Mirada al frente, algo perdida, manos apoyadas en el volante, sin inmutarme antes sus palabras, que muestran con evidente claridad una parte importante de ella.
¿Qué tengo qué?
Me giré hacia ella, incrédulo, consciente de que tal vez pronunciarlas, ha sido una acto de valor supremo, tragándose la mala hostia por tener que decirlas, mi expresión no se había suavizado lo más mínimo, seguía siendo tan díficil como unos momentos antes.
Yo no tengo que hacerte una puta mierda.
"Esto es una jodienda Pearce, nos van a matar a todos, ¿quién coño te dio el soplo? Metidos en aquel puto almacen, oliendo a mierda y con los hijos de putas de los Black Skulls aullando fuera, me apetecía saber quien había sido el cabrón que que nos había conducido a esta situación. Fue Grey, el que trabajaba en el desguace de Joe el Azul, me debía un favor."
No hubo agresividad, si algo sabía hacer era controlarme, pasé los dedos por las comisuras de los labios, resecos por el frío del exterior, sino era yo iba a ser otro.
No hago favores a nadie Zoe, aquí, en este maldito sitio, las cosas tienen un precio, y siempre es aconsejable preguntar cual es.
Extendí el brazo derecho, rodeando el reposacabezas del asiento contiguo, ladeando mi cuerpo en la misma dirección, suavizando el gesto, que no la mirada.
No somos amigos, sólo compañeros de trabajo, tal vez en un futuro lo seamos, quien sabe. Si necesitas algo, me lo pides, y si llegamos a un acuerdo, todos contentos y felices. Así es mucho menos probable que nos jodamos mutuamente.
Sonrío de forma ensayada, este discurso ya me lo conozco, ha salvado muchas vidas y ha procurado prosperos negocios.
¿Sabes cual es la forma más fácil de pagar un favor prestado? Cárgarte al que te lo ha hecho, sin cobrador, no hay deuda que saldar suspiro pesadamente, algo incómodo por la postura, me caes bien, me gustas, no es la primera vez que te lo digo, tienes espíritu y no te acojonas fácilmente, incluso podría llegar a confiar en ti, pero todavía no lo hago.
Ir de frente me parece lo más justo, lo que va a entender con mayor facilidad, su propio idioma, alejado de los intricados símbolos que pueblan las oscuras calles donde aprendí a leer. Retomé mi posición inicial, pero sin dejar de mirarla.
Si todavía estás dispuesta a contarme eso que necesitas, adelante.
Mi gesto no muda, la misma puñetera sinceridad, sin nada más, ya sabía yo que no es bueno mostrarse así.
Los ánimos no eran los mejores, por suerte para Zoe, el barrio no era uno de esos barrios peligrosos como en el que habían estado antes de ir para allá. La noche caía, más pesada que nunca y el clima se hacía cada vez más frío como si quisiera apabullar con sus inclemencias a aquel, aparentemente, solitario ser. Un viento agrio soplaba y las luces de neón cegaban la vista por algunos instantes.
La estación ya no estaba lejos, al menos Winter había dicho la verdad. Estaba solitaria, con luces naranjas de más y apenas un par de muchachos que no llegarían ni a la mayoría de edad a juzgar por su aspecto, estaban sentados justo en la escalera que daba acceso hacia arriba a la boletería electrónica de la estación.
Sólo para mí postea, linda.
Lo último que Winter pudo escuchar, no fue la mala leche de Zoe, sino el portazo con el que prácticamente selló el auto. La noche era pesada, se respiraba con cierta dificultad y el ambiente en las calles no era lo mejor para una mujer pero la recién alejada, no era precisamente una mujer común y se lo había dejado claro: se sabía cuidar sola. Cada vez hacía más frío y si no hubiera tanta contaminación, seguramente ya tendrían algo de nieve en la ciudad.
Un hombre que caminaba en la acera de enfrente, echó un vistazo al rubio policía, sopesando la idea de robarle el auto o algunas monedas para comprar un poco de droga pero pronto se dio cuenta, quizás por el modo de mirar de Winter, que no era una buena idea y aunque no dejó de mirarlo, siguió su camino, sin hacer nada más; al menos aparentemente. Era momento de ir por la pequeña y luego llevarla a ver a su madre, además, necesitaba saber cómo estaba su hermana y aún tenía que conducir unos cuarenta y cinco minutos hasta casa de November y luego unos cuantos más hasta el hospital.
Sólo para la dire, por favor. Al menos hasta que llegues a lo de tu amiga.
A veces crees que, completamente despierta, estás sumida en el más profundo de los sueños. Todo es borroso, demasiada lucidez o paz mientras notas como los últimos acontecimientos que has vivido te agitan por dentro, quemando y doliendo. Y sin remedio.
