Partida Rol por web

Los primeros rayos de sol bañaban la ciudad de Leon, España. El frio en el exterior calaba los huevos a quienes osasen pasear a la intemperie sin las medidas adecuadas de protección y, aunque no nevaba en ese momento, la nieve del suelo hacia difícil moverse. Desde primera hora de la mañana, los trabajadores municipales se habían afanado para limpiar y echar sal a las principales vías del centro.

La famosa Catedral de Leon, no era la excepción al clima y había amanecido cubierta de nieve, otorgando al panorama de la ciudad una majestuosa vista. Muchos transeúntes, emocionados por las compras de fin de año y las preparaciones para la festividad, paraban a sacarle fotos al monumento emblanquecido.

Por suerte para muchos, el refugio había abierto las puertas como de costumbre a todos aquellos necesitaron pasar la fría noche, lejos del helado temporal. Muchos ya habían partido antes del amanecer, otros estaban despertando, así como Paul, preparados a continuar un camino o emprender un nuevo viaje.

Allí estaba el chico, solitario entre indigentes, sintiendo el aroma del caritativo desayuno propinado por los encargados del refugio. ¿Qué haría Paul ahora?

-¡Joder que frío hace! -Pensó Paul. 

-¡Qué lástima que no pude coger mi abrigo bueno antes de venirme! -Se dijo, recordando aquella vieja cazadora de piel llena de agujeros, que había pertenecido a su antiguo patrón y que tantos días de invierno lo había mantenido más o menos caliente. Luego, llevándose la mano al pecho, justo donde por debajo de la raída sudadera se adivina la forma circular de su querido medallón. -Bueno, al menos no tuve que deshacerme de esto, el viejo granjero que me trajo en su carreta hasta aquí me ahorró el precio de un boleto en tren. Y además tengo "mis" herramientas que pude sacar de la trastienda antes de que me echaran. En fin, es hora de sobreponerse y empezar de nuevo.

-¡Buenos días! ¿Me podéis dar un poco de eso? -Dijo dirigiéndose a quienes servían el desayuno en el refugio, al tiempo que se levantaba y comenzaba a caminar hasta allí. -Tan pronto como termine de desayunar saldré a buscar alguna panadería, obrador o lo que sea que quiera darme trabajo. Tampoco estaría mal aprender un nuevo oficio, veremos que me tiene deparado el destino. Solo espero no congelarme allá afuera. Comenzaré por las calles cercanas a la catedral, por allí pasa mucha gente y seguro habrá algún comercio que necesite ayudante.

Si bien el desayuno no era abundante, era lo suficiente para arrancar el día con energía y podes sobrepasar las bajas temperaturas de la época. Era poco común que aquella ciudad amaneciera tan blanca como aquel día, pero que suceder si lo hacía.

La mujer encargada de la comida le sonrió a Paul y dejó su comida frente a él – Aquí tienes – Dijo sonriente la señora de aproximadamente cuarenta años, algo regordeta y de cabellos rojizos, para luego alejarse y seguir sirviendo a otros indigentes.

A medida que iban terminando el desayuno, las personas se iban retirando – No olviden sus cosas, no pueden dejar nada – Comentaban de vez en cuando los muchachos del comedero. En un momento dado, la mujer que le había servido la comida a Paul, le dejó caer suavemente una campera de sobre los hombros.

- Para el frio – Volvió a sonreír y siguió con sus tareas.

Aquel desayuno a Paul le supo a gloria, sin importar lo escaso que fuera. Llevaba varios días sin apenas comer y realmente lo necesitaba. Mientras devoraba con ansias los alimentos, la señora que le había servido le puso una campera sobre los hombros. Paul la miró sorprendido, no estaba acostumbrado al buen trato por parte de extraños.

-Gra... gracias. -Balbuceó bajando la mirada. Hubiera querido abrazar a la señora, pero su recelo pudo más que su gratitud.

Seguidamente recogió las pocas pertenencias que tenía y se dispuso a salir a la calle. Antes de salir volvió a mirar a la mujer de cabellos rojizos que estaba ocupada con sus quehaceres.

-Muchas gracias por todo. -Dijo más para sí que para que alguien lo oyera. Ahora se sentía más seguro, aquel pequeño gesto de la mujer le había transmitido esperanza en el futuro. Pues nada, a la calle. Debo tener cuidado de no ser visto por la Poli, han pasado 8 años, pero seguro que todavía buscan a quién mató al maldito fraile y esta cabellera blanca me da a mí que no es muy común por estos lares. Tal vez me debería teñir el pelo cuando reúna algo de dinero, en Patena que solo había cuatro gatos no era un problema, pero aquí debo intentar pasar inadvertido. Mientras pensaba estas cosas Paul había salido a la calle, el golpe de frío le resultó más fuerte de lo que esperaba, aun con la nueva cazadora...

