Partida Rol por web

Tara y Kat descienden rápidamente y se ponen en camino, avanzando con prisa mientras el chico corre a unos metros más allá con sigilo. El hacha y el machete se clavaban en los pocos caminantes que se podían ver mientras ambas se cubrían las espaldas a medida que trataban de acortar terreno. El muchacho parece perseguido por el mismísimo diablo, mientras se gira hacia atrás para verificar si es aún perseguido.

El chico gira rápidamente en una de las calles del fondo, y cuando ambas mujeres se acerca se escucha el estruendoso sonido metálico de basureros cayendo. Al estar en la entrada de la calle, las mujeres observan con horror un número considerable de muertos en medio del estrecho pasaje, quienes atraídos por el sonido justo cerca de donde están ellas, comienzan a moverse.

Hay poco tiempo de reaccionar, aquello requiere ganar un respiro acabando con los zombies más cercanos, o tomar cartas en el asunto limpiando el callejón de aquellas criaturas para buscar al chico... o lo que haya sido de él. 

Aún no hemos salido de una ya nos hemos metido en otra.

Mejor limpiar el callejón de modo que saco la pistola y descerrajo un tiro en la cabeza del primer zombie que se acerca. Ya muerto le dejo clavada el hacha de Ben en el pecho  

–Cuídamela un ratito- Le digo mientras me pongo a disparar cómo si no hubiera un mañana limpiando el callejón.

Disparo a disparo y con Kat cubriéndome las espaldas los zombies van cayendo, temo que el cargador termine por agotarse pero finalmente el caminos hasta los basureros parece despejado.

El cañón del arma aún humea cuando retiro el cargador.  

-Dita sea.- Maldigo al comprobar que apenas hay dos cartuchos -Y otro en la recámara, tres. Rebusco entre las provisiones hasta encontrar la caja de 9mm parabellum. Cartucho a cartucho voy rellenando el cargador sin dejar de mirar a mi alrededor.

¡Tú!!- Digo dando puntapiés a los basureros para que salga el chico que supongo escondido- En buen aprieto nos has metido. ¡Sal de una vez!- Con el cargador aún por rellenar voy de farol aunque ganas de pegarle un tiro no me faltan, ahora mismo deben de estar viniendo todos los zombies de las cercanías hacia nosotras-  Como se te ocurra correr otra vez te pego un tiro en la pierna y te dejo de carnaza para los mordedores.  

No les queda mas que enfrentarse.. Tara deja el hacha de Ben en un cuerpo, y Kat, que ya estaba preparada con su barra de hierro, la desincrusta y comienza a utilizarla. El hacha no deja de ser más versátil y letal a la hora de librarse de ellos. 

Gracias por el legado, Ben, pensó la joven, y siguió golpeando muertos. 

Tara, con su pistola, se las apañaba muy bien cargándose a todo caminante que se les acercase. Del mismo modo, Kat no perdía el tiempo.

Eran horas de poner las cartas sobre la mesa y que el chaval saliese de su escondite.

Los tiros certeros y los golpes devastadores acabaron con la primera oleada de zombies que se aglomeraban en el callejón. En medio de sesos y sangre salpicando las paredes y cuerpos descompuestos desplomándose frente a ellas en el sucio pavimento, parecía que Tara y Kat habían encontrado la fórmula mágica para sobrevivir al apocalipsis zombie. Sobrevivir venía con total naturalidad, tanto como disparar o clavar la hoja del machete en la cabeza de esos malditos engendros.

Y Tara logra revolcar los basureros y sacar al chico, con un suéter sucio y oloroso, algo enflaquecido y unos cabellos color paja. Delgado y tembloroso, sus ojos azules reflejan un indescriptible temor que se traduce en el movimiento incontrolable de sus manos y el gesto de terror mudo que trata de escaparse en forma de algunas frases incoherentes que comienza a decir con el movimiento en vaivén de su boca.

-¡No he hecho nada! ¡no me mate!- grita mientras se mueve. Sus ojos abiertos, su lividez casi mortuoria y sus movimientos lentos mientras trata de poner atención tanto al arma de Tara como a los zombies que continúan desplazándose desde el fondo del callejón.

De repente, observa fijamente a Kat y grita -¡Cuidado!- con voz desgarrada, con expresión de espanto y retrocediendo dos pasos, mientras señala justo hacia atrás de las dos chicas.

Aquello parecía simplemente una mala estrategia del chico para distraer la atención. Pero la verdad era que al estar ocupadas limpiando el callejón y los flancos, Kat, quien estaba cubriendo a Tara, había olvidado cubrir su propia espalda.

Lo siguiente que sintió fue el dolor desgarrador en el brazo que la obligó a soltar el machete, y luego el dolor en el cuello que la hizo lanzar un grito de desesperación. Dos caminantes la habían atrapado y la habían mordido. El primero sacó un enorme pedazo de carne que dejó tras de sí un chorro de sangre y el segundo seguía mordiendo con fuerza el cuello, clavando sus sucios y podridos dientes en lo más profundo del cuello de la mujer.

El grito se extiende por los callejones y el ruido eclipsa aún a los disparos del arma de Tara. Katherine comienza a dar señas de desvanecerse producto de la debilidad y de la inevitabilidad de su propia muerte: Sabe que está perdida más allá de toda salvación... para el horror de su compañera, y del chico que en vano intentó avisarle.

Mierdaaa.....