Permanecí unos minutos en el coche, sin moverme, había asistido impasible al desmorone de la chica de ojos verdes, una niña que no estaba preparada para la vida en este curioso lugar, la había dejado marchar, consciente de que, tal vez, sea la última vez que la vea.
Sin ella, las posibilidades de realizar con éxito la misión disminuían considerablemente, y eso, no iba a gustarle a Wishman, lo cual, podía implicar consencuencias nada agradables para Clay. Todo esto era una jodienda, quizás equivoqué mi estrategia desde el principio, o quizás atribuí cualidades erróneas.
Tenía que pensar en Ae, en lo que le pasaría si yo la pifiaba, cada paso que daba debía medirse con sumo cuidado, la puta rubia sabía demasiadas cosas de mi, y yo seguía sin tener claras sus intenciones, la desesperación no ayuda a la hora de buscar trabajo, no te deja pensar más allá de un par de minutos. Ella se muere, la que me lo dio todo se desvanece ante mis ojos, ¿Qué podía hacer? ¿Cómo se salda esa deuda?
Arranqué el coche tras mirar al deshecho que había parido nuestra querida ciudad, había tantos que ya no se les daba importancia, cada uno tenía lo suyo, y el que no, se convertía una cádaver sin identificar más, un negocio bastante lucrativo para algunos, aunque no todos los cuerpos eran aprovechables.
Frené en el semáforo, y un especie de trapo viejo cayó al asiento del copiloto, sucio y arrugado, lo miré, sin identificarlo de primeras, Ae era lo único importante, lo demás, incluidos mis problemas, era un asunto que podía esperar.
Así que di media vuelta, pisé el acelerador, y seguí la calle por la cual, hace apenas unos minutos, Zoe se había largado. Haríamos el puto trabajo, y después me aseguraría de que nunca más estuviera en una posición tal vulnerable, de no tener que recurrir a November para que la cuidara, de no depender de nada ni de nadie.
Bien, si entendí bien te diriges a casa de November, así que el siguiente post, te lo pongo allá.
Así que di media vuelta, pisé el acelerador, y seguí la calle por la cual, hace apenas unos minutos, Zoe se había largado.
No, regresó por donde se fue Zoe.
El tipo de la estación, que parecía tener unos implantes, seguramente piratas pues esos costaban demasiados, lanzó una mirada de fastidio a Zoe. No era que tuviera nada en contra de ella, era solamente que se manejaba así con todo el mundo. Le tendió el billete, una especie de cuadro mediano, mezcla de plástico y otras celulosas, con algunos brillos especiales para ser vistos por la barra digital de las entradas al andén. Pesaba, lo suficiente para que uno no se olvidara de que estaba allí. El tren demoró más de lo esperado, pero por suerte había un lugar donde esperar, aunque fuera bajo las miradas de aquel par de idiotas que no dejaban de imaginarla en ciertas condiciones.
El tiempo que Winter tardó en dar la vuelta y ponerse en marcha en dirección a dónde estaba Zoe, fue el tiempo justo para que ella llegara a la estación y tras verla entrar en ella, sólo le quedaba una opción al policía. Se percató de los muchachos que estaban en la entrada y del modo en que miraban a una Zoe que si bien no parecía vencida, si parecía muy cansada a la distancia. Incluso pudo verla comprar el billete desde donde estaba, luego la perdió de vista cuando bajó las escaleras, él no tenía mucho tiempo.
Aparqué en la acera, al estilo policial, ya saben, tres ruedas sobre la misma, a punto de estamparse contra el dataterm más cercano, jodiendo a la gran mayoria de los quisieran pasar por allí. Salí del coche sin perder un instante, y eché una carrerita en dirección a la entrada del metro.
Por supuesto, hubo tiempo para dedicarles una mirada a los imbéciles de la puerta, niñatos que no tenían nada que hacer, y me hicieron apretar el paso, no porque les tuviera miedo, ni mucho menos, sino porque me recordaban demasiado al pasado. Aún así, mano presta y cerca del arma, que nunca se saben lo que se pueden haber metido.
Me dispuse a bajar las escaleras, y a buscar a Zoe con la mirada, sólo le gritaría en caso de que fuera necesario.
Un viento caliente venía del agujero por donde debía aparecer el tren, Zoe permanecía sentada a un costado esperando a que llegara y al parecer según el letrero que había allí, no faltaban más de 6 minutos. Apenas llegar al molinete, Winter podía ver el andén a medio iluminar y a ninguna persona más que a Zoe sentada a unos 8 metros de él.
