Bry analizó el mapa desde donde su teléfono daba la señal mientras se comía un emparedado de pavo. Luego echó un ojo a las fotos que había del sitio y arrugó la naricilla.
—Pues sí, qué poco original —convino con Bediviere—. Me habría sorprendido más que estuviesen en una biblioteca.
Se estiró para servirse un trozo de tiramisú y siguió devorando, con la mirada fija en el puntito del mapa, hasta que se convenció de que no se iba a mover, al menos por el momento.
Para entonces la conversación estaba derivando hacia lo que harían esa noche y ella se encogió de hombros.
—A mí me faltan drogas para pasar la noche sin dormir, así que si todo sigue igual creo que me piraré a casa dentro de un rato. Si alguno os queréis quedar, hay sitio. —Lamió los restos de dulce de la cuchara y dejó el plato sobre la mesa—. Pero eso luego, de momento aguanto. ¡Ah!, por cierto, necesito un camello, ¿conocéis a alguno en la isla?
Mientras esperaba la respuesta se empezó a quitar las botas. Detrás iría la chaqueta, los pantalones y la blusa, porque no lo había dicho, pero tenía toda la intención de darse un baño nocturno para despejarse. No se le había ocurrido pillar una toalla, pero tenían mantas de sobra con las de la profe, así que eso no le preocupaba lo más mínimo.
Tan acostumbrada estaba a morderse con suavidad el interior de sus mejillas que ya no le dolía. Era un gesto que no sólo le ayudaba a concentrarse sino que le proporcionaba cierto placer. Finalmente el canadiense se había mostrado dubitativo. No podía culparle, sus dudas eran las propias. Ella necesitaba intentarlo tanto como el chico desprenderse de la sombra de sus pesadillas. Estaba a punto de agregar algo más cuando Bediviere intervino, y entonces recordó que todos sus compañeros se habían presentado en el campo de amapolas. Aprovechó la pregunta de la norteamericana para enmendar aquella omisión.
—Estábamos hablando un poco de nuestras vidas, ya que agotamos todo lo que sabíamos sobre la no-vida de la zombi-niña. A Branwen le ponen las matemáticas y va de camino a CEO en Sillicon Valley —informó como quien da el reporte del tiempo.
Por debajo de la sudadera de oso, Ingvild cruzó las piernas procurando concentrar algo más de calor. Aunque a ella también le interesaba dar con un camello de confianza, decidió proseguir con el asunto.
—Bueno, creo que no he dicho gran cosa de mi —murmuró bajando la mirada— No tengo una historia trágica que contaros. Durante muchos años fui ese tipo de persona que se levanta cada mañana con una nueva idea acerca de lo que hacer en la vida. Hasta que un día la pintura lo cambió todo.
Colocó detrás de la oreja un mechón castaño oscuro que comenzaba a ondularse.
—Me apunté a la universidad de Astérope por dos razones. La más pragmática, porque perdí mi empleo —admitió con una mueca— Bueno, me corrieron —inspiró hondo unos instantes antes de continuar— Es una larga historia. Todo comenzó como un juego, en realidad.
Se acercó al ordenador de Bryony, tras pedirle permiso, y comenzó a buscar algo en el navegador: "Uncomfortable Art Tour". En la pantalla aparecieron imágenes de pinturas con graffitis en rojo representando consignas provocadoras, que entre otras incluían a una de las reinas de Inglaterra con un texto en letras rojas que rezaba "Slaver"1.
—Guía de museo —explicó encogiéndose de hombros— No hay muchas cosas que una chica pueda hacer con un título en historia del arte, una especialización en el Siglo de Oro Neerlandés y una afición poco reconocida por la pintura. Al menos no en Oslo, ni en Londres. No sin un mecenas. Pronto mis tours cobraron cierta popularidad, principalmente los de la Galería Nacional de Londres, pero solía tener problemas a diario con aquellos clientes de un paladar más... conservador. En realidad éstos eran los más divertidos. En general ni sabían a qué se habían apuntado. Pero como generaban problemas, tuve que convencer a los guardias de la galería que mantuvieran un ojo sobre mis grupos. Al final aceptaron a cambio de que hiciera un dibujo de cada uno de ellos —dijo con una risita divertida, mostrándoles el resultado de aquella extorsión en el ordenador2.
