Escena 1:
Paso 1: el nuevo asesinato pone en Jaque a McGee que acaba siendo destituido al filtrarse por parte de Zoddert y confirmarse por parte del resto de integrantes de la unidad de crímenes raciales, que ha habido mucho politiqueo en todo ese asunto. El nuevo jefe les asigna el caso a tres de los antiguos agentes de la unidad y a una cuarta integrante.
Paso 2: investigan entorno al asesinato. Más brutal y menos programado. Se reúnen con el doctor del museo y les trae el arma bastón látigo confirmando con el forense que ese tipo de arma es el empleada en los cinco asesinatos.
Paso 3: boyle que regresa de baja les confirma la matrícula del coche que salió en la grabación. Pertenece a Harris, el secretario e Nimwë.
Escena 2:
Se supone que los pj's querrán interrogar a Harris y a Nimwë. Nimwë se muestra colaborador, les enseña su arma y se pone a su disposición.
Harris no aparece por el trabajo, si van a su casa descubrirán le plan que tenía para matar a los elfos y culpar a Nimwë. Estará en su casa, puede que les tienda una trampa y escape.
¿Persecución en coche? ¿Billetes de avión? ¿Podría tener secuaces? ¿Tiroteo?
ASOCIACIÓN DEL PUEBLO ÉLFICO
TURNO 1
La agente Celarian Vaamar cogió un vehículo del departamento. Un coche sin rotular, de paisano. Internarse en la caótica circulación de Nueva York no le hacía ninguna gracia, pero a estaba batante acostumbrada a ella.
La sede de la Asociación del Pueblo Élfico de Nueva York, se encontraba en la calle 67, concretamente en el número 76. Aquel edificio fue construido en 1999-2000 y fue diseñado por el arquitecto Gilbert Eruantalon en el estilo modernista para la Asociación. No obstante, la sede había sufrido una serie de modificaciones a lo largo de los años y había ido cediendo espacio a otras asociaciones, quedando reducida su presencia en el edificio al piso 12. Eso era algo que Eldren Nimwë quería cambiar y ya había comenzado negociaciones para ocupar de nuevo todo el edificio a base de dólares de su propio bolsillo.
El aparcamiento en aquella zona era complicado, como en casi cualquier área de Nueva York. Hubiera dejado el coche estacionado en cualquier parte de ser un vehículo oficial identificado como tal, pero al ser un coche de paisano, tuvo que acudir a un parking subterráneo. Si se elevaba mucho la cuenta, ya pasaría el recibo al departamento.
La agente se encaminó hacia la puerta del establecimiento con determinación. Allí aguardaba un elfo trajeado con un pinganillo en la oreja. Al ver elfa acercarse se dirigió a ella con bastante amabilidad.
- Buenos días… señorita. ¿Ha dónde se dirige? - Le preguntó.
TURNO 2
En el momento en que se identificó como policía, afirmó con la cabeza y apretó un botón del cable que unía el pinganillo de su oreja con el walkie que portaba en el cinturón.
- Vendrán hacia ti una oficial de policía… - Dijo en un susurro por el comunicador. – Pase y vaya a la recepción. Allí le atenderán. - Les dijo tras soltar el pinganillo.
Celarian subieró las escaleras que daban acceso al inmueble. El interior de aquel edificio estaba lujosamente decorado. La estructura del mismo era elegante. Con refinada mampostería y ángulos definidos. Los techos eran altos y el firme era de mármol oscuro. Alfombras, cuadros y tapices con motivos élficos decoraban gran parte de la recepción. Pese a que a día de hoy la asociación no ocupaba más que una zona muy pequeña de aquel edificio, aún se podían intuir en la decoración los orígenes de aquel edificio.
Tras hablar con la mujer de la recepción, quien curiosamente era una mediana, subió por el ascensor hasta el piso 12 y avanzó a través de diversos corredores, como la mediana le había indicado, hasta que dio finalmente la recepción de aquel lugar. Allí se encontraba la sede de la asociación que el señor Nimwë presidía. Tras un nuevo recibidor de roble, una joven elfa les atendió.
- ¿La agente de policía? - Preguntó. - ¿Qué desea?
LABORATORIO FORENSE
Raynor descendió por las escaleras adentrándose en un laberinto de pasillos, cubículos y mesas de trabajo que era la comisaría central de Nueva York; por suerte sabía que el departamento informático se encontraba en el primer sótano del edificio, por lo que no le costó encontrarlo.
En el camino se cruzó con algunos pocos policías administrativos que iban de aquí para allá y que o bien les ignoraban por completo o les saludaban con un simple movimiento de cabeza o mano. Bajó los dos tramos de escaleras y llegaron al pasillo del departamento forense.
