La pregunta de Gryshka hace que ambos comencéis a hablar justo a la vez. Nakuz empieza a parlotear sobre quedarse en Orgrimmar mientras que Kortran menciona a Thrall, pero ambas voces se mezclan y no dejan entender qué es lo que habéis dicho exactamente.
La posadera os mira confundida durante un segundo y luego se echa a reír con sus toscas carcajadas. Parece divertirle la situación y que cada uno de vosotros se haya pensado que la pregunta iba dirigida a él mismo, así que hace las presentaciones pertinentes.
- Aish, se me había olvidado que los dos queréis ir a ver a la alquimista. Este es Kortran, un gran guerrero de nuestras filas - dice mirando al joven troll - Y él es Nakuz, un muchacho del sur de Durotar que está intentando salvar a su hermana. A lo mejor puedes echarle una mano, Kortran, porque no está muy acostumbrado a eso de moverse por la ciudad. Si vais a ver a Myrna podrías acompañarlo. Esto... si tenéis que ir al Circo de las Sombras, es mejor que no vaya solo - Gryshka le dirige una elocuente mirada al orco que parece decir "si se planta solo en el Circo, no sale entero de ahí".
Me giré para mirar al joven troll que acababa de hablar y después sonreí ante la manera en que nos habíamos interrumpido mutuamente.
- Si quieres ir al Circo de las Sombras no has escogido al mejor compañero - le dije sonriendo- los brujos no me tienen mucho aprecio, ¿Sabes?
Le hice un gesto con la mano para que se acercase a la mesa.
- Gryshka, ponle algo de comer al muchacho, yo invito - me dirigí de nuevo al troll- ¿y que te trae por aquí Nakuz? ¿que es lo que le ocurre a tu hermana?
Me quedé totalmente en silencio cuando Gryshka se echó a reír. Aquella frase no era para mí, y toda la autoestima que Nakuz había conseguido la pasada noche se fue como una suave brisa de verano. E'to zolo puede pazarme a mí... Me rasco un poco la cabeza y tomo un buche de mi jarra de leche, hasta que Gryshka nos presenta y el orco comienza a hablarme.
Me levanto y me pongo con él, tal como me dice, mientras pienso en qué será eso del circo de las sombras y por qué no podré ir solo. Quizá el atracador de ayer proceda de allí. ¿Y qu'haré zi me lo'ncuentro...? Joe... Tomo asiento y le me pongo la mano contra el pecho. ¡Lok'tar! Le digo con ánimo, debido al espíritu de la horda que latía en el corazón de Nakuz.
El troll sonrío al ver que se interesaban por su hermana, había recibido una buena acogida en el lugar y todo estaba saliendo bien por el momento. No te preocupe' Kortan, zeguro que zabeh máh que yo de e'ta ciuda'. Sonrío, mostrando mis amarillentos dientes acompañados de unos colmillos grandes y algo amorfos a los lados de la boca. Al chico troll le acompañaba un callado de madera tallado manualmente, seguramente por él, ya que tenía algunos símbolos de la cultura de los troll y portaba una túnica a juego con su azulada piel. No zé mu' bien lo que le paza a mi'rmana... llegó un día mu' malhería y la curé, soy un sacerdote, se explicó el troll pero había algo raro en ella.. no recordaba ná'. Había perdío la memoria, azí que decidí venir a Orgrimmar en busca de algún remedio. Ezo zí, e'toy zeguro que fue algún desgraciao de la alianza... esto último sonó con algo de odio por parte del sacerdote.
Gryshka escucha de nuevo la desgraciada historia de la hermana de Nakuz, asintiendo para dar más énfasis a las palabras del troll.
- Por eso le dije ayer que se pasara por le Calle Mayor para ver a la alquimista. Si alguien entiende de esas cosas, es ella. Eso sí, tiene un humor bastante extraño. Todos los renegados son bastante raros, la verdad... - la orca os sirve más dulces y se sienta en la misma mesa que vosotros con total confianza - Si evitáis ir al Circo, mejor que mejor. Allí solo se cuecen cosas demoníacas muy feas.