—Todo iba bien, por fin ganaba algo de dinero, hasta que sucedió. El incidente de la vieja —entrecerró los ojos un tanto, aunque tampoco ahondó más en aquel misterio que tuvo como consecuencia que la sala del impresionismo francés fuera cerrada por toda una tarde.
—Ahora paso mis días pintando. También estoy investigando —«redescubriendo» le sonaba muy pretencioso— las técnicas olvidadas de los grandes maestros. Ya sabéis, desde artistas oscuros como Giorgione hasta Da Vinci, pasando por Rembrandt, Vermeer, Velázquez, Van Gogh, Munch... Y bueno... creo que he descubierto algo. Una tecnología que explica el salto en el realismo a partir del Renacimiento. Una tecnología que es la precursora de la fotografía actual y de este mundo de imágenes en el que estamos inmersos.
No profundizó más en esa otra razón que explicaba su presencia en la isla. Ya llegaría el momento. Si Adam se animaba. Volvió a mirar al muchacho con un semblante serio, retomando su propuesta.
—Y no me refería sólo a ayuda moral. Hay algo concreto que podríamos intentar. Tal vez sólo te proporcione un alivio temporal, como un sueño plácido por un día. O algo más permanente. O tal vez no pase nada en absoluto —admitió con un media sonrisa— No lo sabremos hasta no intentarlo, ¿no?
Suspiró mientras se fortaba los ojos. Ya había hablado demasiado de sí misma por el resto del mes, pero le había parecido necesario si con ello conseguía ganarse la confianza del muchacho y sentirse realmente parte del grupo de afinidad.
—Si alguien quiere marcharse a casa puedo acercarlo sin problemas —comentó a la pregunta de Bediviere—. Por mi parte no creo que pueda pegar ojo. Además me gustaría mantenerme cerca de esto —señaló el portátil mirando Bryony—. Igual es una chorrada porque no podemos hacer nada, pero necesito saber si se mueve y hacia dónde y ahora no tenemos forma de avisarnos. Si no te importa me quedaré cerca —resumió su intención. A la pregunta sobre el camello prefirió no responder. No quería contribuir aquella noche con nada que pudiera reforzar su imagen como alguien cercano, o siquiera conocedor, de algo ilegal.
Tomó uno de los sándwiches de la bolsa y lo degustó mientras escuchaba la historia de Ingvild, asomándose a lo que les mostraba en pantalla. Así que historiadora del arte… Eso trajo de nuevo a Katerina a sus pensamientos. ¿Cuál sería ese descubrimiento que decía haber hecho? Seguro que a Katya le habría encantado poder hablar con ella.
—Deberías prepararte algún tour de esos aquí en Astérope. Creo que tendrías material sobre todo en los tiempos de la guerra1 —comentó a la noruega. Nikita se moría de curiosidad por saber cuál habría sido el "incidente de la vieja", pero teniendo en cuenta que la chica había callado por el momento, prefirió dejar la pregunta para otra ocasión. En cuanto a su propuesta para Adam, le resultaba imposible imaginar si tenía o no que ver con el resto de lo que comentaba. Sin embargo Ingvild seguía sin aclarar más, tal vez porque ella misma estaba evaluando qué hacer y cómo o si aquello tendría sentido o no. O tal vez, más bien, porque le encantara hacerse la misteriosa.
Viendo que Bryony empezaba a quitarse la ropa, el chico miró un instante hacia la negrura del mar. Esperaba que su compañera supiera medir mejor la distancia en el agua que en los precipicios, pero al menos ahora era glucosa lo que circulaba por sus venas y no THC. No había ni luna, así que iba a ser difícil poder verla… En fin. Suspiró resignado.
Antes de que se marchara por la arena le advirtió como muy serio.
—Ten cuidado que aquí en Astérope por la noche tenemos zombies en las montañas y en las playas hombres-lamprea con debilidad por las rubias —después del comentario sobre "Abierto hasta el amanecer" de Adam le apetecía contribuir a la imagen pulp que parecía estar dibujándose aquel día sobre la cuna de los atlantes.
1. Durante la Segunda Guerra Mundial Astérope estaba anexionada a Italia, así que la isla era parte del Eje.
Edito: una repetición.
