Aire notó como Iciar la aceptaba y, dando saltitos de alegría, dijo
Creo que tienes algo en el ojo, porque miras con esta cara dijo intentando imitar su mirada escrutadora.
Después se acercó a Tak y le levantó para sentarle en una silla a su lado
Pequeño, aún me debes alguna historia, que ayer nos dejaste sin ellas
Cuando estemos más tranquilos, Aire. Cuando no haya cotillas que puedan escucharnos.
-Yo soy Damian, Damian Ojo de halcón. Ese fue el nombre que me dieron mis hermanos, cuando vivíamos bajo la tutela de Erekbor.- dijo mirando lo poco que le quedaba del desayuno.
-Baktor ya habrá hablado de mi a la mayoría de vosotros- continuo, refiriéndose esta vez a los que parecían estar en el cotarro -Así que para aquellos a los que no, os pongo en situación. Vengo de El Cruce, por lo visto mi familia ha pertenecido a aquella ciudad desde hace varias generaciones. En mi "corta" vida he aprendido algunos cuantos oficios, los dos mas destacábles son aprendiz de herrero y aprendiz de montaraz.-
- Mi maestro como vividor de los bosques es este impresentable- dijo por último en tono burlón señalando a Baktor.
La muchacha cogió la jarra de hidromiel cuando se la hubieran puesto delante y no dudaría de darle un pequeño trago. Danae escuchaba el murmullo de su alrededor, todos los que allí estaban tenían sus propios asuntos y podía oír alguna que otra palabra suelta, pero su mente estaba centrada en lo que había vivido y ahora en las palabras de su amigo enano refiriéndose a un hombre que había estado solo en un lado de la taberna, desayunando. No sabia que tenía que decir pero la novicia alzó la mirada hacia él algo mas tranquila después de haberse desahogado.
Después de lo vivido, desde luego que nada podía sorprender o asustar a Danae de nada de lo que contaran en esa taberna por lo cual no dudó en mirarlo fijamente esperando a que hablase.
En torno a la chimenea se había creado un ambiente distendido, en el rincón también se escuchaban gritos de lo que parecía una conversación cotidiana e incluso amigable; el único lugar de la taberna donde aún había tensión era en la barra. Dwerinn se quedó mirando a Sothe con una mirada de suspicacia y sospecha que casi taladra a su interlocutor.
-¿Quién demonios es tu salvador?- preguntó, pero no hubo tiempo para más.
Una figura delgada salió de la cocina y entró en la taberna a la vez que de la chimenea volvía a salir una bocanada de ese humo verdoso.
-Es la hora- dijo el hombre estirado, seco y de rostro afilado. En su mirada no había rastro alguno de afecto, y tenía todo el aspecto de un asesino, un verdugo o un carcelero. No dijo nada más, sino que se movió de nuevo hacia la cocina. Tomm miraba a todo el mundo, expectante.
Baktor le hizo un gesto a Damian para que lo acompañase en pos del hombre misterioso. Helen se levantó y con ella Luke, apesadumbrado aún por su resaca. Hizo caso omiso de Martin, y tuvo que ser Basileia la que les hablase a él y a Azoth.
-Venid- les dijo-, si vuestras intenciones son sinceras tendréis un lugar entre nosotros. Espero que no tengáis miedo de mostrarnos cuáles son esas intenciones.
Antes de llegar a la puerta de la cocina, Helen se detuvo junto a Danae, que estaba con Dwerinn en la barra, saludó al enano con un gesto amistoso y le habló a la joven novicia.
-Anoche te prometí ayudarte- le dijo-, ven conmigo y podrás vengar a tus hermanos- la miró a los ojos.- Pero te advierto, esta elección es tuya, y no carece de riesgos.
Dwerinn miró a Helen, luego a Danae y luego a Sothe. No se creía que aquello estuviera ocurriendo.
-No sé si la chica debe venir- murmuró, más preocupado que enojado-, es peligroso. No quiero que corra más peligros- suspiró y gruñó- ¡¿Y qué hago con este?!- añadió refiriéndose a Sothe.
-Que venga- dijo Luke alcanzándolos y encogiéndose de hombros-, si vale algo que lo demuestre.
Sybill se puso en pie de un salto se rascó la nariz y le pasó el brazo alrededor del cuello y tiró de él, como si fuera un camarada.
-Mira tú por dónde, inútil, te has ganado un hueco entre los nuestros -rió-, eso no es algo que puedan decir el resto de rateros que me chupan el culo. ¿No estás contento? ¡Vas a ser un disidente de forma oficial! ¡Ja! ¿Has oído Icíar? ¡Este palurdo un disidente! ¿No es gracioso?
Icíar no rió, se levantó silenciosa y con un gesto de cortesía invitó a Aire a acompañarla.
Todos cruzaron la puerta que llevaba a la cocina y siguieron al hombre de rasgos afilados abriéndose paso entre fogones y cazuelas. Tomm seguía en la barra de la taberna, observando con una mirada fúnebre en la distancia, a través de la puerta abierta y de los cacharros. Era una mirada de temor y de despedida, pero también de esperanza.
Cruzando una puerta y por unos escalones descendentes se llegaba a la despensa. Era una estancia abierta, seca y fría, claramente por debajo del nivel de la calle. Parecía haber sido excavada junto a los cimientos del edificio. Sin más luz que una pequeña vela. Helen la tomó en la mano y se la dio al hombre de rasgos afilados. Este asintió y se acercó a una de las paredes donde habían colgados diferentes tipos de carne en salazón. Los fue descolgando con la ayuda de Helen hasta dejar la pared de roca completamente al descubierto. El hombre palpó la pared y antes siquiera de que nadie parpadeara, se había abierto una puerta. La pared de piedra giraba sobre unos goznes de acero bien engrasados y dejaba paso a otra sala también de roca sumida en a oscuridad. El hombre misterioso fue el primero en pasar, seguido de todos los demás. Helen se quedó atrás y se despidió de Danae con un beso. Dwerinn la tomó de la mano y la ayudó a abandonar la despensa. Helen fue quien cerró la puerta.
