Partida Rol por web

- ¡No me cogeran vivo! - Gritó y entonces se dio media vuelta durante su carrera y aunque disparó al bulto el disparo dio de lleno en el blanco.

Ryan Raynor recibió un duro impacto de bala en el pecho. Por suerte para él, el chaleco amortiguó la mayor parte del daño. No obstante, aunque el traumatismo fue muy duro, aquel hombrecillo siguió avanzando. Era posible que sus niveles de cafeína le concedieran una dote especial para aguantar el dolor.

Harrison se sorprendió ante lo que acababan de presenciar. Una bala había impactado en uno de los agentes, pero seguía a la cartera tras él como si nada.

El pistolero se desplazó un par de pasos y se parapetó tras unos cubos de basura. Desde aquella posición trataba de hacerse fuerte y disparó dos veces más para demostrar que no le iba a temblar el pulso.

-¡Hijo de perra!- Tenía cojones la cosa. Raynor había pasado por Afganistán, por Iran y por Libia y no había recibido ni un disparo efectivo y ahora llegaba este chupatintas y se cargaba su record.

-¡Esto ya es personal, servatillo!-gritó entre dientes en el momento que levantó el arma en dirección al cubo de basura y accionó el disparador hasta tres veces, detonando otros tantos de los cartuchos en dirección al asesino de elfos.

Jeaninne se posicionó estrategicamente, y comenzó a disparar hacia la zona donde estaba Harrison con la intención de mantener a raya al secretario mientras sus compañeros se acercaban a una mejor posición para apresarlo. - Yo los cubro! gritó.

Sus disparos no buscaban impactar sobre el humano, pero sí impactar lo suficientemente cerca como para que Harrison no se atreva ni a sacar la mano para devolver el fuego. 

- ¡Aaah! ¡Mierda! - Gritó Harrison.

Sin duda, de lluvia de balas que había caído sobre él, alguna de ellas le había impactado. Sus quejas de dolor así lo indicaban. Sin duda alguna, su final, el final de aquella locuras estaba más cerca. Al fin y al cabo, no era más que un chupatintas y al verse herido lo más probable era que se rindiese, pero...

Harrison salió de su escondite. Se puso en pie exponiéndose a los agentes. Estaba apuntándoles con su arma y no iba a dudar en dispararles. Ya lo había hecho. Ryan estaba herido, Vaamar también y Nimwë, difícilmente saldría de esta.

- ¡Me las vais a pagar! - Gritó. ¡Nimwë es el asesino y no yo!

Vi como Ryan caía al suelo debido al impacto en su pecho de otro disparo, pero también como se removía en el suelo, más cabreado que otra cosa, igual que me había pasado a mí. Estaba bien. Jodido, dolorido hasta los huesos, pero bien, así que seguí corriendo para alcanzar y disparar a Harrison en cuanto lo tuviera a tiro.

-Deja de echarte la siesta, Ryan -le dije a éste al pasar por su lado, dedicándole una sonrisa fugaz antes de volver a concentrarme en ese cabrón. 

Cuando vi que quedaba herido debido a la lluvia de balas que le caía encima, no me lo pensé. Me detuve, apunté y disparé.

-¡Ya eres mío! -susurré para mí, antes de apretar el gatillo.

El primer disparo de Vaamar impactó directamente en el cuello de Harrison. Cuando la bala entró muy cerca de la clavícula se produjo un estallido de sangre. Harrison estiró la cabeza hacia atrás por el impacto y dejó caer su arma al suelo mientras se derrumbaba contra el firme. 

Los agentes se acercaron a dónde Harrison se encontraba. Un charco de sangre empezó a manar desde su cuello impregnando el asfalto de un color rojo carmesí. Aquel hombre había perdido la consciencia, pero seguía respirando al igual que su jefe. Ya estaba, lo habían cogido y aunque alguno de ellos había resultado herido, no era nada grave, sobrevivirían a aquello. Puede que Nimwë y Harrison no...

En ese preciso instante empezaron a escuchar el sonido de alarma de los coches patrulla y la ambulancia. En menos de dos minutos, el personal sanitario se encontraba en el lugar. Desde la base, habían solicitado no una, sino tres ambulancias en previsión que que pudiera suceder algo a alguno más de los agentes, pues un tiroteo era impredecible. 

Zoddert escuchó el tiroteo desde su parapeto mientras le hacía los primeros auxilios al elfo escuchó como uno a uno sus compañeros recibían tiros, gritaban barbaridades, acribillaban al sospechoso ... Para que luego llamarán bárbaros a los de su raza.

que puto lío de caso coño!

Cuando todo hubo acabado y se escuchaban las sirenas de los refuerzos, el agente se relajó, esto no había acabado, seguro que esa casa y en las oficinas había muchos datos... No se creía que Harisson fuera el causante de todo.

