Cuando Cairo me habla no llego a entender lo que me quiere decir, me giro hacia él, lleva una pistola en la mano y se apunta a la cabeza. ¡Noooo! mis palabras no sirven para nada, antes de que pueda reaccionar, mi amigo se vuela la tapa de los sesos en mi cara.
Paralizada miro el cuerpo sin vida de Cairo a mis pies. ¡Qué has hecho...! No puedo moverme, ni hablar, ni nada. Tengo la cara y la ropa manchados con la sangre que me ha salpicado, pero me da igual. Estaba a su lado y no he podido hacer nada. La sangre que sale de la cabeza de Cairo rodea mis pies. Miro hacia ellos, no puedo moverlos. Hijo de puta, siempre te gustaron los grandes finales.
Pasan unos minutos, para mi horas, y sigo alli de pie, el cabrón de Cairo siempre termina sorprendiendome. Decido moverme, aunque mi expresión sigue siendo identica a la de un loco que cree estar viendo a Dios. Me agacho hasta Cairo y registro los bolsillos de su pantalón y de su abrigo. No sé lo que busco.
Supongo que el resto deben de estar flipando, me da igual, los odio, ellos querian verle muerto y seguro que están deseando hacer una fiesta.
Bueno, pues eso, que registro a Cairo por lo que me ha dicho, no sé si busco la llave o yo que sé, pero ya me dirás si encuentro algo. ;)
La cara, enfurruñada y tensa, pasa a sorprendida cuando la tipa de labios gruesos se coloca delante de mi objetivo, parpadeo un par de veces, confusa, pero no por ello vacilante. Sin bajar el arma o apartarla. Es su problema, su decisión.
Todas las preguntas que está haciendo deberías hacérselas a tu amigo, que es el que nos está poniendo de mala hostia a los demás, es él el que no ayuda… nada de nada. No es otra cosa lo que dicen mis ojos al mirarla, lo que voy a decirle en cuanto acabe su perolata sin sentido. Seria y negándole con la cabeza, en un estado de ánimo que no me gusta, ni un poquito… Verás, verás como me harte... si nos tenemos que ir todos a tomar por culo, pues nos vamos, la leche ya… Pero, a mitad del discurso la mirada se aparta de ella, un movimiento raro del drogata, detrás, hace que mi interés cambie de persona inmediatamente, pues, para volver a unificar, está sacando un arma. -¡Quítate, tía!- o te llevo por delante, tú misma…
Pero el negro se adelanta de nuevo…. -¡Co-ño!- Los ojos se abren como platos, pegando un bote cuándo dispara, girándome cuando mi retina lo ha conseguido asimilar, al buenorro, levantando las palmas de las manos y encogiéndome de hombros, con la cara universal de no estar entendiendo una mierda… sin soltar la escopeta, claro.
La leche con el Cairo…-Que paranoia, macho…
Soy una buena persona, por lo menos eso creo, pero no, ni putas ganas de consolarla, de decirle algo agradable, de traérmela para que se aleje... ni siquiera recordar a Keith me hace dar un paso hacia ella…. Es un cabreo de narices el que me domina ahora, de nuevo, una rabia.. tanto defenderlo y mira, nos podía haber mandado con los gusanos a los demás, porque sí, aburrimiento… o vete tú a saber que mierda pasaba por la cabeza del gilipollas… Así que al contrario, me doy media vuelta, dirección los que hablan de lo otro. Rapidito que hay bulla.
¿Dónde narices hay que buscar la llave esa…?- Todavía hay furia en la voz, ¡Me cago en todo, que cansada estoy ya de esto! A ponerse a funcionar para salir de aquí… que dejemos de vernos los caretos de una puta vez. Y mira que alguno está realmente bien.
Maximiliano Aguirre, desde hace un buen puñado de años, conoce tres verdades inmutables: la primera es que Dios es sordo, tuerto de un ojo y ciego del otro. La segunda es que nadie hace la enchilada como la madre de uno. Y la tercera,...
