Partida Rol por web

Astérope

La Ciudad de los Muertos

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15/11/2021, 10:40
Adam Dyer

La entrevista con los Amos de los Muertos había llenado de paz a Adam. Si bien en un principio le produjo una enorme congoja saber que su destino corría parejo al de la misma Parca como emisario de esta, ahora estaba cada vez más convencido de que aquella Corte a la que acababa de ser invitado, resultaba rutilante y esplendorosa y que aquellos Titanes, como seres inmortales tan antiguos como el tiempo, bien podrían servir de los mejores guías para encontrar su camino. Pastor. Las referencias literarias de la palabra eran incontables. Y, de cara a pastorear, serlo con las almas de los finados le resultaba cada vez una tarea más importante y piadosa que aterradora. Las palabras de aquellas figuras de piedra le habían calado hondo y, a pesar de que estaba más o menos conectado con cuánto a su alrededor acaecía, hasta que Branwen no cambió su mano por su cintura, apenas pudo despegarse de su divagar interno. 

De algún modo, aquella entrevista le había cambiado. No sería que sería de él cuándo abandonasen el Reino de la Muerte. Deambulaba en su pensamiento sobre si se habría producido un salto temporal en el mundo "real" mientras ellos estaban fuera tal y como la estatua había sugerido. Y con esto no aparejaba esperanzas de ver coches volando o gente con monos plateados por la calle. Pero sí el fin de la guerra. O al menos una situación no tan límite como la que se sufría en el bunker, dónde tenían la sensación de vivir a un milímetro de la hecatombe mayor. Por otro lado, el futuro que habían visitado Bry e Ingvild tampoco sonaba muy esperanzador. Y aún así... 

De cualquier modo, habría que rehacerse. Reconstruirse en todos los aspectos y de un modo integral. Ahora eran padres. Habrían de buscar un trabajo, una casa, un modo de vida... la mera supervivencia estaba bien cuando aquello era lo más apremiante, pero habría que empezar a pensar a largo plazo. Apretó el abrazo con Branwen atrayéndola aún más a su propia carne, casi con furia, deseando poder comenzar esa nueva andadura con ella. Se imaginaba a ellos dos en una casa como esa que había sido su hogar en Sassaneva por unas pocas horas. Cómoda y acogedora. Se imaginó a Serafín en ella, por algún motivo no se sentía amedrentado en lo tocante a la responsabilidad que se desprendía de ese pensamiento. El calor de su Amor le hacía avanzar en aquel ensalmo como si la presa que contenía al lago de su imaginación hubiese sido demolida. Y, sin mucho tardar, empezar a investigar cómo reconstruir el puente entre los dos mundos, el de los vivos y el de los muertos, tal y como los titanes le habían encargado. No daría la espalda a aquella tarea. Tanto si los demás arrimaban el hombro como si había de hacerlo solo. Encontraría el camino. 

Precisamente el camino de regreso a la casa de Sirizne pasó como un suspiro para Adam y allí, una vez se hubo desprendido de velos y caretas, lucía una sonrisa serena que refrendó besando en silencio los labios de la niña de sus ojos nada más estos estuvieron de nuevo accesibles.

Pero pronto todo cambió. Sirizne anunció la partida de Bediviere y Adam, velozmente, dirigió una mirada de profundo pesar a su hermano de sangre, Nikita. A él le quitaban todo lo que a Adam le daba fuerza. Los mensajes de cariño y apoyo a Bediviere no tardaron en llegar, pero Adam no quitaba ojo a Nikita. Quería abrazarle a él pues era por él por quién sentía verdadera desdicha. Ella volvería (y tanto que sí) hecha una super-rusalka. Como una Raven de las profundidades marinas. Pero sin capa. Sabia y antigua en el sentido más hermoso de la palabra. Pero él.... caray, ahora era el turno de Adam de devolverle a Nikita tanto como de este había recibido.

Por algún motivo, Adam se quedó el penúltimo, justo antes de su hermano, en la lista de despedida de la americana. Justo después de una Bryony que pergeñó una despedida torpe y en exceso fría y brusca para las circunstancias. Por lo menos a ojos del canadiense que, con un torpe sentido del humor, trató de evitar que aquella situación dejase flotando en el aire un pesar acrecentado al del mero adiós.

Vale... me toca, femme fatale. —dijo a Bediviere en tono jocoso a la vez que se hundía en sus brazos. —No te preocupes... voy a cuidar bien de este novio tuyo que tienes. Y aunque de ti no podamos cuidar, prométeme que lo harás con tocdas tus fuerzas. Te vamos a echar de menos. Mucho. Lo sabes. 

La broma de Adam fue deshaciéndose en el agua de Bedi como una pastilla efervescente. El chico comenzó a temblar y, al poco, a llorar. No sabía por qué, pero así era. Sí podía imaginar que era por la novedad. Nunca se había despedido de nadie porque nunca le había importado alguien lo suficiente como para sentir un verdadero quebranto por decir adiós. El día que subió a aquel avión para abandonar Richmond camino de Europa, no derramó ni una lágrima por dejar a sus padres atrás. Pero aquel ya no era Adam. Adam era ahora otra persona.

