Partida Rol por web

    Bajé el arco tras ver como el murciélago se alejaba, ahora solo quedaba el jinete, pero aún estaba a una distancia segura, en cualquier caso me preocupé más por aquella nueva magia de Aya que por el filo verdoso, así que empecé a evaluar rápidamente la situación. Sin duda, el capturar a un enemigo supondría una ventaja táctica pero esa no era mi prioridad, mi prioridad era la de regresar lo antes posible al campamento, poner a salvo a Pandora y Aya e informa a Adela de las novedad y no necesariamente en aquel orden.

    Con esto la conclusión parecía evidente, luchar contra el hobgoblin solo nos retrasaría y pondría en un mayor riesgo de ser encontrados por otros de los suyos, y eso suponiendo que el combate fuera favorable para nosotros. Crucé la cuerda del arco sobre mi pecho y tomé de nuevo las riendas de la montura para dirigirla hacia las mujeres tan rápido como me fue posible.

    -Olvidaos del trasgo, sin su montura no es una amenaza y pelear contra él solo nos retrasaría, retomemos la marcha antes de que otros de los suyos puedan aparecer.- Cuanta más tierra de por medio pudiera poner entre el ejército enemigo y nosotros, mejor, ahora nos habíamos enfrentado a un solo jinete de esas bestias aladas pero no sería extraño suponer que también hubieran enviado algunos de sus jinetes de lobo, riesgo con el que no estaba dispuesto a jugar. -Sí podéis seguir al galope, seguidme, necesitamos exprimir todo lo posible el tiempo que nos quede de sol.-

El trasgo da un paso atrás, veis en sus ojos como su voluntad se tambalea al igual que su templanza. La punta de la espada baja. Sólo el orgullo le impide girarse y salir corriendo y, en ese momento, simpatizáis levemente con él, con su dinastía, con su forma de luchar, con lo que implica la huida, la deshonra, la vergüenza... La cobardía no es más que la derrota del que no merece formar parte de la sociedad de los invasores y, por tanto, debe quitarse la vida él mismo.

Por eso está ahí, quieto. Cuando entiende que vosotros también os retiráis, su rostro muestra el alivio de quien... -caballos-. Casi no os da tiempo a giraros. Cinco corceles al galope pasan por vuestro lado veloces como el frío del invierno al anochecer. Cuatro de ellos os rodean como escudo protector mientras que otro continúa hacia el invasor.

Los cinco son nórdicos. Úlfur los reconoce: Horeg el Oso (el inmune a los susurros), las gemelas Dahlia (la cicatriz) y Elmi (parte babosas) Gavarasdóttir y dos soldados de estas últimas.

-¡Vamos!- grita Dahlia y señala una meseta cercana -Las manadas de lobos de hielo se están uniendo. Hay demasiados ejemplares y no tardarán en oler la sangre- Horeg el Oso regresa con su enorme hacha a dos manos ensangrentada. -¡Al campamento!- Gritan todos y se lanzan de regreso.

En vuestro galope, divisáis otro grupo a lo lejos encabezado por Adela y Brendr junto con los cuatro parientes de Diederik Vanerland, Vinla (voluntad de hierro) y el discípulo más aventajado en el uso del arco de Engil. Van a por el resto del grupo de Úlfur que se desvió en la arboleda para distraer al grueso de jinetes de murciélagos.

El camino de regreso se os hace eterno y corto al mismo tiempo. El frío parece más agudo y, a medida que os acercáis al campamento de la Leidang de la Tormenta la agitación de los norteños se hace más evidente. Con todo, os reciben con clamor alzando sus armas. Sin duda vuestra llegada es una gran noticia.

No os detenéis en las lindes del campamento y vais directamente al centro. Allí os recibe Gunborg (El viejo lobo). -Gracias a Hilkra- os saluda. -Pasad- os invita a entrar en la jaima principal en cuyo centro ruge un reconfortante fuego. En el interior, sentado en pieles (la que sería la cama de algún líder de la leidang de la tormenta) se encuentra un anciano de pelo canoso, rostro delgado y ojos vivaces. Le están curando las heridas de las muñecas que delatan los grilletes que en días cercanos apresaban sus manos y el trato de favor que está recibiendo delata que ha sido él quien ha revelado a Adela la situación de vuestro grupo.

-Venid al fuego y hablemos. Adela dice que tienes información importante.- Gunborg habla a Úlfur pero se queda mirando a Pandora y Aya.

Detrás de vosotros entra Arne (La Chamán), pero ya que su presencia está en tela de juicio, no se acerca al fuego y se mantiene en la puerta. En principio a Gunborg no parece importarle.