...la tercera es que la vida humana está muy sobrevalorada. Cantidad. El tipo, Cairo, no era ni más guapo, ni más listo, ni mejor persona que cualquiera de los 16.000 que habían doblado el gorro en aquella cagada de "Blatt's Fast(c)" con los conservantes de sus platos preparados. O los cerca de 5000 al año que la diñaban porque las macrocorporaciones sanitarias no garantizaban la asepsia en sus quirófanos. Números. Estadísticas. Carne. Uno más para el saco...¿y a quién coño le importa?.
Machete sabe que Cairo sería hijo, tal vez también padre...Que por ahí habría alguien que quizá daría la vida por él. Pero Max no es un hipócrita y no va a fingir que la muerte de un yonki metepatas al que acaba de conocer le importa una mierda. Es más, si el personal actuase como aquel jodido gilipollas...el mundo sería un lugar mejor: autoeliminación de capullos. La auténtica y perfecta solución final.
- ¡Mierda de móvil!.- gruñe mientras intenta entenderse con el menú del celular. En teoría busca el lugar que marque la última llamada, la de McMord,...pero en la práctica sus dedos porrones y poco duchos en la puta tecnología miniaturizada pulsan varias teclas a la vez. Eso le cabrea. Eso y el disparo,...porque el jodido idiota pudo haberla cagado de manera póstuma reventando los canales de gas.
Vencido, Max le lanza el celular a la negra y se sorprende a sí mismo echando un vistazo al cadáver del toxicómano. Pocas cosas le irritan más que no preveer las situaciones: no había visto venir lo de Cairo. Lo dejó al margen, poniendo su amenaza en cuarentena bajo el cañón de Ojos Verdes. Error, carajo, ¡error!. ¿Por qué no desarmaste a ese güey, viejo chocho?.
Pero lo peor, con diferencia, es la puta hiena que anda registrando al chaval. Qué mala es la droga, cojones, que no respeta amistades ni duelos. Aguirre carraspea y saca de las entrañas un potente gargajo que impacta bien cerquita de la mujer-buitre. Escupe al charquito de sangre a drede.
- Si...- asiente, posicionándose al lado de Ojos Verdes, apoyando su propuesta. Ya está bien de hostias. La negra sabe donde buscar.
Venga, que te jodan capullo, lo único que quiero es una cerveza bien fría, de esas que cuando coges la jarra parece que la mano se te va a quedar pegada a ella, congeladas. Aún siento los labios resecos del polvo, de la explosión, y encima este no sólo no das las gracias, sino que encima se pone tonto, que le den.
De espaldas cuando resuena el disparo, instintivamente me doy la vuelta, trastabillando al estar en cuclillas y echo mano al bolsillo, pero cuando veo la escena que se muestra ante mí, me detengo, apoyando la mano izquierda en el suelo, cerca del pie de Zoe, con la cabeza casi rozando el arma que todavía empuña.
Las reacciones no son demasiado variopintas, a todos les importa poco o nada que un drogata se vuele la tapa de los sesos, los comprendo, pero también me doy cuenta de que tal vez ellos no han estado en el otro lado, en la agonía de ver que alguien que te importa se destruye de manera inexorable. Me levanto, rozando la pierna de Zoe , para que se percate de que estoy aquí y no me dispare, que parece calentita.
Cuando veo que mi cabeza está a salvo me acerco a la paralizada mujer, pero su actitud de buscar en los bolsillos del cadáver me confunde, ¿Qué buscas? pregunto intentando captar su atención. Siento lo de tu amigo y en parte es cierto, no es que le tuviera aprecio a ese imbécil, pero creo que ya hay suficientes muertos cada día para que encima los haya voluntarios.
Anna sigue buscando entre los bolsillos del negro, la sangre ha llenado el pequeño pasillo de ese siniestro color rojo, Seeley la mira con detenimiento, cree saber lo que busca pero no dice nada. Se mantiene pegada a la puerta con los brazos cruzados y esperando. La reacción de todos ha sido más que la que esperaban, Viktor ha volteado para otro lado pero pronto le ha pasado el efecto. Existe la posibilidad de que la llave haya estado en poder de Cairo pero buscando por encima, nadie encuentra nada; excepto, claro: montones de drogas de todo tipo, bueno, montones no pero al menos cerca de diez empaques diferentes.