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15/11/2021, 11:22
Nikita Pontecorvo

Empezaba a sentirlo mientras la oía despedirse. Esa sensación de hormigueo, como si un frío que no es frío lo recorriera por entero mientras su ánimo se ensombrecía de tal modo que le embargaba una especie de sensación narcotizante. Lo había sentido otras veces, con Katerina, o cuando Bryan apareció en el piso de Bediviere la noche en que comenzó la guerra: la sensación de que empiezas a desvanecerte del mundo y que solo vas a ser capaz de vagar por él, como si fueras un fantasma. Aquel estado de ánimo debía transparentarse en su rostro cuando se dio cuenta que Adam lo observaba. Cruzó un instante su mirada antes de desviarla al suelo.

Eran varios los miedos que no podía evitar en aquel momento. El tiempo, por ejemplo, ya no era lo que solía ser, y temía que una vez se separaran transcurriera distinto para ambos. O que la chica alcanzara un estado del ser que no era ni capaz de concebir, como la fuerza de la naturaleza que era, y hasta olvidara que un día había sido algo parecido a humana. Pero ya no era solo que el miedo a que la historia se repitiera podía destruirlos. Ahora Bediviere debía aprender quién era y de qué era capaz, y aquel era el momento preciso.

Una vez los demás se despidieron, la chica se abrazó a su cuello. Nikita se aferró a ella con idéntica fuerza.

Sé que volverás. Y si no lo haces iré a buscarte. Aunque tenga que atravesar el centro de la Tierra —le recordó con el corazón rebosante. Después se separó para mirarla a los ojos absorto y con tal avidez que parecía querer grabar a fuego su imagen en la retina.

Mo limn twa —susurró las palabras que ella le dijera y le dedicó una sonrisa trémula. Solo esa sensación que parecía alejarlo de sí mismo evitó que se echara a llorar al recordar aquel momento, uno de tantos para atesorar. Después la besó y bebió de ella como si fuera un néctar que pudiera sostenerlo para siempre.

Notas de juego

Edito una errata.

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15/11/2021, 12:30
Bediviere Lafayette

No secó las lágrimas de ninguno. Bien lo sabía ella, las lágrimas eran necesarias. 

Asintió, a las disculpas de Ingvild, estrechando su abrazo, y estrechando igualmente el de Branwen, cuando la llamaba hermana y lloraba quejándose de que aquello era un asco. Lo era. Era un asco necesario, pero lo era.

Incluso Adam se quebraba al decirle adiós. Lo sostuvo, como lo había sostenido en aquella casa de los horrores cuando la respiración se le desbocaba en medio de un ataque de pánico y lo había ayudado a respirar. 

No esperaba un sentido adiós por parte de Bryony. Y si bien su sonrisa no le pasó desapercibida, no quiso darle vueltas. No era el momento de preguntarse nada. Entendía que ambas eran polos opuestos. Que sería difícil que estrechasen un puente sólido. Pero al menos se iba sabiendo que había una cuerda.

Nikita la estrechaba en su abrazo, aferrándose a ella. Le dedicaba la manera que a ella se le antojaba más hermosa de decir que la quería-  Ya lyublyu tebya...- susurró, respondiendo a su declaración, sin poder evitar que las lágrimas, la tristeza, el miedo y el amor que sentía por él fluyesen como el agua a través de aquel beso. 

Sabía que lo que decía era verdad. Que podría atravesar la Tierra por dentro con tal de encontrarla al otro lado del mundo. Podía hacerlo. Y saber que podía le daba la esperanza de que aunque todo se torciese volverían a encontrarse. Tenían que encontrarse. 

Su cara era un río, cuando finalmente volvían a mirarse a los ojos. Apretó sus manos, con toda la poca fuerza que poseía. Metió la mano en el bolsillo, y depositó sobre su palma las llaves del Brera, cerrando el puño de piedra que era su mano, con delicadeza- Espero que no se le haya sentado un dragón encima. Cuídalo por mí.-dijo, entre sollozos- Voy a volver...-dijo, mirándolo primero a él, perdiéndose en sus ojos, para luego mirar hacia los demás- Voy a volver. Así que esperadme. 

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16/11/2021, 09:30
Director

Serafín agradeció la disposición de Ingvild, Nikita y del resto de sus amigos y, contenida, tomó asiento en el enorme vehículo posando la mano sobre el cuero de su asiento como si se hubiera sentado en el trono del rey de una civilización antigua.

Sirizne, tras desearles buen viaje, entró a Bediviere, llevándola del brazo. Farhiya también se despidió de ellos allí mismo y Carme, que sería su chófer, arrancó el coche. Frida miraba por la ventana, pensativa y, de alguna manera, triste.

Entre las sombras que seguían levantando las edificaciones de barro de la Ciudad de los Muertos, Adam no vio a su madre. El coche cruzó las puertas de la muralla con el amanecer y tomó la carretera de las marismas.

La luz entraba dentro del coche sin filtrar, creando una atmósfera luminosa y exaltadamente realista, como si acabaran de salir del interior de un cuadro. El paisaje se teñía con los rayos rojos, amarillos y naranjas del sol de esas horas, que doraba los juncos y hacía brillar las panzas de las garzas que cruzaban el mediterráneo volando hacia la cercana África.

No habían recorrido ni cinco kilómetros cuando sus teléfonos empezaron a vibrar. Serafín miraba ese suceso intrigado. Los sistemas operativos se actualizaron a una nueva versión que borró a muchas de las aplicaciones e instaló otras con iconos tan sugerentes como una estrella de cinco puntas dentro de un círculo, un símbolo de ying y yang, el hexagrama del I Ching en el que todo eran rayas continuas menos la superior, que era partida, un sol o una esvástica con los segmentos distales más bien curvos y cuatro puntos en sus huecos.

