Partida Rol por web

Miró hacia abajo y hacia atrás. Victor sopesó las opciones, pero se decantó por seguir adelante.

Tropezó, como era normal. Era cojo y quería bajar por una pendiente perpendicular. Absurdo.

Caes.

Estás en la entrada de la cueva, que forma una gran cámara irregular con extrañas formas. El suelo, salpicado por un ejército de estalagmitas desciende en una pronunciada pendiente conforme se adentra en la cueva. Más allá, al final de la pendiente, se abren dos estrechos pasillos, uno de los cuales continúa de frente y el otro en dirección nordeste.

El golpe había sido terrible. Victor sintió varias veces como si sus huesos se rompieran, pero por suerte no. Las heridas de la espalda, las nuevas y los golpes eran suficientes. Se incorporó apoyándose en su bastón como buenmente pudo. Y ahora cojeaba como si le faltara un trozo de pierna.

Genial, ahora parezco un paticorto de esos, joder gruñó mientras caminaba sin fijarse muy bien hacia dónde, pues un golpe en la cabeza le había desorientado.

Llegas a una inmensa cámara aún mucho más grande y sorprendente que la de la entrada, de forma semiesférica, con el techo plagado de estalactitas. Las rocas surgen por todo el suelo de la cámara prolongándose muchos metros por encima de tu cabeza y formando un pequeño laberinto.

Aquello era la prueba de que Dios existía, y esa debía ser su casa de verano. Si el demonio estaba también presente allí era por pura envida, por eso quería imitar las maravillas del Señor Todopoderoso. Caminó lentamente a través de aquella bóveda maravillado, como sintiendo la presencia de alguien divino desde las alturas.

Vagas durante un buen rato entre las enormes plataformas de piedra sin encontrar ninguna salida. Ni siquiera encuentras el camino de vuelta. Tu antorcha comienza a apagarse.

La oscuridad me empezaba a rodear, y allí no había forma de encontrar la salida. Para colmo de males, parecía que Victor se había perdido y no era capaz ni de rastrear sus propios pasos. Buscó en su mochila, y sacó una antorcha antes de que se apagara la primera. Traspasó el fuego, pero no parecía durar, esa madera no debía ser de muy buena calidad. Rezando a su Señor, sacó la última antorcha, consiguiendo encender un fuego más duradero.

Estás en la entrada de la cueva, que forma una gran cámara irregular con extrañas formas. El suelo, salpicado por un ejército de estalagmitas, desciende en una pronunciada pendiente conforme se adentra en la cueva. Más allá, al final de la pendiente, se abren dos estrechos pasillos, uno de los cuáles continúa de frente y el otro en dirección nordeste.

Esta vez, Victor decidió ir por el camino nordeste, ya había escarmentado con el que tenía enfrente, ahora tocaba usar otro. Caminó tranquilo y con seguridad, aunque el bastón en el que se apoyaba hacía más ruido de lo que a él le hubiese gustado.

El pasillo describe una amplia curva ascendente hacia la izquierda. Llega a un punto en el que te ves obligado a escalar para poder continuar. Llegas a un tramo que termina en un enorme escalón de unas cinco varas de altura. Si quieres avanzar temdrás que escalarlo, aunque no parece muy dificil ya que dispone de muchos salientes.

Victor llegó a la pared de escalada. Miró a su pierna cojeante, y miró a la pared. La cantidad de salientes suponía menos dificultad, pero... ¿sería capaz?

Se arrodilló justo antes de trepar.

Dis mio, Dios mio, que sea tu voluntad. Intento ser un buen hombre y ayudar al Señor de esta Tierra para que sepa qué ha sido de su hijo. Ayúdame para que pueda ayudarles.

Pero estaba claro que Dios no estaba mirándole en esos momentos, quizá sí el Diablo. Victor consiguió subir unos pocos palmos, cuando una de las piedras se deshizo. Quedó sujeto por sus manos y su pierna mala, mientras que la otra colgaba inutilmente.

E inútil es lo que se sentía. Sin poder reunir la fuerza necesaria, Victor se soltó, rogando a Dios de nuevo que le salvara. Pero, antes de que éste pudiera hacer algo, la nuca del hombre dio contra uno de los salientes. Y se desnucó.