Harrison yacía desangrándose en el suelo. Ryan y yo habíamos estado a punto de morir por su culpa, así que si él no lo conseguía, como seguramente ocurriría, estaba bien para mí. No sabía si era el asesino, pero sin duda, era un asesino. De todas maneras, me acerqué retiré el arma de las proximidades de su mano y lo observé mientras se esforzaba por retener la poca vida que le quedaba.

Entonces me agaché.

-¿Quién es el asesino? ¿Eres tú, William? ¿O es tu jefe? Dímelo. Si eres tú, la gente debería conocer al creador de estas magníficas obras que son los asesinatos; si es tu jefe, debería pagar por ellos -dije, intentando dorarle la píldora y ofrecerle la alternativa a la vez.

Y lo cierto fue que Harrison, inconsciente y desangrándose, no tuvo la decencia de responder a las preguntas de la agente Celarian Vaamar. Fue justo entonces cuando una de las ambulancias, la primera que llegó se encargó de Nimwë y la otra de que llegó instantes después, hizo lo propio con William Harrison. Ciertamente eran los dos heridos que presentaban las heridas más serias e incompatibles con la vida. Los sanitarios empezaron las labores de primeros auxilios para tratar de estabilizara ambos sospechosos e intentar que sobrevivieran.

Menos de tres minutos después comenzaron a llegar coches patrulla que rápidamente se encargaron de acordonar la zona y de crear un perímetro de seguridad para evitar a los periodistas y otros curiosos, así como para tratar de preservar la escena por tal de recoger las pruebas que fueran necesarias. Para ese entonces, la  tercera ambulancia comisionada en el lugar, se encargó de atender a Celarian y a Raynor.

La agente elfa era de los dos, quien se había llevado la peor parte. Tenía todo el pecho amoratado y le costaba respirar. Nada que no se curase con algo de descanso y antiinflamatorios en abundancia. Por su parte el ex-marine tenía un solo moratón. Le dolía bastante, pero no iba a decirlo y se esforzaría en disimularlo. Era un soldado y los soldados no se quejan. Eso sí, le vendría bien un buen café bien cargado esa noche antes de dormir.

Ya con los servicios sanitarios en el lugar, los heridos atendidos y la situación controlada por los agentes del Departamento, los cinco miembros de la unidad de crímenes raciales estaban listos para examinar las pruebas que pudieran hallar en el domicilio de Harrison. Nimwë y el propio Harrison habían sido desplazados en ambulancia hacia el hospital, habiendo comisionado a un agente en cada una de ellas para evitar nada raro.

Al entrar en el sótano se dirigieron rápidamente a la trampilla. Descendieron uno a uno y tuvieron que hacerse con linternas para ver algo allí abajo. Lo cierto era que la única y solitaria bombilla que colgaba del techo, se había hecho añicos, puede que de forma intencionada o puede que no, pero lo cierto era que estaba rota. Por suerte, las linternas del Departamento eran impresionantes y al encenderlas todas a la vez, prácticamente se hizo de día en aquel segundo sótano.

No había demasiado mobiliario allí abajo. Un armario lleno de botella de vino y cajas de trastos amontonadas en un rincón. Sin embargo, lo único que les importaba era una mesa situada contra una pared. Dicha pared estaba forrada con corcho y éste se encontraban enganchadas con chinchetas, varias fotografías y recortes de periódico. Los recortes eran sobre noticias de los asesinatos, recortadas de diferentes diarios. No faltaba ni uno solo de los asesinatos de los cinco elfos fallecidos.

Las fotografías eran todavía más inculpatorias, pues eran diferentes fotografías tomadas en el lugar de los hechos desde diferentes ángulos. No eran fotografías de archivo. Ninguno de los agentes las había visto antes. Parecían haber sido tomadas justo después de los asesinatos, probablemente por el propio asesino. ¿Recuerdos que Harrison había tomado de cada una de sus víctimas?

Por último, sobre la mesa había un cuaderno con anotaciones escritas a mano. Con sumo cuidado, empezaron a ojearlo por encima, para saber a que podían atenerse.

Fase 1: descubrir contraseña de caja fuerte. 45629209

La serie de números estaba enmarcada por un círculo de color rojo.

Fase 2: coger prestado el bastón de Nimwë.

Fase 3: cometer asesinatos de algún elfo. Debe ser encuentro casual. 

Fase 4: inculpar a Nimwë.

Eran unas anotaciones muy vagas, no ponía nada más. Un plan muy sencillo y muy poco elaborado. Aunque quizás eso solo fuera lo que tenía anotado en aquel cuaderno y puede que en su cabeza estuviera más desarrollado. Quien sabe. Igual si Harrison sobrevivía podrían preguntárselo. 

