyaba la espalda en una pared cercana a la puerta y se cruzaba de brazos Necesito el espacio!

Hizo una seña con la cabeza a sus alumnos, pidiendoles que se reunan con el.

La sala de entrenamientos está lista para el ejercicio cuando ambos contendientes comienzan el combate. Observo con atención a ambos, hasta ahora no he compartido misión con ninguno y el conocimiento de las capacidades y limitaciones de mis compañeros puede ser vital. No sé que arte marcial o mezcla de ellos practican los rivales, en realidad la lucha dura tan poco que apenas puedo obtener mucha información. Los ojos se desvían hacia el vencedor, “aunque prefiero que hayas ganado tú”.

Comienzan lo primeros comentarios cuando los interrumpe la súbita aparición del capitán. Dirijo mis pasos hasta una posición cercana a él y le saludo sin ánimo de interrumpir su mensaje.

- Capitán.

Pronto explica que ya se encuentra mejor y suelta una noticia agridulce, nos movemos pero tardaremos una semana más. Muestro un gesto contrariado mientras reprimo un suspiro.

El juego del bardo acaba casi en tragedia cuando algo escapa de su control arrojando un resulto de dos heridos, uno físico y la otra emocional. El primero no aparenta ser muy grave tras la rápida intervención de Al'Amune y la segunda recibe ya el consuelo de su “hermanito”. Una vez más, a pesar de que la sala está colmada de gente, me las apaño para no iniciar una conversación.

Con todo lo que importa ya pronunciado Edvard vuelve al entrenamiento. Tengo que reconocer una vez más que la sala en si misma es fantástica, cuesta sacar un sólo defecto a este navío a excepción quizá de la carencia de una capacidad de autoreparación muchísimo más rápida. Camino hasta el borde de la sala de entrenamiento, separándome del resto de gente y buscando un buen ángulo desde el que observar la rutina de entrenamiento del conserje. Es hora de ser profesional, así que me cruzo de brazos y acomodo el peso sobre un pie mientras me dispongo a observar con detenimiento todo el ejercicio.

Con tanto movimiento y jaleo ella permanece un poco inquieta en su habitación. Juguetea con una de sus pequeñas joyas, una pequeña esmeralda tallada en forma de ave, delicada, brillante, refulgente como el mar al atardecer; complemento perfecto para sus ojos.

El movimiento termina, las voces siguen ahí, podría hacer el esfuerzo de escucharlas pero no le interesan. Cuando el enfrentamiento comienza ella, distraída como está, suelta un puñetazo inexperto que termina por golpear una de las paredes de su pequeño hogar. Se detiene, “¿ lo ha notado ?” piensa. Permanece inmóvil unos instantes, "parece ser que no es así, mejor". Contempla el lugar del golpe, “¿ me diría algo si le ha hecho daño ?. No, no puede ser que le haya hecho daño.” Se convence a si misma de una respuesta que en realidad es bastante obvia. Suspira ahí donde no le oye nadie, “el problema es que seguro que si le hubiera hecho daño me mentiría”. Una vez más escruta la pared, cada pliegue, cada sombra, cada rincón de esa negrura que separa dos mundos.

Apoya la cabeza una vez más para escuchar esa música, la melodía más sincera que Lukas u hombre alguno pueda ofrecer, su canción favorita.

Mientras el capitán hablaba con Solomon su maestro se acercó ligeramente a la pareja ¿para escuchar conversaciones ajenas? No, seguro que era por otra razón...

La cuestión es que mientras esto ocurría, Rikimaru observaba como Edvard daba cuenta de cada vez más enemigos robóticos, a cual más peligroso que el anterior. Le fascinaba el poderío físico que era capaz de desarrollar aquel hombre que podría ser su abuelo.

-Realmente sorprendente...- pensaba mientras observaba el espectáculo.

Estaba absorto en el estudio y análisis de los movimientos de aquél hombre cuando escuchó la voz de su maestro:

-No dejes un desorden por favor! Necesito el espacio!