A diferencia del resto de la comisaría, aquella zona lucía más como un hospital que como un edificio policial. Los pasillos eran completamente blancos a excepción de algunos extintores rojos que colgaban en la pared. El suelo estaba cubierto por chapa metálica que producía un curioso sonido a cada paso que se daba sobre él y en el ambiente se respiraba un fuerte olor a medicamento.
La puerta de cristal que anunciaba oficialmente la entrada en el departamento forense no ofreció ninguna resistencia y se abrió con suavidad, dándole paso a una estancia grande y aséptica, al fondo de la cual había seis camillas de acero inoxidable, todas ellas vacías excepto una, que mantenía un bulto oculto con una manta blanca. Una larga encimera metálica llena de material médico cubría toda la pared lateral. La estancia la completaban un sencillo escritorio arrinconado en una esquina y una hilera de picas de acero con grifos en cada una de ellas. Junto a la zona de camillas había una puerta estanca que sin duda conducía a la cámara frigorífica.
Al entrar vio a un viejo conocido, el forense de origen japonés Francis Takamiya, quien le saludó desde el escritorio.
- Buenos días, agente Raynor. - Dijo nada más verle. - Tras la autopsia de este cadáver pensé que tarde o temprano alguno de ustedes aparecería por aquí. - Sonrió levemente.
DEPARTAMENTO DE INFORMÁTICA.
Zoddert se marchó hacia el departamento de informática. La misión que le había encomendado Celarian era sin duda, si no la más fácil, una de las más sencillas. No tenía ni que salir del edificio del departamento. En menos de una hora si encontraba a Boyle operativo, habría acabado y luego... ¿Qué? Fuera como fuera, decidió seguir las instrucciones de la elfa.
A paso ligero fue adentrándose en aquel laberinto de pasillos, cubículos y mesas de trabajo que era la comisaría central de Nueva York; por suerte sabían que el departamento informático se encontraba en la primera planta del edificio, por lo que no les costó encontrarlo.
En el camino se cruzó con algunos pocos policías administrativos que iba de aquí para allá y que o bien le ignoraban por completo o le saludaban con un simple movimiento de cabeza o mano. Subió los dos tramos de escaleras y llegó al pasillo del departamento de informática del cuerpo de la Policía Metropolitana de Nueva York. A diferencia del resto de la comisaría, aquella zona lucía más como una empresa de asistencia técnica de telecomunicaciones que como una parte del edificio policial.
La puerta de cristal que anunciaba oficialmente la entrada en el departamento informático no ofreció ninguna resistencia y se abrió con suavidad, dándole paso a una estancia grande llena de cubículos compuestos por un escritorio con ordenador y poco más, si bien la mayoría de ellos tenían esparcidos por los mismos cables, elementos de hardware o piezas de equipos.
Al entrar, una persona vestida con camisa blanca, sin corbata ni chaqueta se levantó de un mostrador y le saludó con la mano.
- Buenos días, agente. ¿Qué puede hacer el departamento informático por usted? - Preguntó, se trataba de un agente enano, un viejo conocido de la unidad Rurik Smith.
MUSEO DE HISTORIA NATURAL
El museo fue fundado en 1869. Antes de la construcción del complejo actual, el museo se encontraba en el edificio Arsenal de Central Park. Theodore Roosevelt, Sr., el padre del 26° presidente de Estados Unidos, fue uno de los fundadores junto con otros ilustres norteamericanos. La fundación del museo realizó el sueño del naturalista Albert S. Bickmore. Bickmore, un estudiante del zoólogo de HarvardLouis Agassiz. Presionó incansablemente durante años para el establecimiento de un museo de historia natural en Nueva York. Su propuesta, respaldada por poderosos patrocinadores, se ganó el apoyo del gobernador de Nueva York, John Thompson Hoffman, quien firmó un proyecto de ley creando oficialmente el Museo Estadounidense de Historia Natural el 6 de abril de 1869.
El Museo Estadounidense de Historia Natural, estaba ubicado en el Upper West Side de Manhattan en Nueva York, Estados Unidos. Era uno de los museos más grandes y famosos del mundo. Situado en unos terrenos ajardinados enfrente de Central Park. Estaba compuesto por 27 edificios interconectados que albergaban 46 salas de exposición permanentes, laboratorios de investigación y su famosa biblioteca.
Su colección está formada por más de 32 millones de especímenes, de los cuales solo una pequeña parte puede ser expuesta a la vez. Cuenta con 225 investigadores a tiempo completo, patrocina más de 120 expediciones cada año y recibe una media anual de cinco millones de visitas.
Desde el año 2001, alberga en una de las salas más grandes de todo el complejo una colección permanente, que si bien no cumple el propósito del estudio de la fauna y la flora terrestre y marina del planeta, si que es el deleite de muchos de los visitantes, pues presenta parte de la historia de las diferentes razas que pueblan la tierra y cuenta con un sinfín de objetos antiguos de todo tipo, desde artilugios medievales fabricados por enanos, pasando por inventos humanos de la edad moderna o una colección de filos de manufactura élfica de gran calidad y bella artesanía.