Han pasado al menos 15 minutos desde que hablaron con McMord y luego de que Cairo se suicidara, no tienen más que 45 minutos por delante para dar con la maldita llave. Del otro lado les llegan rumores de voces, a veces de mujeres, otras de niños y otras tantas, sólo son ruidos de vida normal; incluso se escucha una lejana cancioncilla que parece una burla más que otra cosa.
Otros cinco minutos pasan hasta que sin poder rehusarse más, Anna mete la mano entre el boxer y el vaquero del negro, tiene que tocar muy bien y por fin la encuentra, antes había pensado que era cualquier cosa pero resulta ser una llave electrónica, de la mitad de grande que una tarjeta de crédito, cabe perfectamente en su mano de modo que los demás no pueden verla a menos que ella se las muestre. En el rostro de Cairo parece haber una sonrisa pero no es más que un rictus de post mortem. Seeley levanta una ceja, demasiado entusiasmada está aquella en buscarle drogas al muerto pero a ella le da lo mismo, entretanto intenta remarcar el número de McMord sin perder de vista al mexicano.
Parece que a nadie le importa lo más mínimo que un tio se acabe de volar la tapa de los sesos, era de esperar, da igual, tengo cosas más importantes en la que pensar...
El poli rubio se acerca hasta donde estoy. ¿siento lo de tu amigo? ¡pero si antes has intentado matarlo! Me dan ganas de liarme a ostias con él, pero en estos momentos no me apetece lo más mínimo perder el tiempo, quiero salir de aquí lo más rápido que pueda. Me limito a mirarlo sin ningún tipo de expresión en el rostro, la cosa no está como para cortesias. Si seguro...
Vuelvo a la tarea de registrar a Cairo... maldita mi suerte... la cosa se está poniendo jodida, no para de salir sangre de su cabeza y lo único que consigo encontrar son drogas y más drogas. Pasados unos minutos me doy por vencida, ya he buscado en todos sus bolsillos y no he encontrado nada. Arrodillada como estoy miro al que era mi amigo. ¿Donde coño querias que buscara? Una idea viene a mi cabeza. ¡No me lo puedo creer! Hasta después de muerto vas a ser un puto salido... Meto la mano por el pantalón de Cairo y ¡bingo!, una llave electrónica. No sé si será la llave de la puerta, pero de algo tiene que servir, mi amigo no era precisamente tonto.
Antes de que los demás puedan ver que la he encontrado, la escondo dentro de mi puño cerrado. Lentamente vuelvo a ponerme de pie, pero sigo dándoles la espalda, mirando hacia el suelo, hacia Cairo muerto. Durante unos minutos pienso si debería decirles que la tengo o que les den por culo a todos. No se merecen ningún tipo de ayuda, pero si no se la enseño no vamos a salir de aquí en la vida, y por todos los demonios que quiero perderles de vista.
Me vuelvo hacia donde están todos. Seeley parece que está intentando llamar de nuevo a McMord. Rápidamente voy hasta donde se encuentra. Llama a ese hijo de puta y dile que Anna quiere preguntarle algo. Abro la mano en sus narices y le muestro la llave, que después vuelvo a guardar en el bolsillo de mi gabardina.
-¡Negro de mierda, hijo de puta!
Salté casi en un pie, aquello había sido la mayor pendejada que hubiera hecho el negro. Levanté los ojos al cielo, todo el mundo creía poder darme órdenes y eso me estaba poniendo de mal humor; llevé mi mano hasta mi arma, por las dudas que alguien más se volviera loco pues todo el mundo parecía demasiado listo para disparar o ansiosos. Las risas del otro lado, los murmullos, no me recordaban para nada a los trabajadores de McMord, ni siquiera me parecían voces conocidas y por todos los dioses, ¿qué carajo hacían unos niños allí?. Miré a Anna con aire displicente, pensando que nuevamente me querían dar órdenes y me alejé un poco de ella, de paso evitaba tocar la sangre con mis botas.
