Arrastro el cuerpo de Enrien y el de los perros al cuarto donde estaban encerrados y cierro la puerta.
El lugar aún es tétrico todo lleno de sangre, pero poco me importa. Me siento en el suelo apoyada contra la pared y me enciendo un cigarro, pistola en mano dispuesta a hacer la primera guardia.
-Duerme tú primero.-Le digo mientras inhalo con ganas y libero el humo lentamente- Después te despierto.
-No creo que pegue ojo, pero intentaré descansar, al menos. Gracias.. -Kat escrutó a Tara, aún con una leve preocupación-. ¿Seguro que estás mejor?
Se apoyó en la pared con la espalda, dejándose resbalar por ella hasta sentarse en el suelo. Estaba exhausta, de eso no había duda, pero las ganas y el interés por dormir eran nulos.
La experiencia y los sustos habían hecho de ella una experta en dormir ligero. Ella, a la que hace años su madre no lograba sacar de la cama ni a tirones, ahora despertaba con el más leve crujir de una madera, y había olvidado qué era dormir en un colchón.
Echaba de menos a Angus, su perro, que se tumbaba junto a ella de noche y le daba calor y seguridad.. Ésta sería la primera noche sin él, y notó el frío de su ausencia de un modo doloroso.