Adam se sintió ciertamente acosado por la insistencia de Ingvild. No quería hablar de aquello... no quería tener que sincerarse y, por supuesto, no quería hacerlo allí en aquellas circunstancias. Pero la chica noruega había hablado de una tecnología y de algo "concreto" para hacer. Y, si algo sí quería Adam, con un sí grande como la gran Canadá, era librarse de aquel mal intrínseco a su persona. Sus pesadillas... En varios intentos el chico había esquivado la oferta con cierto aire taciturno. Honestamente creía que hablaba de ese apoyo moral del que la cautiva profesora Arraúte había mencionado antes. Pero no. Ella tenía un plan en mente.
¿Qué hacer...?
Las miradas de todos se clavaban en la suya que seguía esquiva intentando aferrarse a la idea de que la conversación no iba con él. Pero no era así. Nikita también lo había percibido y parecía que apoyaba el intento de experimento de Ingvild. Tenía que dar una respuesta ya... Sí o no. Sí o no. Si o...
- ¡Santo cielo... esa es Bry en sujetador y bragas!
Los ojos del canadiense se fueron tras el cuerpo de la chica sin conseguir disimular en absoluto lo maravillosa que le parecía aquella visión de su piel pálida contra el terciopelo de la bóveda celeste. Un hilo de voz estuvo a punto de brotar de su garganta para musitar un "por dios, no vayas sola". Intentando con ello que ella le dijese... "oh sí, vente conmigo". Pero no. Rápido con el rayo llegó la voz de Nikita advirtiendo la presencia de hombres lamprea rubios y medio asteropeses medio eslavos que seguro estarían encantados de devorar a una tierna estudiante extranjera. Punto para Nikita... como si no llevase ya el contador lo suficientemente alto, el muy cabrón.
Adam resopló con fuerza y, acto seguido, se frotó la cara como si quisiera quitarse de encima lo que se le pasaba por la mente. Estaba claro que hacer el amor locamente en la orilla de una playa atlante en una noche de luna nueva como aquella y con una bellísima chica británica no iba a funcionar ni siquiera en su imaginación.
- Está bien... - concedió sin más argumentos ni argucias para seguir negándose. - Probemos. Si lo peor que puede pasar es que no pase nada, adelante. - Adam clavó sus ojos oscuros en los de Ingvild. - Pero, por favor... no me dejéis solo. - concluyó avergonzado mientras se sentaba en al banco con la sensación de ser un conejillo de indias en manos de unos niños con ganas de divertirse.
—Claro —respondió a Nikita, dejando caer la segunda bota en la arena y metiendo los calcetines dentro—. Te puedes quedar en casa vigilando el portátil o te lo llevas y me lo devuelves mañana. Como prefieras.
Escuchó la historia de Ingvild mientras se iba quitando la ropa, con absoluta naturalidad y una ausencia total de pudor. Le resultaron interesantes varias cosas de las que contaba, en especial lo referente a ese tour que casi sonaba a performance. Si hubiera oído hablar de eso cuando vivía en Londres habría ido con sus colegas a verlo seguro. Dedicó una mirada valorativa a la noruega y pensó que de haberse conocido antes podrían haber hecho el viaje juntas. De repente tenía muchas cosas que preguntarle al respecto de su vida, pero una bocanada de brisa acarició sus hombros y le recordó que el mar estaba esperándola más allá, así que aplazó ese tema para otro momento, quizá más tarde o al día siguiente.
Ya en ropa interior agarró una de las mantas de la profe y miró a Nikita ante su advertencia, con media sonrisa divertida en la boca.
—Creo que ya me metí anoche y no me atacó ningún monstruo marino. Pero puedes venir a protegerme si quieres.
Le sacó la lengua con descaro y se puso en marcha hacia la orilla sin enterarse del lío entre Adam e Ingvild. Dejó la manta algunos metros antes de llegar al agua y allí se quitó también las bragas y el croptop. Ya desnuda del todo se metió en el agua a la carrera, sin titubeo alguno. Soltó un gritito y una carcajada cuando el agua la cubrió y a partir de ahí se la oyó chapotear.
Sí que va lanzada - se oyó pensar respecto a Bryony. Lo cierto es que verla desprenderse de ropa se convirtió en un espectáculo digno de contemplar. Incluso la hizo dejar de fumar intrigada. Intrigada por la figura de la chica y los detalles que normalmente se hallaban ocultos. Puesta a disfrutar de su muestra de impudor y estampas visuales que guardar en una buena posición de la memoria.
