Me encogí de hombros ante su afirmación de estar como una chota, algunas veces me ha sacado de aprietos el estarlo, así que me lo tomaré como un cumplido, además, dudo mucho que supere a los chiflados de la tele del otro día.
Conseguí esbozar una media sonrisa bastante aceptable, otra vez había logrado convencerla, había algo raro en todo este extraño jueguecito, siempre había tenido la sensación de ir ganando, pero tengo que empezar a replantearme el resultado, lo mismo le han dado la vuelta al marcador y no me he enterado.
La suelto, apoyando el brazo en el mismo movimiento en la pared, con la cabeza inclinada ligeramente a la izquierda, devolviéndole impasible la mirada, pero con los labios curvados en una mueca que contiene mi risa, ¿desafíos?, madre mía como le va la marcha a Ojos Verdes. Empiezo a palpar los bolsillos de mi chaqueta, pero tras un par de intentos, desisto, y acerco mis labios a su cara, y aún así tengo que gritar para que me escuche.
¡Verás, resulta que las debo tener por aquí! señalo los bolsillos del pantalón, ¡pero como estoy algo borracho no las encuentro!, ¿por qué no pruebas a buscarlas tú? mis ojos se desvían hacía el movimiento de su mano, y a lo que hay tras el chaleco, Seré un copiloto de puta madre, ni lo dudes empezaba a tener demasiado calor.
¿No te he dicho que siempre he deseado tener un chófer? digo mientras me separo de ella, alzando levemente la cadera derecha para ofrecer el bolsillo, sin dejar de sonreír, humedeciendo mis labios, recuperando el regusto de la bebida, rodeados por una multitud enfervorizada, ajenos totalmente a ella.
Ocho padres.
Veinte hermanos.
Un amigo del alma.
A la mayoría les gustaba pimplar hasta caer inconscientes, y claro, volando no es que llegaran hasta sus cómodas camas.
Sonrío con sus explicaciones, sin creérmelas ni un cachito de nada, pero divertida con el teatro que está haciendo, estos urbanitas y sus hormonas. Lo único interesante de lo que ha pasado es que se haya acercado tanto, ya decidiré el sentido positivo o negativo de la palabra, que ahora tengo que concentrarme en, debo aceptarlo, no poner cara de pringada y tirarme a su cuello. Que bien parido, coño.
La humedad de mi frente no va a desaparecer con la cercanía de mí… del poli. Sigo el recorrido de sus ojos activándose el calor de mi interior al modo: de la hostia. Espero tensa a que termine de mirarme, o desnudarme o lo que pollas esté haciendo, cabreándome con la vocecita interior que me está diciendo que vaya mierda que no continúe haciéndolo, que estaba guay. Suspiro cuando sigue con su charlita, preparándome para lo que viene. El que se ríe el último se ríe mejor. Je. Y yo tengo pa varias cosas.
Me ofrece su cadera sin reservas y ya sí, una ancha y enorme sonrisa, con la cabeza inclinada hacia la pared y negando un poco con la cabeza, me froto el ojo derecho sin que mi expresión se tense ni parezca incómoda, aunque sepa perfectamente que él lo está haciendo para eso.
Doy un paso hacia él, abriendo con una mano el bolsillo del vaquero (que le queda que ni haciéndoselo a medida pone más), con un buen tirón que lo desestabiliza un poco y metiendo la otra para coger las llavecitas de los huevos, sin tocar los susodichos y su acompañante gracias a la experiencia acumulada. Lo miro a los ojos, puteantemente cerca ahora sus reflejos azules y claros, pero ya me había mentalizado -¿Esto son para ti emociones fuertes?- Saco la mano con rapidez, sin que me tiemble el pulso, y las meneo un poco a la altura de nuestras bocas, sonrisa de mala, de la que se merecen él y sus aires -Porque entonces deberías salir bastante más de esta ciudad, rubito.
Me separo de él, que mierdosa es la vida desde que lo conozco, y señalo con la cabeza la salida, -Andando Winter, y acuérdate de cerrar el buzón de correos, que un jefe sin palabra no mola nada.- Sonrío ampliamente y le guiño, bastante satisfecha del resultado global teniendo en cuenta el coraje que me da que las cosas sean así, y me giro a salir de una puñetera vez. Sin agarrarlo y sin preocuparme de si viene o no.
Yo ya tengo vehículo.