La fecha que ponía, en los móviles de todos ellos, era el doce de septiembre del 2026. Un extraño helicóptero de aspecto futurista les sobrevoló y unas señales en la carretera les indicaron que debían bajar la velocidad.

Tuvieron que parar junto a una especie de paso en la carretera demarcado por lo que parecían dos serpientes enormes —perfectamente capaces de comerse a un humano de un bocado— que parecían salir de la marisma a ambos lados de la carretera. Entre ellas un gigante fondón y verdoso de unos dos metros y medio de alto, similar a Lucjo les cerró el paso. Vestía pantalones cortos y un chaleco reflectante y tenía una enorme maza en una mano y una señal de STOP en la otra.

El cuatrimotor aterrizó al otro lado de esa "puerta" y el gigante giró la señal, mostrando la otra cara que decía "Pase y deténgase."

Carme cruzó el paso de las serpientes —estaban tan quietas que a ojos normales podrían pasar por estatuas, pero Adam sabía que era algún tipo de dragón— y se detuvo en un ensanchamiento de la carretera donde esperaban algunos civiles, unos siete u ocho militares del ejército asteropés y otros tantos guerreros de los pueblos feer. Todos los no civiles llevaban unos brazaletes en los que venía la palabra "Euroguardm" junto a la insignia de la ONU.

También ondeaba la bandera de Astérope junto a otra de la organización internacional, sin ningún mapa mundi dibujado en su logo.

Para ese momento Adam era el único que no estaba en su forma humana.

Una figura con una indumentaria idéntica a la que en su regreso tras su aventura en el futuro habían encontrado en la biblioteca de la facultad Ingvild y Bryony —con el rostro oculto tras una máscara como de ganchillo, y vistiendo un traje colorido de tintes folklóricos con tiras de colores—, se acercó a la limusina, se quitó un guante, y pasó su mano desnuda por la carrocería, dando una vuelta alrededor. Por su mano desnuda parecía una mujer joven de piel oscura.

Un pequeño dragón aterrizó en el arcén, sobre él estaba la madre de Adam, la reina Nofret, que no se acercó al coche. La persona que examinaba el vehículo se apartó, e hizo una reverencia hacia varias direcciones para luego, retirarse.

Un elfo con barba amarilla y un casco de bronce acabado en un pincho se asomó por la ventanilla de la conductora y le pidió a Carme que bajara las ventanillas para "verificar la identificación de los viajeros" a la vez que les pedía "el salvoconducto". Carme le mostró el documento que tenía en la guantera, escrito en "voichés" que el guardia examinó frunciendo el ceño.

Nada más parar el ruido del motor que hacía bajar los cristales, el olor fresco de la marisma por la mañana inundó el vehículo.

Entre aquella gente vieron:

A Ashley, la amiga que Bryony le había presentado a Ingvild en su viaje al futuro, unas cuantas horas atrás con respecto al momento en que estaban. Estaba ceñuda y se notaba un tanto desorientada.

A Josean, con un parche en un ojo pero por lo demás, igual que siempre, una especie de Barón de Münchhausen futurista y juvenil. Se notaba que estaba posando para Bryony, a la que sonrió guiñando el único ojo que tenía.

Vestido de militar del ejército asteropés a Idris, el guaperas de la clase al que Bryony le endosó la gestión del grupo de WhatsApp. Tenía la mirada seria, reflexiva. Parecía diez años mayor.

Al decano de la F.E.E. con su traje sport. Estaba serio, incluso incómodo, como si hubiera tenido que acudir a un incómodo acto institucional.

A Vicassy, con los brazos cruzados, bermudas y camisa hawaiana.

A Joana, sonriente, pero con una mirada triste.

A Jack, el padre de Adam, con una gabardina color canela y media cara deformada por la cicatriz de una quemadura muy grave. Atento y de alguna manera, feliz.

Al padre de Nikita, con las manos en los bolsillos de su americana y una camisa blanca sin corbata. Con mirada seria que tenía un deje de orgullo. Mariam carraspeó con una sonrisa tonta y miró a Nikita, contenta.

A la madre de Bryony, con aires de preocupación cogida de la mano del padre de Frida.

Y a Sento, con un bastón, mirando serio y preocupado a Nikita, al no ver a Bediviere entre ellos.

A Ingvild no acudió a recibirla ningún familiar. Ni a Branwen. Esta última no vio a su padre en la comitiva de la recepción pero supo, por intuición, que también la estaba observando.

 

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16/11/2021, 09:35
Director

Sirizne acompañó a Bediviere hasta el pozo del segundo patio, junto al que había puesto una pequeña butaca para ayudarla a subir. No veía a Bryan y su "tía" le explico que tenía que hacer el viaje sola y Brian se le aparecería cuando estuviera ya en casa.

El pozo era de piedra y la escalera estaba formada por hierros oxidados. Nada más bajar un metro la humedad pútrida había sustituido a cualquier otra sensación de olor.

Había bajado tres o cuatro metros cuando Sirizne, que había estado asomada, se apartó del pozo y cerró la tapa, dejándola a oscuras.

El camino fue arduo y cuando Bediviere llegó al fondo tenía las manos ensangrentadas. Pudo ver el agua negra acariciar sus muñecas y su sangre tiñó de rojo el río subterráneo con el que se fundió como si pudiera poseer a todo el curso del agua y sentir los miles de kilómetros que la separaban de casa, cruzando incluso por debajo del océano.

