Escuche a mis compañeros y me sorprendí al darme cuenta que se habían robado esas reliquias. En mi interior me di cuenta que esto podia haber sido planeado desde antes.
-La traición -digo y repito en frances- trahison chers compagnons, alguien ya sabía que estas reliquias estaban en este tren, alguien informó de esto- digo molesto- los espias de los ejercitos malditos de Robespierre, el traidor de Gala
En mi interior sabía que algo así podía pasar
- No sé qué tipo de reliquias acaban de robar, pero sabían a qué venian..- aprete el puño molesto- es necesario preguntarle a Monseur Dominique sobre la carga robada...- miro a Kane- ¿y el último vagón?, él que usted dijo estaba cerrado Monseur Kane, ¿tambien ha sido saqueado?
Luego hago una reflexión
- ¿No les parece sospechoso que unas reliquias de este calibre esten tan a la vista?, ¿tan fáciles de coger?, !trahison chers compagnons, trahison!
Me mostraba muy molesto, me molestaba que nos vieran la cara de tontos.
Edite forma.
- Había dos baules, uno con el número 100 y otro con el número 57. Dentro llevaban dos reliquias de la cristiandad, pero han desaparecido. - le explicó a Fátima cuando afirmó que todavía no sabía que estaban buscando. Asintió con la cabeza cuando habló de traer algo más de luz, aunque no se imaginaba lo que estaba a punto de hacer.
Alzó ligeramente las cejas en un gesto de sorpresa al ver aquella zarza. Él habría imaginado algo más al estilo lámpara de gas, pero esto era mejor y mucho más espectacular. No eran muchos los que podían hacer magia, y dado lo que había visto en los presentes estaba seguro que todos podrían hacer algún que otro truco mágico como aquel, lo que le parecía tan fascinante como increible. - Claro, Lady Fátima. - Le cedió el paso, dejándole pasar en primera instancia a ella y él marchando detrás. Aunque no llegó a desenfundar su arma, su llevó la mano sobre el revólver por si acaso era necesaria una intervención rápida.
Por desgracia, al ingresar en el segundo vagón, la esperanza de encontrar los baules intactos se difuminó tan rápido como su vista llegó a alcanzar a aquel baúl donde estaba escrito el número 60. - Este es el baúl que yo abrí. - informa al resto, acercándose al baul negro tirado al suelo, y recuperándolo del suelo, poniendolo sobre unas cajas a la vista de todos. Lo abrió, solo para corroborar que estaba vacio. - El otro baul, el que tenía el número 56 no está tampoco. Han debido llevárselo. - reconoció mientras inspeccionaba el baul, estudiandolo. - No parece forzado ni roto. - Lo que quería decir que o bien alguien que tenía la llave lo había abierto, o bien alguien había usado ganzuas. - Pero sé porqué dejaron este aquí. - frunció el ceño, comprobándolo más de cerca, con los ojos entrecerrados y soltando una bocanada del humo. Después de lo ocurrido, confiaba en ellos.
- Todo lo que vais a escuchar es porque confio en vosotros. - Puso las manos sobre el baul. - Este baúl en concreto estaba vacío, la reliquia que contenía la tengo yo. - Se giró hacia el grupo y negó con la cabeza. - Al ver lo que contenía y como estaba. - señaló hacia Eugene cuando mencionó que estaban a la vista. - Supe que algo no iba bien, así que puse la reliquia a salvo y fui a buscaros para avisar de lo que había encontrado, pero todo se complicó rapidamente y no sabía en quien confiar, pero ahora he depositado mi confianza en vosotros. Como también tengo ahora claro que mis temores no eran infundados. - Recogió la cadena del baul en cuestión del suelo, y lo comprobó.
