Frank tardó una hora en atravesar todo Manhattan hasta llegar al Centro Correccional Vernon C. Bain. Como la primera vez que estuvo allí, el tráfico había sido infernal, pero por suerte, tan solo veinte minutos más tarde, se encontraban en una sala de interrogatorio a la espera de que compareciera el señor Finwë Brock escoltado por varios funcionarios del centro penitenciario. No estuvieron demasiado tiempo a solas en la sala, pues desde su llegada hasta que el señor Brock apareció por una puerta diferente a la que ellos habían empleado, no pasaron más de diez minutos.
Finwë Brock llegó con sus ojos verdes a juego con una barba recortada y trenzada mirando por encima del hombro al agente orco. Se sentó frente a Jefferson y se mantuvo callado. No parecía estar muy contento de ver de nuevo a Frank a diferencia de la primera ocasión en la que se encontraron, cuando casi pareció disfrutar el interrogatorio hasta que le sacaron de sus casillas.
- Todo suyo agente... - Dijo uno de los funcionarios de prisiones tras encadenarlo con sus grilletes a una argolla que sobresalía de la mesa de interrogatorios.
-Volvemos a encontrarnos, señor Brock -Si el agente orco, con una sonrisa que dejó a la vista sus prominentes colmillos-. Por suerte, esta vez no está aquí la elfa. Confío en que no dejará que la cosa se ponga tan tensa como la otra vez, verdad?
El orco se relajó en su asiento. Estaba seguro de que el enano que tenía frente a él sólo era un cabeza de turco y, dadas las circunstancias, únicamente le importaba saber si podía haber alguien interesado en mover los hilos para que Brock fuera considerado el Asesino de Elfos.
-Qué tal le tratan, Brock? -quiso saber Jefferson, queriendo mostrar simple cortesía, aunque su pregunta tenía una doble intención-. Ha recibido muchas visitas desde que le encerraron? He oído que los asesinos en serie tienen muchas fans. Apuesto a que ya le ha visitado alguna. O alguno... Nunca se sabe qué te puedes encontrar.
- ¡Me la jugasteis bien! - Gritó nada más escuchar al agente orco. - ¡Putos cabrones! ¡Hijos de la gran puta! - Exclamó muy alterado y de no haber sido por la argolla que le mantenía sujeto a la mesa, se hubiera abalanzado sobre Jefferson. - ¡Joder estaba todo colgado aquel día! ¡Me hicisteis firmar una puta confesión! - El enano empezó a sollozar y varias lágrimas surcaron su rostro. - ¡Joder, ahora me acusan de asesinato y yo o he matado a nadie, joder!
Jefferson no pudo evitar sentir lástima por el recluso enano al verlo sollozar y con los ojos llenos de lágrimas. Le costaba creer que se tratase de aquel tipo tan desagradable y enervante al que habían conocido en la última visita a la prisión.
-¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué dijiste que habías matado a esos elfos con un jodido machete? -le preguntó el agente orco, cruzando los brazos sobre el pecho mientras observaba a Brock-. ¿Qué ganabas con ello? ¿Alguien vino aquí y te dijo que mintieras?
- ¡No cojones! - Exclamó el enano. - ¡Tío, estaba colgado en ese momento! - Golpeó sobre la mesa. - Había tomado algo, un jodido alucinógeno que me pasó el cabronazo del Trizas... - Resopló abrumado y aun con lágrimas en los ojos. - ¡Tienes que ayudarme tío! Te juró que no le maté y ahora me quieren cargar el muerto... - Le miró con directamente a los ojos. - Ayúdame por favor...
-Te creo -dijo Jefferson, con bastante tranquilidad-. Sé que no te cargaste a esos elfos. Lo sabía desde que te visitamos la vez anterior, pero el comisario cerró el caso presionado por obtener resultados. De hecho, el asesino de elfos ha vuelto a matar mientras tú estabas entre rejas, así que imagínate..
El orco pensó en las palabras del criminal enano. Era probable que se hubiera puesto así por un alucinógeno. Al fin y al cabo, Jefferson recordaba que el enano estaba ese día como una moto.
-Te dieron el alucinógeno dentro de prisión o fue antes de que te internaron? -quiso saber el agente, pensativo-. Quién es el tal "Trizas"?
Jefferson no creía que interrogar a Brock fuera a llevarle sobre una pista sobre el caso, pero tenía que valorar todas las opciones posibles.