Emergió en un remanso del Misisipi en su forma feérica. Sintió a cada criatura de los alrededores como el elemento que los rodeaba y cada rayo de sol como la planta que se alimentaba de él.

Tras unos segundos del más absoluto silencio, muchos de los animales grandes huyeron para esconderse donde buenamente pudieron, formándose un revuelo de todo tipo de ruidos, como aleteos, pasos o el del las burbujas cuando muchos peces se mueven con brusquedad. Entonces, frente a ella, vio un cocodrilo enorme, el mismo que, hace casi treinta años había devorado a su gemela.

La criatura se acercó a ella, mansa como un animal de carga, invitándola a que se subiera a su lomo y cuando así lo hizo la condujo por el pantano hasta un puente natural formado por un enorme árbol, lecho de infinitud de otras plantas, sobre todo orquídeas en plena floración. Allí su madre la esperaba, meciendo sus piernas en el aire y cantando una nana que ella, ahora, recordaba.

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17/11/2021, 17:55
Nikita Pontecorvo

La salida del sol y la salida del Inframundo, coincidieron para la limusina. Nikita jugueteaba con las llaves del Brera entre sus manos, ausente y taciturno. Su mirada había estado perdida en algún punto del suelo del vehículo mientras transitaban por la ciudad, sin ganas de observar a ninguno de los desdichados que vivían en aquel limbo. Lo que lo sacó del pozo en que se perdían sus pensamientos fue sentir el sol iluminar el habitáculo.

Miró al exterior y tuvo la sensación de que los colores del paisaje despertaban con idéntica fuerza a la que lo habían hecho sus oídos cuando Sirizne le dio el colgante. Su ceño se relajó al fin mientras cerraba los ojos y dejaba incidir los rayos sobre sus párpados, traslúcidos como los de carne, solo que ahora podía ver en ellos, no pequeñas venas iluminadas por la luz, sino vetas de mineral.

Al abrirlos encontró el rostro del pequeño Serafín y una pequeña sonrisa se formó en sus labios. Si para él salir al mundo estaba siendo todo un acontecimiento, para el chiquillo era literalmente como viajar a otro planeta. Más aún: era volver a tu planeta de origen, más hermoso, seguro, que cuanto hubieras podido imaginar. Pero otro pensamiento vino a nublar aquella primera impresión liberadora: si en un día había pasado un tiempo indefinido para ellos, nueve años (o los que tuviera Serafín), transcurridos en el reino de los muertos podía suponer que se lo hubieran llevado de la superficie hacía… ¿Cuánto? ¿Siglos? Fue consciente de pronto que encontrar a su familia podía ser completamente imposible, y aunque ni siquiera hubieran hablado de ello, sintió que le había fallado.

En un impulso tomó la mano del pequeño para apretarla ligeramente, cuando todos los móviles comenzaron a sonar.

Seis años… Aquella revelación se mantuvo en una especie de stand by flotando sobre su ánimo a la espera de que la pudiera procesar. Seis años sin que su familia supiera si estaba vivo o muerto. Y él tampoco sabía en realidad si lo estaban ellos, aunque repitió para sí que el cataclismo no se había producido, que la guerra había terminado, que debían estar en algún sitio, esperándole. Y se dijo también que, al fin y al cabo, seis años no eran treinta, ni trescientos. Al final consiguió sentir alivio al pensar que aún cabía la posibilidad de encontrar con vida a todos cuantos conocía. Y quiso concentrarse en eso con todas sus fuerzas y no en que Bediviere había quedado atrás, quién sabía si en un tiempo que ya no compartían.

Así que el corazón volvió a latirle al galope mientras atravesaban todos aquellos controles, a cual más fantástico. Recordó cómo Branwen les había dicho que los iban a aislar, y le dio la impresión de que el despliegue que transitaban tenía pinta de ser como una especie de puerta de Brandenburgo del nuevo y extraño mundo al que pertenecían.

Un dragón montado por una mujer de pelo blanco aterrizó cerca y Nikita abrió mucho los ojos, mirando a Adam por un instante, luego a los demás y de nuevo a la criatura completamente anonadado. Pero entonces reparó en la comitiva más allá. Y distinguió la camisa hawaiana de Vicassy, el cuerpo menudo de Joana y, cerca de ellos, la figura de su padre.

Nikita trató de llenar sus pulmones aliviado, pero lo hizo entrecortadamente mientras retorcía sus dedos, de nuevo de carne, y se recomponía en el asiento de una forma inconsciente. Miró en todas direcciones buscando a su madre, tal vez a Elio, pero no pudo verlos. Si no estaban allí era porque no habían podido acudir, pensó. Pero el rostro de su padre no estaba roto, de modo que no les había ocurrido nada, tal vez solo él había conseguido el permiso para pasar... Sí, tenía que ser eso. Mariam lo miraba con esa cara que se le ponía cuando hablaba de Michele, y Nikita resopló sin ser capaz esta vez de sentirse molesto. Estaba demasiado aliviado de verlo y pensando algo muy tonto: que Elio ahora sería mayor que él y que no iba a haber quien lo aguantara con eso. Dios, ¡qué ganas tenía de verlo!

Cuando se dio cuenta de la presencia de Sento, Nikita gesticuló para indicarle que Bediviere estaba bien. Después esperó ansioso el momento en que su padre le viera y cruzara su mirada.