La habitación que quedaba allí entre sombras era oscura y pequeña, tanto, que todos se sentían apretados y hacinados. Una luz tenue llegaba desde algún lugar proyectando sombras en la habitación. Cuando los ojos se acostumbraron a la penumbra se descubrieron un par de pasadizos que descendían en direcciones dispares por la tierra. De uno de ellos provenía la luz titilante de una antorcha.
-En marcha- dijo el hombre y tomó el pasaje de la antorcha.
¿A dónde nos lleva? - dijo el norin sorprendido por lo que estaba pasando y al ver que semejante grupo les acompañaba. No tenía intención de unirse a tanta gente, parecía que aquello se había convertido en algún tipo de secreto a voces.
Aire estaba asombrada. Por el humo verde, por el hombre que había aparecido de pronto y por cómo Iciar le había invitado a que le acompañara.
Se situó a su lado, con la boca abierta y mirándola indiscretamente. De vez en cuando soltaba una risita nerviosa, aunque corta.
Al entrar en el tunel, miró hacia atrás y se agachó.
Pequeña Dama susurraba Aire Ahora hay que guardar silencio. No podemos hacer ruido, ¿entiendes? dijo mientras acariciaba a la pequeña su cabeza
No hubo tiempo para que nadie respondiese a mi pregunta, pues instantes después de que la hiciese volvía a salir una bocanada de humo verdoso de la chimenea, a la vez que un extraño hombre de aspecto peligroso salió de la cocina. Me quedé observándole, expectante, viendo como algunos se levantaban con la intención de seguirle, sin saber muy bien lo que pasaba. Fue Basilea la que nos indicó que debíamos seguirle si éramos sinceros en nuestra deseo de unirnos a ellos.
Creo que me estoy metiendo en un mundo completamente distinto al que conozco- pensé, inseguro por unos instantes mientras tragaba saliva -Pero ya destruyeron todo lo que conocía, no voy a volver habiendo llegado hasta aquí- me dije, mientras me levantaba en pos de aquel hombre. No fui el único que lo hizo, y al poco rato nos encontramos todos en una habitación oculta de la que partían dos túneles. El extraño hombre tomó uno de ellos, indicando que le siguiésemos. Sabía que una vez entrase no habría vuelta atrás, pero no me importaba, por lo que le seguí y entré al túnel, sin saber lo que encontraría al final de este.
Allá vamos- dije en voz baja, al entrar en el túnel, sin saber muy bien por qué.
Miro el enano dispuesto a responder hasta que ocurre todo aquello, el humo verde y la misteriosa figura. Mequedo algo paralizado ante la aparición, sin embargo, cuando me dicen que puedo ir me apresuro ha seguirles junto a los demas.
Danae estaba extrañada, el enano hablaba con aquel hombre, le hacía preguntas como si éste le hubiera respondido pero ella no fue capaz de escuchar.
Fue entonces cuando apareció un hombre tras una humareda, tenía un aspecto inquietante y la chica sin percatarse por instinto se agarró al brazo de su buen amigo el enano, pero al rato se tranquilizó un poco aunque continuara con aquella tensión sobre ella. Ese hombre les dijo que los siguieran, parecía que los encargados de la posada conocían lo que estaba sucediendo.
Danae sonrió levemente a Helen cuando ésta se despidió de ella, aún no sabía hacia donde se encaminaba pero por lo que estaba viendo se trataba de unos subterraneos.
La aparición del extraño, humareda incluida, me parece más artificiosa que sobrecogedora. Aunque sea demasiado joven para haber visto a los magos de Rivarrona en acción, en mi vida he copiado suficientes cargos por ejecución de magia prohibida como para saber que eso no es más que un truco sencillo. Aún así es la primera vez que veo un efecto arcano en persona y no puedo negar que tiene un punto intrigante. Me alarma mucho más el propio extraño. Esa no es la cara de alguien a quien quiera confiarle mi vida si tengo otra opción.
Cuando Basileia se dirige a mi asiento con la cabeza y me levanto de inmediato. Por fin parece que las cosas empiezan a moverse. Y de regalo parece que no tendré que seguir dependiendo de Von Kassel para entrar en juego Tardo un poco en ponerme en marcha porque prefiero ganar unos segundos para observar el comportamiento de los presentes. Con tanta gente, por lo que entiendo la mitad de nosotros nuevos, sería fácil que hubiera un chivato imperial. Habrá que andarse con ojo.
Por fin me pongo en marcha y sigo al grupo por la despensa y el pasadizo en silencio. Intento hacerme una idea de la ciudad, de por debajo de dónde estamos pasando, pero apenas conozco la zona y mis cálculos se vuelven confusos rápidamente. Al cuerno, si me voy a meter en esto mejor lo hago con paso firme. No es momento para escrúpulos.
Damian se mantuvo al lado de Baktor siguiendo de forma monótona las indicaciones que se les daba. Al cruzar la última habitación sintió un pequeño escalofrío, por lo que pensó que estaría bien entrar en calor. Cogio de la bolsita que llevaba atada al cinto dos hojas rojizas y se las llevó a la boca.
En aquel momento miro de forma instintiva a Azoth y esbozó una sonrisa divertido. Continuando el camino al lado de su amigo y mentor.