Sentir su mano palpando el interior de mis pantalones, con sus ojos afilados intentando ponerme a prueba, entra en el rango de emociones excitantes, más que fuertes, un hecho que remata ella con aquella sonrisa chulesca e incitadora. Muy bien Ojos Verdes, muy bien, pensamiento que dura demasiado, el tiempo justo para que escape una vez más de mi alcance, burlándose.
Respondo a su guiño con impasibilidad, media sonrisa, y mirando aquel cuerpo que se aleja, con el convencimiento de que quiero tenerlo cerca, muy cerca. Me quedo parado y saco el móvil del bolsillo colocándolo en mi oreja.
Mensaje para Ojos Verdes: Espérame, he tenido que zurrarle a un par de capullos que te han mirado el culo mientras salías, sé que no puedes evitar ser tan sexy, pero asegúrate la próxima vez de que solo sea yo quien vaya detrás empiezo a avanzar para no perderla de vista ¿en serio ibas a pegarme antes un rodillazo en donde tú ya sabes? Mira que lo mismo las necesito para experimentar esas sensaciones fuertes que antes me proponías cierro el mensaje, pero espero a enviarlo a que ambos hayamos salido del local.
La sigo durante unos instantes más, y amplio mi sonrisa cuando ella se vuelve, pues la multitud ha disminuido, alzando la mano para que sea consciente de mi situación.
Ahí vamos, increíble pero cierto, por fin a la salida. La verdad es que estoy reventada, dos días durmiendo poco, cada uno por diferente motivo y una noche que se ha hecho jodidamente interminable. Este tío me agota, cada minuto es más complicado que el anterior, me sorprende que acabo saliendo airosa y, en verdad, habiéndomelo pasado hasta casi bien, de una forma así como retorcida. Pero sin el “como”.
La misma vibración que note hace poco, en el mismo sitio me provoca un retemblío intenso, que encima ahora estoy medio sensiblera, mientras me paro en seco lo cojo, preocupada, por si es Keith que le haya pasado algo, no son horas de cosas lights, así que me doy prisa en leerlo.
¿Ein?
Un par de vueltas a lo que dice, una cara de alucine, la primera seria, la segunda mucho más sonriente y divertida, incrédula todo el tiempo. Que cacho de capullo ocurrente. Me llevo la otra mano a la boca, aguantando sin mucho interés la carcajada que me ha provocado el subnormal este cuando leo la tercera y última vez.
Me froto la frente y me vuelvo a buscarlo, pretendía ser seria pero la verdad es que estoy bastante sonriente cuando lo encuentro. Lo que yo decía, agotador. Suspiro mirándolo resignada conmigo misma, lo que estoy sintiendo ahora mismo es fácilmente reconocible, un auténtico asco. Joder, coño, mierda, me tengo que asegurar de no caer otra vez en lo mismo. -¡Venga hombre, que es pa hoy!
Me giro y tiro hacia el destartalado buga a paso rápido, sólo diez minutos más, una ducha fría, y el merecido descanso que me he ganado soportando los mamoneos de éste llegará. Dulce alivio, mañana es sábado y no tengo que madrugar tanto. Algo es algo.
Introduzco la llave y me meto en la zona del conductor, acercando un poco el asiento al volante, que ganso que es, y encima está proporcionado. Me remuevo un poco para hacerme al sitio y concentrándome en dejarme de sandeces ¿Cuánto hace que no cojo uno de éstos? Le doy al contacto y espero a tener compañía para salir de una vez, bajo la ventanilla mientras. Ea, otra vez a verlo de cerca y a oscuritas.
¿Lo llevo hasta donde vivo o prefieres que te deje en tu queli y te lo devuelvo mañana? A mí me la suda, la verdad.
Alcé las cejas ligeramente, halagado por su sonrisa, divertido yo también, la verdad es que a pesar de todo no podía negar que me lo estaba pasando muy bien.
Aceleré el paso para colocarme a su altura, buscando no perder ese calor que el ambiente amenazaba con disipar, las manos en los bolsillos y silbando una antigua canción hasta llegar al coche, mirándola de reojo de vez en cuando.
Me quité la chaqueta antes de entrar al coche, dejándola en el asiento de atrás por encima del reposacabezas, para luego sentarme de medio lado para tener una mejor perspectiva de Zoe, quedo pensativo durante unos instantes, sopesando la respuesta. Arrugo un poco la frente, acariciando la barbilla, como si realmente fuera una decisión transcendental.
En realidad sólo intentaba contener todos mis instintos, que me decían que me abalanzara sobre ella, le arrancara la ropa y devorara a besos todo ese deseo que me inspiraba.