-Un momento todos ustedes...-miré a Anna directamente.-Dejen de darme órdenes, asumo que no son tan obsoletos como para no tener cada uno un móvil. Y por lo que puedo ver, aquí todos tenemos algo que ver con el hijo de puta de McMord. No me extrañaría que el fiambre ese también tuviera que ver. Ahora, McMord no va a responder más ninguna llamada.
Sonreí con malicia, era frustrante estar con aquellos desconocidos y estarse cuidando de que no te mataran pero también tenía su lado excitante. Guardé el móvil en mi saco y miré la puerta, guardando en la mente la llave que Anna me había mostrado.
-Anna sacó del muerto la llave para abrir esta puerta pero quizás quiera hablar primero con McMord la señorita, mientras el tiempo pasa-dije sarcástica.-Escuchen, yo también quiero largarme de aquí, necesito esa llave y mi huella, luego, encontraremos el camino de salida detrás de esa puerta.
Me acerqué al mexicano.
-Pareces fuerte, del otro lado parece haber niños... Apuesto mi cabeza a que detrás de ese machismo hay un padre, así que quizás quieras pedirle amablemente a nuestra amiga que pase la llave por la ranura...
Mis ojos estaban fijos en los del mexicano, lamenté hacerlo eso a Anna pero estabamos perdiendo el tiempo y si había una trampa en aquella llave, íbamos a necesitar esos preciosos minutos.
Seeley se alejó de la puerta, pisando suavemente la sangre de Cairo que se pegaba a sus botas con una cierta viscocidad; se alejó de la puerta, de Anna, luego de hablar también se alejó de Max y del poli que estaba dispuesto a disparar en cualquier momento, al menos ella mataba por necesidad pero aquellos locos pervertidos, parecía que no dudaban a la hora de apretar el gatillo por mero gusto. Se cruzó con los ojos de Grasp por unos instantes y sonrió al recordar un par de palabras dichas por el capitán. Sólo Viktor no le causaba esa repulsión.
-¡No, no! ¡Mamá no está aquí!
Escucharon venir del otro lado y luego se escuchó una ligera música, una que Zoe conocía demasiado bien, seguido de esto, la voz de una mujer llamando a su hija, la misma que todos habían escuchado antes pero su voz estaba tranquila, como si jugara con una niña y luego, saludaba a alguien cariñosamente.
-Hace tanto que te espero...
El tono sugestivo hizo sonreír a Seeley, enarcó una ceja, cogió su móvil con una mano, la pistola con otro y se recargó de la pared, ella era quien tenía menos que perder.
Machete y los enigmas tenían la misma relación que un yonki buscavidas con los pasos de peatones: eran enemigos íntimos. Los evitaba y despejaba la mente soltando aire por las narices, moviendo la cabeza, vomitando lo que no entiende y cagándose en unas meninges que no dan para mucho más.
Soy tu madre y te quiero como hijo mío que eres, Maximiliano..., pero no eres muy listo. No señor.
Sin embargo - se consuela Machete - tipos más inteligentes y preparados que él estaban ahora bien calladitos sirviendo de banquete para gusanos. ¿De qué les valió tanto cerebro a todos esos?. ¿Para que algún pendejo con diarrea mental les volase la tapa de sus pluscuamperfectos sesos?. Algo tendría Max para haber sabido conservar el pellejo durante 51 años, siempre al límite, siempre con la soga y la mierda hasta el cuello...
Eres grande, puto. Como tus músculos y tus huevos. Te lo digo yo, Gerardo Mendoza,...y este imperio tiene en los cojones de mis hombres sus cimientos.
