El piloto automático iba bien, todo estaba marchando bien, Obe ni siquiera tenía porque preocuparse de que nada raro ocurriera mientras la nave se dirigía hacia aquella pequeña estación espacial, ni que los cadáveres congelados de los que salieron volando por el espacio aparecieran, ni nada por el estilo... Aunque pudieron ver a algunos flotar.
Todo iba a terminar bien, todo iba a terminar como tenía que terminar, con vida. ¡Al fin la victoria se había logrado!.
Un ruido alertó a los presentes, y era más que evidente que este no provenía del espacio, a fin de cuentas, "en el espacio nadie puede escuchar tus gritos", frase que, por otro lado, era más que acertada en esa situación, pues mientras los dos integrantes de aquella nave de escape se daban lentamente la vuelta pudieron ver a una terrible criatura, escurrirse entre el techo y el ataúd puesto de lado... una forma verdosa y gomosa lentamente se acercaría hacia la cabina de mando con un rostro recién formado y completamente serio, alcanzando a decir una única palabra.