La taberna estaba abierta, con las cortinas de las ventanas corridas para evitar que la luz se filtrara. Allí no había guardias rondando. Ni los habría. Más les valía dejar aquel rincón de la ciudad a su aire. El edificio de dos plantas se tenía en pie por su testarudez, y por la de su dueña, que había conseguido que no la derribaran al menos siete veces. Porque su dueña, tan testaruda como el viejo edificio, era uno de los más temidos personajes de la ciudad. Muchos conocían su nombre pero pocos su identidad.
-¿Qué le pongo?- rugió un hombre gordo, barbudo y calvo tras la barra mirando a Marcus con ojos voraces- ¿una noche fría para viajar, no crees forastero?- Pero acto seguido la puerta se volvió a abrir, y el camarero cambió su cara de la desconfianza a una sonora carcajada.- ¡Faz, demonio! ¿Cómo te atreves a volver a la ciudad? ¡Siéntate aquí cerca del fuego y cuéntame qué hiciste para tener que huir!- luego volvió a mirar al forastero con su cara de perro sabueso- ¿qué va a ser? Vamos muchacho no tengo todo el día.
Aquí estáis los dos. ;)
Fría es quedarse corto. Hace una noche que no querrían ni los perros. ¿Qué es ese guiso que huele tan bien? Es igual, quiero ración doble. Y un poco de vino caliente.
¿Debería preguntar directamente por la información? No, no antes de comer y beber algo. Además, parece que el tabernero está más interesado por el recién llegado. Y, a decir verdad, yo también lo estoy. Puede que si presto atención averigüe un poco cómo se mueven los bajos fondos en esta ciudad antes de proclamar a los cuatro vientos qué estoy haciendo aquí.
Me siento en alguna mesa vacía e intento escuchar discretamente mientras ataco sin cuartel mi plato.
Como se llama el tabernero de la Panacea?
Siento el retraso en contestar :P
El tabernero es Romuald, pero le llaman Romo.
El tabernero, con un gesto mecánico entra en la cocina y sale con un cuenco abollado lleno de lo que parece un estofado de nabos, cebolla y alguna carne irreconocible y desecha entre el caldo. Huele a especias, aunque por su aspecto bien podría ser barro aguado. En la otra mano hay dos jarras más anchas que largas en las que humea un vino especiado con olor a canela.
-Dos peniques de cobre mozo- le dice a Marcus al dejar los aperos en el plato. Se saca una cuchara del bolsillo y la limpia bien con el delantal. Antes siquiera de darse la vuelta ya había vuelto a dirigirse al otro personaje y dejarle la otra jarra de vino frente a él.- Toma Faz, a ésta te invito yo por lo de aquel problema con las faldas de la Mariette - y se rié-... menuda ella. - Luego vuelve a mirar a Marcus y estira la mano esperando sus dos peniques de cobre.
La comida no tiene muy buena pinta, pero ha sido un viaje largo y estoy hambriento así que cuando me llega el olor de la comida y la bebida mi estómago ruge con fuerza. Antes de ponerme con él, sin embargo, saco de la bolsa que llevo colgada al cinto dos chelines que pongo en la mano del tabernero mientras sonrío ligeramente, más por la perspectiva de llenarme el estómago que por amabilidad.
Espero que esto cubra también el coste de pasar la noche aquí. Y hay más de esos para quien pueda darle a un recién llegado a la ciudad algunas... indicaciones.
Sé que no estoy siendo demasiado sutil, pero no me da la impresión de que ese hombre suela andarse con sutilezas y con gente así es mejor no andarse por las ramas. Ahora lo único que puedo hacer es comer y esperar. Debería haber probado a buscar algún mendigo. Seguro que había todavía alguno por la calle. Si ahora tengo que volver a salir se me va a helar hasta el cuero de las botas.
Una amplia sonrisa se dibujó en el rostro anguloso de Talon. Avanzó con paso alegre entre las destartaladas mesas y banquetas hasta su lugar de siempre en la barra, a unos tres metros de donde se había sentado el otro hombre recién llegado , mientras se quitaba la capucha.
-¿Como va eso, Romo? Pues aquí estoy, hace una noche de perros y no deseo nada más que sentarme en uno de tus duros taburetes y gozar de agradabílisma compañía mientras ceno. Ah, y un poco de vino para bajarlo la comida- Dijo Talon todavía con una marcada sonrisa en el rostro.
Perdón por el retraso, he tenido dos días de caos absoluto. Todo solucionado ya :)
Este post es simultáneo al primer post de Marcus Cantei.
Con una risita suave pero no contenida, Talon agarró la jarra que le acercaba el tabernero, se acomodó más en el taburete, y mientras apoyaba su codo en la mesa y el puño en la mejilla, se sirvió una copa. Una vez hecho esto, se incorporó y dio unos tragos al vino mientras echaba una discreta ojeada alrededor, para ver si encontraba más caras conocidas.