Finwë esbozó una sonrisa, parecía sentirse reconfortado ante la comprensión del agente Jefferson. El enano parecía con esperanzas renovadas de poder salvar su culo.
- Fue en la trena tío. Allí pasan de todo, joder. - Confesó el presidiario. - El "Trizas" es uno de los funcionarios. Nos pasa pastillas y otras sustancias. Ese día... - Resopló. - ¡Joder ese día no era yo tío! ¡Estaba colocadísimo!
Sonó entonces el teléfono móvil de Frank. Se trataba de un mensaje de texto por lo que disimuladamente lo miró y el texto era realmente inquietante.
Cita:
"Todos al museo. Hay que proteger a Courier".
-¿Te pasan droga los propios funcionarios? -Jefferson puso los ojos como platos.
El agente orco sabía que para cualquier preso con dinero o medianamente despierto no debía de resultar muy difícil conseguir droga, tabaco e incluso algún tipo de arma blanca en prisión. Lo que le sorprendía es que, incluso en las mejores prisiones parecían ser los guardias quienes se lucraban introduciendo aquellos objetos y sustancias.
-Trizas, Trizas... Voy a hablar con él -le indicó Jefferson al recluso enano-. Pero necesito su nombre. Su nombre real. -Recalcó el orco-. Probablemente sólo sea una casualidad, pero tengo que descartar opciones... A todo esto, ¿alguna vez has tomado Polvo Lunar?
En ese momento, Jefferson advirtió que alguien acababa de enviarle un mensaje y dejó escapar una maldición al ver que se trataba de Vaamar. "Ocho, ¿qué has liado?" pensó el orco, para sus adentros.
-Mierda. Me temo que mis compañeros me reclaman, Brock.
- ¿Polvo lunar? ¿Yo? ¿Por quién me has tomado? - Dijo sorprendido el enano y casi ofendido. - ¡Esa mierda es muy blanda, joder! - Exclamó y soltó una risotada. - Solo lo toman los maricones, las mujeres, los adolescentes y los putos elfos. - Negó con la cabeza. - ¡Claro que lo he tomado, pero tiene menos efecto que el tabaco de liar...
Tras decir aquello fue cuando sonó el teléfono de Jefferson. Tras leer mensaje y decirle a Brock que se tenía que ir, el rostro del enano se llenó de preocupación.
- ¿Lo vas a arreglar, no tío? - Le preguntó tratando de ponerse en pie son conseguirlo por culpa de la argolla clavada a la mesa y que estaba entrelazada con sus grilletes. - ¿Volverás a ayudarme, no? ¡John Mcgregor, tío! ¡Es el nombre de Trizas, tío!
-Claro que voy a arreglarlo, Brock -dijo Jefferson, incorporándose y disponiéndose a salir de la estancia-. Solo no te metas en líos hasta que esto se solucione. ¡Y no te chutes nada raro!
Con esas palabras, el policía orco decidió marcharse para tomar la dirección hacia el museo, preguntándose qué diablos le estaría sucediendo a Courier para que necesitase ayuda. "John McGregor" pensó para sus adentros, memorizando el nombre del Trizas. "Diría que tiene nombre de luchador de la UFC".
- ¡Gracias agente! - Dijo sinceramente aquel enano.
Finwë Brock parecía realmente otra persona totalmente diferente a la que conocieron meses atrás. Podía ser que la droga que el "Trizas", les estaba pasando a los presos, les convirtiera en bestias descerebradas y aunque Finwë no era ningún santo, por algo estaba entre rejas, no había matado a nadie. Al menos no había matado a ninguno de los cinco elfos sobre los que estaban investigando.
El agente Jefferson se puso en pie con la incertidumbre de saber que diablos estaba sucediendo en el museo. Si Courier pedía refuerzos sin duda alguna era por un buen motivo, debía serlo para separar al resto de la unidad de sus propios asuntos. ¿Estaba siendo atacada? ¿Había encontrado una pista esclarecedor? ¿Otra cosa todavía más extraña e inmediata? No lo sabía, pero sí sabía que tenía que irse. Quizás luego volvería para informar al alguacil de la prisión acerca de ese "Trizas". Lo que estaba haciendo era muy grave. Y así sin más, Frank se marchó del Centro Correccional Vernon C. Bain, sin saber muy bien a que debía atenerse.