A vuestra posadera no parecen agradarle demasiado los asuntos mágicos que se gestan en el Circo de las Sombras. Kortran recuerda sus experiencias pasadas allí y no puede evitar darle la razón a Gryshka, pero el joven Nakuz no tiene ni idea de lo que están hablando. Es cierto que ese sitio emanaba una luz violeta muy siniestra, sí, pero tampoco parecía tan desagradable...
Permanecí pensativo unos instantes, la dolencia de sus hermana debía ser algo complejo o si no los chamanes y curanderos de la aldea la habrían curado ya, claro que tampoco había garantías de que la alquimista pudiera ayudarle aunque era un buen punto de partida.
- Está bien, puedes venir conmigo a ver a la alquimista, yo iba a ir de todos modos - le dije a Nakuz- en el Circo de las Sombras se reunen los brujos de la Horda y otra calaña de lo más bajo, así que si vas acompañado de un soldado no te pasará nada, eso sí, trata de no decir mi nombre... por lo que pueda pasar.
Tomé un último dulce de la mesa y me lo comi, estaba realmente delicioso.
Me rasco un poco por detrás de la cabeza escuchando hablar a los orcos bastante agradecido por su comprensión en este tema tan delicado para el pobre troll.
- Pe'fecto, entonce' podemo zalí cuando tu quierah. Yo ya 'toy prepara'o. Abrí de nuevo la boca y me reí un poco, feliz de saber que podría ir a ver a la alquimista y que seguro ayudaría a solucionar lo de mi hermana. Además, estaba conociendo buena gente en Orgrimmar en su segundo día allí ya había visto al líder de la horda y dos orcos intentaban ayudarle a curar a su hermana. Era obvio que la horda esa su lugar y su sitio, y este tipo de cosas eran las que hacían que Nakuz se sintiese tan cercano a la bandera que colgaba en las murallas de Orgrimmar.
Me levanté y cogí mi mochila, esperando que el orco hiciese lo mismo. ¿Y por qué no pue'o decí' tu nombre? El troll se acercó a la mesa, apoyándose en ella y susurró. ¿Ere' famoso o algo así?
La posadera ve cómo Nakuz se levanta, preparado para salir, y no puede evitar una sonrisa que muestra sus afilados dientes.
- Parece que has encontrado a un compañero muy enérgico, Kortran - le dice al orco con una risilla. Después se pone más seria y os mira a ambos - No sé si habéis tenido muchos tratos con los renegados, pero debo advertiros de que tengáis cuidado. A veces me recuerdan a los goblins, siempre tratan sacar beneficio de sus tratos.
Dicho esto, la orca da una palmada en la mesa.
- ¡Bueno, a trabajar! ¡Nos veremos luego, chicos! - os sonríe y se incorpora, anudándose bien el delantal y dirigiéndose a la puerta por la que suponéis se va a la cocina.
Escuché la advertencia de la posadera sobre los renegados. No tenían el mismo concepto del honor que los orcos, si es que tenían algún concepto aplicable, pero habían demostrado que se podía confiar en ellos y habían sido fieles a la Horda, con eso me bastaba.
- No hay de que preocuparse, Gryshka, hasta el más idiota de los renegados sabe que no debe jugársela con un orco con un hacha - dije sonriendo- es ley de vida. Vamos, Nakuz, dejemos trabajar a Gryshka.
Nos despedimos de la posadera y salimos por la puerta en dirección al Circo de las Sombras.
Salís de la posada dispuestos a buscar a la tal Myrna, alquimista renegada. Podéis ir a buscarla tanto a su tienda de la Calle Mayor como al Circo de las Sombras, donde reside. Gryshka os ha recomendado que no os acerquéis al Circo por los peligros que encierra, pero la decisión es vuestra. Kortran sabe llegar perfectamente a ambos sitios, ya que ha pasado su juventud en las calles de Orgrimmar.
