La oración de Alonso parece devolver fuerzas al agonizante, que se revuelve lleno de dolor. Un grito ahogado prematuramente sale de su garganta mientras cierra con fuerzas los ojos, como esperando deshacerse de su agonía por fin...
-... sus ojos son como el hielo.... y pueden ver tu interior... vió a través de mi y vi... vió mi rencor.. la ira acumulada y el resentimiento oculto... y me ofreció un pacto...-
Hay tantas preguntas que Alonso desearía hacerle, pero sabe que no tiene el tiempo necesario y que mantenerlo en este estado por mucho tiempo es cruel en demasía… no hay honor, ni gloria, ni triunfo en postergar así el sufrimiento del enemigo caído. El no era un gato que jugara con su presa. El mataba sin más, sin sentimientos ni remordimientos, cuando era necesario. Por ello, se centró en las dos preguntas que más podían influir sobre sus vidas a corto plazo, reprimiendo su curiosidad por toda la historia.
- ¿Dónde encontraste al Rey Diablo? ¿Qué pacto te ofreció?
Miro con creciente preocupación el estado de Txetxu y después a Alonso. Al final me acerco al herido y le ayudo a recostarse para que esté algo más cómodo. Al fin y al cabo está claro que se acerca su final y no tenemos suficiente poder para sanarle... aunque quizá tampoco merezca tanta piedad, no estoy segura.
Aún así, cuando menciona la ira que se desbordó y que el Demonio aprovechó para dominarle no puedo evitar mirar a Khamal directamente con los ojos abiertos de par en par. No hace falta decir nada, es evidente, si sigue por ese camino puede llegar a caer bajo un influjo similar y su extraño sueño quizá hiciera referencia a ello pero por el momento prefiero no pensarlo demasiado.
-... si queréis encontrar... al Rey Diablo... id a Llers... en el camino a Francia... al oeste de Figueres... está en... en...- Y dicho esto expira, perdiendo todas las fuerzas y convirtiéndose en un guiñapo inerte en brazos de Patricia.
La lluvia sigue cayendo con fuerza.
Cuando Maçueles expira, la mirada de Osorio parece relajarse, momento en el que una enorme tristeza invade sus hombros y su gesto. Aun le escuecen las manos del combate y la lluvia horada cada poro de su piel.
-Está claro que una vez más el villano resultó ser víctima, por lo que tendremos que andar precavidos no sea que la próxima víctima resulte ser el villano. O... bueno. Creo que es lo suficientemente confuso en este caso para no aclararlo. No soy cristiano, pero quizá deberíamos dar a este desdichado una sepultura que sus propios correligionarios le negarían y volver a un lugar donde podamos secarnos y pensar si esta historia ha tenido algún vencedor o sólo vencidos...
Suspiro hondamente en cuanto Osorio empieza a hablar, aprovechando sus palabras para disimular mi propio sonido mientras cierro los ojos de Txetxu con cuidado y me santiguo, dejándolo tumbado en el suelo con una posición al menos digna antes de levantarme. Ya no me molesto en sacudirme la ropa, siempre está sucia... y ahora demás mojada.
-No tenemos con qué cavar y llueve demasiado para incinerarle- miro a los tres sin saber demasiado bien qué más proponer, pero desde luego dejar el cadáver ahí, en medio de ninguna parte, no se me antoja apropiado para nadie.
-Creéis... ¿creéis que deberíamos ir a Llers? Yo no estoy segura...- me cruzo de brazos, poco receptiva al respecto y empezando a quedarme calada hasta los huesos -Nosotros no somos justicieros ni santos- añado intentando justificar mi miedo que, a mi modo de ver, es más que natural. Quizá sea capaz de detener a algunas criaturas, como ese demonio, pero no disfruto en absoluto haciéndolo y no quiero repetirlo si no es estrictamente necesario.
Alonso, desconfiado por naturaleza, tras el último estertor de Txetxu procede a atravesar su cuello de parte a parte con su acero, asegurandose de hacer una herida que nadie pudiera sobrevivir si aún estaba vivo. Si no le va a salvar, más le vale asegurarse de que se queda bien muerto. Tras ello limpia la espada en las ropas de Maçueles, lo cual es fácil gracias a que están totalmente empapadas. Garuda su espada para, tras la intervención de Osorio y Patricia, coger la mano de esta última para darle fuerzas.