Nada más salir, Paul pudo apreciar cómo la gente deambulaba ya temprano, preparando las compras para la fiesta de año nuevo. Por suerte ya no caía nieve y la que se encontraba en las calles iba siendo desalojada rápidamente, lo que permitiría a la ciudad tener una actividad normal en el correr del día, siempre y cuando el clima no cambiase de nuevo.

Detrás suyo, en el refugió, pareció haber alguna clase de revuelo. Muchos empezaron a correr, mientras se escuchaban el rechinar de los banzos y sillas ser movidos con brusquedad.

- ¡¡¡Corran!!! – Gritó un hombre desde el interior – ¡El gas! ¡El ga…. – Una explosión detonó en el refugio. El suelo se había resquebrajado bajo los pies de Paul, las ventanas volaron en mil pedazos y un fogonazo amarillento abarcó los alrededores, todo se había vuelto negro.

La estática se hizo presente, como si la antena de una televisión se hubiese dañado y en la pantalla solo se veían líneas grises y negras, luego todo fue claro.

La respiración de alguien era agitada, estaba corriendo, jadeaba. Los brazos envolvían el pequeño cuerpo de Paul – Tranquilo… estará bien, no voy a permitir que muera… - Dijo la voz de una mujer. Al observar alrededor, todo era blanco, como la nieve, también hacia frio…

La imagen se apagó súbitamente y poco a poco, Paul recobraba la conciencia. Su cuerpo le dolía enormemente y moverse le era muy difícil, a su alrededor solo había escombros y polvo.

-¿Qu... qué... diablos a pasado? -Pensó Paul mientras su cerebro intentaba filtrar la información que llegaba de sus sentidos contaminada con el profundo dolor físico y el ruido ambiental. Intentó incorporarse en donde se hallaba tendido pero fue inútil a la primera, no tenía fuerzas y todo le dolía. Se quedó unos minutos boca arriba mientras recordaba. Una... ¿explosión...? ¿En el refugio? ¿Estaré vivo? Bueno, no creo que se pueda sentir tanto dolor después de muerto... ¿Y la voz...? ¿Quién era esa voz de mujer? ¿Dónde está ahora? Miró a su alrededor entre los escombros y el polvo intentando encontrar algún indicio de lo que había sucedido. Nuevamente intentó incorporarse reuniendo toda su voluntad para sobreponerse al dolor que lo azotaba sin clemencia...

-¿Qu... qué... diablos ha pasado? -Pensó Paul mientras su cerebro intentaba filtrar la información que llegaba de sus sentidos contaminada con el profundo dolor físico y el ruido ambiental. Intentó incorporarse en donde se hallaba tendido pero fue inútil a la primera, no tenía fuerzas y todo le dolía. Se quedó unos minutos boca arriba mientras recordaba. -Una... ¿explosión...? ¿En el refugio? ¿Estaré vivo? Bueno, no creo que se pueda sentir tanto dolor después de muerto... ¿Y la voz...? ¿Quién era esa voz de mujer? ¿Dónde está ahora? -Miró a su alrededor entre los escombros y el polvo intentando encontrar algún indicio de lo que había sucedido. Antes de intentar incorporarse de nuevo, Paul trató de encontrar qué problema había con su cuerpo que le causaba tanto dolor, para luego intentar solucionarlo. (Uso Medicina/Diagnosis).

A pesar de sentir dolor en la mayor parte del cuerpo, producto de algunas contusiones, Paul estaba perfectamente bien. No tenía quebrado o cortado ninguna parte del cuerpo, al parecer una viga le había protegido de los que sombras que cayeron sobre él.

Arrastrándose un poco, lograba moverse entre los agujeros y pasajes que se habían formado, lo malo es que casi todo estaba oscuro excepto una luz a la distancia. A lo lejos, se escuchaba alguna que otra sirena. ¿Cuanto tiempo había pasado inconciente?

Un extraño susurro ininteligible llegaba a oídos del chico.

Paul intentó discernir las palabras que el susurro contenía (uso advertir/notar) mientras se esforzaba por salir de entre los escombros a través de los pequeños agujeros. Utilizando su intuición, trató de orientarse buscando la salida (uso superviviencia)...

El estruendo de algunos fuegos artificiales, daban a notar que la medianoche estaba muy próxima. A lo lejos, las voces de gente gritando y dando ordenes era audible solo si se lograba afinar bien el oído,  sin embargo, el susurro constante en los oídos de Paul no podía entenderse.

