Alguien golpea la puerta de la choza repetidas veces. ¡Miller dice que tienes dos horas Holloback!- informa alguien desde fuera. ¡Dos horas y partimos a Bu-Non! Por suerte, Tom sabe que tiene al vietnamita sometido. Han sido varias horas de interrogatorio duro pero, en comparación con anteriores "trabajos", ha sido más fácil de lo que cabría esperar. Holloback recuerda al primer tipo al que interrogó. El muy cabrón parecía inmune cualquier clase de amputación, luxación, golpe, humillación... Por suerte, la privación de sueño resultó ser la llave de su resistencia. El mierda que tiene delante no ha aguantado ni la mitad.
El oficial escupe posiciones de divisiones, nombres de generales, planes de ataque... mientras Ji traduce y toma nota a la vez de forma diligente. ¿Qué debería hacer ahora con el prisionero? ¿Dejarle con vida? Podría cedérselo a la policía militar y que ellos se hagan cargo. ¿Pero se lo merece, el muy hijo de puta? Ha volado la tapa de los sesos a Maynard, y quien sabe a cuántos muchachos más. Dentro de Holloback comienza a despertar un instinto bestial, una fuerza asesina difícil de contener que le grita "MACHÁCALO, REVIÉNTALO, PÁRTELE HASTA EL ÚLTIMO DE SUS HUESOS...". Ya lo había experimentado antes. Se trata de una crisis de ansiedad fruto del estrés, la angustia y la PUTA MIERDAAA-lo grita en voz alta- acumulada durante todos estos meses. Otra parte de Tom no puede evitar avergonzarse de este impulso primitivo, atroz y psicópata que aúlla en su interior. Sus puños se cierran y se abren de forma mecánica intentando, como una válvula de escape, reducir la presión.
Dos opciones: o automáticamente pierdes los estribos y destrozas al prisionero (en tal caso nárralo), o haces un chequeo complicado de voluntad para contenerte y salir de la sala.
Holloback ya es incapaz de escuchar nada que provenga de fuera de sí mismo. En sus oídos retumba su sangre, batida con fuerza por su corazón -arriba y abajo, arriba y abajo...-, como una especie de tambor siniestro.
El soldado se acerca de nuevo al prisionero. Desde la esquina en la que está tomando notas, Ji dice algo... Holloback le ve mover los labios, pero no entiende ni una sola palabra. No percibe ningún sonido.
Con el rostro a apenas dos o tres centímetros de la cara castigada del norvietnamita, Holloback lo estudia con fascinación. Ya no es capaz de escuchar nada, ni siquiera su propia sangre. Es como si todo el mundo se hubiese quedado en silencio. - Te lo dije... - murmura, y ese susurro retumba como si estuviera gritando con todas sus fuerzas... aunque tal vez sea eso lo que está haciendo y no se da cuenta - ... no eres ningún héroe.
Incapaz de contenerse, Holloback agarra al prisionero, lo levanta de la silla -a la que estaba sujeto con alambres, que le desgarran muñecas, tobillos y cuello con el brusco movimiento- y lo lanza contra uno de los laterales de la choza. El vietnamita se estrella contra la precaria pared de chapa, y del golpe se queda sin aliento. Antes de que le dé tiempo a dejarse caer al suelo, Holloback se sitúa frente a él de un salto y le suelta un tremendo puñetazo en el estómago que lo deja doblado - ¡NO ERES UN PUTO HÉROE! - grita enloquecido el soldado, ya sin ningún tipo de control. Levanta de nuevo al amarillo, lo sujeta poniéndole el antebrazo izquierdo en el cuello y comienza a destrozarlo a puñetazos con un salvajismo animal - ¡NI MAYNARD! ¡NI MILLER, NI NADIE! - crujen las costillas del guerrillero, que tiene los ojos en blanco y empieza a escupir sangre por la boca a medida que Holloback lo va haciendo trizas por dentro.
Cuando Holloback retira el brazo, el norvietnamita cae al suelo como un fardo, sentado en una posición casi cómica - ¡Y YO, DESDE LUEGO, TAMPOCO SOY UN PUTO HÉROE! - brama de nuevo el soldado, y acto seguido le da brutal patada en la cara que lo acaba de tumbar. Sin detenerse a mirar si sigue vivo o muerto, Holloback comienza entonces a darle patadas de forma mecánica, como un martillo neumático, en la cabeza, el cuello, el torso, los genitales... Pronto el norvietnamita queda convertido en una grotesca masa sanguinolenta, con las extremidades retorcidas y cubiertas de sangre.
Al final, Holloback se detiene. Se agacha y apoya las manos en las rodillas, tratando de recuperar el aliento. Mientras tanto, observa lo que queda del prisionero, en parte fascinado por lo que acaba de ocurrir, pero, por lo demás, con total insensibilidad. Cuando se siente más recuperado, se da la vuelta... y entonces repara en Ji, que le mira con auténtico terror. Holloback le devuelve la mirada, tranquilo, y al final dice - Creo que necesito una copa. ¿Tú no?