Tristeza y soledad, eso es lo que siento al ver esta escena, pero, ¿acaso eso es algo nuevo?, ¿o algo que me haya preocupado alguna vez? Mentiría si dijera que si, y ahora tampoco había excepción, busqué, pero no encontré nada que mereciera la pena.
Así son las cosas aquí, no me siento especial ni ninguna tontería por el estilo, respiré un par de veces para recuperarme de la carrera, y enseguida terminé de bajar los escalones, resonando el eco de mis pasos en las frías paredes , totalmente acorde con la situación.
¿Dónde crees que vas?
La voz sonó mucho más potente de lo que habría deseado, mis ojos se desviaron hacia el oscuro tunel que se expandía delante mientras avanzaba, mi tono estaba cercano al reproche, pero no llegaba a serlo.
Te comprometiste a realizar un trabajo, espero que no lo hayas olvidado.
La miré directamente, parado a un par de metros, velada advertencia, no iba a permitir que no cumpliera su parte del trato, si no quiere compartir sus problemas es cosa de ella, yo le ofrecí la oportunidad, pero que no me venga jodiendo, puedo buscarme otro matón.
No tengo tiempo para buscar a otro que realice tu parte.
Me volví hacia atrás, mano rápidamente a la pistola, sin desenfundar todavía, un mal presentimiento, no estaba seguro de que esos dos tuvieran cojones de bajar, pero, si tenía que escoger hijo de puta que intentara jodernos, no tenía ninguna duda de que los prefería a ellos. Me di media vuelta, buscando un poco de cobertura, y haciendo un gesto con la mano a Zoe de que se colocara detrás.
Ten cuidado.
No me fiaba ni de mi sombra, esperé expectante y vacilante, no tenía claro cual de los frentes era el más peligroso.
Con unos cuantos pasos me coloco en la mitad del andén, culo y espalda apoyadas en la pared y manos en los bolsillos. Piernas separadas unos veinte centímetros (de los de verdad, no los de los tíos) y me concentro en mirar al suelo, ignorando todavía más a los dos pringaillos. Sin putas ganas de pensar en nada de nada.
Mientras Zoe se acercaba a Winter, el caliente aire que provenía del túnel se dejó sentir, así como el ruido característico de que el tren estaba por llegar. Un ensordecedor siseo que podía usarse fácilmente como una antigua tortura china, un verdadero desastre y entonces un sonido fuerte, seco, como cortando el aire. El tren estaba solo, no había un alma en él, ni siquiera un maquinista pues para las fechas que corrían aquello era totalmente manejado a la distancia, sólo quedaban dos opciones y el rubio y la chica se encontraban en el medio de las dos posibilidades.
-¡PUM!
Una nueva detonación y luego un par, el tipo de la ventanilla caía sobre la mesa llenando los boletos de sangre, una muy obscura y la entrada a la izquierda de Winter se desplomaba estrepitosamente luego de una tercera detonación que no debía provenir de una pistola, podría ser una bazuca según los conocimientos del policía. El polvillo de la construcción llegó hasta ellos, dejando todo en la semi obscuridad, el tren se había retirado pero arriba, por la única puerta que había quedado como salida, había demasiado silencio, ni siquiera los dos tipos que había visto Winter al entrar parecían estar cerca. Quizás.
Desde la posición del poli se podía ver claramente que había empezado a llover, más lluvia ácida por si hacía falta y un ligero murmullo, era como si se cuchicheara algo. Debían intentarlo, el auto estaba afuera y no tenían muchas opciones en realidad; se escuchó una nueva detonación, ésta vez era una pistola de bajo calibre, automática de esas que ni la policía tienen porque cuestan mucho dinero. Un disparo más, un ahogado gemido y el silencio nuevamente. Dos truhanes, dos disparos.
Nunca me había gustado el metro, desde pequeño siempre me había parecido demasiado estridente, demasiado angustiosos, la sensación de que siempre vas a perderlo, de que apenas tienes unos instantes para montar en él, y otros para bajar. Quizás se pareciera demasiado a la propia vida en ese aspecto, no había tiempo de pensar las decisiones.
La pistola desenfundada como respuesta al primer disparo que se escuchó, acoplándose a mi mano, reconociéndola, aquel punto rojo que comenzó a brillar sobre el azul de mi ojo derecho, pero lo que no esperaba era la explosión...
¡JODER...!
Ni siquiera tuve tiempo de reaccionar, fue a nuestra espalda, me giré rápido, activando instintivamente los reflejos automatizados, agarré a Zoe del brazo con la mano libre, atreyéndola hacia mi, para colocarla a mi espalda, ¿Estás bien? La pregunta no esperó respuesta, había cometido un error al disparar los reflejos demasiado pronto, mierda, la escalera había quedado inservible taponando la otra salida.
Vamos, esto no ha sido obra de niñatos.