El corazón de Nikita latía todavía con más fuerza. Supo que cuando lo mirara sabría si todos estaban bien y, de un modo irracional, que los ojos de su padre le dirían si él mismo había hecho bien o no todo cuanto había estado en su mano.

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17/11/2021, 23:01
Branwen Glyndwr

Si un signo de adultez iba a ser tomarse las cosas con estoicismo, lo estaba haciendo bien por fuera pero no igual por dentro. El punto medio fue desplazándose del centro hacia arriba y hacia abajo a medida que la distancia, ¿Y también quizás el tiempo?, fue abriéndose. Bediviere se convirtió en un borrón que por un rato se afanó a mantener indeleble.

Como una perdida podía apuntalarse con un encuentro, el ánimo lo intentó caldear con diferentes tareas relacionadas con ello. Por una vez, se entregó a contemplar los rostros de la Ciudad, con el difícil ímpetu de encontrar a Amanda entre ellos, pero también, empaparse de la idea unida a todos aquellos rostros anónimos. Que la profundidad del alcance de aquellos que fueran a ser sus súbditos - ¿Súbditos?, Madre mía,  que disparate ¿No? - no se acababa en la línea del Último Suspiro. Rumió esa responsabilidad en el ínterin que los sacó por sorpresa de regreso a la luz del sol.

La vuelta consiguió que se frotara los ojos como si necesitara ayudar a recuperarlos de una presión aliviada, y le sacó una poderosa sonrisa de sano placer. El beso del sol, y más aún el cálido de Asterope que había atesorado, seguía ahí, y era amarillo y limpio, nada de púrpura o esquivo. Al menos una cosa seguía como estaba cuando marcharon. ¿Seis años? ¡Seis años! Por Temista que no sabía como lo iban a digerir, por lo menos ella. Maldita sea, Deian sería un puñetero treintañero y su Padre...

Con calma se decidió a escribir un mensaje para cada uno. Algo tibio y no demasiado sacado de madre. Que no les diera un infarto. Gales por supuesto para su tío. Inglés con refino para su Progenitor.

Enseguida, mientras escribía, empezó el desfile y el carrusel de mudanzas y circunstancias nuevas.

Le pasmó, para empezar, la puerta de las Esfinges - casi, la verdad tenian más un buen aire a Guivernos que a Leontinos, pero le impresionó igual - la cual, dejó la imaginación volar, que en el futuro de algún modo tendrían que franquear no sin esfuerzo y acertijos. El gigantón a la guarda no le impactó tanto, aunque el que pretendiera que la gente se fijara en la señal de Stop antes que la maza era un puntazo. El que hubiera una 'valla' no tanto.

En el 'Otro' lado después de que se presentaran varios otros asistentes - Madre Mía estaba viendo un Dragón de verdad - una nutrida congregación se fue formando como si les esperaran. No como. De verdad, estaba segura de que los estaban esperando.

El batiburrillo de gentes era muy nutrido y con muchos de ellos se preguntaba, sinceramente, quienes serian y algunos otros hacía apuestas mentales a que coincidieran con su intuición.

Extraño fue que la mayor cantidad de gente que reconociera fuera de la universidad con el decano y un intemporal vicassy unidos a Joanna y un bastante distinto Idris. Le dio una congoja los pequeños detalles que creyó ver en él y la forma en que esos seis años se hicieron evidentes. Se sintió un poco extraña como si no hubiera hecho algo del todo y tuviera delante a quien, no solo si lo hubiera hecho, sino hubiera ido más allá.

Le dedicó un gesto pequeño y discreto que englobaba una alegría sincera por verlo y un interrogante tímido que trataba de situar sin palabras como le había ido a los demás. Que portara un uniforme le traía el temor que tuvo tiempo atrás, a que al final los hubieran militarizado y eso le estranguló ligeramente el pecho.

Se preguntó si la figura estrambótica y perturbadora que les había inspeccionado, ocultaba bajo los ropajes a uno de sus compañeros dedicado  en cuerpo y alma a una tarea que no llegaba a descifrar, pero que le pareció pesada, como un quintal de responsabilidad.

Un compromiso tan misterioso como el suyo propio en el que experimentó el vértigo por un momento de ir seis años por detrás y desconocerlo todo. ¿Como encajar en un mundo que ha seguido girando y encima con la mayor de las tensiones? ¿Qué ventaja le habría tomado Plixenia o cualquier otro? ¿Qué ya no podría arreglar?

Se estiró intentando ver si encontraba un rostro o una cara que le diera mas solaz en esta turbulencia imperiosa que se le venía encima. Quizás su Padre. Había prometido que cuando todo se asentase se volverían a encontrar y por fin hablarían. Pero solo sintió su presencia de forma etérea, como una mirada que la besara, se imaginó, pero nada más. Algo tan fino que podía llegar a decidir que no era real si no fuera porque lo deseaba profundamente como para rechazarlo.

Sin embargo, no todo era vacío. Aún pudo fijarse en una figura que le destacó por presentimiento y los leves brotes de emoción que creyó, le transmitió Adam. Podía haberla confundido con la hermana desconocida de su compañero si no fuera porque esas sutiles modificaciones le hablaron de que era Nofret, la señora de Derl la que tenía enfrente y por puro reflejo se dignificó para ofrecerle su aspecto más honesto y cordial.