- Quien abrió esto o bien tenía la llave, o bien era realmente bueno con las ganzuas. - acabó por decirles a los allí reunidos, hasta que su vista fue hasta Eugene. - No lo sé, deberiamos comprobarlo. - Le contestó en referencia al estado del último vagón. Estaba frustrado con la situación. Solo había salvado una de las cuatro reliquias, no había podido salvar a los estibadores y encima se sentía engañado y traicionado.
- Deberíamos dividirnos, se que no parece muy seguro ahora, pero el tren está llegando a su destino, no tenemos mucho tiempo y no sabemos si Dominique va a intentar escapar o no, y si nos asaltan al llegar a la estación difícilmente podremos comprobar el último vagon, así que... Yo creo que la mitad de nosotros deberíamos irnos a por Dominique y la otra mitad comprobar el vagon,no tenemos mucho tiempo así que habrá que elegir rápido, Fátima y Eugene o Yo misma si queréis, debería volver sobre sus pasos a comprobar que esta pasando, Eugene debería venir si o si por si Dominique intenta atacarnos a traición al menos tener una posibilidad de sobrevivir..... En cuanto a los demás deberían apresurarse al último vagon y comprobarlo rápidamente, por que sospecho que también va a estar vacío.... Me da a mi.... Que me decís?ya o ya por que no hay tiempo...
-hablo lyrio apresuradamente consciente de que disponían de muy poco tiempo, con suerte unos minutos para resolver esto antes de comenzar a descubrir que problemas les esperaban en la estación. Asintió a lo que dijo Kane sobre esconder una reliquia, parecía una buena idea, que pena que no lo hiciera con todas, pero haber conservado una era mejor que nada. Con un silbido o suave la loba se puso su lado lista para salir a la carrera
Tras comprobar que se acercaban a su destino, le echo una mirada fugaz al equipo.
- Sea lo que sea lo que estamos comprobando, parece que está ya perdido. No se si es mejor idea comprobar el vagón cerrado, que seguramente habrá perdido toda la seguridad que tuviese; o dirigirnos directamente a hablar en equipo con Dominique, yo sóla conseguí poco mas que se mofase de mí. Creo que deberíamos ir todos juntos para hacer presión, ahora que disponemos de más información. Es más, Kane parece ser el que mas puede entender lo que esta pasando, creo que es indispensable que encabeze la conversación, ya que ese maldito Galo parece respetar a los hombres más que a nosotras. En cuanto el tren se detenga podremos comprobar si queréis el último vagón, pero no me gustaría correr el riesgo de que se nos escape el único que parece esconder algo de información en el tren. ¿Que os parece?
Eugene comenzó a atar cabos, describiendo al grito de "Traición" lo que acababa de suceder.
A decir verdad, en aquel momento había muchos interrogantes abiertos y un único pensamiento en común para todos ellos: todo aquello apestaba a putrefacción y a maldad, proviniera de donde proviniera, fuera terrenal o procediera del Averno.
Descubrir que todas las reliquias parecían haber desaparecido, también en el segundo vagón, me desmotivó sobremanera. ¿Cómo íbamos a saber ahora qué era lo que se habían llevado, y qué uso podía dársele? Sin embargo, Kane volvió a sorprenderme una vez más cuando su descripción acabó convirtiéndose en una confesión, una que hizo que el rostro se me iluminara y me girara hacia él, incapaz de contener una sonrisa en mis labios- ¡Pero eso es fantástico, señor Kane! - exclamé entonces, maravillada con aquel inesperado rescate- ¡Es usted un visionario! Bien hecho... gracias a usted al menos una se ha salvado. Gracias, de corazón. - dije, con un cabeceo, con miles de preguntas en la cabeza, empezando por "qué reliquia tenía exactamente en su poder".