Le di un tirón, pero la solté, seguramente iba a necesitar las dos manos, sopesé la posibilidad de esperar al siguiente tren, pero los siete minutos que marcaban se me antojaron un mundo frente a armas pesadas, así, tocaba decidirse en un instante, como siempre, miré a la única salida, si yo estuviera en el lugar de esos tipos, estaría allí escondido, disparando con lo gordo hasta hacernos salir.
Salta a las vias, camina pegadita a la pared y no hagas tonterías, con un gilipollas que haga de héroe ya nos vale.
Las salidas de mantenimiento no estaban lejos, y dudaba mucho de que las tuvieran vigiladas, sobre todo la que quedaba más alejada del coche, así que esa fue la dirección que señalé a Ojos Verdes, sin perder de vista la escaleras, pistola en mano.
Esta es la tercera puta vez que tengo que usar un trasto de estos.
La joven consiguió dejar sin luz el camino porque podían seguirlos y antes que pudieran acomodar sus ojos a la nueva obscuridad se escuchó un nuevo estruendo pero esta vez parecía venir de adentro del túnel y en efecto era así, el subterraneo estaba viniendo a una hora imprevista, seguramente todo manejado desde arriba. El poder de McMord iba mucho más allá de un simple, maquiávelico y funcional consorcio. Winter sujetó a Zoe con fuerza y la apretó contra la pared del túnel mientras el viento caliente y viciado les removía los cabellos.
El rubio policía maldecía por dentro y abría los ojos apenas terminó de pasar el tren para mirar fijamente a los de Zoe; sencillamente era una delicia tenerla tan junto a él y no podía evitar sentirlo. Se apartó bruscamente, con la pistola en la mano, era una reglamentaria de hacía mucho tiempo pero al menos aún servía, casi parecía la evocación del pasado en persona. Zoe le siguió de cerca sin decir una sola palabra, ya estaba bastante fastidiada de todo lo acontecido en el día como para encima tener que aceptar que el guaperas no sólo no era tan gilipollas como parecía, sino que además, estaba demasiado bueno. Levantó la cabeza y la mirada que había estado puesta en el trasero de Winter y lo siguió pero cuando vio que él estaba totalmente perdido en el túnel, sonrió.
-¡Eh, tú! ¿No les dan un curso de auxilio en túneles del metro?
Winter se dio la vuelta y la fulminó con la mirada, preguntándose si había hecho bien en volver por ella pero enseguida se dio cuenta que de no haber vuelto, quizás ella estaría muerta, así que no le respondió. Además, evidentemente tenían que pasar mucho tiempo juntos por delante y eso contando que todo terminara como ellos esperaban. La vio perderse en la pared, justo al lado de un resquicio enmohecido y estrecho, luego una mano blanca y delgada apareció llamándolo.
Zoe sonrió satisfecha, cuando siguiendo el camino estrecho de aquella apertura, descubrió una alcantarilla y haciendo cuentas mentales y rápidas, calculó estar justo bajo el baño de Speed. No era que le agradara mucho la idea de tener que volver a allí pero no tenía más opción que salir por allí. Comunicó a Winter que tenían que tener cuidado porque quizás no era la casa de Speed y eso les metería en más problemas de los que imaginaran, obvio, como era Zoe no fue tan dulce para decirlo y el policía hizo una mueca.
-¿Estás loca o sólo lo pareces, tía?-dijo Winter olvidándose que cada vez que discutían, algo malo sucedía.-En primer lugar, tenemos que trepar como tres metros para llegar a la alcantarilla y en segundo lugar: ¿Qué te hace pensar que Speed no tiene un sistema de alarma de la san re putísima madre instalado que apenas crucemos, nos volará la cabeza a uno de los dos?
-Ustedes los hombres son tan idiotas-bufó Zoe con asco.-Yo estuve en ese baño, sé lo que hay ahí y lo que no y por otro lado, aunque si hay una alarma, nos dará el tiempo suficiente para que Bowens nos vea...
-Lo que quieres es volver a ver a Bowens, Ojos Verdes-sonrió Winter con chulería.
Zoe no respondió a esa provocación.
-¿Vienes o no?
Empezó a tratar de escalar por las paredes, poniendo un pie en una pared y el otro en la otra, ayudándose con las manos pero no lo conseguía. Winter respiró profundo, maldijo en voz baja y se acercó, sujetando de la cintura a Zoe, demasiado acercamiento para una puta noche pero bueno, se había convencido de que eso sería lo más cerca que estuvieran nunca. Al poco, Zoe alcanzó la alcantarílla pero era muy difícil abrirla sin algo puntiagudo y filoso que le ayudara. Se buscó en los pantalones, no en balde era lo que era y sonrió.