Afuera ya comienza a verse la actividad matutina.
Nakuz seguía con la duda de si su nuevo amigo orco era alguien famoso, si no le había contestado era porque no quería que se conociesen sus secretos. Quizá más adelante cuando se conociesen más le revelearía su verdadera identidad, o eso pensaba el sacerdote.
Al salir me froté los ojos debido al sol que daba sobre nosotros, miré a Kortran y esperé un instante a que dijese algo, como si tuviese que hacerle caso. Supongo que sería por la concepción en la relación troll y orco que tenía Nakuz.
- Vamo' pa' la tienda de Myrna, zi no ehtá allí po' vamo' pa'l circo de la zombra. A mí no me da miedo... Dijo Nakuz recordando su valerosa acción la pasada noche.
Acto seguido comenzó a caminar hacia la calle mayor, por donde había ido ayer hasta el valle del honor para buscar la tienda de Myrna.
- Tienes razón, se me había olvidado que Myrna tiene una tienda en la la calle mayor - dije asintiendo- siempre será mejor que ir al Circo de las Sombras.
Y con nuestras escasas pertenencias a cuestas volvimos al bullicio de la ciudad, andando en dirección a la calle mayor en busca de la tienda de la alquimista. Si terminábamos pronto con esto aún tendría tiempo para tratar de visitar a Thrall, aunque no estaba seguro de si desearía hablar conmigo.
- Eres un valiente, eh? - dije sonriendo al comentario de Nakuz- si no tienes nada de valor, no tienes porque temer al circo de las sombras, ¿sabes que allí se entrenan los mejores asesinos de la Horda? Algunos de ellos podrían robarte y matarte dos veces sin que te des cuenta - solté una carcajada- No, exagero, pero es cierto que hay negocios sucios allí y lo peor es que están mezclados con la magia negra de los brujos.
Trago saliva al escuchar los comentarios del orco sobre el circo de las sombras. Yo no llevo ná de való... no creo que me intenten matá ni na de ezo... de toa forma, zi no hace farta no vamoh... por zi acazo. Sonrío un poco mientras sigo caminando a la calle mayor, pensando en que la tienda estuviese abierta para no tener que ir al circo de las sombras. No era un lugar idóneo para un sacerdote.
¿Qué e' lo que tiene que hacé tú en Orgrimmar? ¿O tú viveh aquí?
- Nací y viví aquí la mayor parte de mi vida, sirviendo a la Horda con honor - dije con orgullo- pero hace unos años me destinaron a otro lugar, más bien otros lugares... He viajado mucho en estos últimos años, la Horda necesita también soldados dispuestos a embarcarse en misiones difíciles, escaramuzas, sabotaje... Siempre he sido un soldado, pero últimamente he cumplido un papel más parecido al de un explorador, a veces, aunque no lo creas, casi se podría decir que he actuado como embajador.
En las misiones de exploración era frecuente toparse con tribus de diversas culturas, algunas eran hostiles y era mejor evitarlas, pero otras eran amistosas y hospitalarias, aunque era complicado comunircarse en su idioma. Mantenía estos recuerdos con nostalgia, habían sido buenos momentos, aunque cuando recordaba por que había tenido que marcharme me hervía de nuevo la sangre.
- Ahora he vuelto -dije borrando los recuerdos de mi mente- todo es muy distinto a cuando yo vivía aquí, en cierto modo es como si no fuese esta la ciudad en la que me crié. He venido para hablar con Thrall, aunque eso puede esperar, tu hermana es más importante ahora, vamos a ver a la alquimista.
Mientras vais charlando, llegáis a la Calle Mayor. Aquí hay bastante más bullicio debido a que es el punto comercial por excelencia de Orgrimmar. A pesar de lo estrecha que es la calle, multitud de gente se apelotona frente a las tiendas. Nakuz se fija por primera vez en que hay unas escalerillas laterales que conducen a "segundas plantas", en la que hay más tiendas todavía, construidas sobre los edificios.