- Nunca llueve demasiado para el fuego divino. Oremos juntos y que la gracia de Dios y los ángeles purifiquen su cuerpo como es debido. Empezad vos la oración, nosotros os seguiremos - su mirada, directa a los ojos, le transmite la fortaleza ferrea de la que hace gala el andaluz, aunque no suela estar claro de que lado está... quizás tan sólo esté del suyo propio - Después, volveremos con Regina. No merece la pena que hablemos hasta estar secos y haber bebido algo de caldo caliente... - aunque calla que el caldo en el que está pensando es vino...
Observo tranquilamente y en silencio los últimos momentos de Maçueles. Realmente no sé si sentir pena por él. Entiendo su enfado y dolor, pero nunca podrá justificar que haya vendido su alma al Rey Diablo. Ciertamente mis sueños no estaban equivocados.
Cuando Alonso atraviesa la garganta del hombre, chasqueo la lengua, fastidiado sin saber por qué. O quizás sí, me siento arrastrado, sin quererlo, a una corriente de sucesos demasiado grandes para mí. Me levanto y me acerco al cuerpo. Lo miro durante unos segundos. Estoy tentado de escudriñar entre las líneas del destino, ver si realmente tenemos escapatoria alguna a las historias con las que las nuestras parecen haberse entretejido, pero prefiero no saberlo. No es de buen hombre demostrar tal soberbia sin una razón que lo haga urgente. Vuelvo a chasquear la lengua y me giro, dando una patada en el barro del suelo.
Seamos clementes con él nosotros, que no somos perfectos, y que Alá decida si merece Su perdón... —digo en alto, sin mirar a nadie, imaginando lo que podrá esperarnos si seguimos ese camino a Francia del que habló. Justo al terminar de hablar me percato de que no debería haberlo hecho, mover el pecho para hablar no ha hecho sino arrancarme un dolor lacerante en la herida de la coz que me metió el demonio que fue Maçueles antes de que las plegarias de Patrícia lo aplacasen. Siseo con el dolor y me llevo una mano al pecho, pero no me atrevo a tocarme, así que la dejo a algo de distancia.
Ahogo un grito de total espanto ante la última acción de Alonso, mirándolo atónita mientras limpia su espada con total impunidad y tranquilidad mientras yo le veo y no aprecio diferencia con el monstruo que acabamos de derrotar.
-¡No me toques!- exclamo cómo si su tacto fuera a quemarme mientras aparto mi mano con rapidez y me alejo un par de pasos de él, de todos, mirándolos aturdida. Está claro que ninguno es un justiciero porque no entienden ni la definición de justicia -Seréis los próximos en caer en manos del Rey Diablo si seguís por el camino que estáis tomando y repitiendo sin cesar. La tortura y la violencia sin control nunca están justificadas. Nunca- recalco esto último frunciendo el ceño, enfadada esta vez, demasiado cansada para seguir soportando más crueldad incluso por parte de ellos.
Me giro en redondo y dedico una última mirada al cuerpo inerte y sangriento de Maçueles, musitando una escueta plegaria por lo bajo antes de volver a hablar.
-Nuestros destinos dejan de estar unidos- declaro con sequedad antes de empezar a caminar con brío para deshacer el camino hasta Badalona. Ya he tomado mi propia decisión.
- Necia – dice Alonso sin alterar un ápice su tono de voz - ¿aún no te das cuenta de que tal decisión no está en tu mano? El final está pactado de antemano, nosotros tan sólo elegimos el camino. Haztelo más difícil tú sola, si ese es tu deseo. Tal vez así aprendas que bien y mal no son ni blanco ni negro, ni luz ni oscuridad, si no que ambos están llenos de grises y de sombras; y si en verdad quieres llevar el bien en ti, has de aceptar y doblegar las sombras que yacen en tu corazón. – hace un gesto desdeñoso con la mano – Lo demás, no son más que charlatanerías. Mas, ¿qué te voy a enseñar yo? Si ni tan siquiera necesitas que te recuerden que la soberbia, es uno de los 7 pecados capitales...
Osorio mira a Alonso y a Patrícia con pesar, girando la cabeza lentamente.