-Me encantaría que me enseñara esa Reliquia y poder examinarla... - expresé entonces mi deseo en voz alta, sin entender cómo era posible que, de los allí presentes todos, incluidos los que compartían Fé y creencias conmigo, parecieran más interesados en hablar con un gabacho alcohólico que en algo que había sido tocado, puede que incluso literalmente, por Dios. ¿Ni siquiera Fátima había hecho la más mínima mención ni le había dedicado un mísero agradecimiento? No entendía muy bien qué estaba pasando. Podía entenderlo de Lyrio, quien al menos había dedicado aquel gesto de aprobación al ingeniero pero seguía sin entender por qué esa obsesión por ir a hablar con aquel tipo justo ahora.- Sin embargo... - continué dirigiéndome, ahora a Kane, con una pequeña mueca de contrariedad en el rostro- No creo que ahora sea el momento más indicado para hacerlo. Estamos a punto de llegar y, por mi parte, no pienso bajarme de este tren si saber qué hay en ese maldito vagón. - dije, acabando por dibujar una delgada media sonrisa en mi rostro.
Y así, me giré hacia Fátima y Lyrio, asintiendo ante su propuesta- Ustedes pueden ir a hablar con el Galo. Yo, por mi parte, voy a echar un vistazo ahí adelante. - dije, dejando claro que no tenía intención de unirme ahora mismo al interrogatorio- Señor Kane, Señor Delacroix... ¿Cuál será su destino en esta ocasión? - añadi, con una ligera sospecha sobre cuál podría ser la respuesta en cada caso, teniendo en cuenta sus anteriores elecciones.
Pues eso... ¡Al vagón misterioso!
Me sentía realmente fascinado con el giro que estaban dando los acontecimientos, realmente encuentro que Mademoiselle Lyrio desea que la acompañe con Mademoille Fatima hablar con Dominique, y sí que me dan ganas de hablar con este hombre del cual no encuentro mucha empatía, ¿sabra algo?, ¿o como nosotros es simplemente una ficha a la que usar?
Y por otra parte esta Kane que tiene una de las reliquias, con sorpresa me doy cuenta que fue una jugada bastante bien desarrollada.
-Ne vous inquiétez pas Mlle Lyrio- dije dandome cuenta que estaba hablando en mi lengua y cambie rápidamente hablar para todos- decia que no se preocupe Mademoiselle, si me lo pide puedo acompañarlas hablar con Monseur Dominique, creo que tiene muchas cosas que explicar, y entre nosostros, esperaba hablar con ese hombre.
Luego escucho lo dicho por Mlle Lucia, y me doy cuenta que hay muchos misterios.
Luego hablo a Kane- Es usted Brillante Monseur, su habilidad nos ayuda, he de confesar que deseo inspeccionar la reliquia por interés investigativo, pero concuerdo con Mademoiselle Lucia, no es el momento, y sí el hombre del otro vagón esta muerto, sugiero que revisen sus bolsillos, seguramente tendrá la llave, a menos que claro, el vagon haya tenido la misma suerte que los cofres.
Estamos llegando a destino y tenemos tan poco tiempo.
Al pasar al siguiente vagón comprobáis que este también ha sido atacado por las mismas bestias, ya que hay dos de ellas…completamente partidas por la mitad, desgarradas y lanzadas contra las paredes del vagón, cerca de la puerta por la que acabáis de entrar. Pero lo que más os llama la atención es el otro extremo del vagón, donde veis a un hombre que Kane ya ha visto antes. Lleva un bombín negro sobre la cabeza y un capote oscuro que le llega por las rodillas. Lo descubrís apunto de cruzar la puerta del otro extremo, cargado con un par de sacos que sostiene con una mano, mientras alguien más le sostiene la puerta. Se percata de vuestra presencia, ya que antes de cruzarla os mira, dejando a la vista un pequeño bigote y un rostro carente de expresión.
-No desesperéis…pues Él está con nosotros- Dijo en un susurro, llevandose el dedo indice a los labios, como si pidiera silencio. Pudisteis oírlo como si hablara directamente a vuestros oídos, lo cual no os resultó demasiado agradable. Tras estas palabras traspasó el umbral de la puerta y esta se cerró tras el con un sonido metálico y otros sonidos más, que identificasteis como cierres de escotilla.