Déjame en casa mejor coloqué la mano en su asiento, en la parte superior, como apoyo para acomodarme mejor, un poquito más cerca, pero aún a una distancia prudencial para mantener el control, y le sonreí siempre encuentras una excusa para volver a verme al día siguiente ¿eh? había un tono distendido en mi voz, nada que ver con el que había empleado en ocasiones anteriores, mientras me colocaba el cinturón.
Enciendo la radio y comienzo a sacar el coche de donde lo dejó aparcado el tipo, sin muchas filigranas que no conozco este vehículo, miro por el rabillo del ojo al guaperas (y sus jodidamente sexys gestos) cuando está to concentrao en la pregunta que le he hecho, volviendo la cabeza a la respuestita de las narices, flipada, y mientras contesto, a la carretera -Pues sí que estás ciego, macho. Hace un momento has dicho que mañana nos vemos todos en un ático y no se que leches.
Niego con la cabeza y lo miro un momento más, soplando con fuerza el flequillo mientras aumento la velocidad, ya en la carretera. Mira tú por dónde, va mejor de lo que me esperaba, aunque debería mirarle la transmisión para que vaya como la seda ya.…. Imbécil, este cacharro no es tu problema.
Buscando en la calzada a ver si hay suerte y me encuentro a mi músico, reconozco otro careto familiar, me cruzo de carril con rapidez, pues está en la otra acera, y reduzco la velocidad hasta que paro. Sonrío. Segundo intento.
Señor Maximiliano…- ¿Así lo llamo el poli, no? Que difíciles y absurdas son las cursiladas de la ciudad. El respeto no tiene nada que ver con estas tonterías -Aquí nuestro jefe lleva una cogorza importante, ni conducir su trasto puede, lo estoy llevando a su queli, ¿Quieres que te acerque a ti a algún sitio? Venga, sube.- Con el puño cerrado y dedo gordo abierto señalo la puerta de atrás de la furgoneta destartalada en la que vamos. -Prometo que voy a conducir de puta madre.
Amplio la sonrisa, cordial, un pelín suplicante la mirada. Di que sí, joder, di que sí. Va a ser el viajecito de la paz. Y a mí me vas a hacer un pedazo de favor…
Max estaba deseando llegar a casa. Al poco de salir de ese antro, los dedos de sus pies volvieron a protestar: se trataba de la punta de acero de las botas. La piel sintética del calzado llevaba una temporada pidiendo la cuenta, gastada por el uso y deformada por el metal de la puntera. Allí donde empezaban los dedos, presionaba el corte del acero... y Aguirre cojea, pues es en el pié derecho donde se ceba la molestia.
Tiró el cigarro al suelo y emitió un quejido sordo al pisar la colilla. Entre cuarenta y setenta pavos le saldría la broma de comprar unas botas nuevas. Demasiado dinero. Había que ahorrar.
Cuatro mil a la cuenta. Cuatrocientos setenta y dos para luz, agua y el casero, con lo que me quedan...
...
¡Mierda, viejo!
Max se paró frente al cristal húmedo de un Ford Protos, miró hacia los lados y sacó la mano derecha del bolsillo de la gabardina para, con la yema del índice, hacer números sobre la luna del vehículo. Al poco - un minuto más o menos le llevó la operación-, ya tenía el resultado.
Quinientos ventiocho. Eso es. De ahí habrá que sacar para el cumpleaños de Miguel..., unos cincuenta vale la camiseta de los NC Slashers. El resto limpio. Éste será un buen mes, viejo.
Con la palma borró las cuentas del cristal, y se pasó la mano mojada por las sienes antes de volver a mirar hacia los lados y seguir caminando.
Quizá hasta puedas comprarte las pinches botas...
Probablemente por eso, por haberse gastado en su cabeza un dinero que no se ha ganado aún, por dedicarse -quién se lo iba a decir- a las matemáticas, la furgoneta que se para a su lado le pilla totalmente vendido. Cualquier universitario borracho le podría haber lanzado una bolsa con vómito desde la ventanilla. Hubiese sido lo de menos. Max había jodido a mucha gente en Night City (su cuenta personal en el HBS Holdings Bank Corp. daba fé de ello),...y la gente tenía amigos. Y los amigos, memoria.
Pero lo que asomó por la ventanilla de aquella furgoneta desvencijada no fueron los ojos negros de una escopeta, sino los ojos verdes de Zoe. Max, aún así, dió un paso atrás e hizo el ademán de llevarse la mano al interior de la gabardina. La costumbre. Sin apenas relajar la pose, escuchó lo que ofrecía la muchacha alternando la mirada entre el final de la vía y el ebrio Winter. Traga saliva, vuelve a mirarse la punta de su bota derecha y, desde ahí, contesta.