Recordó al esquivo hombre que interrogó hace unos días, mientras saboreaba el áspero vino tinto. Recordó el nombre, cómo olvidarlo. Sybill. Mientras escrutaba discretamente la taberna, sintió un ligero temor por lo que podía estar por venir, pero lo apartó de su pensamiento rápidamente. Al no reconocerla en su rápida ojeada, se giró de nuevo hacia la barra, y esperó a que el tabernero acabara de atender al otro hombre para charlar con él.
Este post ya sería simultáneo al último de Marcus Cantei, de nuevo disculpas por el retraso.
La taberna está prácticamente vacía. Una sombra se esconde cerca de la chimenea, un par de tipos hablan en otro rincón, con aspecto de escoria barriobajera. El resto sois vosotros y el tabernero, que se vuelve tras la barra y apoya un codo en ella mientras golpea a Faz por el hombro.
-Venga muchacho, dímelo- ríe abiertamente.- ¿Qué pasó para que tuvieras que huir?
Talon le sonrió y le dijo con voz queda, mientras miraba de reojo al desconocido del otro extremo de la barra:
-¿Recuerdas al contacto de la banda de Urieldenin? Pues bien, esos bandidos llevaban tiempo tras los envíos de mercancía a Entrebosques. El tipo en cuestión me contactó un día para ofrecerme un trabajillo, y es de esas ofertas que no se pueden rechazar- Y frotó su pulgar con los dedos de su mano derecha, en el gesto de dinero abundante, y le guiñó un ojo- Debía allanar Tau&Pin's y conseguir el manifiesto con sus días de envío, para que ellos pudieran asaltar el convoy en el camino; pero las cosas se torcieron. Un poco más y me cazan, conseguí escapar a duras penas. Después del alboroto era mejor darle un poco de tiempo a la guardia para que se relajara, así que me largué.-Dijo encogiendo los hombros- Y aquí me tienes de nuevo. ¿Y tu qué, viejo costal de huesos y sangre, alguna novedad por aquí? - Le preguntó Talon, mientras le hacía un levísimo gesto con la cabeza hacia la chimenea.
-Todo bien, demasiado bien, ya sabes tú. Escuché lo de Tau&Pin's- su semblante se pone serio.- Ándate con cuidado Faz, esos usureros trabajan ahora para Vespin. Y ya sabes que si hay una sola persona más dura que Sybill, ése es Viper- luego siguió la mirada de Talon hasta la chimenea y sonríe.- Ésa es la gata de nuestra Sybill, la llama Icíar, seguro que has oído hablar de ella antes. Ha venido desde la selva Oscura- baja la voz,- parece que la tienen buscando a otras como ella para reclutarlas... ya sabes, reelon... creo que aquí en la ciudad se está cociendo algo más grande de lo que parece.-Luego mira a Marcus y señala su copa vacía.-¿Otra?- le pregunta sin interés.- Por cierto muchacho, aquí sólo servimos copas y comida, y de la de alimentarse, no las comidas de polla- se ríe por su propio chiste.- Si quieres camas de esas tendrás que ir a la Casa de Adele. Si quieres sólo la cama, sin las chicas, entonces vete a la Cola de Dragón, no tardarás ni te pondrán pega por la tardanza.
Vuelve donde Talon y saca una botella sucia le arranca el tapón con la boca y vierte el contenido en dos pequeños vasos que aparecen de la nada.
-Por el del culo de acero- dice en un susurro alzando el vaso, refiriéndose a su alteza el Emperador- que no aguante lo que nuestra Sybill le tiene preparado.
Parece que ha quedado claro que Romo, el tabernero, no es el hombre más sutil del mundo, ni el más discreto.
-Por que su culo sea de latón- Talon levantó el vasito, y se acabó el potente licor antes de dejar el vaso en la mesa con un sonoro golpe. Resopló a causa del ardor del alcohol, y comentó con una sonrisa - Con qué me tratas de envenenar, bellaco? Menudo brebaje. - Su semblante se torno serio y bajó la voz de nuevo - Icíar, eh? - Dijo levantando una ceja - He oído hablar de ella, sí. Me acercaré a cambiar unas palabras con la reelon... - Concluyó, mientras giraba ligeramente la cabeza y miraba al rincón, mesándose la corta barba.
Está claro que de este hombre no voy a conseguir sacar gran cosa y, si lo hago, luego irá pregonando a los cuatro vientos qué estoy haciendo aquí. No es lo que andaba buscando. Y, una vez calmado el hambre, el guiso se me empieza a repetir en el paladar. Apuro mi copa de vino, murmullo unas palabras de agradecimiento y me dispongo a salir del local.
Lo de la Casa de Adele no es una idea tan mala. Las mujeres de la calle suelen estar enteradas de todo lo que pasa en la ciudad. Me juego el cuello a que más de uno de los hombres de von Kassel frecuentan el sitio.
Cuando abro la puerta para salir y me vuelve a llegar el frío de fuera, recuerdo maldiciones de Rivarrona que llevaba años sin usar.
-¿Y qué te ha traído aquí, Faz?- preguntó Romo.- Entre los que quieren verte flotando en el Sinor pasto de los peces y los que quieren colgarte en la plaza del castillo, te quedan pocos amigos en la ciudad...