Machete calla ante la petición de Seeley. La mira a los ojos, ceño fruncido, irritado e impotente como un daltónico intentando armar el cubo de Rubik..., porque por más que le dá vueltas, no entiende qué hay detrás de todo esto: de un grupo relacionado que (¿)coincide(?) en un momento y un lugar. De una llave. De una puerta, de la voz de una mujer descorcentantemente relajada tras ella, de unos niños que parecen reir cuando por lógica deberían llorar en un lugar así. De la música que suena...
La negra de pelo blanco había sabido dar con la fibra sensible.
-Vale.- responde al fin, escueto. Se vuelve hacia la amiga del drogata y se coloca a dos palmos de ella. Machete huele a sudor mezclado con colonia barata...y su aliento resulta para la chica dolorosamente cercano, pero extrañamente agradable.
-Déme usted la llave...o abra usted la puerta.- dice como quien formula que dos y dos son cuatro. No admite respuesta. No admite discusión. Max desliza su mano bajo el bolsillo del guardapolvos. El movimiento es lento, natural...y de él extrae una pequeña cajita de caramelitos "Fresh Whisper(c)". Son esas pastillitas con sabor a menta, duras y refrescantes como la madre que las parió. Machete vuelca el envase sobre su boca y mastica cuatro o cinco grajeas..., y el sonido de las "Fresh Whisper(c)" al quebrarse bajo las presión de aquellas mandíbulas no tiene que envidiarle nada a una cena de los "Comepiedras".- Por favor.
Gesto contenido, mala leche en la cara. En resumen: Más de lo mismo.
La de los labios gruesos llega vacilando tras sobetear al muerto, miro lo que enseña cuando negocia, haciéndose la lista ¿Es la llave que nos va a sacar de esta situación? Eso cree la que parece que controla del tema, pero venga, otra conversación, absurda again ¿Qué mierda hay que discutir? Joder con las tías del lugar. La una con sus ganas de mandar, la otra con la llave y sus cojones… pues ten cuidado, que puedes salir con ellos por delante. No parece buen momento para regatear… -¡Dejaros ya de gilipolleces!... El poli necesita un médico.- No se me olvida, ya que de cierta forma tengo una cuenta que saldar con él, es mejor no deberle nada a nadie… Resoplo mosqueada, -El tiempo vuela, joder. A tomar por culo McMord y las charlas con él….
Y entonces, todo a la mierda, algo tan simple como unos acordes perfectamente realizados, el arrullo de una voz que se antoja celestial para los oídos y un rostro que cobra fuerza al escuchar las notas… a tomar por saco el poquito de autocontrol que quedaba. Vuelvo la vista rápidamente, a la puerta -¡Keith!- Un grito alarmado, un nombre muy querido, las piernas corren hacia la puerta, las botas no tienen cuidado de por dónde van, de lo que pisan. ¿Sangre? No será la primera vez, y gracias al…. ¿A qué? A nada, a cuidarnos siempre los unos de los otros… pues eso, gracias a eso, siempre es de otra peña. Ahora me toca a mí no permitir que se derrame ni una sola gota de la única parte que tengo de ese todo en esta puñetera ciudad. También les trae cuenta a ellos que eso no ocurra…
Aporreo la puerta, angustiada por estar tan cerca pero a la vez tan lejos -¡¿ESTÁS BIEN?! -¿Qué cojones hace tocando la guitarra en un momento así? Me vuelvo a mirar que narices pasa con la llave, ahora si que tengo bulla, parpadeo al ver lo que ocurre, Machete man ha entrado en acción, menos mal. Todo sea dicho, no me gustaría a mi ser la receptora de tanta “amabilidad”. Pero ni un poquito.
Porque el colega y su arsenal de cuchillos parecen bastante efectivos.
ok. como se arrancó la esquirla del brazo, la verdad es que me hice la idea de que estaba desangrándose, sí. (como me gusta el drama, xDDD)
he cambiado la frase, todo lo demás igual.
Chicos, una aclaración:
Viktor está herido pero no se está desangrando.