Jefferson no daba crédito a lo sucedido. Lejos de rendirse, Harrison, que era un auténtico chupatintas, había decidido salir de su escondrijo, con intención de disparar, llevándose un tiro de Vaamar en todo el cuello. Trampas por toda la casa, una trampilla para escapar en el sótano, ponerse a disparar a un puñado de agentes de policía como si fuera Billy el Niño... ¿Contra qué clase de loco se estaban enfrentando?

El agente orco supuso que, con un disparo como ese, al secretario probablemente le quedasen dos telediarios, por lo que decidió acercarse a Harrison y, agachándose a su lado, taponar con sus manos la herida del cuello del humano.

-Zoddert -llamó a su compañero orco usando la radio-, ¿cómo va Nimwë? Hay que hacer todo lo posible para que este par de cabrones salgan vivos de esta. Independientemente de lo que hicieran...

Cuando llegaron las ambulancias, Jefferson dejó a los sanitarios hacer su trabajo y descendeció al sótano junto a sus compañeros. Allí estaban las pruebas de que Harrison era el responsable de los asesinatos, aunque todavía les faltaba conocer el porqué. ¿Envidia? ¿Odio? Teniendo en cuenta que el secretario había sido el perrito faldero de Nimwë, era difícil saberlo.

Una vez abajo, observé y pensé sobre lo que estaba viendo, pero mi cabeza no acababa de sonar el click de que aquello estaba resuelto.

No lo entiendo -dije finalmente, llevándome la mano al pecho. Ni todos los antiinflamatorios del mundo podían conseguir que dejase de dolerme aquella mierda, igual que ni todos los enfermeros del mundo iban a impedirme estar allí abajo -. Cuanto más lo miro, menos sentido tiene para mí. Esos asesinatos no son lógicos sino impulsivos. Esto es demasiado lógico y frío. Es como si la persona que hubiera hecho esto, fuese diferente a la que había matado. Quizás lo sean. A lo mejor fueron los dos juntos, maestro y aprendiz, y esto es una artimaña para culpar a Harrison.

Miré de nuevo la letra. ¿Sería de Harrison realmente?

-¿Disponemos de algún documento para comparar la letra? A lo mejor podemos encontrar algo arriba.

-¿Maestro y aprendiz? Nah, eso ya suena demasiado enrevesado -comentó el orco, convencido-. Además, ¿para qué? ¿Qué ganaría Nimwë con eso? Puede que Nimwë no nos cayera bien a ninguno, pero estoy seguro de que no era el asesino. ¡Si prácticamente se estaba mareando cuando lo detuvimos!

Para el colmilludo agente, estaba más que claro. Harrison era el responsable de los asesinatos, aunque el motivo por el que quería inculpar a Nimwë de lo sucedido escapaba a su entendimiento.

-Si Harrison no lo ha destruido, tenemos el libro de notas de los vehículos de la Sede de la Asociación del Pueblo Élfico -le recordó Jefferson a su compañera-. Harrison dejaba ahí su firma continuamente. Podemos comparar su letra con la de estas notas, y también con la de cualquier documento que pueda haber escrito el candidato a la alcaldía.

Zoddert, que ya había dejado a Ninwe a manos de los profesionales, se acercó a sus compañeros mientras discutían de los nuevos datos.

Con todo lo que ha ocurrido lo tendremos fácil para pedir órdenes para la oficina y casa de Ninwe, lo que está claro, es que si no hay ninguna prueba contra él, tendremos que dar por hecho que todo esto es la realidad... Total el asesino ya ha dejado claro que sí le echan las culpas a un inocente, se preocupa de hacernoslo saber.

Está bien. Nos pasaremos después a recoger ese libro y compararemos las letras. Por lo demás, registremos todo este lugar de arriba a abajo, y que alguien se quede con Nimwë. Quiero saber si sobrevive.

Eran las últimas órdenes. Estaba cansada de dar tantas, una detrás de otra, en un caso que se había cerrado y abierto y que había supuesto la muerte de seis personas inocentes.

Pero aún había que cerrarlo definitivamente, antes de poder decir que teníamos al verdadero asesino, aunque por el momento, lo que sí podíamos afirmar casi con rotundidad, era que ya no habría más muertes a sus manos. O bien estaba muerto, o nos encargaríamos de que no saliese jamás de prisión.

Jefferson y yo nos iremos en cada ambulancia a escoltar a ambos sospechosos hasta que el departamento les ponga escolta... Si alguno muere, pues que te avise y así tienes otro becario.

Zoddert no sé fiaba ni un pelo, no quería perder de vista a estos truhanes hasta que certificaran su muerte o les exculparan del todo.

Ninwe es mío.