-Este emplasto de mis muñecas es una mezcla nueva- comento desinteresadamente -No como el mal que cae sobre estas dos recién llegadas y del cual puedo liberarlas, si así lo desean- cuando hablo una de las jóvenes abre mucho los ojos, va a sentir pero rápidamente se curva por el abdomen, como si sintiera un gran dolor. Vomita un icor negruzco que confirma mis sospechas. -Joven, no te está haciendo ningún bien. Si me lo permitís...- me levanto bajando mis mangas para cubrir las heridas y eludiendo el intenso picor -...esta chica necesita cuidados especiales con conocimientos que pocos tienen en kilómetros a la redonda. Necesita volver a ser ella misma. Arne, acompáñenos, quizá pueda aprender algo que tras mi marcha os resulte de utilidad.- Empiezo a andar, me doy cuenta de que la joven de la boca manchada de negro, se resiste. Le paso un brazo sobre los hombros susurrándole algo al oído que la tranquiliza y la acompaño al exterior. Arne me sigue.

Nadie reconoce a Pandora y el que haya mantenido sus cuernos ocultos en dos grandes moños a ambos lados de su cabeza ayuda a no atraer la atención (o algo peor). Sin embargo, Aya sí es reconocida por algunos presentes. -¿Esa chica?- se escuchó decir -Recuerdas a los bandidos en...-, -Sí, creo que es ella...-, -¿Ha estado aquí todo este tiempo?-, -Con nosotros no. Lo sabríamos. La tendrían los invasores-

Ahora, en la jaima quedáis ambos junto con Gunborg que aguarda lo que tengáis que contar.

    Nuestro repliegue desencadenó una reacción en el enemigo que no acabe de reconocer. En cualquier caso, lo mismo daba, a uña de caballo nos alejamos del lugar hasta ser repentinamente interceptados por un grupo armado de norteños, desconocía cómo habían dado con nosotros o por qué se encontraban allí pero no podía sentirme más agradecido por ello. Las palabras sobraron, en cuanto se situaron a nuestro lado haciéndonos de escolta por fin logré respirar con cierto alivio.

    Aunque en la lejanía me pareció ubicar un segundo grupo similar al nuestro que muy posiblemente iría al encuentro de Engel dirigido por ¿Adela? Respetaba la manera de ser del norte pero que la líder del grupo corriese un riesgo tan innecesario por recuperar a un grupo de reconocimiento estaba más cercano a una falta de buen juicio que a una gesta noble.

    Poco después llegamos al campamento donde nuestro pasos fueron dirigido a ver al viejo lobo, su oferta fue bien recibida por mi parte, el frío me había calado bien hondo por haber cedido mis ropajes de pieles a Pandora y Aya pero en cuanto vi hacia dónde centraba su atención Gunborg, me detuve en seco tensando los músculos e interponiéndome de manera refleja entre el guerrero y las mujeres. En cuanto me di cuenta de cómo podría ser leída tal acción me percaté de la estupidez que era, carecía totalmente del control de la situación pero aún así no me amilane, sabía como habían reaccionado los hombres de Lokbar con Aya y lo que se disponían a hacer a Pandora de haber dado con ella, si alguno de los presentes trataba de matar a la bruja primero tendría que probar suerte conmigo, esta vez no me echaría atrás.

    Afortunadamente el anciano, cuya presencia había ignorado hasta aquel momento, intervino para calmar las cosas al querer ayudar a Aya, intenciones que me parecieron honestas. Sonreí a la joven cuando la vi dubitativa para tratar de ayudar a calmarla, aunque fue el anciano quien mejor fortuna tuvo.

    Relajé mis hombros y avancé hasta el fuego, en cuanto respondiera a Gunborg la atención que se centraba ahora en Pandora pasaría a mi.-Así es.- Respondí con convicción. -Desde la cima del Nind tuve ocasión de ver cuales son los movimiento que están llevando a cabo nuestros enemigos y, aunque preferiría que Adela también escuchase esto ahora por lo que implica, debo advertiros que el tiempo nos escasea si pretendemos sacar ventaja a la situación dados nuestro números.- Me detuve un momento para que comprendiesen lo que implicaban mis palabras, no tenía problemas con el viejo, confiaba en la veteranía de un hombre que logra alcanzar la edad con la que empezar a llamarse anciano en unas tierras donde muchos mueren jóvenes pero el ya no dirigía aquella leidang.

     -La fuerza invasora se ha dividido en cuatro grupos, los más cercanos a nosotros son dos. El primero lo compone una fuerza de en torno a cien efectivos y se dirigen en dirección suroeste hacia el descenso de Jorunn. Aunque yo me preocuparía más del grupo del que estos se escindieron, más numeroso, superan ampliamente los trescientos y si mis cálculos no me fallan ahora deberían de encontrarse en el valle de Yaks Muertos o estar a punto de alcanzarlo por el acceso norte ya que viajan en dirección sur. Si queréis escuchar mi consejo, aconsejaría preparar de inmediato un grupo para emboscarlos en la arboleda de la ruta de los yaks, unos arqueros bien entrenados posicionados estratégicamente los podrían castigar duramente y, tal vez, incluso acabar con ellos.-