-Así que éste es el saldo de tan funesta campaña. ¿Que los que un día pudieron llamarse amigos ahora deban viajar separados? -Cierra los ojos en una mueca de dolor y aceptación, mientras las gotas de lluvia resbalan copiosas por su rostro- Sea. Habéis salvado mi vida más veces de las que sabría contar y nunca podré decir que desoisteis una petición de ayuda. Por eso tendréis siempre mi eterna gratitud. Ahora cavaré con mis propias manos un lugar en la tierra blanda donde cobijar a este desdichado, y que el dios de los gentiles se apiade de él. -Mientras dice esto, se arrodilla y comienza a trabajar afanosamente- Después iré a Llers y me enfrentaré al Rey Diablo. No sé si lo que dijo Maçueles es cierto, pero sólo cuatro personas han oído una de las más temibles amenazas que se le pueden hacer al mundo. Nosotros. Quizá sea vuestro destino hacer oídos sordos a esa amenaza. Pero no el mío: le buscaré en Francia, lucharé con él y uno de los dos caerá, después, todo habrá acabado.
Y luego, com las manos llenas de tierra y los ojos enrojecidos, el cuerpo embarrado de lluvia y sangre, añade.
-Para bien o para mal.
Las palabras de Patrícia me arrancan un giro de cabeza, casi como un latigazo, hacia ella.
¿Se va? ¿Cómo que se va?
Patrícia... —alcanzo a decir, sin saber muy bien cómo seguir. Verla darnos la espalda me sienta peor que la lluvia que cae, como una bofetada de culpabilidad y, teniendo en cuenta que durante un tiempo fue mi única compañera junto con Luis, otro guantazo de soledad. Sé que no sabría hilar palabras para hacerla quedarse, sé que no les haría caso, y quizás es mejor que alguien tan bueno como ella quede alejada de la maldad de los Reyes Diablos.
Sin embargo, no soporto que Alonso le hable así. La confianza que ha ido aflorando hacia él durante los últimos días desaparece de pronto al darme cuenta de que su inclemencia ha asqueado a Patrícia y sobre todo, que la está tratando de necia y soberbia.
Alonso de Luna. Le he hecho un juramento a esa mujer: un insulto más y, aunque sea lo último que haga, te arrancaré la lengua y la enterraré junto con el cuerpo de Maçueles. Déjala... —mi voz flaquea en ese punto, y se me escapa una lágrima nerviosa mientras mi voz vacila en el resto de la frase— que se vaya, si hay una mujer libre, ésa es ella.
Alonso clava su dura mirada en Kamal, aún sin perder su tono entre indiferente y natural, como si aquello no fuera con él o quizás, más acertadamente, estuviera demasiado cansado para preocuparse de molestarse tan siquiera.
- Vos conocéis la guerra. Vos habéis visto la verdadera naturaleza de esta vida. Ella, no. Si el amor que sentís por ella no os cegara, bien veríais lo que yo veo. Así que no veáis insulto en las verdades que evidencio a vuestros ojos ciegos de amor y a los suyos ciegos por la bondad que los dioses han tenido hasta ahora para con ella. – como quien no quiere la cosa ha dejado caer su mano junto a la empuñadura de la espada – Ahora, os lo ruego, apartaos a descansad y dejad que me una Osorio; quien más seso y noble espíritu ha demostrado de todos los que he conocido en los últimos días. Él no merece cavar sólo.
Bajo la lluvia, el dúo de Alonso y Osorio comienzan a cavar con las manos el blando suelo para meter el cuerpo de Txetxu bajo tierra. Una tarea digna de Sísifo, por cada montón de lodo que tiran encima la lluvia se lo lleva.
Por otro lado Patricia y Kamal caminan en dirección al pueblo, que no anda muy lejos.
Asumo que os separáis en dos grupos >-<
Con cada palada Alonso sentía más y más la futilidad de aquella tarea, pero no iba a dejar que la llevara a cabo Osorio en soledad. Había resultado un hombre extraño, incluso para él acostumbrado a tratar con hombres extraños, pero contaba con un aún más extraño carisma que le hacía sentir una especie de… ¿lealtad? Bueno, algo así debía ser, aunque sin duda él jamás utilizaría tal palabra.
Al fin consiguen terminar su tarea y marchan en dirección al pueblo… Tan sólo la idea del vino le da fuerzas para continuar caminando bajo la densa lluvia…