Ji no necesita una copa. Necesita un psicólogo y una palangana para arrojar el rancho que ha ingerido un par de horas antes. Sus ojos están blancos como la leche y desencajados de horror. Poco a poco y temeroso de Tom, Ji agarra su cuaderno, se levanta de la silla muy poco a poco, y se acerca a la puerta de salida. Creo... creo que tenemos todo Holloback - dice tartamudeando. Vo... Voy a entregarle el informe a Miller... Agarra el pomo de la puerta, como si temiese que su intento de salir de la habitación (o cualquier otro motivo) fuese a enfurecer a Holloback. No diré nada de... de esto...
El intérprete abre la puerta y al otro lado aparece, como si hubiese estado ahí pegado escuchando un buen rato, el periodista hijo del senador Glover. Pese al aparatoso vendaje que tiene en la nariz, Holloback adivina una sonrisa maliciosa en la cara de ese hijo de perra. Apenas tarda un par de segundos en agarrar su cámara tomar varias instantáneas a Holloback. La sonrisa desaparece de su cara cuando localiza al cuerpo del norvietnamita, que agoniza en el suelo y escupe todo tipo de fluidos mezclados con sangre y piezas dentales. Lo inmortaliza todo.
Detrás del periodista está su chófer, terriblemente serio y contrariado por la situación.
Holloback, que tiene la misma sensación que si acabase de salir de una especie de trance, se ve sorprendido por el periodista. Otra vez. El soldado alza el dedo índice en su dirección y, en tono claramente amenazador, le dice:
- Creo recordar que te dije por dónde te metería la cámara, niñato - el dedo índice se convierte en una mano abierta y Holloback da varios pasos en dirección al periodista - Dámela ahora mismo, o papaíto va a tener que gastarse millones de dólares para contratar a los mejores cirujanos el país, únicamente que para que te desencajen ese chisme del puto culo.
El periodista no parece haber aprendido la lección. Lejos de entregarle la cámara, da un paso hacia Holloback y comienza a sacarle más y más fotos. Ni se te ocurra tocarme -dice lenta y confiadamente. Ya te he dicho quién es mi padre. Si me vuelves a tocar, te caerá un consejo de guerra. Y si tú no me proteges, que es para lo que se te paga, correrás el mismo destino - amenaza ahora a su chófer (Carnegie). Puedo hacer lo que me plazca, tengo las credenciales para ello -dice tocando la tarjetita con su foto que cuelga de su jersey. Miller está al tanto de mi presencia aquí -cierra, jactándose.
Viendo la historia de Holloback -fue expulsado del ejército por torturar a prisioneros-, supongo que lo suyo sería que el material del periodista sobre sus torturas llegase "arriba". Haz lo que gustes, y en unos cuantos post finiquitamos el prólogo de Tom.
Por un momento Holloback está a punto de estallar de nuevo, pero... de pronto es como si algo se apagase en su interior. Súbitamente, el militar se siente extenuado y solo quiere lo que ha anunciado en el interior de la cabaña: beber algo, y olvidarse de todo durante unas horas.
- Haz lo que debas - le responde al periodista en tono hastiado, antes de comenzar a alejarse. El joven se queda algo desconcertado, pero no dice nada. Incapaz de resistirse, Holloback decide darle un último susto: se da la vuelta de pronto, con expresión agresiva, y hace un amago de lanzarse contra él... deteniéndose justo en último segundo, cuando el periodista, acochinado, ya ha dado un bote hacia atrás.
Con gesto cansado, pero también con una sonrisa bailándole en el rostro, Holloback camina a paso tranquilo hacia su tienda, aunque técnicamente ahora no tiene horas libres. Pero le da igual. Ha sido un día demasiado largo.
Sí, daba por sentado que ese material acabaría filtrándose :P
Tom camina con paso lento y cansado. El campamento es un ir y venir de hombres cargando cajas, documentos y equipo en los camiones. Un par de soldados están a punto de chocar con el propio Tom que, como un sonámbulo, se dirige en línea recta hacia su tienda totalmente abstraído de lo que allí ocurre. El militar enciende el enésimo pitillo del día sin dejar de chapotear por el barrizal. Con la primera calada, cierra los ojos y deja la mente en blanco durante unos instantes. La adrenalina que había inundado su sistema nervioso hace unos minutos comienza a recobrar la normalidad. Los temblores en manos y piernas desaparecen. El dolor en la sien comienza a remitir.
Un rato después, Tom abre los ojos y encuentra al teniente Miller sentado en el camastro de su tienda. ¿Has conseguido que hable? Partimos hacia Bu Non enseguida, así que necesito toda la información ahora. Miller mete la mano en el bolsillo interior de su chaqueta y saca una vieja petaca de color plateado. Da un trago largo al licor sin apenas pestañear, y se la extiende a Tom. La mirada del oficial es triste y su tono de voz es muy bajo, tan bajo que a Tom le cuesta escuchar la pregunta. Sin duda, el oficial lleva mucha carga en "su mochila". Cada vez que ordena a alguno de sus muchachos que despeje un nido de ametralladoras, que cruce un campo de minas, que de caza a un francotirador o que torture a uno de los prisioneros, Miller siente el peso de una nueva palada de mierda en su mochila.