-De acuerdo.- le dice a una de las llantas tras una pausa..., y Machete sube no por su dolor de pies, ni porque su pequeño apartamento se encuentre a diez manzanas. Tampoco lo hace por evitar lo que parece dispuesto a descagar ese cielo negro, ni por ahorrarse pasar a estas horas por los suburbios emigrantes de West Balhamy.
-¿Tiene usted apellido?
Lo hace porque ella se lo pide.
Ya empezaba a conducir rápido, lo mismo pretendía impresionarme, aunque sospeché que más bien se trataba de algo que no podía evitar. No hice mucho caso de sus palabras, cuando tenía razón, era mejor no dársela, lo que me faltaba, por lo menos yo sabía que no estaba borracho. Es más, cuando se detuvo bruscamente en la acera y pronunció el nombre del mejicano, mi mente se despejó de manera inmediata.
Esa invitación sin consultarme, ¿acaso esta no me escuchaba nunca?, ¿no le había dejado claro que este tipo era muy peligroso?, gilipollas, que le den, debería dejarlos a los dos aquí mismo e irme en el coche, a la mierda. Pero seguro que eso no le causaba buena impresión como “jefe de grupo”.
Miré de reojo a Aguirre cuando abrió la portezuela del vehículo, cuando se subió en él, y cuando finalmente la cerró, el portazo hizo que me sobresaltara ligeramente. Martha Cummings, ese nombre viene a mi cabeza, aterrador y fascinante, no le tenía miedo a Machete, pero si mucho respeto, el miedo te mata, el respeto evita que lo hagan. Así me lo decía el capitán.
Llevemos primero al señor Aguirre a su casa, luego te llevaré a la tuya hablé serio, sin el rastro de guasa que había ido arrastrando desde que nos quedamos a solas aún tengo asuntos que resolver esta noche desvié la mirada hacia Zoe impasible, que hablará con él todo lo que quisiera, pero no iba a dejarla sola en el coche con el mejicano, debería, pero no iba a hacerlo.
Chasqueo los labios cuando cuándo el hombre decide entrar, sonriendo con guasa y mirando hacía el poli, ea, pa que vea que yo también tengo poder de convocatoria. Aunque aquí el amigo esté todavía mosqueado y pase olímpicamente de mirarme a la cara, pero claro, Una Colt es una Colt, joder.
Con un rápido volantazo volvemos a la tranquilidad y oscuridad de la carretera, un par de vistazos por el cristal y nada, ni rastro de mi músico, así que cojo velocidad. Qué contenta me tiene… Niego con la cabeza en silencio, empezando a concentrarme en mis cosas, cuando me llegan las palabras del mejicano, al cuál levanto la mirada, por el espejo retrovisor. Pensando un momento lo que pregunta, mientras el poli se une a la amigable charla.
Pues… la verdad es que no, señor Maximilano.- Coloco el brazo apoyado en la ventana que bajé, recostándome y abriendo las piernas un poco, más cómoda mientras vuelvo a mirar a la carretera -¿Sabes que pasa? Que en mi familia esas cosas… como que no sirven pa mucho...- Hago un ademán con la mano, quitando importancia al asunto, mientras que la dirección del coche no se desvía ni un minúsculo milímetro.
Algunos se los inventan y todo, je, pero yo paso.- Sonrío, motes sí, a punta pala, Zoe la chispas (por culpa del mamón de Keith), Zoe la del lanzacohetes… pero eso no le interesa a éstos. Y mira que esa historia es cojonudamente buena, me haría conseguir puntos con mis nuevos colegas. Los que he perdido por culpa de la pistolita de los huevos.
Me da igual quien vaya primero,- o no, pero no voy a hacer el tonto -vosotros indicadme, que todavía no me entero bien de esta ciudad.- Cállate, ya va bien. Me muerdo el labio inferior y me giro al poli después, no me puedo resistir--A mi casa no tendrías ni puta idea de cómo llevarme, ciego o no.- No va con chulería, sólo es una realidad aplastante.
Bueno, con una poquita a lo mejor sí.
Tirada: 1d10
Motivo: conducir sin matarlos
Dificultad: 2+
Resultado: 8 (Exito)
Desde atrás, Machete asintió y se inclinó ligeramente hacia delante.