No sabía qué esperar de la Reina Feer, pero a la falta de figura maternal bien serviría una suegra. O una reina de verdad que le mostrara esos ciertos aspectos que ella, profetizada o notariada futura Soberana del Reino de Neptuno, carecía. Algo al que echar el diente y con lo que educar al criterio. A la Feer no le dedicó más acción proactiva intuyendo que eso era mejor dejárselo al Príncipe de quien era consorte.

En el resto curioseo sin ser invasiva. Algunos eran un buen enigma si no se ponía a ser inquisitiva - ¿Quién podía ser el chico del parche en el ojo? - y casi era mejor mirar en la otra dirección evaluando las caras de sus colegas de aventura. Empezaba a distinguir ideas aquí y allá. Quien estaba con Nikita, quien con Frida o Bryony. Al final cayó en reconocer a Sento de alguna de las fotos del piso de Bediviere y del hospital. Se dijo, estaría preguntándose por su 'Hermana'. Inconscientemente, suspiró.

El hombre de la cara quemada le vino a la memoria tras un poco de reflexionar y el semblante de Jack le explico algunas cosas con respecto a Amanda. Casi se lanzó a preguntarle por Denis sin pensar que no tendría ni idea de porque se lo preguntaba aquella chiquilla bajita. Luego se dijo que Denis le habría hablado de ellos y que de igual forma, el hombre, estaría sumando dos y dos.

Así que no se esperó a su Amor. Se le quedó mirando, justo a él, Jack antes que a cualquier otro, preguntando con labios mudos por el muchacho. Que si ese sentimiento de bonanza era por él.

Había muchas otras preguntas y preguntas sobre las preguntas que se le alborotaban tras los ojos, pero si le preguntaran: 'La verdad ¿Qué es lo primero que quieres hacer?', su ánimo se enfocaría en tres respuestas. Presentarse formalmente, llevar a la sequía una buena ducha caliente y hacerse un test de embarazo. Ni podía pensar en que orden iba a cumplir sus deseos.

Se encogió de hombros y se relajó. Era un buen momento para coger un respiro. Se calentó en esa emoción y murmuró sin un destinatario fijo.

- Hemos Vuelto.

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18/11/2021, 04:00
Bryony J. White

A lo largo de su vida Bryony había pasado muchas noches sin dormir. Algunas de ellas por estar intoxicada de alcohol, drogas y música. Otras, por estar intoxicada de arte y no saber —ni querer— frenar la llamada intempestiva de las musas. Pero aquella no era una noche de desvelo más, lo sintió con nitidez en cuanto salieron de las sombras y el amanecer les dio la bienvenida de regreso al mundo. 

Se pegó al cristal, llenándose los ojos y el alma con aquella paleta de colores vivos y luminosos, y, de algún modo, sintió que el peso sobre sus hombros se aligeraba al contemplar tanta belleza. Estaba tan embebida que hasta le costó apartar la mirada del exterior cuando su teléfono empezó a vibrar. 

Pero lo hizo, a tiempo de ver las nuevas aplicaciones y de leer la fecha, una fecha que le hizo contener el aliento primero y buscar los ojos de Ingvild después. Doce de septiembre de dos mil veintiséis. El día siguiente a su visita a Ginebra. De nuevo el tiempo había hecho un trompo para ellas, pero en esa ocasión Bryony sentía en sus huesos la certeza de que no podían volver atrás simplemente echando a correr. Le pareció que notaba en el paladar el sabor del champán de quinientos euros y vació sus pulmones despacio, con los labios entreabiertos. 

—Supongo que me habrán echado del curro por no presentarme el primer día —dijo, buscando consuelo en el humor—. Qué mal, me gustaba ese sitio. 

Tomó aire de nuevo por la nariz mientras se preguntaba si habría tenido lugar el duelo de poesía. Seguramente sí, ese día u otro, y lamentó habérselo perdido. También pensó en sus padres y en sus amigos de Londres. Y en Ashley, a la que habían perdido al huir de aquella cafetería. Empezó a toquetear los nuevos iconos de su teléfono, intentando averiguar qué eran esas aplicaciones, pero antes de desentrañar ese misterio empezaron a pasar cosas que atraparon su atención. Sus ojos se abrieron como platos al ver las serpientes y el gigante, pero fue cuando vio a la figura vestida con cintas y con el rostro velado cuando Bryony alargó una mano para apretar el brazo de Ingvild. 

Se le escapó una risita nerviosa cuando el dragón aterrizó a su lado y entonces empezó a fijarse en la gente que parecía que había ido a recibirlos. A muchos no los conocía pero a otros... Sonrió al ver a Ashley y a Josean, con un alivio líquido escurriendo desde su nuca y relajando sus hombros, por comprobar que los dos estaban bien. Se alegró al ver a su madre, al mismo tiempo que se crispaba. Por fin iba a poder exigirle algunas respuestas. Pero el gesto que tenía con el padre de Frida era revelador... ¿y su padre? ¿y Lilla? Se le hacía muy difícil la idea de que su padre no hubiera ido a buscarla. Recordó en ese momento la conversación entre Ashley y su antigua jefa, sobre las desapariciones, y por primera vez en ese rato tuvo el temor de que el mundo se hubiera movido demasiado para aquellos que le importaban. ¿O acaso los desaparecidos habían sido ellos? Una pregunta más que tendría que esperar para obtener respuesta.

A Idris y los profes los repasó bien con la mirada, comprobando cómo habían cambiado, pero pronto su atención regresó a quienes más conocía, a los que estaban y a los que faltaban. Escuchó la voz de Bran y la miró con ojos brillantes.