Grandes letreros de madera sobre las puertas ayudan bastante a los visitantes a discernir qué es lo que se vende en cada comercio. Grabado sobre la madera se ven hachas, escudos, carretes de hilo... Un práctico sistema visual.
Escuchaba al orco mientras caminábamos y le miré algo emocionado. Eso de dejar Thrall para lo último y que mi hermana era más importante me hizo sentir como si ya le debiese algo a Kortran, aunque aparentemente no había hecho nada por mí.
- Gracia' Kortran... no te negaré tu ayu'a, nececito que vuelva a zer ella otra ve'. Miré al suelo, cabizbajo recordando el estado en el que se había quedado. Vamo a buhca' eza tienda, aunque aquí hay mucha hente.
Miro hacia los lados buscando algún cartelillo que me ayude a encontrar la tienda de la alquimista, me alejo de la aglomeración de gente para mirar mejor y buscar la tienda. Después subo por las escaleras con algo de miedo, a Nakuz no le gustaban las alturas, y compruebo si la alquimista se encuentra allí.
Nakuz observa la calle desde las alturas. Abajo, en la calle, un montón de gente se mueve de un lado a otro, entrando y saliendo de las tiendas. Durante unos minutos busca algún cartel que esté relacionado con las artes alquimistas, hasta que finalmente ve uno que podría ser la tienda de Myrna: en un trozo de madera oscura, hay grabado un vial con burbujas.
La tienda se encuentra en la segunda planta, cerca de donde te encuentras. Está en una esquina, la puerta está cerrada y desprende un aire oscuro y tranquilo, como si allí no entrase nadie nunca. Una mirada más de cerca cuando os aproximáis os confirma que es el comercio correcto. Grabado en la puerta puede leerse "El Arsenal de Myrna".
Tras llamar a la puerta nadie os responde; pero con un suave crujido se abre, como si no estuviera cerrada. Un extraño olor sale hacia fuera. Kortran parece vacilar durante un momento: los renegados suelen ser personas extrañas, a las que no les gusta que se invada su intimidad y sus secretos. Pero finalmente, tras llamar con fuerza de nuevo, se decide y entra.
Os encontráis en una pequeña sala circular repleta de estanterías de madera en las que descansan multitud de frascos y botellas de vidrio. Cada una tiene una pequeña etiqueta escrita, indicando qué es lo que guarda cada recipiente: ojos de múrloc, extracto de hojasueño, lágrimas de Arthas, escamas de branquirrojo... Todos flotando en un líquido verdoso. La tienda está en penumbra, alumbrada solo por un par de velas que hay sobre el mostrador. No hay nadie, o eso parece.
" Este lugar es asqueroso -pensé- a saber que hará esa maldita alquimista con este... ojo de murloc, ni siquiera me lo comería..."
Dejé de mirar los frascos y las mercancías de la tienda, no era muy agradable, la mayoría de las cosas que había allí eran los desechos y visceras que quedan después de sacarles la piel y los huesos a los animales, no podía haber nada bueno en eso. Nakuz se quedó ensimismado con las mercancías, todo era nuevo para aquel chico.
Como empezaba a sentirme incómodo decidí acelerar las cosas, no había tiempo que perder. No vi a la alquimista por ninguna parte así que me acerqué al mostrador franqueado por las velas.
- Err... ¿Myrna? - dije sin saber muy bien a donde mirar- ¿estás ahí?
Entro en la tienda sin vacilar, aunque todo ese ambiente me resultase extraño Nakuz tenía una determinación fuerte cuando se trataba de algo serio. Observo con atención la estancia y me quedo de pie, el lugar daba algo de miedo para ser una tienda y el troll esperaba que entre todos esos frascos de las estanterías hubiese alguna combinación posible para curar a su hermana.
Ehte zitio e' mu' ehtraño... ¿cómo zerá eza Myrna?
El sacerdote se dispuso a hablar cuando el orco se le adelantó, Nakuz empezó a mirar por todas partes para saber desde dónde podría aparecer la alquimista.