Tras lo cual les hizo un gesto tanto a él como a Kort para que se acercasen a donde él estaba. Devolviendo respetuosamente el gesto, indicando que se había dado por enterado, se encaminó lentamente hacia allí, mirando de reojo a Edvard. 

Las llamas habían parado pero aun seguía temblando pegada a la pared. Quizá no debía haber preguntado en ningún momento, es mas ni si quiera quería esta allí. Me habría gustado disfrutar de la soledad curioseando los libros de la biblioteca. Aun sumida en mis pensamientos noto como una mano pone la mano en mi cabeza y empieza a acariciarme el cabello. No era algo extraño que mi pelo llamara la atención pero aquel no era el momento mas propicio para indicarlo y mucho menos con tanta gente alrededor. Me quede quieta mientras el muchacho pasaba su mano acariciándome como si fuera algún tipo de animal.

Por algún extraño motivo aquello acabo calmándome parcialmente. Intente empezar a tener una respiración menos agitada. Mire a Mune de forma agradecida por haber extinguido las llamas. Finalmente eleve la cabeza lo suficiente para ver la cara del muchacho alabando mi pelo.- ¿Pu… puedes parar…?.- Pregunte con cierto recelo aun asustada. No es que me incomodara mucho, pero resultaba un poco violento.

¡Tranquilo, no me pienso mover de aquí! –responde a Arryken al tiempo que manda a volar otro muñeco más- ¡El resto es todo tuyo!*

En los primeros pases, Edvard lidia con el constante ataque de manera bastante resuelta y cómoda, poniendo en práctica movimientos de naturalezas muy diversas con la finalidad de engrasar la maquinaria que forma la fusión de una respetable cantidad de estilos que durante pocos minutos puede contemplarse con claridad, al no ser estos tan bruscos como en el primer enfrentamiento. Puede notarse sobre todo en su defensa, momentos en los cuales podría simplemente aplastar al muñeco antes de que este golpee, pero termina optando innecesariamente por esperar a que este arremeta para atrapar sus brazos, tumbarlo y acabar rematandolo en el mismo suelo. Se trata a todas luces de un calentamiento tanto físico como mental, ya que también experimenta con el funcionamiento de la sala y la generación de esas criaturas.

Conforme pasa el tiempo, los autómatas van in crescendo en lo referente a su número y letalidad para terminar traspasando la línea que separa la práctica del reto personal. No todos los días tiene uno la oportunidad de gozar del sparring de sus sueños.

El enjambre no escatima en aprovechar la superioridad numérica ni siente reparo de ningún tipo al apuntar a puntos vitales, mientras tanto, el gigante soporta golpes realmente feos sin perder nunca la sonrisa. El afilado acero secciona piel y músculo, las balas se hunden en la carne y la sangre brota con fuerza de las heridas manchando el suelo cada vez que Edvard tensa la zona afectada. Llegar a tal extremo solo puede significar dos cosas, o una determinación muy grande por forzar sus propios límites, o un preocupante masoquismo. En cualquier caso, es llegado a este punto cuando puede verse con claridad que no por nada es designado como fuerza de combate frontal en cada misión que se le asigna.

Por todos es sabido que cuando se habla de destacar en cualquier campo, todo se termina reduciendo a tres principios básicos. Talento, trabajo e instinto:

Independientemente del uso que le haya dado hasta ahora, ese cuerpo voluminoso y veloz proviene en buena parte de una excelente herencia genética que ha tomado forma en esa poderosa arma viviente nacida para la lucha, algo innato con lo que solo puedes desear nacer, cumpliendo con creces la dosis de talento.

La vejez es algo que causa estragos en todo mortal, y que a su avanzada edad continúe siendo capaz de dar semejante espectáculo deja claro que, a lo largo de su amplia vida, jamás ha descuidado su disciplina ni olvidado sus metas, incluso ahora que su cabellera es gris no parece dispuesto a pensar “Ya es suficiente”.