—Hemos vuelto —repitió, regodeándose en cada sílaba—. Y después de esto nos vamos a graduar con honores en la carrera. 

Deseaba abrazar a su madre tanto como pedirle explicaciones. Ansiaba acariciar los labios del poeta y preguntarle por el parche. Quería mirar a Ashley a los ojos y comprobar que estuviera entera y bien. Echó la mano hacia el picaporte y no se lo pensó más. Estaba lista para salir y saborear ese nuevo mundo.

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18/11/2021, 09:56
Ingvild Hoem

Existen momentos definitorios en la vida de toda persona. En el caso de Ingvild, varios. OK, no hay tantos, aunque a ella le gusta pensar que sí hay varios. Como aquel lejano día en el instituto en el que se volvió gótica, con la negligencia de quien no parece encajar en lado alguno. O el día en el que contempló un cuadro de Vermeer por primera vez. O el día en el que se atrevió a dar una visita guiada a una pareja de ancianos en la Nasjonalgalleriet y hasta tuvo el rostro de aceptar el dinero que le obsequiaron al terminar la ronda.

Astérope significó varios de esos momentos, como si buena parte de los eventos trascendentales de su vida se hubieran comprimido de manera grotesca en unas pocas semanas, pero todo lo vivido desde entonces tenía una consistencia interna con quién creía ser ella misma: había descubierto, en parte, la razón de ser de sus poderes con la cámara obscura. Sobrevivido a un par de holocaustos sobrenaturales, y enfrentado a otras tantas amenazas, con resultados mixtos, sí, y muchas veces con ayuda de sus amigos y completamente acojonada, pero les había plantado cara. Había comprendido su propia naturaleza fae, poco a poco se daba cuenta que en realidad lo hada y lo humano eran uno y lo mismo, al menos en lo que refería a su identidad, si bien su enfoque había cambiado: se trataba de una nueva dimensión, era el pasaje súbito y casi milagroso de una perspectiva medieval a una renacentista, la antesala a una gran patada al tablero infinito de Branwen, Van Dyke descubriendo a Ibn al-Haytham, serpientes que parecen dragones que parecen serpientes, un niño o niña con modales anacrónicos, un móvil que se actualiza de manera defectuosa, a menos que la mirada de grandes ojos esmeralda de Bry significara lo que significaba, y sólo podía ser así, la extraña figura de la biblioteca volvía a aparecer, su amiga le apretaba el brazo, también estaban Ashley, Josean, y tantos otros...

—Tía, oficialmente eres la peor trabajadora de la historia —intentó sonreir, para agregar por lo bajo— No otra vez...

Ingvild no está del todo de acuerdo con la afirmación de Branwen y Bryony, para ella volver implica retornar a un mismo o al menos similar espacio-tiempo, término del que en realidad no entiende gran cosa más allá de que se trata de dos dimensiones o tal vez cuatro si una descompone el concepto de espacio en sus respectivas coordenadas cartesianas. Por miradas y semejanzas físicas creyó detectar varios familiares de sus amigos, aunque no vió a su madre por ningún lado, lo cual le produjo cierta congoja un tanto anestesiada por el estado de irrealidad en el que estaba sumida. Lo cierto es que en aquella ocasión había un sentimiento de irrevocabilidad en el aire, como si el viaje fuera sólo de ida y ni tras recorrer los pasillos laberínticos de mil bibliotecas pudieran, realmente, volver.

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18/11/2021, 12:13
Adam Dyer

Conforme avanzaban, el ánimo de Adam estaba más ligero y alegre. No olvidaba ni arrinconaba la tristeza de haberse tenido que despedir de Bediviere. En su corazón ocupaba el lugar correspondiente cada cosa... un destino truculento, un presente turbulento y un pasado aún por descubrir. La historia del chico estaba a medio escribir. De pronto esa idea cruzó su cabeza y conectó dos electrodos emocionales que chisporroteaban desde hacía tiempo y que no había tenido ocasión ni perspectiva a conectar. Sus letras... sus amadas letras habían quedado olvidadas. Sus libros y su afición por la novela negra y los poemas góticos. Su blog. Pensar en literatura tras una guerra y la visita dantesca a los infiernos suponía un acto de suprema locura y, a la vez, de suprema cordura. ¿Se atrevería a escribir cuánto había visto y vivido?

Mientras tenía esto en mente escudriñó en los rostros de los demás buscando que alguno de ellos le estuviese, a través de algún enlace místico, leyendo la mente. Y lo hizo sin descaro, pero sí con honesto desafío. Aquella vertiente de su alma era desconocida para aquellas almas que ya eran más que hermanas de la suya. Y con eso concluyó en que sin duda, aquella oquedad... aquella ausencia de conocimiento sobre ese punto en concreto de su ser, habría de funcionar como una puerta de doble hoja y así, del mismo modo, a buen seguro que habría datos y pasiones de sus amigos que aún él debía descubrir y conquistar. Quería conocerles más.

A Bry... a su arte. Quizá conocer una cosa era conocer la otra. Porque ella era su arte... al menos esa era la percepción que Adam recibía de ella en ese momento. La veía mientras su rostro nacarado se embebía de los colores del amanecer. Sus ojos parecían brillar imitando aquellos tonos anaranjados. Adam no sabía si habría de sacrificarse por su arte tal y como los Titanes le habían augurado. Quizá el término "sacrificio" sonaba muy letal, pero otra manera de interpretar el término era ponerse al servicio del Arte de forma completa y absoluta. Las palabras, una vez más, suponían un juego algebraico que pronto querría compartir con Branwen. 