Lo que tu digas me encogí de hombros cuando la amiga del muerto no me creyó, lo había intentado, por mi no iba a quedar, no es que mi conciencia necesitara que lo hiciera, pero tampoco estaba de mal tenerla acallada mientras fuera posible. Así que me separé de ella mientras ella seguía rebuscando afanosamente en el cadáver.
La negra no hacía nada más que hablar, como si fuera la reina del mundo, pero aportaba más bien poco o nada, a lo mejor le iban este tipo de jueguecitos, cualquiera sabe, no sería ni de lejos lo más retorcido que he tenido que aguantar por ahí. Pero aquellas risas, aquella voz de mujer que se escuchaba al otro lado de la puerta, no sé, había algo en todo esto que no me cuadraba en absoluto, pero nada de nada, demasiada casualidad que los únicos que hayamos sobrevivido a la explosión tengan aquí abajo gente que conoce, y justo al otro lado de la puta puerta.
No pude evitar sonreír disimuladamente ante las “educadas formas” del mejicano, ya había demostrado antes su inmenso “don de la palabra”, si yo fuera la chica, le haría caso, un tipo así, no llega a viejo por casualidad.
Doy un respingo cuando ojos verdes empieza a gritar, y mi sonrisa no cesa cuando resopla cual bicho embravecido, siempre me habían dicho que tenía la jodida manía de no tomarme las cosas en serio, pero es que si lo hubiera hecho, no hubiera cumplido ni catorce. Me sorprende que no me agrade como se ha puesto por haber reconocido aquel hombre al que nombrado, me acerco a ella para que deje de golpear la puerta, pero al girarse peligrosamente escopeta en mano me aparto un poco.
Ten cuidado con eso le dijo sin perder la amabilidad ¿conoces a alguien al otro lado? pregunté aún más sorprendido, no le digo que se calme porque lo mismo se enfada más, que aquí hablar se está poniendo carillo, y además, porque no sé, tiene su aquel cuando frunce el ceño, aunque mejor que no lo sepa.
La reacción de la tia del pelo blanco no me sorprende en absoluto, ya tardaba en estallar, después de todo era la única que aún no había perdido los papeles. ¡Ya estamos todos! Empieza a despotricar sobre mandar o no mandar y ella es lo único que hace. Para colmo no se sabe defender solita y necesita la ayuda de machete-man para que haga lo que ella no se atreve... puff!! Resoplo de aburrimiento, esperaba que ella fuera más fuerte de lo que ha resultado.
Y como no, machete-man, que no necesita que se lo digan para demostrar que es un tipo duro, viene a pedirme "amablemente" la llave. ¿Pero que coño hace? ¿Se cree que me va a asustar comiendose unos cuantos caramelos? Le dedico una de mis mejores sonrisas ante su advertencia. Si me lo pides por favor... paso a su lado camino de la tipa de pelo blanco, hasta las narices de todos ellos, pero antes de que pueda darle la llave, la chica blanca se pone a gritar como una poseida aporreando la puerta. Esto es lo que faltaba... Menos mal que el "poli bueno" hace su papel e intenta calmarla, estoy harta de tanto grito.
Me paro delante de Seeley y le tiendo la llave. Toma, abre la puerta si puedes... y si no se lo pides al mejicano... le digo con ironia.
Con la espalda contra la pared contemplo el circo que tengo delante, sin prestar ninguna atención a las voces que se oyen del otro lado de la puerta... ¿cuanto tardarán en pegarme un tiro?
-¡Estúpida!
Tomé la llave con tranquilidad, para eso se me pagaba, para mantener la calma en momentos difíciles. Puse la llave en la ranura y la pasé una vez, luego otra pero dándole vuelta y por último puse mis dos dedos pulgares sobre el pequeño cuadro dispuesto para las huellas digitales y la puerta luego de unos segundos interminables, se abrió por fin. Miré a todos y dejé que la puerta se terminara de abrir.
-Al parecer si puedo, señorita.
Sonreí con displicencia y di un paso al frente, de McMord no me extrañaba nada. Por unos instantes, las voces cesaron.
-¿Qué diablos es todo esto?