- Dudo que intente escapar, máxime si no sabe que sospechamos de él. Cualquier acción ahora mismo sería ponerlo en sobreaviso de nuestras intenciones. Mantengo lo que dije, si no confesó nada antes, dudo que lo hiciera ahora. - No creía que dividir el grupo fuera a servir de algo, sobretodo después de que Fátima afirmara que Dominique no tenía mancha alguna de corrupción, y que tampoco le quiso explicar nada anteriormente.
- Me temo que ahora mismo tiene más premura para mi el último vagón, Lady Fátima. Ruego que me disculpe, pero siento como obligado comprobar el último vagón. - Su mirada se posó en Eugene. - Si el Galo respeta más a los hombres que a las damas, estoy seguro que Lord Eugene será capaz de sobrellevar la conversación. - Agradeció con un golpe de cabeceo el ofrecimiento de Eugene, y retirando el cigarro de la boca sonrió, asintiendo con la cabeza en su dirección a modo de agradecimiento.
Pero para su sorpresa, tanto Lucía como Eugene se alegraron más por la reliquia salvada que por las tres perdidas. fue una sorpresa, dado que desde que descubrió que habían desaparecido se había culpado de no hacer lo propio con las demás. Agradeció las palabras de Lucía y Eugene con una sonrisa amable y una pequeña reverencia de cabeza. - Solo lamento no haberlas salvado todas. - Dijo con modestia, pasando la mirada de Eugene a Lucía. - No hay nada que agradecer, Lady Díez de Velasco. En cuanto la calma llame a nuestra puerta, con gusto les ofreceré la reliquia para que puedan inspeccionarla detenidamente. - Les ofreció, mientras se giraba hacia Lucía, señalando la puerta con un golpe de mentón.
- Le acompañaré. - anunció, antes de girarse hacia el resto de sus compañeros. - Tengan cuidado y levanten la voz cuanto puedan en caso de peligro, urgencia o emergencia. Nos vemos en unos minutos. - se despidió, siguiendo a Lucía.
Nada más entrar, arrugó la nariz mientras inspiraba el humo del cigarro, sintiendo el calor en los labios de un pitillo a punto de terminar. Abrió los labios y lo dejó caer, apagándose con la sangre derramada de aquellas bestias. - Por todos los demonios. - maldijo, al ver la escena. Viró la vista de lado a lado comprobando las cuatro partes de aquellos canes, y su vista fue hacia el fondo del vagón, donde se encontraba el hombre de negro.
- Es ese. - le comunicó a Lucía, dándo un paso al frente. - ¡Se escapa! - levantó la voz cuando lo vio que disponía a marcharse. - ¡Alto! - Y en solo una fracción de segundo, calculó que no llegaría a tiempo para evitar que cerrara la puerta en una carrera a zancadas por el vagón. Así, reaccionó de forma instintiva al ver aquellos sacos y las palabras de aquel hombre. Debían ser las reliquias, y aquel tipo las estaba robando.
Le importaba una mierda quien fuera "Él", tanto como si era el demonio como si era dios, sin aquellas reliquias en su poder el trato se vería enormemente mermado. - ¡NO SE MUEVA! - Gritó, y abrió ligeramente las piernas para tener un mayor punto de apoyo, desenfundando esta vez las dos pistolas. Sin tiempo para apuntar, simplemente encañonó en dirección a la puerta y apretó dos veces cada gatillo, provocando cuatro descargas consecutivas que se estrellaron contra la puerta.
- ¡NO! - levantó la voz, echando a correr contra la puerta, placándola sin éxito y tras un segundo intento, se paró y se giró a ver que había en el vagón que pudiera utilizar. Los explosivos Bonaparte estaban en el primer vagón, no tendría tiempo de ir y volver antes de que fuera demasiado tarde. El mortero y los proyectiles incendiarios serían, además de ineficaces, un auténtico y estúpido suicidio.