Ninguno de los observadores lo ha visto enfrentarse a un peligro real, pero presenciar cómo en una ocasión en la que el conserje se encontraba parcialmente inmovilizado este llega a sujetar la muñeca de uno de los autómatas con los dientes, solo para que no pueda esquivar un gancho de izquierda que hunde su cráneo metálico está muy lejos de hablar mal de su instinto.

La reyerta continúa, y todo apunta a que todavía le queda un largo rato.**

Arryken sonrio y guiño un ojo a Edvard mientras le levantaba el pulgar. Bordeo el area de entrenamiento del viejo (que parecia estar lejos de terminar la carniceria) flanqueado por sus estudiantes, hasta llegar a una parte que el conserje no ocupaba.

Se puso en el centro de aquella zona y cerro los ojos con gesto de concentracion. Al cabo de unos instantes, la zona comenzo a temblar y unas enormes paredes se levantaron delimitando aquel sector y aislando del resto a los tres asesinos.

Ya separados del resto del grupo, aquella parte del area de entrenamiento comenzo a mutar. En vez de tomar apariencia de dojo o de algo parecido, tomo el aspecto de una ciudad... O mejor dicho, de lo que habia sido una ciudad: edificios derruidos, marcas de explosiones y fuegos por muchos de los complejos de viviendas eran rampantes. Parecia que, en aquella zona mental que Arryken estaba construyendo para sus discipulos, habia habido una guerra.

Al cabo de unos 15 segundos, el escenario estaba listo. El Fantasma de Solomon se paro frente a sus nuevos alumnos, inspeccionandolos de arriba a abajo como si fuera la primera vez que los viera en realidad.

-Antes de que suba el telon y nuestra performance empiece, por no me cuentan un poco de ustedes? dijo mientras caminaba alrededor de ellos, con los brazos cruzados tras la espalda Rikimaru, empieza tu. Kort, vas despues de el.

Ante la petición de su nuevo maestro, Rikimaru se cuadró y comenzó a hablar en voz baja.

-Me llamo Rikimaru del clan Azuma. No sé exactamente mi edad, pero está entre los 16 y los 20 años, esto se debe a que los primeros años de mi vida los pasé fuera del clan y fui acogido por ellos cuando me encontraron en el bosque, aunque no sabían mi edad pensaron que tendría dos, tres o incluso cuatro años, o al menos eso me han contado- comenzó -Después mi vida transcurrió dentro de la comunidad, sin familia y sin verdaderos amigos, las reglas del clan impiden las relaciones personales. Fui entrenado en el camino de las sombras para acabar como asesino a sueldo, que es de lo que vive el clan, de alquilar asesinos. No hay panaderos o carpinteros ni nada de eso, solamente asesinos- el joven calló un momento para coger aire y ver como su historia caía entre sus interlocutores.

-Después de un tiempo decidí que quería algo más en mi vida, oí hablar de la academia y acabé aquí. No hay mucho más que decir...- concluyó inclinando ligeramente la cabeza hacia su maestro.

Con las palabras de Lihl de "¿Puedes parar?" volví en mi rápidamente. Después de las veces que me había dicho Kläus que no hiciese eso me seguía costando, sobre todo con la gente con la que no había estado mucho antes. - Lo siento, es una mala costumbre, o eso me dice Kläus. - dije mientras quitaba la mano de su cabeza. Como seguía apoyada contra la pared decidí sentarme a su lado, si iba a ser mi "hermana" tendría que conocerla un poco mejor. -Creo que no habíamos hablado antes a solas, y aunque ya sabemos como nos llamamos me presentaré ante ti. Soy Xamd, tengo 21 años y practico artes marciales, me gusta comer y dormir, no se me dan muy bien los combates, por eso mi padre me mandó a este lugar. "Si allí no te arreglan no se que voy a hacer contigo" - dije imitando la voz de mi padre, como si fuese un viejo gruñón.