Nada más llegar al museo, Jeannine se identificó como agente de policía en medio de una investigación. Acto seguido solicitó ser conducida hasta donde se encontrara el profesor Tyalor, doctor en historia antigua y experto en armas medievales y un trabajador la condujo de inmediato a través del complejo, hasta el edificio donde se encontraban la zona reservada al armamento medieval.
Una vez en el lugar, Jueannine quedó algo decepcionada al ver la colección expuesta. Se trataba de tres vitrinas de tres por tres en la que se exponían armas de todo tipo. La mayoría eran armas de filo, pero también había martillos enanos, lanzas de caballería, alabardas y manguales. No eran todas las armas de manufactura élfica y de éstas, a parte de varios sables, algunas dagas y espadas, no había tampoco demasiados ejemplares. Eso sí, las que estaban expuestas brillaban como el primer día, estaban todavía muy afiladas y eran verdaderamente hermosas.
PRISIÓN
Frank tardó una hora en atravesar todo Manhattan hasta llegar al Centro Correccional Vernon C. Bain. Como la primera vez que estuvo allí, el tráfico había sido infernal, pero por suerte, tan solo veinte minutos más tarde, se encontraban en una sala de interrogatorio a la espera de que compareciera el señor Finwë Brock escoltado por varios funcionarios del centro penitenciario. No estuvieron demasiado tiempo a solas en la sala, pues desde su llegada hasta que el señor Brock apareció por una puerta diferente a la que ellos habían empleado, no pasaron más de diez minutos.
Finwë Brock llegó con sus ojos verdes a juego con una barba recortada y trenzada mirando por encima del hombro al agente orco. Se sentó frente a Jefferson y se mantuvo callado. No parecía estar muy contento de ver de nuevo a Frank a diferencia de la primera ocasión en la que se encontraron, cuando casi pareció disfrutar el interrogatorio hasta que le sacaron de sus casillas.
- Todo suyo… - Dijo uno de los funcionarios de prisiones tras encadenarlo con sus grilletes a una argolla que sobresalía de la mesa de interrogatorios.
TURNO LABORATORIO PRUEBAS
Finalmente descendieron al laboratorio forense. Por ahí estaba el médico Francis Takamiya, quien le saludó con un ligero movimiento de cabeza. Portaba en las manos unos frascos con material orgánico, se le veía ocupado. Pasaron a la sala de pruebas, allí se encontraban el profesor de historia y experto en armas antiguas Ben Tylor y el Rupert Murdock.
Los dos estaban hablando acerca del arma en cuestión. Ben la había extraído de la funda y se la estaba mostrando a Rupert. El doctor Murdock parecía fascinado con aquella pieza y cuando Ben se la dejó sujetar sonrió como un niño al que ofrecen un caramelo.
A parte de eso, ya habían dispuesto en el centro de la diáfana habitación para pruebas balísticas y de todo tipo, un modelo de molde de gel, que simulaba un torso humano. Era el típico modelo que simulaba la consistencia de un cuerpo humano y que se solía utilizar para pruebas balísticas, aunque en ese caso, serviría de igual forma con el bastón espada-látigo.
Finalmente con los grilletes puestos John McGregor alias "El Trizas", fue conducido por los pasillos del correccional hacia el vehículo policial. No fue tarea fácil, pues John puso pegas para la detención y se resistió. Tampoco lo puso fácil durante su conducción pero un buen golpe de puño en el estómago por parte del agente orco ayudó a que fuera un tanto más colaborador.
Ya en el interior del coche, John demostró ser un hombre con una gran verborrea. No guardó silencio ni un solo minuto. Insultos, quejas, amenazas y un sinfín de asuntos más que el Trizas quería debatir con los agentes, fueron desoídos hasta que llegaron a dependencias policiales.
Una vez en la zona de seguridad, John McGregor fue puesto a disposición de varios funcionarios e ingresó en el calabozo. La declaración les llevó a Jefferson y Raynor gran parte de la tarde y no fue hasta que ya empezó a caer el sol a eso de las 19:00 horas cuando por fin quedaron libres.
El interrogatorio de los testigos, entre ellos Finwë Brock y el propio alcaide, así como otros compradores que fueron apareciendo a lo largo de los días siguientes, fue trabajo del gabinete de atestados. Aunque esa es otra historia y solo cabe destacar que el juicio fue largo y que se destapó una gran trama de tráfico de drogas, no solo en el correccional de Hatterson, sino a lo largo y ancho de todos las prisiones de Nueva York.