Vendrían acompañadas, por rúbricas igualmente indelebles, de los vistazos inexcusables que la historia de Ingvild merecía y, en el transcurso de reparto de atención entre una y otra y, la morbosa comprobación del estado de fijación de los demás, una lenta e incansable afloración de colorido sofocante se le subió a las mejillas. No venía por el camino de la vergüenza si no de la excitación.
Afortunadamente o no, la oscuridad y el apuntado de los focos de atención en direcciones opuestas a la suya, fueron sus aliados aunque no supo como iría a acabar si la cosa iba escalando - Como a Adam o Ingvild les dé por seguir la corriente...
Puso los huevos de su compostura en la contemplación de los dibujos de la Noruega con mucha disposición, esperando que no se hicieran tortilla, y descubrió que le gustaban por que eran muy sinceros y a la vez imperfeccionistas. Creyó, entender a lo que se había referido con los saltos realistas y la idea que corría por la cabeza de la Morena, y se lo mostró con una amplia sonrisa de reconocimiento. Así que el cenit de sus orejas encendidas coincidió con esos cinco segundos de más que sus ojos cayeron sobre la Nórdica y le reafirmó lo que los adoraba.
De fondo escuchó la voz de Nikita dirigirse a una ya evanescente y semidesnuda Bry que le replicaba y el filtrado del anterior resoplido de Adam que por un instante le pareció estar en una elevación de pensamientos sexuales tres pisos por encima de los propios - Oh. Vaya. Le gustan las rubitas - se expuso sin mucha prueba como una asunción dentro de su cabeza - a quien no ¿verdad? Aunque a ti parece que te tiran más los y las morenas. Y las casi pelirrojas, se añadió pensando como un flash.
Y sin embargo para su sorpresa, el chico, calo espuelas en la dirección contraria. Cogió el guante de Ingvild y pidió, ¿suplicante?, compañía.
- Por descontado Adam - se lo aseguró con el empaque de la verdad de corazón. Después se dirigió afablemente interrogativa a Ingvild, sorteando limpiamente imágenes que ya se desviaban hacia la lejanía, para preguntarle que tenía en mente y como podían (unió en la mirada a Nikita y Bediviere), ayudar.
Bediviere se encogió de hombros, ante la respuesta de Nikita. No consideraba que mirar durante toda la noche un portátil fuese a ayudar en algo. Poco podían hacer ellos si los moteros iban aquí o allá, pero no sería ella la que le dijese a Nikita lo que tenía que hacer.
Escuchó, no sin interés, la historia de Ingvild, mientras se apartaba un tanto, una vez satisfecha su necesidad de café y su hambre, y se encendía un cigarro, consumiéndolo con languidez. No sabía por qué, aquello no terminaba de cuadrarle con la imagen que se había hecho previamente sobre la nórdica, en su cabeza. Su comportamiento casi aniñado en ocasiones la había hecho pensar que era mucho más joven de lo que aparentaba ser. Exhaló, despacio, mientras contemplaba la piel pálida de Bryony, que se deshacía de su ropa, para aventurarse al agua. La intervención de Ingvild acababa con una propuesta que no terminaba de comprender. Una en la que de pronto parecía estar inmersa.
No le parecía que ella fuese la persona más indicada. No con Adam. No habían terminado de congeniar, o eso sentía. Y como no deseaba cohibirlo, miró hacia el horizonte, y se dirigió hacia donde intuía, estaba la figura de Bryony, chapoteando en el agua- Ya voy yo a vigilar a los hombres lamprea, para que no se lleven a la rubia.-dijo, antes de desabrocharse el pantalón, y deshacerse de la camiseta y la manta que llevaba sobre la espalda- Cuidad de mis cosas, por favor.-pidió, antes de acercarse a la orilla, zambulléndose de cabeza, en el agua, aún con la ropa interior puesta, en cuanto vio una ola en la que poder hacerlo. Emergió, con el rostro contraído de frío, soltando una exhalación al sentir el frío cortante del aire sobre la piel mojada, antes de colocarse boca arriba y dejarse flotar, mirando hacia el cielo, antes de cerrar los ojos y suspirar.