- Siga recto la avenida y gire a la derecha a la altura del edificio Anchorage. Suba por la 49, corte por West Balhamy y déjeme antes del puente, en Battery Park.
El mejicano vivía a tomar por culo de allí: unos quince minutos en coche sin encontrar tráfico, tomando atajos por un criadero de bandas y sin hacer demasiado caso a los semáforos. En Balhamy Oeste, los Pelaos de Santiago, los Black Lambs o los cabronazos de Mentezele's Sons te metían dos tiros en las tripas por conseguir los cordones de tus botas. Había que echarle huevos en los pasos de peatones.
- No tiene pérdida.- aseguró, dispuesto a ir indicando por si acaso la dirección a tomar tal como se acercasen a los cruces. Volvió a echarse un poco hacia atrás y las sombras se lo medio tragaron. Desde los asientos delanteros se podía escuchar su lenta y espesa respiración nasal, boca cerrada,...y desde el espejo se podían ver los pequeños ojos de Max clavados en Zoe: vivos, palpitantes, inexpresivos.
¿Qué clase de nombre era ese?. ¿Acaso no tuvo padres?. ¿Qué pinche familia era aquella que le niega a sus hijos el tesoro de la memoria?.
Qué pena...
Creo que le toca a la master llevarnos hasta casa de machete, o decidir si pasa algo por el camino.
Asiento mientras miro al mejicano por el espejo retrovisor cuando da las instrucciones, -Vale, creo que lo he pillado. El Anchorage es el alto ese que tiene una pantalla quarter potentiality to grande en una de las fachadas, ¿verdad?- Sonrío ampliamente en la oscuridad reinante, me encanta ese plasma, está guapísimo, ascos no le haría si lo tuviese en mi salón. Céntrate, mongolita, que tienes que cumplir, hay que hacerlo de la hostia.
Para demostrar lo segura que estoy acelero otro poco, igual de relajada en la posición que antes. Mirada al poli que está para mojar pan, que parece que no se decide en para dónde va a tirar, con la pea que tiene debería irse a dormirla. Pero como no es asunto mío, pues a la mierda el comentario.
Oye, Winter, lo de mañana ¿A que hora va a ser más o menos? Que yo tengo que hacer unas cuantas cosas.- Intentar arreglar todo lo que te cargaste ayer en mi casa, básicamente -¿Dónde está el ático ese?
La Wishman ¿Va a venirse mañana?- sonrisa traviesa mientras vuelvo a levantar la mirada al mejicano sólo un segundo, que a gusto se tuvo que quedar con el guantazo. Él, claro.
Permanecí en silencio, algo tenso por la velocidad, por las circunstancias, aún así, me permití esbozar una ligera sonrisa al oír las explicaciones de Zoe sobre sus orígenes, debí haberlos imaginado, pero me confundió el hecho de que viviera en una casa en la ciudad. Estas palabras explican muchas cosas.
Mis pensamientos volaron entonces hacia otros problemas más acuciantes, pero enseguida los descarté, no quería recordarlos, ya los resolvería cuando llegara el momento, siempre llegaba el momento para enfrentarte a ellos. La psicóloga de la comisaría, Emy, siempre me decía que huía de ellos, no tenía ni puta idea. Pero no estaba nada mal. Ese recuerdo hizo que una sonrisa algo melancólica aflorara a mis labios.
La mención de mi nombre hizo que me girara para enfrentarme de nuevo a aquellos ojos verdes que tanto juego daban Te va a encantar, una auténtica preciosidad de lugar amplié mi sonrisa Esta en Quake Port, en la cincuenta y tres con la quince miré al mejicano, seguramente conocería aquel lugar, muy alejado de los grandes edificios del centro, el último lugar donde buscarían a un poli, por lo menos a uno honrado.
No sé si Wishman vendrá o no, pero seguro que también disfrutaría con el lugar callé por un momento al adelantar a una furgoneta que pasó demasiado cerca mañana a la hora de comer, yo invito
El buen manejo de Zoe condujo al trío a la casa de Max, no se habría perdido ni yendo en estado alcoholico, Max era un buen guía. Las luces de otros autos se cruzaban ante ellos y la despedida fue punto menos que de camaradas, Winter dio la dirección del lugar donde se encontrarían y la hora. El cielo estaba despejado aquella noche, una verdadera belleza en realidad para los tiempos que corrían, unos cuantos minutos más conduciendo y Winter estuvo sano y salvo en su casa, con la firme promesa de que Ojos verdes cuidaría bien de su auto. Winter aún tenía cosas que hacer y Zoe tenía una charla pendiente con Keith.