Logró encontrar entre los escombros un pasaje y gracias a su delgado cuerpo lo atravesó a rastras. Ahora tenia acceso a lo que parecía un sótano, la estructura había aguantado, por ahora, la explosión y posterior derrumbe. Automáticamente, sus fosas nasales percibieron el aroma metálico, característico de la sangre.  A ras del suelo, una fina capa de niebla helada era visible.

No había otro camino u otra opción a seguir, Paul bajó hacia aquella habitación. Se dio cuenta al instante que la capa de niebla cubría el agua que casi ahogaba su calzado. La sangre, brotaba por las paredes desde la parte superior  de estas y en una esquina, el cuerpo, empalado desde el abdomen, de la mujer quien anteriormente habia puesto un abrigo en los hombros del chico, yacía sin vida y su sangre empapaba la viga que había oficiado de verdugo.

Pudo sentir en su pecho como dos luces brillaban a través de la ropa, provenía de su colgante. El susurro ininteligible se hizo muy intenso, casi ensordecedor.

Al entrar en al sótano un escalofrío recorrió la espina dorsal del chico. La imagen de la mujer empalada y la sangre que parecía estar en todas partes, lo sobrecogió de gran manera. -Esto no puede estar pasando, debo estar en otra de mis pesadillas. -Se dijo para sí, pero el frío del agua que mojaba sus pies a través de los agujeros en su calzado, le hizo pensar que esta vez no se trataba de uno de aquellos terribles sueños y que aquella era, la aun más terrible realidad.

Casi en shock por lo que estaba viviendo, Paul tardó un poco en notar como de su pecho brotaban dos haces de luz que se distinguían perfectamente a través de su ropa. Pudo ver que salían de su tan preciado medallón. Sin perder un segundo extrajo la joya al tiempo que se la descolgaba de su cuello. Con el medallón en su mano derecha y la cadena de plata envuelta en la misma pudo notar que los ojos del búho eran la fuente de aquella luz que cada vez se hacía más intensa, al tiempo que el susurro ininteligible que llevaba rato escuchando, también crecía exponencialmente en intensidad, hasta el punto que se hizo ensordecedor. El dolor en sus oídos hizo que Paul tuviera que llevarse las manos a los mismos para cubrírselos y en ese momento sin quererlo dejó caer el medallón en el agua que cubría el suelo...

El ruido de las sirenas a lo lejos se habían hecho unas simples acompañantes de las campanas de la iglesia, que sonaba con intensidad anunciando las 00hs; junto el año nuevo.

Aun en el suelo, atontado por la cantidad de eventos en cadena que habían puesto a prueba sus sentidos y su cuerpo, una voz extraña, pero dulce y semejante a un canto, se escuchó en el aire, era otro idioma pero Paul lo entendía.

Oh luz, que iluminas el camino…

 El palpitar del corazón del chico, empezó a resonar como estruendosas explosiones.

Oh, que esta noche oscura

El medallón había empezado a  congelar el agua,  y daba una sensación fuerte que calaba los huesos.

Oh, el agua de la vida

Toda el agua estancada se había congelado impidiendo la movilización de las piernas del muchacho.

Oh, el aire ascendente

El objeto se había soltado de su mano y ahora se alzaba en el aire emitiendo cada vez una luz más intensa y congelando toda el area..

Oh, a las cenizas del fuego actúa a mí,

El hielo había ganado terreno sobre el muchacho que tenía entumecido y congelado hasta el pecho.

Y llamé a su nombre, Tierra Aldundaih

Como en una prensa, el hielo había cubierto completamente el cuerpo de Paul. Era imposible escapar, imposible moverse e imposible respirar, el hielo ingresó por su boca, nariz y orejas, oprimía su cuerpo y dolía… todo se volvió oscuro.

Al caer de las manos de Paul, el medallón no alcanzó a tocar el suelo. Al contacto con el agua, la joya se elevó en el aire ante los ojos atónitos de Paul que yacía en el suelo. El líquido del piso a su alrededor comenzó a congelarse. Mientras esto sucedía Paul pudo escuchar la voz que recitaba aquellas extrañamente familiares palabras en un lenguaje que hubiera jurado que no conocía, a pesar de entenderlo perfectamente. A medida que el brillo del medallón se hacía más intenso, el hielo que se formaba a su alrededor lo fue apresando más y más, hasta el punto de impedirle respirar. Un grito sordo escapó de los labios de Paul para luego sumirse en el silencio. -¡¡¡Es mi fin!!! Atinó a pensar desesperado antes que las tinieblas de la inconsciencia lo envolvieran nuevamente.