No pudo por menos que reaccionar así ante el trueno de dolor que inundó su alma y su cuerpo. Ella, que a tanto había sobrevivido.. las fuerzas se escurrían con cada gota de sangre perdida.

Miró a Tara al caer, y no pudo decir más. Su vida se apagó con la oscuridad en sus ojos.

Tras matar al zombie agarro el cuerpo de Kat antes de que se desplome y la recuesto en el suelo con delicadeza mientras exhala sus últimos suspiros.

Arrodillada a su lado asisto a su muerte sin saber que hacer o decir. Observo impotente como la vida se apaga en sus ojos hasta que todo termina. Angustiada, me inclino para acariciar su mejilla y besarla con ternura en los labios. Tardo unos segundos en separarme de ella.

-Adiós Kat. Perdóname- Le digo antes de descerrajarle un tiro en la cabeza para que no se convierta en uno de ellos.

La muerte de Kat es posiblemente la más dolorosa para mí pero ya no me quedan lágrimas para llorar, la sensación de pérdida y de haberme quedado sola me han abrumado hasta el punto de sorprenderme al ver al chico, me había olvidado de él.

-¡Maldito idiota!- Le espeto de mal humor –Tú deberías estar muerto, no ella.

Posiblemente esté siendo injusta con él pero en alguien tengo que descargar mi frustración. Dejo el macuto en el suelo, saco la cantimplora y pego un buen trago mientras reorganizo mis ideas.

-¿A dónde ibas?- Le pregunto en tono seco, aunque algo más calmada.- Corriste al vernos ¿De quien huías?

-N-no debo hablar con n-n-nadie- dice el chico muerto de miedo -E-e-está... la l-la mataste...- dice el muchacho pálido y bastante asustado mientras los gemidos de los muertos vivientes en el callejón acercándose lentamente.

-E-estaba recolectando ví-víveres- dice el muchacho mientras muestra la mochila que lleva en la espalda. Sus ojos reflejan miedo y su respiración agitada sólo refuerza la sensación de que no se esperaba estar allí atrapado. El verdadero problema es que si no se mueven pronto, ellos serán los siguientes.

Un rugido de motor interrumpe la escena, los ecos parecen acercarse hacia el sitio y el muchacho sólo atina a decir -M-mis... mis hermanos- con voz aguda. El chico está temblando, el sonido del auto empieza a acercarse y empieza lentamente a ahogar los gemidos y gruñidos de las criaturas que acaban de morder a Kat y que con su sobrenatural persistencia, cada vez más cierran el cerco sobre la última superviviente del supermercado y su rehén.

-Si genio, está muerta.- Le digo al chico mientras le paso el trozo de tubería que llevaba Kat con la esperanza de que sepa hacer algo más que balbucear.

-Y si no espabilas tus hermanos solo encontrarán tres fiambres- Farfullo mientras con un empujón lo pongo delante mía. Me da igual que no sepa pelear, Kat ya ha muerto por su culpa no pienso arriesgar mi vida para salvar la suya. Si vamos a morir, él lo hará primero.

-S-sí...- dice apenas mientras se sacude un poco y se da cuenta de la precaria situación. El chico busca algo en su maleta con rapidez, con sus manos temblorosas, revelando varios víveres y provisiones que parece ha estado recolectando por el área. 

Saca una vieja pistola roja de bengalas que apunta hacia arriba. -...A-así mis hermanos v-vendrán- explica mientras sosteniéndola de manera poco firme y con la incontrolable vibración de su miedo, parece no estar de seguro de cómo o hacia donde disparar.

Los zombies están cercando el área lentamente y las oportunidades se agotan. Todo dependía una vez más, y cómo todos lo habían hecho, de Tara. Sólo que ahora todos estaban muertos y ahora ella era la última y única sobreviviente...

Intento dejar al chico y marcharme pero la horda de zombies se nos hecha encima. Parece que este es el fin.

-A la mierda- La cosa se va complicando por momentos, no sé nada del chico ni de esos extraños pero no voy a quedarme a comprobarlo.   

Pistola en mano, voy disparando a los zombies hasta poder subir a uno de los basureros y encaramarme al tejado.

Tara decide darle la espalda al chico. Era la última superviviente de su grupo, la última con vida del supermercado y le debía su suerte a su arma y a todos y cada uno de los sacrificios de sus compañeros. Y ahora estaba sola y desaparecía sola, mientras corría alejándose de la marea de los zombies.

El ruido y el destello rojizo de la bengala lanzada desde el callejón logra darle un respiro, mientras la luz de la misma flota lentamente sobre el aire unos instantes y se desvanece, como la esperanza de sobrevivir en aquel mundo lleno de cadáveres vivientes. Aquel mundo en el que los muertos empezaban a desplazar a los vivos.

Una camioneta, la misma que había observado del otro lado del pueblo, ruge a toda velocidad acercándose hacia el sitio desde donde se había disparado la bengala. Entonces Tara entendió lo que estaban haciendo los "hermanos" del chico. Pero aquello ya era algo que quedaba a sus espaldas. Por delante estaba la incertidumbre. Quizás lograra sobrevivir algunos días por su cuenta, quizás encontrase algún refugio o un campamento con otras personas... o quizás sucumbiera a la inevitable suerte que había alcanzado a todos y cada uno de los que había conocido.

La muerte.

Y su silueta se pierde entre los gemidos y las tambaleantes figuras de los engendros que ahora llenan las calles, hasta desaparecer en la distancia y la oscuridad.