    Y aquí venía la parte que me preocupaba de verdad, tragué saliva y retomé mi informe. -El grueso del ejército avanza en dirección suroeste desde el mar de hielo hacia el Blanco Cegador, no contaría con menos de mil quinientos entre ellos y diría que fácilmente se pondría en mil setecientos o más contando con varias unidades de caballería. Si no cambian de dirección en pocos días habrán alcanzado el Asentamiento Helvang. Y ojalá pudiese decir que eso es todo, pero no, estoy convencido de que hay un cuarto grupo, no lo vi con claridad, ya que solo pude detectar su rastro, se encuentra al norte del grueso y a uno o dos días del campamento de bandidos destruido por los hombres de Lokbar, me gustaría puntualizar que muy posiblemente algunos de ellos tengan conocimiento de la grutas subterráneas, aunque, suponiendo que ese fuera su objetivo, desconozco lo que puedan pretender obtener allí.- Había procurado transmitir lo mejor posible los detalles que había percibido pero aún quedaba un asunto por resolver que intencionadamente había dejado para el final, si el resto de hombres habían atendido a lo dicho, ahora tenían algo que pensar por lo que traté de sacar ventaja aproximándome y bajando el tono de voz enérgico que había usado hasta entonces.

    -Queda un último asunto, las mujeres que llegaron conmigo eran prisioneras del enemigo que lograron huir del enemigo a las que conozco y a las que rescatamos para traerlas ante vosotros por la posible información que pudiesen tener con ellas. Así que antes de seguir quiero que me juréis que estarán y que pueden contar con vuestra protección mientras permanezcan en vuestro campamento y se mantengan fieles a vuestra causa.- Conociendo a Pandora lo poco que lo hacía estaba casi seguro de que nada de lo que pudiese hacer ý que no fuera directamente amordazarla lograría hacerla callar si ella quería hablar pero pese a ello la hice un sutil gesto para que se detuviera hasta que Gunborg respondiese a lo que acababa de decir.

Aprovechando el fuego Pandora estiró sus manos hacia él, quizás acercándolas demasiado quizás por su naturaleza resistente al mismo o que no sintiera demasiado el tacto, por ello tras un instante de calor y como si la causa fuera la segunda opción se alejó lo justo para que no llegara a parecer sospechoso en cuanto se percató de ello. Podrían haber llegado a ver la magia en ella si no fuera por qué se aseguró de dejar un mechón de pelo cubriendo el ojo que se mantenía azul ocultando así no solo sus cuernos si no también el origen de su pacto.

Cuando quisieron llevarse a Aya se preocupó ligeramente, y habría golpeado a quien se acercara a ella si no fuera que sabía que necesitaba realmente los cuidados especiales de los que el anciano hablaba, aquel hombre no era tonto y posiblemente viera a través de aquel mechón de pelo y sabría que ella era bruja (o quizás no), pero sabía que debía evitar mostrar sus cuernos a como diera lugar, estos eran el origen de todos sus problemas y conocer a Aya fueron lo único bueno que le trajeron.

Aprovechando la hospitalidad y viendo que Úlfur era quien daba la información, preguntó si era posible recibir un te caliente o algo de sopa y un pedazo de pan. No le pasó desapercibida la ausencia de algunos datos en la explicación de su escolta, ni tampoco el gesto disimulado que le hizo; y no le importaba dejar que él escogiera que ocultar, después de todo preferiría descansar un poco.

Señaló la cataplasma que le ponían al anciano y preguntó si era apta para el ligero rasguño de su lateral, si sanaba y se alimentaba, y sabía que Aya estaría bien, nada más podría preocuparle. Pero aún y así vio otro detalle, aquella mujer alejada del fuego - disponiendo de calor, me parecería un desperdicio que esa mujer no pueda sentirlo allí en la puerta ¿Os molestaría si se acerca y me habla de mi compañera? Me molesta un poco oír susurros de ella y no saber que dicen o a que se refieren - obtener información siempre era útil y si la mujer agradecía poder calentarse puede que obtuviera otro aliado, aunque la pregunta iba dirigida al anciano quien parecía ser el que decidía en este lugar.

Gunborg escuchó con seriedad todo cuanto Úlfur explicaba. Si la información le afectó no dio muestras de ello o, quizá, su semblante inexpresivo de ceño fruncido fuera el único indicio de la gravedad del desafío al que se enfrentaban.

Mientras el extranjero explicaba todo lo que había visto, Pandora estuvo allí, en silencio junto al fuego. En algún momento, Arne La Chamán había regresado, manteniéndose a la sombra de la entrada. Fue Pandora quien deparó en ello y la invitó a acercarse y fue Arne quién curó la herida de Pandura sumida en el silencio hasta que...

-¿Os molestaría si se acerca y me habla de mi compañera?-

Arné terminó el trabajo y asintió. -Sí, me molesta- respondió con tono seco, sostuvo desafiante la mirada de Pandora, tan cerca pudo ver su mechón de pelo y sus enormes moños y entrecerró los ojos -El anciano le ha sacado cualquier influencia de La Susurradora- mira ahora a Gunborg -Estas mujeres no...- guardó silencio al ver el semblante de Úlfur o quizá fuera porque escucharon caballos en el exterior.