Partida Rol por web

El ambiente se había acalorado, la luz tenue , la respiración jadeada de Kensia que erizaba el cuerpo y otras partes de Cory imposible en evitar el impulso natural y los nervios. El cuerpo de la joven, suave y esbelto se encontraba agachada tras besar a Cory y mirando sus labios mojados.

Un fuerte ruido interrumpió el cruce de miradas, la puerta se había abierto y alli estaba Wilkins y su pandilla mirando con asombro, de forma perversa y sonriente a la situación, y al cuerpo de la muchacha estrella del recinto. - Pequeña abejita pervertida, con el borreguito esté. Yo te voyma dar tu pinchazo - comentó aquel violento muchacho que se precipitaba sobre la muchacha y la tomaba del brazo para tirarla a la cama contigua. Delante de Cory otro muchacho lo miraba con cara amenazante, mientrs Wilkins se desabrochaba los pantalones e intentaba luego penetrar a la muchacha que gritaba y lloraba por su amado. Una seguidilla de golpes dieron contra Cory que lastimado y afectado por los analgésicos y el anterior golpe, volvía a caer a desmayar.

La primer campana del living resono en el orfanato indicando que faltaban 2 minutos para el año nuevo; aquello había traido nuevamente la conciencia del joven que observaba el panorama aberrante.
Maniatada por los tres jovenes concentrados en la muchacha, su cara golpeada, boca tapada y lagrimas en sus ojos; para Kensia aquel momento se había vuelto el infierno.

El ruido del cinturón con movimiento daban una noción de la fuerza que realizaban sobre Kensia, contra su voluntad.
Un "click" resono por debajo de la almohada de Cory, la traba de la funda de la daga se habia destrabado en una extraña concidencia, pero dispuesta para su dueño.

Todo esto se había puesto muy candente de un momento a otro y no sabía que hacer. - Ke.. ken.. K.. - Estaba tan nervioso por tenerla desnuda ante mí, que las palabras no salían con fluidez. Sus besos me daban ganas de más y más  y sin pensarlo decidí sentir su cuerpo desnudo.

De repente Wilkins y su amigos entraron en la habitación lo cual nos pilló por sorpresa. Sabía que venían a hacer algo y me daba miedo que Kensia saliera lastimada. Cuando se acercaron a nosotros y cogieron a Kensia algo en mi sintió miedo de lo que nos pudiera pasar. - ¡No Wilkins! ¡Parar cabrones o os... - De repente sentí un fuerte golpe y no recuerdo nada más.

Cuando desperté por la campanada del living, pude ver a Kensia agarrada por los muchachos. Tenía miedo de lo que nos pudieran hacer, pero, cuando vi sus ojos llenos de lágrimas y miedo, algo en mí se encendió, una furia que nunca antes había sentido. Un "click" resonó debajo de mi almohada y supe al momento que se trataba de la daga. Era la única alternativa que tenía para conseguir parar todo eso independientemente de lo que me pasara a mí. Rápidamente cogí la daga mientras ellos prestaban atención a Kensia y con ayuda de las dos manos me acerqué con toda la fuerza posible al más cercano con la intención de clavársela lo más fuerte posible. - ¡Os mataré hijos de puta! - Dije mientras unas lágrimas recorrían mi cara, lagrimas que no sabía si era por miedo propio o por ver sufrir a Kensia.

En un arranque de ira, Cory arremetió contra los agresores. Ellos estaban muy distraídos y confiados, pensando que el muchacho seguía inconciente, por lo que no pudieron advertir el o esquivar el ataque. Wilkins, quien hasta ese momento se movía adelante y atrás con los pantalones bajos, penetrando a Kensia, mientras el otro chico sostenía a la joven para que no se moviera, pudo sentir como la daga se clavaba en su cuello como si fuese mantequilla. Un chillido seco, fue expulsado de los labios del joven haitiano, junto al burbujear del aire de sus pulmones escapando por el corte. El moreno cayó desplomado, largando sangre en abundancia sobre la chica, empapando a los dos chicos que aún estaban de pie, ya que el moreno había sido degollado como un animal hasta morir.

Al unísono que sucedía esto, la campanada de medianoche se hizo presente y como por arte de magia, todo se congeló. La sangre salpicada en el aire, había quedado flotando, el rostro horrorizado de Kensia, la hacia ver como una estatua de cera con una expresión no muy agradable, incluso el otro chico estaba totalmente paralizado. Sin embargo, Cory si podía moverse. La daga se desprendió de Wilkins y se suspendió en el aire, la arena que llevaba dentro empezó  a moverse. Una fuerte explosión lumínica empujó al chico hacia atrás y a su vez, la sangre esparcida por el suelo empezó a ser absorbida por la daga.

Una voz extraña, pero dulce y semejante a un canto, se escuchó en el aire, era otro idioma pero Cory lo entendía.

Oh luz, que iluminas el camino…

 El palpitar del corazón del chico, empezó a resonar como estruendosas explosiones.

Oh, que esta noche oscura

El reloj de arena había absorbido toda la sangre, grano por grano, caía marcando el paso del tiempo con su enrojecida arena.

Oh, el agua de la vida

El cristal del reloj de arena empezó a fracturarse y un tenue resplandor se asomaba de la grieta.

Oh, el aire ascendente

Todo el reloj se rajó sin romperse, ya no habían luces provenientes desde ningún lado, solo la arena tornada de un rojo incandescente y la rajadura en el vidrio del pequeño artefacto emitían luz.

Oh, a las cenizas del fuego actúa a mí,

Aquel reloj estallo por completo en miles de fragmentos.

Y llamé a su nombre, Tierra Aldundaih

Como en una explosión violenta, el cuarto empezó a llenarse de arena, emanaba de todos lados y lo cubría todo cuanto tocaba, incluso a Cory. Era imposible escapar, imposible moverse e imposible respirar, la arena ingresó por su boca, nariz y orejas, oprimía su cuerpo y dolía… todo se volvió oscuro.

Todo se había vuelto de color rojo, mi mano se movía de forma involuntaria por mi ira o por mi miedo, eso era algo que no sabía. - Cerdos de mierda, esto es lo que os merecéis, asquerosos... - Decía a medida que movía mi daga con fuerza para buscar apuñalarlos cada vez más fuerte que la anterior.

Tuve la sensación de que el tiempo se había detenido pero mis ojos no paraban de mirar la cara de Kensia, esa chica que tanto me había cuidado y yo no había conseguido proteger. De repente una fuerte explosión me arrojó hacia la cama de nuevo y pude apreciar como la habitación comenzaba a llenarse de arena. Todo lo ocurrido me había cegado completamente de la realidad, por lo que no sabía si todo estaba pasando de verdad o no. Lo único que sabía con certeza mientras la arena subía era que de mis ojos caían tantas lágrimas como cuando mi madre y mi abuelo me dejaron.