A Ingvild... su fuerza. Probablemente esta radicase precisamente en su vulnerabilidad. Su miedo a sentirse débil, rota e intrascendente. Él sabía bastante sobre el miedo y era conocedor de lo mucho que podía atenazar a alguien. Y si el presagio del Amo de la Muerte era cierto, llegaría a dominarlo como un "fiel corcel". Podría ayudarla... esperaba poder ayudarla y, en el proceso, aprender de su fortaleza. Ella parecía siempre envuelta en una gran determinación y aún así resultaba tan frágil por dentro... pero eso la hacía bella. Más bella que si solo fuese roca. 

Como roca era Nikita. Se había echado a la espalda el rol de hermano mayor. Para con Adam, claro, pero también para con los demás. Era el cabecilla del grupo aunque seguro que habría despreciado el título si alguien lo hubiese verbalizado. Pero ahora tocaba cuidar de él y Adam tenía claro que en esa tarea estaría el primero. Un golpe liviano de la mano en la rodilla de su "hermano mayor" corroboró el trato que le confería poderes de cuidador. Una sonrisa y nada más... ya no hacía falta nada más para comunicarse con él. Para decirle sin hablar "yo estaré ahí".

Y su Branwen. Su reina... de su corazón y de todo y todos. Pronto. También iba a estar a su lado. Demonios... si en algo tenían que acertar los Amos de la Muerte era en que ambos estarían juntos por siempre. Adam no concebía otro lugar en el que estar... en el que ser. El éxito y la verdadera magia que había obrado ella era sencillamente esa: Adam había cambiado y tampoco era diferente. Seguía siendo ese chico de Richmond. El cuervo. El rarito de los Dyer. Pero ahora era mejor. Y eso era gracias a ella, que le había enseñado que lo era... que podía serlo. La miró allí recostada a su lado en el asiento de la limusina y pensó en aquella habitación carcelaria que parecía un hotel decimonónico de cinco estrellas, y deseó regresar allí y pasar aunque solo fuese un fin de semana. Durmiendo a pierna suelta... leyendo a Poe sobre su regazo y haciendo el Amor con la entrega y adoración que le profesaba. Piel con piel. Bañándose en el aroma a petricor que manaba de sus cuernecillos y también, aunque esto solo lo supiese él, de los pechos aún más fragantes.

De repente, los móviles anunciaron que se encontraban de regreso en el mundo de los mortales y, a tenor del relumbrón que envolvía a lo sobrenatural, esto es; el mundo fae o la tierra de los muertos, este parecía que poseía colores nuevos. En la pantallita apareció la fecha confirmando el presagio que todos ellos habían tenido en un momento u otro. Seis años. Adam recordó que su móvil había sido confiscado en el Castillo de Derl tiempo atrás y se encomendó a sí mismo comprar uno nuevo lo antes posible. Otra cosa era si iba a tener dinero para ello cuando hubiera regresado. ¿Qué iba a ser de ellos ahora? Había muchas preguntas menores que responder. Menores porque tras haber hablado del destino de uno y de su labor más allá de la vida, pues como que pensar en el trabajo o en encontrar una casa de renta fija parecía peccata minuta. Y aún así pasaron esas cuestiones como una bala por la mente del chico. Ya se vería. 

Ahora la limusina empezaba a detenerse junto a una gran comitiva. Adam se incorporó como un muñeco de esos con muelle que saltan de un regalo para dar un susto. Pegó la cara a la luneta tintada del vehículo y comenzó a viajar de rostro en rostro intentando reconocer a quienes allí se habían congregado. Consiguiéndolo en no pocos casos.

Hala... un comité de bienvenida. —susurró con la sonrisa esculpida en el rostro.

Su madre destacaba entre la multitud. Por el porte y, qué demonios, por el dragón. Adam casi pudo percibir un suspiro a coro de sus compañeros cuando la bestia quedó al alcance de sus ojos. Se giró y les miró asintiendo a la premisa que todos se preguntaban prisioneros de una incredulidad que no tenía ya con qué sostenerse. —Sí, amigos... eso es un dragón.

Bajó el primero del vehículo y sujetó la puerta para ayudar a bajar a los demás. Miró a Vicassy a quién sonrió al comprobar que los seis años no habían pasado por él, aún amo de sus excentricidades. Miró a Arraúte... con cariño y agradecimiento. Miró a Jack... er... su padre. Miró su cicatriz con dolor, pero compartió un pensamiento que le hizo tranquilizarse. Él parecía estar bien. Denis. ¿Se habrían reunido por fin? Le tocó el turno de bajar a Branwen. Adam le tendió la mano para ayudarla y ya no se la soltó. La agarró con verdadera pasión y dirigió entonces su atención a su madre, la Reina Nofret. En aquel momento se dio cuenta que era el único que aún portaba su piel fae... su verdadera piel. No echaba de menos la otra, pero a todas luces prefería esta. Y se dio cuenta porque al presentarse ante su madre quiso erguirse y mostrar la dignidad del título que ostentaba y se dio cuenta que ya lo estaba. Estaba envarado y orgulloso de ser el Príncipe de Derl. De ser Adam Dyer. De ser el consorte, amado y amante de la futura Reina de Astérope. De ser quien era.