La respuesta de Bryony hizo pensar a Nikita que lo había calado. Por mucho que disfrazara de broma sus comentarios —tanto en el campo de amapolas como ahora— le ponía nervioso saber que se adentraría en el mar de noche y ya habían tenido sobresaltos suficientes para bastante tiempo. El chico sonrió sin embargo al ver su gesto descarado y sobre todo pensando que había dicho que "creía" haberse bañado la noche anterior. Si había sobrevivido estando tal colocada para ni recordarlo habría que darle un voto de confianza… O bueno, tal vez todo lo contrario, claro.
Lo que Bryony no sabía es lo opresivo que podía resultar un baño nocturno para Nikita. Sin sus audífonos, sumido en la negrura del mar bajo la negrura del cielo y en el silencio más absoluto, podía llegar a tener una sensación casi asfixiante. Pero todavía era peor, por su puesto, si llegaba a escuchar algo.
El gesto resignado de Adam le estaba dando mucha pena. Desvió la mirada hacia Ingvild preguntándose qué se proponía hacer y si sería consciente de que aquello no era ningún juego. Pero antes de que le preguntara, Bediviere se deshizo de su ropa y siguió el camino hacia la playa desapareciendo también en la oscuridad.
Sería por todo lo ocurrido. Por haber escuchado su voz en el campo de amapolas. Por lo que la chica había contado acerca de su vida, los nervios por el secuestro de Joana o el encuentro posterior con algo de ultratumba, pero de una forma irracional temió no volver a verla nunca más.
El cansancio le estaba pasando factura a su imaginación. Frotó con fuerza sus ojos y después la cabeza antes de servir en su vaso un poco más de café.
Aprovechando la veda abierta hasta que publique el dire. :-)
Edito: solo una repetición. No releer.
No pudo evitar el fichar de soslayo el cuerpo cada vez más desnudo de Bryony, antes de resolver contar un poco de sí misma. Tragó saliva. La luz de la luna se reflejaba sobre las carnes blancas y firmes de la británica, otorgándole un aspecto entre fantasmal y angelical. O acaso fuera el efecto de su cabello decolorado. El juego de sombras que se adivinaba sobre los pequeños huequitos a medida que sus ojos iban descendiendo por la espalda se le antojó irresistible.
Aún así, no entendía como nadie podía estar dispuesto a tirarse al agua con aquel tiempo. Nunca lo había entendido, ni siquiera cuando durante los paseos matutinos del instituto varios de sus compañeros se lanzaban valientemente en las frías aguas del fiordo de Oslo. Para Ingvild, que apenas si sabía chapotear, meterse al agua sólo tenía justificación si pasabas al menos un cuarto de hora dentro, y al salir no tiritabas como perro viejo.
Estaba por preguntarle a Nikita sobre las obras de arte en Astérope cuando Adam finalmente se pronunció. La mirada que le dedicó Ingvild, si bien no exenta de compasión, era firme, decidida.
—No te preocupes —tras unos instantes de duda, desistió en su impulso de poner una de sus manos sobre la del chico. No quería abrumarlo más de la cuenta— No tendrás que hacer nada. Salvo dormir —sin duda aquello no califciaría como nada para el chico— Entonces, te pintaré. Serás mi modelo por un día, tal vez varios, si nos va bien durante la prueba inicial —una tímida sonrisa asomó en los labios de la noruega.
—Cuando te diga, pasa la noche en vela —con toda seguridad un requerimiento fácil de cumplir para el chico, a juzgar por su aspecto— Pero nada de bebidas energizantes, café, o lo que sea. Te aguantas sin ayudas —le advirtió con serenidad— Y, por supuesto, estáis todos invitados.
Luego sonrió divertida al notar la turbación de Adam ante el desnudo de Bry. Bediviere se sumaba a la fiesta y la cosa prometía. Para no continuar hostigando al muchacho, le propuso con tono atrevido.
—Ve por ellas, tigre. No es algo que suceda todos los días —dijo alzando una ceja.
Luego se volteó hacia Branwen, de quien había intuío una comprensión especial.
—Claro, os lo puedo explicar, aunque realmente es más fácil de demostrar, por eso no ahondaba en el asunto. ¿Alguna vez habéis tomado una cuchara y comprobado vuestro reflejo sobre la parte convexa? Sale como invertido y patas para arriba, ¿no? Esto es algo parecido. ¿Sabéis lo que es una cámara oscura? —preguntó mientras llegaban las risas y el ruido del chapoteo de las chicas.
Escribo rápido para cerrar el asunto.