- La información... - comienza a responder en tono vago Holloback, que hace un esfuerzo por volver a la realidad y centrarse - Sí, ha hablado.... al final. Por lo que me ha contado...
En varios minutos el joven soldado le transmite a Miller toda la información que ha logrado arrancarle al norvietnamita. Posiciones enemigas, planes, nombres... al no ser qué puede ser importante y qué no -eso lo deciden otros- Holloback se esfuerza por recordar hasta los detalles más insignificantes del testimonio del prisionero.
No obstante, una buena parte de su mente sigue distraída. Pensando en todo aquello con lo que Miller está obligado a cargar, en las cosas que él mismo ha tenido que hacer... en la rapidez con la que tantas cosas pierden sentido en un sitio como este.
El convoy avanza por las primitivas carreteras en dirección a Bu-Non. Las horas pasan lentas y aburridas para Holloback, que descansa tirado en las tripas de un pesado camión militar junto a una docena de compañeros. Algunos de ellos miran el selvático paisaje constantemente a través de la parte trasera del toldo del camión. Pero Tom no. A Tom le es indiferente a dónde van. Todos los lugares son iguales en esa pocilga de país. Pequeñas o grandes, todas las localidades son húmedas, están asoladas por la guerra y son un mejunje de gentes extrañas y traicioneras.
En algún momento, el convoy se detiene súbitamente. Tom agarra el arma instintivamente, y se lleva la otra mano a la cabeza para evitar que su casco salga rodando. Se escuchan unas palabras desde la parte delantera del convoy mientras algunos soldados, Tom entre ellos, se apean de los vehículos, curiosos, para ver qué está sucediendo. Varias docenas de tanques calcinados les reciben (algunos de ellos todavía humean) salpicando el paisaje, aquí y allá. La mayor parte de ellos son norvietnamitas, pero también hay ejemplares Sherman americanos absolutamente destrozados. Alguien se ha encargado de retirar los cadáveres de los vehículos yankees, pero no de los otros. En uno de ellos, un corpulento amarillo yace desparramado por la escotilla con una terrible mueca de dolor en su cara. Obviamente, intentó bajarse del vehículo mientras este ardía, aunque no llegó a conseguirlo. Woody mira a su alrededor, como para asegurarse de que nadie le observa. Saca unos alicates del bolsillo, y abre la boca del cadáver para localizar alguna pieza dental de oro.
Lo que la comitiva está viendo es sin duda la periferia de Bu-Non. Unas 300 mil almas la habitaban antes de la guerra, pero ahora... quien sabe. Un buen número de soldados americanos custodian varios nidos de ametralladora y piezas de artillería anticarro justo en el punto en el que la carretera principal se interna en la urbe. Más lejos, en los edificios más altos de las primeras barriadas, varios francotiradores amigos agitan sus cascos animadamente agradeciendo la llegada de refuerzos. Sin duda, esa gente ha debido de pasar un calvario en los últimos días.
Como si de un hormiguero se tratase, cientos de soldados americanos desnutridos, sucísimos y cansados salen de la ciudad para recibir a los compañeros recién llegados. Piden pitillos, agua y whisky y algunos de ellos se funden en abrazos fraternales con gente que no ha visto en su vida. Uno de ellos, que alcanzará con suerte la mayoría de edad, se acerca a Tom y le extiende la mano. Menos mal que estáis aquí... estamos en las últimas. Mi nombre es Troy Higgins.
¨Haz el último post y cerramos aquí. Retomaremos la historia más adelante en este punto, si te apetece.
- Holloback - responde el aludido mientras le estrecha la mano al tal Higgins de forma mecánica, sin prestarle aún demasiada atención. El joven soldado aún está algo aturdido tras las horas pasadas en el camión, y además la visión de Bu-Non ha hecho que vuelvan de golpe a su cabeza todas las imágenes de lo que acaban de dejar atrás.
La propia Bu-Non es... una ratonera. Mientras mantiene una corta charla trivial con Higgins, Holloback no puede evitar preguntarse si están aquí para ayudar a estos soldados o simplemente se están uniendo a ellos a tiempo para morir todos juntos de forma miserable. Cualquier soldado que lo haya sido durante el tiempo suficiente sabe que ese tipo de reflexiones no llevan a nada, pero... son inevitables.
- El teniente Álvarez nos comentó que... - está diciendo en ese momento Higgins. Holloback se da cuenta de que ha perdido totalmente el hilo de la conversación, así que decide reconducirla, tal vezde forma un poco brusca:
- Es fascinante, sí - corta Holloback - Oye, ¿y qué me puedes contar de las últimas semanas? ¿Cuál es la situación aquí? ¿Algo que debamos saber?
Perfecto, lo retomamos cuando digas :D
Tenías que meter a Troy... bastardichi.