Partida Rol por web

La galería avanza zigzagueando durante un centenar de varas hasta desembocar en un enorme pozo.

Del fondo emana un hedor insoportable; tanto es así que te ves obligado a cubrirte la nariz para no vomitar. Alumbras su interior y quedas paralizado al ver miles de huesos y restos humanos amontonados por toda su extensión. Retrocedes asqueado. Ahora tienes el convencimiento de que esta cueva es el hogar de una bestia antropófaga.

Las peores pesadillas de Salomao... sus mayores temores, se hicieron realidad. Aquello era la morada de un demonio, ¿sería acaso aquello que lo perseguía? un sudor frío le recorrió la espina dorsal, tenía que salir de allí, no podía encontrarlo... tanto tiempo huyendo para ir a dar de bruces con uno de aquellos seres. No, no, no...

Salomao se llevó las manos a la cabeza, tratando de contenerse... no debía caer en la desesperación, su alma inmortal estaba en juego. Se obligó a respirar para combatir el miedo... tenía que superarlo...

Salomao decidió que ya había visto bastante, saldría de la cueva. En aquel antro habitaban demonios y el solo era un hombre, lo único que conseguiría permaneciendo allí seria morir convirtiéndose en alimento para aquellas bestias. .. no, había viajado y sufrido mucho para terminar de esa manera...

Salomao recorrió los últimos tramos de la cueva acelerando el paso, lo que había visto en aquel sitio alejado de la mano de Dios era espantoso, tenía que alejarse de allí todo lo posible. El comerciante se situó en la entrada dedicándose unos segundos a sí mismo para aspirar el aire y llenarse los pulmones. Una vez recompuesto, sopesó sus posibilidades... Ir al castillo para explicar lo que había descubierto era una posibilidad, pero quizás necesitaba recabar más información para presentar algo más sólido... así que se decantó por ver al sepulturero.

Gregorio vive en una cabaña al lado del cementerio, construido tras un amplio recodo a los pes de la sierra. Cuando llegas al lugar, ves que el Camposanto no se encuentra ni siquiera vallado. Un tipo alto, delgado, de piel morena y oscuros cabellos está cavando una fosa cerca de unas tumbas.

Salomao decidió dirigirse hacia el sepulturero, mientras caminaba miró distraidamente a su alrededor quizás encontrara algo... pero a simple vista parecía que aquel cementerio sólo era un camposanto normal y corriente sin nada fuera de lo común.

En vista de que no encuentras nada, decides dirigirte hacia el tipo alto y delgado que estaba cavando una fosa cerca de las tumbas.

Gregorio se sobresalta al verte llegar. Deja de cavar y se dirige a tu encuentro, sosteniendo su pico. ¿Quién demonios eres tú y qué haces aquí? Inquiere molesto.

Le dices que han acusado a un hombre de un delito que no ha cometido y que crees que puede ayudarte a demostrar su inocencia. Gregorio queda a la expectativa, observándote con sus profundos ojos negros.

Salomao no sabía por donde empezar, así que al final terminó por contarle la verdad. Cómo fue acogido por Tobias y como este fue juzgado y sentenciado por un crimen que no había cometido.

- Es por esto que he decidido ayudarlo demostrando su inocencia, pero para ello necesito reunir pruebas o algo que sea tan evidente que no puedan ignorarlo y tengan que liberarlo. Por eso he venido a este lugar- se sentía torpe e inutil pero y no estaba seguro del todo que pudiera encontrar algo en aquel sitio, pero debía intentarlo

Salomao se puso en alerta en cuanto el sepulturero lo increpó de aquella forma, que el supiera no lo había acusado de nada, simplemente se había acercado para ver si podía recabar un poco de información... aquello le hizo más que sospechar de él.

- Señor, ni le he acusado ni he intentado nada... sólo vine por si podía serme de ayuda para ayudar al bueno de Tobias, pero con lo que vuestra merced acaba de hacer ha quedado claro, al menos bajo mi humilde opinión, que está implicado en el asunto y por mi honor... que ayudaré a Tobias aunque tenga que enfrentarme con usted. Va a acompañarme al castillo y aclarar las cosas, la sangre de un inocente no puede ser derramada.

Atacas a Gregorio sin previo aviso, pero éste responde poniéndose en guardia rápidamente, demostrando que esperaba esa reacción.

Salomao era un tipo tranquilo y poco belicoso... estaba convencido que había un demonio con forma de mujer persiguiéndolo para que cayera en los pecados de su madre, era lógico que tratara por todos los medios de no llamar la atención y mucho menos de llegar a las manos, pero los campesinos que lo habían acogido se merecían que intentase hacer algo y si aquel enterrador tenía algo que ocultar, estaba dispuesto a averiguarlos.

 El portugués era mucho más menudo que aquel hombre, si no tenía cuidado y el enterrador le daba con la mano abierta lo podía partir por la mitad... pero Salomao era ágil y estaba acostumbrado a ir siempre muy deprisa, tendría que confiar en su velocidad y estar atento para saber cuando podría asestar el golpe... pero sobretodo había que cansarlo...

Se movería y trataría de asestar pequeños cortes con su cuchillo mientras esquivaba para tratar de doblegarlo.

Salomao no era tan corpulento como el enterrador pero poseía la ventaja de la rapidez lo que le permitía atacar en primer lugar cosa que debía aprovechar lo máximo posible si quería tener un mínimo de posibilidad de victoria, el portugués no era un guerrero y solo un golpe de suerte podría con de fer le la victoria frente a aquella masa de músculos. Así pues lanzó la estocada tan rápido y contundente como pudo.