Aunque como ya se ha dicho, ese es otra historia, por la que Jefferson y Raynor se hicieron famosos, al haber destapado una trama muy compleja que involucró a gente pudiente y políticos de Nueva York.
Vamos a dejarlo así. De ser una partida normal os metería más pistas y podríais indagar un poco más sobre este asunto, pero al ser una partida de desafío mensual, creo que es mejor dejarlo ahora. Más que nada por el tiempo, que en este tipo de partidas es oro!
Lo cierto fue que Harrison llego algo más tarde de lo previsto a su cita. Era algo no obstante normal debido al tráfico que había diariamente en Nueva York. Los agentes entendieron aquello no obstante, el tiempo apremiaba.
Al al menos había comparecido que era mucho más de lo que podían esperar, pues las sospechas de alguno de ellos indicaban que Harrison podía tener algo que ver con los asesinatos. Nada estaba probado pero, todo era posible.
Lo primero que hizo fue tratar de acercarse a su jefe, el señor Nimwë, pues quería descubrir de que iba todo aquello. Parecía nervioso y desconcertado, aunque eso, ni mucho menos le convertía en un asesino. Si en un secretario preocupado por si jefe.
- ¿Qué está sucediendo aquí? - Preguntó Harrison bastante más agresivo que su jefe, aunque sin llegar a la descortesía. - ¿Acusan de algo al señor Nimwë? - Preguntó. - He llamado a sus abogados. ¡Lo sacarán de aquí señor Nimwë! ¡Ésto es un atropello!
Tras el interrogatorio Harrison salió de la sala con gesto de enfado. Nimwë le esperaba fuera. Los dos hablaron entre ellos, bajo la atenta mirada de los tres investigadores. No dijeron nada demasiado interesante. Simplemente comentaron la manera en que habían sido citados por los agentes y se encaminaron hacia la salida. Poco podían hacer contra ellos, pues al fin y al cabo no tenían ninguna prueba tangible, aunque si alguna que otra circunstancial. Por otro lado sabían bastante bien donde encontrarles, así que si sacaban algo en claro podrían ir a detenerles enseguida.
Los tres agentes se encaminaron hacia el despacho 17. Averiguaron por los pasillos que Boyle no llegaría desde Canada, hasta las 23:00 horas, donde había pasado unos días visitando a su familia. No obstante trabajaba al día siguiente por la mañana. Esa misión era prioritaria, pues llevaban ya demasiado tiempo postergándola. Si aquel agente tenía algo de las grabaciones que se pudieron rescatar de uno de los asesinatos era la hora de sacarlo a la luz. Fue cuando estaban a punto de llegar al despacho, cuando vieron como Jefferson y Raynor llegaban también a su base y en ese mismo instante, Nimwë y Harrison salían por la puerta principal.
Jefferson y Raynor acabaron con todo el papeleo referente a la detención de John McGregor, alias "el Trizas". Eran ya las 19:00 horas y tenían que regresar con sus compañeros. Aquel interrogatorio rutinario se había comido todo su tiempo y había impedido en cierta medida que avanzasen en las investigaciones referentes al caso. En ese sentido, el alcaide, aunque se había mostrado mucho más colaborador de lo que podían llegar a esperar, al fin y al cabo, había sido el culpable de aquel retraso en su tarea en el caso del asesino de elfos, pues había sido él quien había insistido en denunciar aquella conducta y por tanto les había obligado a actuar en consecuencia.
Pero por fin habían acabado con su parte. El caso que ellos dos habían destapado sería traspasado a otros investigadores y en lo que hacía referencia a declaraciones testificales y recabación de todo tipo de pruebas en contra de McGregor y sus allegados, sería trabajo sucio para otros. Cansados tras todo aquel trabajo extra, los dos agentes, no obstante satisfechos de haber acabado con aquella mafia que actuaba impunemente en el interior del correccional, se dirigieron las despacho 17.
Fue entonces cuando vieron acercarse por los pasillos a sus dos compañeras. Courier y Vaamar y a Zoddert. Por otro lado, el señor Nimwë y su secretario el señor Harrison, se estaban marchando hacia el exterior. Parecía que finalmente les habían traído dependencias policiales y ya habían sido interrogados. Si se estaban marchando por su propio pie era o bien porque no tenían nada contra ellos, o por contra, aún teniéndolo, los abogados de la Asociación del Pueblo Élfico, habían hecho un buen trabajo.
Ya en el despacho número 17, los cinco agentes se reencontraron. Todos traían consigo informaciones interesantes. Algunas más relacionadas con el caso que les atañía que otras, pero todos habían logrado hacer averiguaciones. Era el momento para que todos pusieran en común lo que habían descubierto y decidir sus siguientes pasos a seguir. Al fin y al cabo, ya era tarde, llevaban todo el día trabajando y necesitaban irse a casa, cenar y descansar para poder estar al cien por cien al día siguiente.