Entonces miró los cañones rotatorios y levantó una ceja ligeramente. - Rápido Lady Lucía. - Sí, la llamó por su nombre de pila por primera vez desde que se habían reencontrado. Quizás era más un tema de que había más gente delante, que de falta de confianza. - Acérqueme aquella caja, está llena de munición. - Mientras, se acercó hasta uno de aquellos cañones rotatorios para comprobar si podía o no podía disparar.
Ver a aquellas dos bestias partidas en dos en aquel vagon me hizo formularme la siguiente pregunta: ¿Quién había hecho aquello?
La posible respuesta no se hizo de esperar. Y es que, ver a aquel tipo allí, al final del vagón, ileso, y con aquellas bolsas en las manos encendió todas mis alarmas de golpe. Y, para colmo, aquel grito de Kane, alertándome sobre la identidad de aquel hombre, terminó de confirmar mis sospechas.
-¡NO, ESPERE! - exclamé, extrañada, no sólo por aquel extraño comportamiento, sino también por aquel "Él" que había utilizado en su única frase. ¿A quién se referia? ¿Estaba hablando de Dios, o por el contrario, estaría hablando de el Caído? Además.... ¿Realmente había hablado? Era como si aquella voz estuviera en mis oídos, dentro de mí. Era una sensación terrible, que me hizo vacilar el tiempo suficiente como para que Kane disparara, sin demasiado éxito, contra una puerta que se acababa de cerrar en nuestras narices.
Y, por supuesto, lo habría dado todo por perdido, de no ser porque el ingeniero había echado el ojo a algo, y rápidamente me pidió que le acercara la caja- Ahora mismo, Bruce. - dije, tuteándolo yo también, ahora que nos habíamos quedado a solas. Obviamente, había que saber mantener la educación y las formas en público.
Y, ni corta ni perezosa, me acerqué a aquella caja, acabando por cogerla, repleta de energía, para dejarla junto a Bruce, sabedora de lo que vendría a continuación- Vamos, señor ingeniero... toque un poco de esa música. - le animé, con un guiño, apartándome finalmente para cubrirme los oídos y para evitar estar en la línea de fuego mientras Bruce disparaba aquellas armas. -Tenemos que recuperar esas reliquias, sea como sea... - añadí, manteniéndome tras él por si necesitaba mi ayuda.
El estruendo del cañón rotario al cobrar vida inundó el vagón, ensordeciendo tanto a Kane como a Lucía, la cual fue la única que se percató de que el tren estaba desacelerando lo suficiente como para detenerse.
Los proyectiles impactaron sobre la puerta del vagón por la que había desaparecido aquel hombre como si de una tromba se tratara. A tan corta distancia, difícil era no acertar en el blanco. Pero por un momento la puerta parecía decidida a no ceder. Los proyectiles empezaron a rebotar contra la plancha de acero de esta, impactando en los cofres, baúles, cajas de munición y demás vituallas que ocupaban la estancia. Al cabo de unos segundos que parecieron hacerse eternos, cuando el cargador colocado en el arma estaba a punto de agotarse, las balas empezaron a traspasar la castigada puerta, escuchándose gritos al otro lado, no de un solo hombre, sino de varios.
-Clack-clack…sshhhh..- fue el sonido que produjo el arma al descargarse mientras Kane aún le daba un par de vueltas a la manivela. Tras esto, lo único que escucháis aparte de un “piiiii” proveniente de vuestros oídos ensordecidos por abrir fuego con un arma así en un espacio tan reducido, es el “Clonk…” del tren al detenerse al golpear con suavidad el freno de las vías.
El vagón está lleno de humo, y tras unos segundos, donde parece que incluso los gritos al otro lado de la puerta han cesado, escucháis otros, esta vez en Germano, al otro lado de las paredes del vagón. Primero muchos, lo que lográis escuchar son voces de alarma, después, solo la voz de un hombre que os resulta familiar.